Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

• Nuevo perro •

Jules
───────────────

Siento que en cualquier momento entrarán a la habitación para darme unos buenos golpes en la cara por ser tan pendeja y boca suelta. Y no esos golpes que excitan, sino de los que duelen.

O tal vez, yendo a lo extremo, vengan a torturarme con una caja repleta de consoladores.

Maxim es capaz de hacerlo solo porque está enojado conmigo. ¿Pero Víktor? Su rostro ya me dice que es psicópata como su hermano menor, por lo que no me sorprendería que lo hiciera.

Tal vez con peores fetiches que él, lo cual no sé si me gusta o me desagrada.

No obstante, Maxim ha enviado a una mujer del aseo a traerme la cena, evitando mi salida del cuarto a toda costa. Tiene su punto bueno, por ejemplo, pude bañarme con agua caliente y acostarme en una amplia cama con solo unas sábanas azules calentando mi desnudo cuerpo, pero el lado malo quita merito a esto, y es que esta soledad me inquieta.

Estuve una hora entera esperando por él, pero los indicios de la vuelta de Maxim son nulas luego del sexo, el cual, por cierto, modificó bastante mi enojo, menguando solo lo suficiente como para disfrutarlo en el momento. Aunque ahora lo esté padeciendo una vez más.

Sobre todo el tema de Kiril es lo que me deja la piel fría.

El pensar en eso me obliga a hundirme en la cama por el terror de su imagen, el cuerpo ensangrentado en el suelo, con sus ojos muertos fijos en mí.

«Acabo de matar a alguien». Lo recuerdo con incredulidad, soportando las ganas de llorar por el hecho.

Siempre lo odié, siempre detesté a Kiril. Fue el primero en violarme cuando me compró en Rumania, era mi maestro en cierto punto, me enseñó lo que le debía a hacer a los hombres a partir de ese momento, practicando con él utilizando aquella excusa.

Yo le pertenecía. Siempre lo repetía. Era la joya del burdel, o por lo menos hasta que los malditos hermanos Volkov me compraron para su diversión.

Se supone que le debía obediencia y sumisión absoluta solo por el hecho de que me compró, pero luego de un tiempo, naturalmente, el juego se dio vuelto y lo dejó a él en mis manos.

Su deseo por mí era evidente, no se podía ocultar. Cada vez que se acercaba a mí lo veía en sus ojos, esa chispa de lujuria mezclada con odio, ese amor prohibido que lo hacía titubear a la hora de castigarme por mi mal comportamiento. 

Aunque el odio debió de venir por la parte racional de su cerebro, puesto que no es común que tu dueño se enamore de ti al ser tú una prostituta más del montón.

Pero tal vez eso fue lo que hizo que mi poder en el burdel fuese tan grande, porque yo no era como las otras perras que trabajan ahí por obligación.

Luego de un año bajo los mandatos de Kiril, violaciones y demás castigos, pude poner todo en orden.

Al estar con hombres poderosos logré tener cierto nivel en la casa, ya que mientras más hombres millonarios coticen tu vagina, mucho más alto era tu poder.

Y claro, no faltó mucho para que varios de esos hombres se terminaran encariñando conmigo, tengo muchos recuerdos. Algunos de ellos intentando comprarme, otros secuestrarme al no lograrlo y muchos otros drogándome para violarme.

Lo único bueno de Kiril siempre me hizo caso bajo las sábanas, en el momento que permitía que me tome y fingía que su petulante pene me hacía venir, podía hacer que él hiciera lo que yo quisiera en el momento que yo deseara.

Pero estos malditos hermanos Volkov arruinaron todo, acabaron con el imperio que tanto esfuerzo me llevó construir. Mis lágrimas y mis esperanzas ya no tienen ningún valor, toca empezar de cero con estos dos monstruos acechándome.

Le atribuyo la muerte de Kiril a Maxim y Víktor.
Yo no hice nada, soy inocente en este aspecto.

«Inocente». Casi río al pensar en esa palabra.

En el mundo criminal, los que tienen el poder y los que desean el poder, no son inocentes. Por ende, no tengo ni una pizca de ella.

—¿Te dormiste?—su voz retumba en la habitación, creando un eco que viaja hasta mis oídos al abrir y cerrar la puerta. 

No contesto, solo las voces de la película es lo único que se logra oír. También siento sus pasos al venir a la cama, luego el peso de su cuerpo sentado en mis pies.

Cierro los ojos, obligando a mi cerebro a dormir, creyendo ilusamente que me dejará en paz.

—¿Estás enojada conmigo, nena?—murmura por lo bajo, tocando mis piernas sobre las sábanas—. Sabes bien que no me gusta que nos peleamos, me lastima demasiado…

—Entonces no me hubieras comprado en primer lugar—pronuncio frustrada—. Debiste hacerme caso, debiste dejarme en el burdel.

—Lo sé, pero quería que estés aquí conmigo. No soportaba la distancia que teníamos, con solo verte unas cuantas veces por semana no me alcanzaba. Además, la idea de que otro hombre podría tenerte y tocarte en ese burdel me mataban, nena. Entiende que esta era la única manera de tenerte a mi lado para siempre.

Un silencio se crean luego de eso. Esta vez solo puedo sentir el corazón latir al oír tales palabras y él solo se queda en mis pies con la boca cerrada. Tal vez me mira, puesto que siento unos ojos en la coronilla de mi cabeza.

Sin pensar en la ansiedad que su confesión me provoca, me obligo a cerrar los ojos para ocultarlo. No sé cuándo me dormí, pero al hacerlo pude sentir un poco de relajación en mi cuerpo. El miedo se fue, al igual que las ganas de gritar por la impotencia.

«¿Cuánto tiempo dudaré aquí, antes de que me maten por no obedecer?».

Siento algo clavarse en mi espalda. Es duro, molesto, me duele cada vez que intento moverme.

Después de intentar escapar de los brazos de Maxim, puedo descubrir que esa cosa dura es su maldito miembro que está erecto que, posiblemente, me haya dejado un agujero en la espalda por lo dura que se encuentra.

Y no, no estoy exagerado.

—Tienes dos minutos para darte la vuelta o te arranco la verga con la boca—me basta decir para que tome distancia, casi yéndose hasta la orilla de la cama.

—Te creo, lo cual no es muy excitante—se queja semidormido, rascando su cabeza mientras se sienta en la cama.

Con pesadez en el cuerpo, y cierto dolor en mis rodillas, me dirijo al baño para poder lavarme el rostro, a la vez, tomo un cepillo de dientes nuevo que encuentro revisando el tocador.

Puedo ver mi reflejo en el espejo de medio cuerpo que hay aquí, este no refleja más que un rostro consumido por el cansancio. Las ojeras se notan a leguas, tengo un pequeño moretón verde en mi mejilla derecha y el cabello está algo encrespado debido al mal cuidado luego de la fría ducha.

—Necesito productos de skincare y maquillaje—comunico al ver a Maxim entrar de forma perezosa al baño.

—No sé qué es eso, pero te lo compro luego de desayunar—habla a la vez que quita su miembro de los pantalones grises de algodón para orinar detrás de mí.

Asiento dos veces sin quitarle la vista de encima a su buen amigo.

—Si me sigues mirando la verga, te la meteré hasta la garganta una vez más.

Con solo oír esas palabras el dolor de mi garganta aumenta un poco, por lo que decido darme la vuelta y concentrarme en mi bello reflejo. Ahora con su presencia a mi laso, cepillando sus dientes con otro cepillo.

Esta escena es extraña, muy incómoda para mí, remueve varias cosas en mi estómago.

Normalmente, se va luego de sexo y lo veo algunas veces en la semana para hacerlo otra vez. El hecho de que esté compartiendo baño conmigo luego de que durmiéramos juntos es por demás inusual.

Luego de eso, pasa a vestirse mientras revisa su teléfono al mismo tiempo. Cuando pregunto por mi ropa, solo se excusa y me pasa una de sus camisas blancas, sin ropa interior, la paso por mis hombros, abrochando algunos botones de arriba.

—Vamos a desayunar—demanda al acabar, tomando mi muñeca para llevarme afuera—. Víktor nos debe estar espera y es un jodido maníaco del tiempo. 

Por suerte la calefacción está expandida por toda la mansión y el frío no se siente aun cuando estoy descalza.

Y en efecto, Maxim tenía razón con lo de Víktor.

Él nos espera en lo que creo que es un comedor, que está ubicado en las dos enormes puertas de color negro que había visto la noche anterior.

Una mesa marrón oscura con un mantel blanco se extiende delante de mí. Es algo exagerada para solo tres personas, al igual que la cantidad de comida que hay aquí.

—Siéntate—murmura Maxim de forma íntima, aun así hace un leve eco y me guía hasta la parte izquierda de la mesa, al lado de Víktor.

Parece ni inmutarse de nuestra presencia, o si lo hace poco le importa, sigue comiendo sus omelettes mientras bebe café y usa una tablet.

—Maxim dejó su semen en mi vagina anoche—comento en alto, haciendo que Maxim escupa un poco de café en su pantalón y que Víktor deje su tenedor con comida a medio camino.

Ambos hombres me miran expectantes, uno sorprendido y el otro enfurecido. 

—Necesito una pastilla de emergencia—finalizo con una sonrisa a medias, quitando pesa a mi confesión.

—Maxim, ya hablamos de eso—su voz sale grave, creando un leve eco a nuestro alrededor. Frunce el ceño y mira a su hermano.

—Fue sin querer—sonríe, pero me lanza una mirada que me dice que no debí abrir la boca—. No volverá a pasar.

—A ti no te gusta follarme con condón—le recuerdo con burla, haciendo que su sonrisa decaiga—. ¿Lo usarás ahora que tu hermano te lo ordenó?

—A mí nadie me da órdenes—afirma con notorio enojo, tensando su mandíbula.

Vuelvo a sonreír, esta vez con una pequeña risa que se me escapa.

—No parece ser así, ¿acaso eres la perra de Víktor?

—¡No te pases de la raya, Jules!—grita a la vez que golpea la mesa con ambas manos, haciendo saltar varios cubiertos por el impacto.

—Basta los dos—interviene Víktor con un grito más firme.

Maxim se sienta en su silla nuevamente luego de compartir una mirada con su hermano, mientras me renuevo en la mía por la incomodidad de las miradas de ambos sujetos.

—Jules—llama e intento evitar el contacto visual con Víktor a toda costa, pero sus penetrantes ojos me buscan como un imán al metal—. Te estamos perdonando muchas cosas, sé buena con nosotros o te irá peor de lo que puedes llegar a imaginar. Entiende de una vez que nos debes obediencia absoluta, somos tus dueños.

—Está bien—digo tras un largo silencio, dejando caer mi peso en el respaldo de la silla dura.

Luego de eso el desayuno transcurre en silencio, pero puedo ver a Maxim mirarme desde frente mío con odio.

Supongo que sí me excedí con la broma. No recuerdo que él me haya visto de esa manera antes, mucho menos que me haya gritado con esa seriedad.

Y al acabar la comida, es él quien se retira primero, sin saludar ni modular otra palabra. Solo se va dando zancadas largas lejos de mi campo de visión.

—No debiste actuar así con él—comenta Víktor acercándose a mí, cubriendo mi cuerpo con el suyo—. Tus palabras no fueron correctas, Jules. Creí que sabías el carácter que manejaba mi hermano.

—Él empezó—me excuso—. Piensa que con sexo y unas palabras bonitas se me olvidará el hecho de que me compró en contra de mi voluntad.

Desvío mi vista al plato, puesto que levantar mi cuello para verlo a la cara es molesto.

—Levántate de la silla.

—No quiero…

Ni siquiera me deja finalizar que me toma del antebrazo y me jala a él para pararme.

—¡Me estás lastimando!—grito sintiendo el dolor de sus dedos al clavarse en mi piel.

El corazón late con violencia, mientras miro sus profundos ojos azules. Noto como la cicatriz tiene sus pliegues, viendo como la piel se salió de su lugar y se formó una gruesa capa de tejido.

—Escucha una cosa—aprieta su agarre de mi antebrazo, además de tomar mi cintura que de por sí ya dolía—. Si no empiezas a obedecernos, tu estadía aquí será más corta de lo previsto. Me gusta seguir una rutina, Jules, esa rutina aún no ha empezado, así que mantén la boca cerrada y las piernas abiertas para mi hermano y para mí.

Tiemblo bajo sus ojos, Víktor puede sentirlo, pues su tacto es cada vez más profundo.

—Maxim me dijo que te gusta ser dominada en el sexo, y que te traten mal mientras lo hacen, ¿es eso verdad?—murmura coqueto, aun con esa voz fría, olvidándose de la discusión.

—Solo por él—aclaro muy cerca de la cara, con el enojo circulando por mis venas.

Víktor sonríe, aunque esto no llega a sus ojos.

—Lo veremos esta noche—finaliza dando un empujón hacia atrás, haciéndome caer en la silla que tenía a mis espaldas.

Se va dejándome anonada, claramente asustada por sus palabras.

—Maldito imbécil—digo en su espalda, pero ni se inmuta, solo se marcha dejando ambas puertas abiertas detrás de él.

Dando una vista parcial del vestíbulo y de su alejada figura.

Al acabar sola en la mesa, me dispongo a por fin comer y disfrutar mi desayuno, pues el hambre luego de una anoche de sexo es grande.

Estaba sola, pero siento que cientos de ojos me siguen para todos lados.

Cuando termino el desayuno, y pasé a echar una vista a la cocina, puedo notar la escasez de personal que hay aquí.

Pero eso era imposible, ya que una mansión como esta es lo suficientemente grande como necesitar más de cien personas a la hora de limpiar y servir.

¿Pero dónde están? Me siento sola en una jaula de oro, diferente a la antigua donde estaba volando.

Por lo menos en el burdel podía hablar con algunas chicas, pese a ser doble cara con ellas.

Busco por todos lados, parecía que estaba jugando a escondidas con las demás personas, aunque se estaban escabullendo muy bien.

Quise salir por las puertas principales, pero estaban cerradas con llave. No sé en qué momento pasó, puesto que, cuando vi a Víktor salir de aquí, no había nadie tras suyo que lo pudiera hacer.

Entonces el miedo ha empezado a escarbar mi estómago hasta llegar a mi pecho.

Las hartas ganas de vomitar se hacen presente con cada segundo que paso sola.

«Lo odio, en verdad odio sentirme así de sola».

—¿Señorita?—una voz baja llama detrás de mí, haciéndome saltar del susto.

—¡Mierda!—grito alto, mirando a la chica de cabello rubio, mirándome con vergüenza—. ¿De dónde has salido?—exclamo enojada, pero ella no responde.

Tiene un vaso de vidrio en su mano derecha y una tableta de pastillas con una sola de ellas. Me extiende ambas cosas, aun sin hablar.

Analizo la situación. Sobre todo a la muchacha.

Parece de mi misma edad, aunque esos ojos marrones son enormes que la hacen ver más chica y adorable. Viste un atuendo de criada, como los que algunos de mis antiguos clientes me obligaban a usar cuando teníamos sexo.

—¿Por qué no hablas?—pregunto hastiada, tomando la píldora de emergencia junto al agua —. ¿Eres muda o algo así?

Niega lentamente y pasa su peso de un pie a otro, dejando ver una estatura más baja que la mía.

—Los señores no nos permiten hablar con usted.

—“Los señores”—me burlo de sus palabras y sus mejillas se vuelven rosadas, haciendo que mi enojo aumente—. ¿Sabes dónde se fueron los señores?—indago sonriendo, ocultando mi furia.

Ella duda, parece aterrorizada por algo, pues mira hacia todos lados a cada rato.

—¿No estamos solas?—digo más bajo, mirando hacia arriba, dónde ambas escaleras blancas y doradas se abren paso.

Ella asiente dos veces, luego me pide el vaso y se va hacia la cocina, pasando el gran comedor.

Es extraño.

¿Por qué no pueden hablar conmigo? Esto es absurdo, sé que me han traído para ser un juguete sexual, pero el que priven a la gente de hablarme es demasiado. Podría morir del aburrimiento.

Sigo buscando al personal dentro de la casa, subiendo y bajando las escaleras, intentando ver qué puertas abren y cuáles no.

Casualmente, solo hay tres que tiene el acceso disponible para mi curiosidad. La habitación de Maxim, una sala de música y otra de arte.

Quise ir a la tercera planta, pero llegué a oír unas voces desde lo lejos de esos pasillos oscuros. Eran hombres que hablaban ruso, otros en inglés y algunos en rumano. Lo que me llegó a decir que era una pésima idea el ir hasta allí arriba, por lo que me quedo en la segunda plata, donde paso primero por la sala abierta.

La de música tiene varios instrumentos caros. Un piano negro reluciente, un violonchelo casi tan grande como yo y unas tres flautas con varias partituras en una mesa de vidrio.

Solo hay un sofá mediano y la ventana que tiene está cerrada, por lo que el olor a encerrado es bastante potente. Puedo ver por el vidrio a personas caminar de un lado a otro, todos con armas y trajes.

Una vista aterradora sin duda, pero si quito eso y dejo el hermoso jardín que tienen, es casi perfecto. Pese a estar sepultado por la nieve de la noche anterior.

Paso por la de arte, esta si tiene la ventana abierta, pero no me atrevo a posar mi cuerpo en ella. Lo último que necesito es que los hombres de Maxim me disparen en la frente antes de gozar un poco más de esta riqueza ajena.

Hay muchas hojas en el suelo, también en el escritorio de madera pálida. Hay varios cuadros, pero solo conozco una, la cual es la noche estrellada de Van Gogh.

Puedo ver dibujos a mano, con grafito. Algunos arrugados, otros rotos, pero los que se salvan están tachados casi por completo. Con garabatos sobre la persona que han estado dibujando tantas veces.

Parece rayas de frustración, como si no pudieran plasmar la idea de su cabeza en papel. 

No sé quién es la persona que dibujó esto, mucho menos reconozco al modelo, aunque debo decir que es hermoso.

Una mujer desnuda, sentada en algunas hojas, acostadas en las demás.

Su rostro siempre está por la mitad y creo que es eso lo que frustra al dibujante.

—Disculpe, pero no puede estar aquí. 

—Mierda, ¿Van a estar apareciendo de la nada todo el rato?—miro fatigada a otra mujer, un poco mayor que la chica de antes, aunque con el mismo uniforme. Teniendo una postura rígida y unos cabellos rojo fuego trenzados hacia atrás.

—Debe irse.

Se me escapa una risa y la señora frunce el ceño.

—¿Tú me dirás qué haré y que no aquí?—cuestiono con gracia, acercándome a ella.

Levanta su mentón, como si quisiera parecer con más autoridad de la que tiene.

—Soy la encargada de la casa, mi deber es mantener todo en su lugar, señorita.

—¿Ah, sí?—quedo frente a ella, con uno de los pocos dibujos rescatables—. No me vendrá a decir lo que debo o no debo hacer una servidumbre como tú. Mejor vete a fregar el suelo y déjame en paz. Ahora vivo aquí, así que no me vengas hablar de esa forma como si fuéramos iguales.

Aprieta los labios, el enojo es visible.

—No eres más que otra prostituta con la que ellos se acuestan por momentos, ya se les pasará esta obsesión contigo—suelta de repente, haciendo que mi sonrisa desaparezca—. Eres como un juguete nuevo para los Volkov, cuando vean que no eres útil, te tirarán a la basura, dónde perteneces.

Si no fuese porque me deja sola luego de acabar de decir sus palabras, la hubiera lanzado por las escaleras para romperle el cuello. Lo juro.

Se sumaría otro cadáver a mi lista, pero no me importa cargar con esta última.

Luego de cinco minutos, el incesante sonido de campana antigua del por fin cesa.

No puedo deducir la hora, es complicado para mí leer este enorme reloj con números romanos, pero es de noche y sé que es bastante tarde porque los párpados me pesan demasiado.

He intentando dormir en la cama de Maxim varias veces, pero la paranoia me juega en contra y el sentir como varios ojos imaginarios me observan en cada momento y acciones que haga, me prohíbe obligar a conciliar el sueño. Además, estoy sola en una habitación cinco veces más grande que mi antiguo cuarto, esto hace que los ecos sean más fuertes de lo que deberían. 

Por lo que se me ha ocurrido la idea brillante idea de dormir en el sofá del vestíbulo, aun con la camisa blanca de Maxim en la espera de alguien.

Ya han pasado dos horas y es en este momento que por fin logro observar la presencia de otro ser humano en este maldito castillo gigante.

El hombre alto camina recto, entrando por la puerta principal, dejándome sentir por un corto periodo de tiempo el frío invernal. La persona con traje negro tiene la mirada fija en las escaleras, aunque en el momento que repara en mi presencia esto cambia. 

—¿Qué mierda miras?—encaro, frenado el camino que recorren sus ojos verdes por mi cuerpo.

El hombre carraspea y así como llega se va, sin modular una sola palabra, huyendo por las empinadas escaleras de la izquierda hasta llegar al tercer piso.

Suspiro resignada.

No soy buena dando primeras impresiones, pero le hubiera preguntado por el paradero de los chicos. 

—¿Por qué tardan tanto?

—Hay que dejar que piensen eso, no nos afectará en nada mientras no rompan el acuerdo…—la imponente voz de Víktor, cargando con una tonalidad de orden que me hace estremecer.

Apenas si van veinticuatro horas desde nuestro primer encuentro y aún no he logrado descifrar nada de este enorme sujeto. Solo puedo decir que simplemente parece ser un maldito imbécil.

La mirada de ambos queda pausada en mí, olvidando parcialmente el tema de la charla y debido a que nadie dice nada me voy levantando de la comodidad del sofá; titubeando, con una repentina ansiedad que sus penetrantes ojos azules causan al mirarme con fijación.

—¿Por qué carajos me dejan sola? Es muy aburrido—pronuncia como una leve queja, acercándome a ambos.

Mi primera intención es ir con Maxim, como si su cuerpo fuese un imán para el mío, haciendo el amago de apoyar mis manos en su pecho, deseando tener ese cálido abrazo que siempre me da.

Pero al parecer soy aceite y él agua, puesto que esquiva mi cuerpo con un leve empujón que le da a mis manos, apartándose de mí para ir directo a su cuarto, sin siquiera pasar sus ojos en mí.

¿Qué mierda acaba de pasar?

Sabía que le molestaron mis palabras, pero supuse que se le había pasado tras horas lejos de mí. Es lo que normalmente sucede. Con eventualidad Maxim siempre vuelve a mí, aun si le he dado la peor jaqueca de su vida, nunca se enoja por trivialidades.

Pero eso no está pasando aquí, ¿verdad?
Porque me acaba de rechazar, ese maldito imbécil me rechazó a mí, como si fuese cualquiera.

Estoy molesta, pero también algo herida. Ambos sentimientos se remueven en mi estómago dejando un sabor amargo en mi boca y una presión en el pecho que me deja helada.

—No debiste decir eso—niega con su cabeza, suspirando. Miro a Víktor con cautela—. No te perdonará tan fácilmente, ¿lo sabes?

—Ya se le pasará—digo en un murmuro—. Solo debo follarlo y acabará con su teatro. No puede estar tanto tiempo enojado conmigo.

Me doy la vuelta, decidida a irme con Maxim, pero antes de dar dos pasos unos enormes brazos me atrapan por la cintura, atrayéndome y aprisionado mi cuerpo con el suyo.

—Anoche dormiste con él—murmura en mi oído—.  Es mi turno de tenerte.

Su mano viaja hasta el pliegue de la camisa, tocando mi muslo en el acto con sus fríos dedos. 

—Pero Maxim está enojado conmigo—informo temblando y agitada—. Necesito arreglar las cosas con él primero…

—¿Estás haciendo diferente entre nosotros?—vuelve a hablar en mi oído, esta vez pasando su lengua por el lóbulo de la oreja—. Eso no me gusta, dulzura.

Detengo su mano justo antes que toque mi húmeda intimidad, girado y levantando el cuello para verlo.

—Eso no me consuela. Te he dicho que quiero ir con él.

—¿Quién dijo que te iba a consolar?—cuestiona mirándome serio—. Lo único que quiero ahora es follarte tan duro que no puedas volver a cuestionar nuestras órdenes.

Trago con dureza, ansiosa por comprobar sus palabras.

—Qué romántico eres, idiota…

Ahora da una media sonrisa, pasando su lengua por el labio de abajo.

—¿Quieres que sea romántico?—se vuelve a acercar, a la vez que sus dedos tocan mi intimidad—. Si es así, te equivocaste de hermano, perrita. Yo solo te compré para meterme en todos tus agujeros.

Gimo al sentir sus manos tocarme, al igual que escuchar esas sucias palabras.

Toco sus hombros, mirándolo a los ojos. Buscando algo en ellos que me digan cuál podría ser su debilidad para poder usarla en su contra. Ya que, si deseo permanecer aquí con estos lujos, debo aprender a como manipular a estos hombres.

Maxim es bastante dócil luego de un poco de sexo, lo he estado adiestrando con mucha paciencia a lo largo de nuestras visitas en el burdel, pero no creo que Víktor sea tan obediente como su hermano pequeño. No lo conozco y esos ojos de hielo, junto a esa sonrisa lascivia, me dicen que va a ser más complicado de lo que en verdad quiero.

—¿Es así como me trataras?—me giro, pasando mis manos por su cuello, acariciando esa zona —. Entonces tu perra quiere que la folles ahora mismo.

Víktor no tarda en tensar su cuerpo cuando las caricias en su nuca pasan a su cuello.
Es como lo imaginé, es tan sensible en esa zona como Maxim. Incluso he logrado hacerlo venir con solo besar su cuello y frotar su miembro.

Si este gigante es como Maxi en el sexo, no tendré que batallar tanto.

—No es cuando tú quieras, empieza a entender eso—me suelta, dando un paso al costado para irse por su escalera.

—Dijiste que querías meterla hasta el fondo—informo anonadada.

—Ahora ya no.

Se marcha por sus escaleras mientras desata su corbata con notorio enojo. Dejándome helada en mi lugar, más enojada por este segundo rechazo.

—¿Crees que alguno de tus guardias pueda follarme?—digo de repente, deteniendo su paso—. Creo que hay uno que me estuvo mirando mucho, tal vez desee meterme su verga en mi…

Víktor da una vuelta rápida, viene a mí mientras baja los escalones de a dos, me toma del cuello y me hace retroceder hasta quedar contra la pared blanca. Apretada contra su fuerza y el cemento, intento zafarme sin mucho éxito.

—¿Qué mierda dijiste?—gruñe en mi cara, dejando ver la vena en su frente marcada y niego con temor—. Escucha algo, Jules. Aquí nadie más que mi hermano y yo podemos meternos entre tus piernas, nadie más. Si descubro que dejaste que otro hombre te tome, te mataré y torturaré al bastardo traidor, ¿entendido?

—¿Traidor?—pregunto ahogada, pues su mano aprieta cada vez más fuerte.

—Nadie toca las propiedades de los hermanos Volkov y tú ahora nos perteneces.

Su mano va aflojando de apoco la presión, permitiéndome respirar mejor. Aun asustada, pienso en una idea coherente que no me lleve a mi prematura muerte, pero, como es costumbre mía, elijo la más suicidar.

—¿Quieres que solos permita que ustedes me toquen?—él asiente, poseyendo un rostro serio —. Entonces fóllame hasta hacerme olvidar de todos los hombres.

No tarda en caer, aunque sí suspira en señal de derrota, toma mi muñeca y me guía por las escaleras blancas, detrás de él.

Pasamos el largo pasillo iluminado, dejando ver al final de esta una puerta igual a la de Maxim.
La diferencia es que, en vez de un león en el medio, se puede ver una serpiente enrollada en la madera.

Al abrir esta puerta puedo comprender a quién le pertenecía el estudio de artes que vi por la mañana, pues mi primera impresión son varios cuadros dibujados, al parecer, a mano y están colgados en la pared.

También noto que no hay muchas cosas.

Una cama con sabanas negras, la pared blanca. Dos mesas de luz en las esquinas de la cama, la puerta que debería dar al baño, un balcón junto a unas ventanas enormes y un escritorio que tenía varias carpetas encima de él. Además de un armario más pequeño que el de su hermano, con una puerta corrediza azul oscuro.

Más maduro, a comparación del cuarto de Maxim, en el cual reinaban las películas de acción y los libros de fantasía.

—¿Dibujas?—se me escapa, yendo hasta uno de los cuadros que hay cerca del balcón.

—A veces.

Toma mi mano antes de que pueda tocar la textura del lienzo.

Es un león bebé junto a una mujer hermosa de cabellera amarilla en un bosque oscuro, su silueta está rodeada de un aro de luz blanca. Como si fueran el día y el bosque la noche.

—¿Estuviste mirando cosas que no deberías?—pregunta con advertencia, solo me queda encogerse de hombre para quitar importancia.

—Me dejaron mucho tiempo sola—me excuso, viendo como su rostro se hunde en mi cuello.

Me tenso, más por los besos que empieza a dejar en esa zona. Toma mi cintura con ambas manos, la acariciando, pasa sus dedos por debajo de la camisa y luego en la abertura húmeda.

—¿No te gusta estar sola?—susurra a la vez que mete tres dedos en mi vagina, dejándome sorprendida y adolorida.

Gimo, me retuerzo bajo su agarre, apretando sus antebrazos musculosos y rasguñando su piel bajo la tela fina que lleva puesto.

—No…

—Tenemos algo en común—confiesa en mi oído, mientras mueve sus dedos dentro de mí, dejándome ahogada en gemidos y saliva.

El chapoteo que se crea es un sonido obsceno, incluso me da cierta vergüenza lo fuerte que se logra oír.

Siento la respiración agitada de Víktor en mi oído.

El orgasmo no tarda en llegar, es demasiado rápido y violento. Mis piernas tiemblan y el abdomen se contrae mientras gimo.

Víktor me sostiene para que no me caiga, abrazándome con una fuerza excesiva, casi exprimiendo mi cuerpo, pero no importa, yo me aferro a él para poder sentir la electricidad que descarga este orgasmo justo a sus espasmos.

«Solo metió sus dedos y los movió un poco, pero logro hacerme correr en menos de cinco minutos».

Sabe lo que hace.  No me dejará tomar el control tan fácilmente.

«Vamos, Jules. Hazlo tuyo». La voz de la razón vuelve a hablar, apartando mis inseguridades.

Saca sus dedos de mí, se puede ver un claro líquido pegajoso en ellos, el cual cae con lentitud al suelo.

—¿Quién te dio permiso de correrte?—cuestiona entrecerrando sus ojos.

Con su mano limpia, quita el cabello de mi cara, sacando el largo flequillo pegado en mi frente.

—Acuéstate—apenas logro decir.

Ladea la cabeza, confundido y cómico.

—¿Es eso una orden?—parece divertido, pero su vena de la frente está marcada—. ¿Tú a mí?

—Solo acuéstate, por favor—ruego, quitando su camisa con lentitud, sin apartar nuestros ojos—. Te pagaré por mi regalo, amor.

Ese apodo tiene su efecto, pues él acepta casi de inmediato.

Se sienta en la cama, desabrochando su pantalón negro, pero lo detengo antes de que pueda sacar su pene, el cual está abultado en su bóxer. Y mierda que es un bulto gigante.

—No te la voy a chupar—lo detengo, subiendo arriba suyo, apretando su miembro con mi culo.

Víktor gruñe por la acción, incluso toma mi cintura al instante para levantarme un poco y así no aplastar su dureza.

Río un poco

—Que rico, estás tan duro que incluso te duele si lo aprieto con fuerza.

—Jules—advierte con la respiración agitada—. Yo no hago así las cosas.

Sonrío, moviendo mi cabello hacia atrás para poder acercarme más a él. Haciendo presión en su duro miembro contra mi parte baja.

—Es momento de cambiar esa aburrida rutina, bebé—paso mi lengua por sus labios, haciendo que él se tense—. Esta noche, tú serás mi perro y obedeceras mis órdenes.

───────────────


Siganme en mis redes sociales:
Instagram: @darinavdt
Facebook: @darinajunior
Wattpad: @thaisvdt
Grupo de difusión:
+54 342 - 486 - 9502

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro