• El fantasma del pasado •
Jules
───────────────
M«¿Quién carajos es Leah?». Es lo que pregunto a Maxim indirectamente mientras lo miro a los ojos, sin parpadear y con una mueca que seguro le dice lo mucho que me interesa oír esa respuesta.
Pero al parecer es incapaz de hablar, pues aparta su vista de mí y solo observa con inquietud a la vieja con ropa horrenda y a Víktor.
—¿Y quién carajos eres tú?—digo por fin a la muchacha que parecía de mi edad, una chica de cabellera esponjosa repleta de rulos negros.
Su mirada marrón me observa de arriba hacia abajo, usando una mueca que me desagrada por completo.
—¿Y por qué debería presentarme ante una zorra barata?
Río en seco, como si fuese un hipo. Sonrío y me intento acercar a ella para tomarla de esas greñas espantosas, pero unos enormes brazos me toman de atrás, dejándome inmovilizada.
—¿Qué te parece si vamos a comprarte algo bonito?—pregunta en mi oído, pegándose a mí.
—¿Qué es esta clase de persuasión?—me quejo, aunque el enojo se esfumó.
—Tienes cinco minutos para decir que sí o nos quedamos aquí encerrados otro día más aquí.
—Bien, bien, pero en verdad debemos hablar de esto—digo sin más y el rostro de Maxim se contrae. Parece herido al oírme, o tal vez es el tema lo que lo hiere, en cualquier caso, no se salvará de mi interrogación.
No por nada especial, es el simple hecho de que esa tal Leah me tiene intrigada y mi curiosidad no me dejará en paz hasta que logre saciarla.
—Eso debes hablarlo con Víktor—murmura alejándose de mí, viendo otra vez las escaleras—. No tengo nada que ver con ella, no como él.
—¿Mi habitación?—corta la otra zorra, acercándose a nosotros, o mejor dicho, a Maxim. Ya que viene moviendo sus caderas con exageración, pasando por mi lado y quedando al costado de él—. ¿O será que dormiré en tu habitación otra vez?
Quedar en shock es poco para lo que me dejó sus palabras.
—¿Dónde mierda quieres acostarte?—gruño agarrándola de los pelos tan rápido y fuerte como puedo, haciéndola soltar un grito espantoso que me logra aturdir.
—¡Espera, nena!—me intenta sacar Maxim, pero no suelto para nada sus rulos. Los tomo con ambas manos y la dejo en el suelo arrodillada, gritando que pare mientras patalea.
—¡Suéltame, puta de mierda!
—¡¿A quién mierda llamas puta?!—grito fuerte, esta vez pisando su estómago con mis zapatos.
—¡Jules!—el grito de Víktor es lo suficientemente alto y atemorizante como para hacerme soltarla, llevándome de regalo una buena cantidad de cabello entre mis dedos—. ¡¿Qué mierda estás haciendo?!
No respondo, solo respiro con irregularidad mientras me quito lo que quedó entre mis uñas.
—¿Por qué sigues en el suelo?—escucho que se queja la señora—. Levántate ahora mismo.
—¡Pero madre!
—¿Y tú porque no las separaste?—dice enfurecido Víktor al llegar a nuestro lado, mirando mal a Maxim mientras me tomaba de la muñeca con demasiada fuerza.
—Hice lo mejor que pude—se encoje de hombros, tomándome de mi cintura—. Aunque fue excitante cómo peleabas por mí—dice lento, apretando una clara erección en mi trasero.
Viktor levanta una ceja rubia, sin comprender la lascivia de su hermano. Su cicatriz se hace más pequeña cuando achica sus ojos.
—Dijiste que no te habías acostado con ellas—gruño enojada, apegándome a Víktor y mirando a Maxim sobre mis hombros—. ¿Tú también te follaste a esa zorra, bebé?—pregunto a Víktor y este me sonríe de costado.
—No, dulzura. Maxim se acostó con Ágata.
El recién mencionado gruñe al oír la confección de su secreto.
—Solo una vez—se queja al recordar—. No es mi hermana de sangre de todos modos y fue antes de que empiece a visitarte en el burdel.
—Luego hablaremos de esto—dictamina Víktor al verme más enfurecida. Pasa sus ojos por los de la señora, supongo que es madre de la tal Ágata—. Si es por eso a lo que viniste, desde ya te sacas la idea de la cabeza, Vittoria. No me interesan los planes de aquel sujeto.
La mujer mayor achica los ojos y los pasa a mi dirección por un momento. Sonríe de costado, negando con la cabeza con lentitud.
—Sei debole, Viktor—pronuncia antes de darnos la espalda e irse arrastrando a su hija.
Puedo ver, y sentir, como se tensa a mi lado. Liberando mi muñeca de su áspero tacto con algo de brusquedad, sin quitar los ojos de las mujeres que se alejaban de él.
—¿A qué vino?—se atreve a preguntar Máxim, pero su hermano no contesta—. Debe estar desesperada para que papá la deje volver a Sarov…
—No precisamente—corta Víktor, volviendo a nosotros—. Vino a pedir otra cosa, ajeno a papá y a los negocios.
Frunzo el ceño, más confundida que antes.
—¿Qué cosa?—pregunto reacia y ambos me miran.
Sé que no debo preguntar acerca de sus trabajos y necios, pero si ambos hablan con tantos secretos frente mío, me es inevitable no cuestionar al respecto.
—Jules—advierte Maxim, más serio que nunca—. Sabes que no es incumbencia tuya estos temas.
—Vete a tu cuarto—agrega Víktor, con el ceño fruncido—. Luego pasaré por ahí…
—No quiero.
—¿Qué?
—Que no quiero irme a mi cuarto y tampoco quiero que me vayas a buscar para tener sexo.
Víktor sonríe, aunque carece de gracias esa mueca.
—¿De nuevo volverás a ser una maldita perra desobediente?—gruñe enojado, caminando a mí.
Maxim intenta moverse, como si quisiera ponerme detrás de él, pero la mirada de su hermano mayor es una advertencia clara para que no lo haga.
Lo oigo suspirar y doy dos pasos al costado. Dejándome más vulnerable de lo que me gustaría.
—Solo quiero saber por qué mierda me compran como la tal Leah. ¿Es ella más relevante que yo en sus corazones? No iré a ningún lado sin saber esto.
«Mal momento para sacar el tema a colación». Grita la voz del racionamiento.
Creí que decir eso, lo de Leah, lo calmaría y me dejaría libre de una posible regañada común; pero solo que adelante mi llegada al infierno.
—¡Jules!—grita Maxim, rojo de ira.
—¡Ya me has cansado!—le sigue Víktor, al momento de llegar mí para tomarme del cuello y estamparme contra la pared que había detrás mío, justo al lado de las escaleras.
Intento gritar bajo su agarrar, pedir ayuda a Maxim, pero al abrir mis ojos, noto como dos diablos se habían puesto de acuerdo para mi tortura.
—¿Cómo te atreves a compararte con ella?—gruñe entre dientes, apretando más, cortando por completo mi respiración—. Has acabado con mi paciencia, Jules.
La vista es borrosa, no sé si por las lágrimas o por la falta de oxígeno, pero la neblina no cesa.
───────────────
(
Advertencia de escena +21)
—No dejes caer nada—advierte Maxim con una enorme sonrisa—. O deberás empezar desde cero.
—Sírveme más Whisky—agrega Víktor, haciéndome estremecer.
Gimoteo por lo bajo, mientras calculo la distancia que hay entre la cama y el escritorio, dónde el recipiente de cristal está.
Y efectivamente, para mi tortura, la distancia es mucha.
—No puedo…—apenas sale mi voz.
—¿Qué dijiste?—cuestiona Maxim, acercándose a mí con el látigo en la mano, meneando su cintura y cuerpo semi desnudo—. Debes hablar fuerte, esta es la segunda vez que lo digo.
Quisiera hacerlo, en verdad, pero el tener dos consoladores de metal en mi culo no ayudaba en mucho.
—Jules—llama Víktor desde su asiento de cuero, con su camisa blanca desabrochada—. Te he pedido algo, no volveré a repetirlo.
«Mierda».
Me levanto como puedo, sosteniendo con cuidado los consoladores en forma de punta corta que Maxim había introducido en mi parte trasera minutos atrás, cerciorándome de no dejar caer ninguno.
Ya lo había hecho y el precio por dejarlo caer fuera de mí era meterme otros dos a la vez. Y dudo resistirlo, así que voy con cuidado hasta el escritorio.
El caminar es un obstáculo difícil, gemir mientras lo hago otro más, pero el peor es sin duda la vergüenza que siento al sentirme humillada por estos dos bastardos de mierda.
Pero este es mi castigo, según ellos, es lo que me deben hacer por haber cruzado una raya establecida por ambos hombres el día que me trajeron.
—Sirve—ordena y deja su vacío de cristal vacío a mi lado, justo al lado de la botella de Whisky.
Lo hago y al momento de tomar la botella tiemblo un poco, pues el leve movimiento de los consoladores al caminar me producen un sin fin de hormigueos en mi estómago.
Estoy segura de que podría correrme por tercera vez con solo caminar.
Sirvo el vaso hasta llenarlo, bajo la atenta mirada de ambos hermanos, pero antes que pueda detener el líquido, Víktor estira una de sus manos y me aprieta con mucha fuerza el pezón derecho, haciéndome gemir al mismo tiempo que derramo el licor en su mesa, muy cerca de él.
Gruñe en protesta, aun con su mano en mi pecho.
—Eso no se hace, nena—de repente grita Maxim detrás de mí, pegándome con el látigo que tenía en sus manos.
—¡Oh, por dios!—gimo adolorida, lanzando la botella al escritorio y mojando todo.
El trasero me duele, ese golpe me llegó hasta la espalda y movió los consoladores haciéndome venirme en segundos.
Tiemblo con la respiración agitada, sosteniéndome de la madera fría, notando como los fluidos de mi parte íntima se mezclaban con el lubricante que se deslizaba con lentitud por mis muslos.
—¿Te corriste?—pregunta Víktor, levantándose de la silla—. ¿Con el permiso de quién?—de quita su camisa, quedando solo con sus pantalones negros desabrochados.
—No… fue Maxim…—aún gimo, temblando con el cabello en la cara.
—¿Yo qué?—toma mi pelo en su puño, tirándome para atrás y así quedar pegada a su espalda. Los consoladores se hunden más en mí al tener la presión de su cuerpo, dejándome ver estrellas en esta oscura habitación—. ¿Qué pasa, mi linda Jules, estás excitada?
«Sí, e igual que tú, maldito imbécil». Quise decir, pero no me atrevo. Aunque siento su dura erección clavarse en la espalda.
—Quiero que estés así siempre—pide Víktor, acercándose a nosotros, con sus ojos brillando con lujuria—. Así de húmeda, excitada y lista para recibirnos…
—Siempre lo estoy—susurro y ambos ríen.
—Pero no con tanta obediencia—recuerda el mayor, pasando sus dedos por mi pecho—. Dulzura, tu cuerpo es un arte perfecto…—murmura serio, mientras saca su miembro erecto de su pantalón—. Será una pena que sea necesario destruirlo esta noche.
—¿Deberíamos empezar el juego?—murmura Maxim en mi oído, moviendo con sus manos los consoladores, dejándome temblando bajo su merced. Me debo de sostener de los antebrazos de Víktor para no caer, pues el placer es tanto que las piernas tiemblan e intenta fallar—. Quiero follarte el culo otra vez…
Al oír ese deseo, mis ojos se conectan con los de Víktor por un momento. Esa fría mirada contrasta mucho con su erección, la cicatriz lo deja ver implacable y estar semidesnudo me causa cosquillas en todo el cuerpo.
—No, espera…—murmuro y con cuidado me separo de ambos, quitando los juguetes de mi trasero con lentitud. Ambos hermanos me miran expectantes, Maxim sonríe y noto como empezaba a quitarse la última prenda que llevaba puesta para liberar por fin su enorme erección—. Tú ya lo hiciste, le toca a Víktor.
Lo miro y por fin puedo verlo sonreír. Parece complacido, aunque Maxim se queja detrás de mí.
—¿Quieres que te folle el culo, Jules?
—Y que Maxim me folle por delante al mismo tiempo—afirmo sonriendo, haciendo que ambos chicos emiten un leve gemido por lo bajo.
Me doy la vuelta, dejando mi trasero pagado a Víktor, mientras que me pongo de frente a Maxim.
—Deseo mucho eso—vuelvo a decir, en medio de ambos cuerpos imponentes, desnudos y míos.
—Si es lo que nuestra perrita quiere, no me puedo negar—habla Maxim, sosteniéndome de la cara para besarme con pasión.
Aun con los ojos abiertos, veo como Víktor va en busca de un condón a su escritorio. Y, pese a verlo excitado al mirarme besar a su hermano, no puedo dejar de pensar en lo que se habló antes de mi castigo.
Porque si estoy en esta situación humillante, jugando a los pervertidos juegos de Maxim, es debido a que hablé de más y nombré a esa zorra de mierda.
Es tan desagradable pensar en esa tal Leah que mi corazón se detiene por momentos, dejándome sin poder respirar correctamente.
Por eso mismo corto el beso con Maxim, al momento en el que iba a meterme su miembro aun estando parada.
Se queja, pero al verme en ese estado bajo su excitación. Nota mi interés por Víktor al no dejar de verlo, y al hacerlo, me lanza una clara mirada de advertencia.
Como si supiera lo que estaba por decir.
—Jules…—susurra por lo bajo.
Lo ignoro y voy a Víktor.
—Aguarda que ponga un poco de lubricante—pide al notarme a su lado.
—¿Será que a esa tal Leah la follaste por el culo como me lo harás a mí?—cuestiono y mi intención era hacerlo con burla, pero el gusto amargo no pasa desapercibido—. ¿Acaso le han hecho y dicho lo mismo que a mí?
Ambos hermanos se vuelven a tensar, mirándome con furia.
—¿Qué te dije sobre mencionarla?—habla entre dientes, viniendo a mí para tomarme del cuello, haciéndome retroceder.
—¡Solo digo!—bramo asustado, aunque más enojada, algo ahogada con el agarrare—. Ya me cansé de que hablen de ella y me comparen. Si tanto les ha gustado esa perra, ¿por qué mierda no se quedaron a su lado?
Maxim corre a mi lado, aunque no me libera del agarre de su hermano. Se mantiene contra mi espalda sin hacer mucho.
—Si no aprendes por las buenas…—gruñe Víktor, soltando mi cuello para tomar mi cabello en un puño, obligando al mismo tiempo que me gira—, aprenderás por las malas—susurra en mi oído, haciéndome estremecer.
Solo veo a Maxim ahora, quien me observa de una manera neutral, con sus ojos azules tan fríos como la noche.
Se termina de acercar, sin perderme de vista, se agacha un poco y rápidamente me levanta con sus manos apretando mis muslos.
Pego un grito por el susto, además del dolor al sentir como Víktor seguía presionando mi cabello.
Maxim quita su miembro de sus bóxer blancos, en los cuales se podía distinguir una mancha transparente de su pegajoso semen.
«¿Se había corrido o se mojó tanto por esto como yo?».
Ciento varias manos toquetean mi cuerpo, un tacto agradable, aunque hambriento.
La luz que entra por la gran ventana de doble puerta ilumina los rostros de ambos chicos, pese a que también crea sombras en sus facciones afiladas que me dejan sin aire.
Quedo en una especie de limbo entre un dolor en mi corazón y una agitación profunda en mi interior. Desde hace varios días siento esta combinación tan diferente cuando Maxim me toca o cuando tenemos sexo.
La imagen del sótano, junto a los rostros de mis captores, no tardan en llegar a mi mente. Acabando con la felicidad y trayendo las desgracias.
—Aguarden…—logro decir, pero ninguno me escucha, pues se concentran en tocar mi cuerpo. Apretar mis pechos, besar el cuello y acariciar mi piel—. Víktor…para…—vuelvo a murmurar, esta vez tirando la cabeza para atrás, apoyándola en su hombro. Este deja lo que estaba haciendo, lo cual era besar y succionar mi cuello, para mirarme a los ojos.
Y creo que él me entiende al hacerlo, pues su mirada azulada se transforma en un huracán de caos entre la furia mezclada con odio.
—¿Qué ocurre?—pregunta Maxim—. Me siento excluido—comenta cómico, aunque al verme su sonrisa se descanse.
—¿Deberíamos detenernos?—cuestiona Víktor, apoyando su mejilla en el costado de mi mejilla.
—¿Estás así por ella?—vuelve Maxim, ahora con su ceño fruncido.
No sé qué responder, solo siento un nudo en mi garganta y en mi estómago que no me deja respirar. Podía tolerar esto con Maxim, pues éramos nosotros dos, pero ahora que está Víktor y debemos hacerlo al mismo tiempo, no puedo no compararlo cuando me violaron en el sótano los cuatro al mismo tiempo.
Asiento lentamente, justo cuando una lágrima se desliza por mi ojo derecho.
Siento como ambos hombres se tensan.
—¿Por qué te compras con Leah, Jules?—habla Maxim, con su voz entre cortada. Parece furioso, puesto que tiene la mandíbula tensa—. Ella es el pasado, sin embargo, tú eres nuestro presente y serás nuestro futuro.
En el momento que esas dulces palabras salen de su boca, termina adentrándose en mi interior de una sola estocada. Aferrándose de mis músculos con tanta fuerza que rasguña y quema la piel.
—¡Oh, Dios!—gimo al sentirlo dentro, calentando cada parte de mí—. Maxim…—siseo al notar su pulgar en mi clítoris, moviéndose con lentitud.
Tiro aún más mi cabeza en el hombro de Víktor, dejando sentir el placer recorrer mi cuerpo.
—Qué sea la última vez que te comparas con esa perra, ¿comprendes?—ordena Víktor en mi oreja, susurrando esa petición con voz ahogada—. Ella ya no está ni estará con nosotros, a diferencia de ti, Jules, que permanecerás a nuestro lado por siempre.
Grito tras oírlo, pero más cuando siento su miembro en mi parte trasera. Se mete con lentitud, abriéndome con su virilidad gracias al lubricante.
Maxim gruñe, pues debe permanecer quieto dentro de mi vagina hasta que su hermano termine de meterse.
Quitando la violación del sótano, esta es la primera vez que hago un trío. Nunca me apeteció aceptar estas propuestas en el burdel, pues siempre me agradó la idea de que Maxim solo tuviera el privilegio de penetrar detrás.
Ahora mismo, teniendo a Víktor gimiendo en mi oreja a la vez que folla mi culo y a Maxim follando mi vagina con ferocidad, me alegra haber tomado esa decisión.
La noche fue larga, transcurrió entre gemidos, lujuria y pasión por parte de ambos. Dejándome la incapacidad de pensar en otra cosa que no sea en este inigualable momento.
En el transcurso de las horas, dónde ambos hombres se turnaban para meterse en cada agujero mío, pude comprender por qué la mitad de sus antiguas perras se morían mientras se las follaban.
Y es porque los Volkov son unos malditos animales. Dos leones sedientos por la lujuria y el poder de dominación. No dejaban que tome en control en ningún momento, eran reacios cuando hacía de las mías al intentar manipularlos, eran otras personas.
Incluso Maxim se mantenía firme y dominante conmigo.
Nunca dejo que me dominen en el sexo, pero si son ellos no puedo negarme. Sea por voluntad o por la fuerza, los Volkov me tienen en sus pies.
Y temo que esto me está encantando más de lo que debería.
───────────────
Víktor Volkov
—¿Qué fue lo que quería Vittoria?—pregunta de repente mi hermano, haciéndome abrir mis ojos para pasarlos rápidamente por Jules—. No te preocupes, está bien dormida luego de todo lo que le hicimos.
Gruño en desaprobación, ya que no quiero que ella escuche esto, pero la impaciencia de Maxim es grande.
—Quería a Jules—confieso, por fin, acariciando el sedoso cabello de ella, quien dormía plácidamente en mi cama entre medio de nosotros dos.
—¿Por qué carajos la quería?—se altera, pero rápidamente lo callo—. ¿Qué quiere de ella?—repite con los dientes apretados, mirándome como un desquiciado.
Tardo en hablar, pues mi atención recae totalmente en ella. En mi debilidad.
—Su padre la está buscando—digo por fin, acariciando su cabello, mirando esas largas pestañas—. Dice que está pidiendo una cantidad descomunal de dinero para encontrarla…
—Jules no tiene padres—corta Maxim, ya levantando de la cama—. Ella me dijo que estaban muertos, espero que no hayas hecho un trato que no puedas cumplir.
Lo miro con mis párpados pesados por el cansancio. Se viste con rapidez, más alterado que antes.
—Jules siempre miente.
—A mí no.
—A ti en específico.
Ahora me mira de nuevo, esta vez deteniendo la acción de abotonar su camisa arrugada gris oscura.
Y al notar esa particular mirada, me maldigo por abrir mi gran bocota.
—¿Qué sabes tú que yo no?—se acerca a mí, dándome la vuelta por la cama.
—Quieto—ordeno, pero Maxim sigue acercándose a mí con esa mirada asesina—. Recuerda que primero está tu familia.
Ahora sonríe, pareciendo un maldito psicópata.
—Nunca me hagas elegir entre Jules o tú, hermano, porque no te gustará oír cómo soy capaz de matarte por ella.
───────────────
Siganme en mis redes sociales:
Instagram: @darinavdt
Facebook: @darinajunior
Wattpad: @thaisvdt
Grupo de difusión:
+54 342 - 486 - 9502
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro