• Dolor y asco •
Advertencia: Escena de abuso no explícita. Sin detalles. Por favor, tener precaución.
Jules
───────────────
Podría decirse que mi vida siempre fue una mierda, desde muy joven tuve un gran acercamiento al infierno, pero creo esta situación es la gota que derramó el vaso.
—¡Cierra la maldita boca de una vez!
—¡Entonces quítame las putas esposas!
—¡Que te calles!—una nueva bofetada recibe mi mejilla, haciéndome gruñir del dolor, pero más enojada que antes.
—¡¿Por qué mierda me golpeas en la cara?!—grito desesperada, dañando un poco mi garganta—. ¡Que tu cara sea horrenda, no quiere decir que arruines la mía!
Sonríe y veo que su ojo izquierdo palpita del estrés. El sujeto rubio levanta su mano derecha, indicando que otro golpe sería dado en mi rostro, pero, justo antes de que llegue a tocarme, la puerta de metal pesada se abre casi de inmediato; creando un chirrido que nos lastima a todos.
—¿Cómo mierda sobreviviste a esos monstruos teniendo esa bocota?—pregunta entrando a la habitación y un silencio sepulcral se cierne entre todos los hombres que están conmigo.
—Se las chupo muy bien—me alago a mí misma, corriendo el cabello de mi cara con un suspiro. Se pasea por el ancho lugar, cojeando con el pie izquierdo, arrastrando un olor a ron viejo en su camiseta larga amarillenta.
Hace años no lo veía en este estado tan insípido, ya que, tras el éxito del burdel, se mostraba más elegante, cargando una ambición absurda por algo que no tenía su mérito.
Pero el saber que está así por culpa mía me reconforta lo suficiente como para sonreír en su cara.
—¿Me vas a desatar o qué, Kiril?
Suelta una risa seca mientras mueve el parche negro que tiene en el ojo que le dañé días atrás.
Aun cojeando, se arrastra como babosa hacia mí, dejando ver su rostro hinchado, con vendas en su cabeza que tiene algo de sangre en la parte del golpe.
La imagen de nuestra última pelea vienen a mí, haciéndome estremecer bajo las esposas que tengo puestos y me retuerzo en la silla de plástico.
—¿No te sorprende verme, Jules?—parece consternado, cargando con una sonrisa doblada.
—Hay un dicho conocido que dice: “Yerba mala, nunca muere”—bajo mis hombros, forcejeando un poco con las esposas—. Tú y yo aplicamos muy bien en ese refrán.
Sonríe complacido y da dos pasos para quedar frente a mí, lo cual activa una alerta en mi cerebro, más aún como su mano se acerca para intentar tomar unas fibras de cabello.
—Sabes que ellos te matarán si me tocas—suelto de repente. Se detiene, me mira mal y sé ajena dos pasos—. Soy propiedad de los Volkov, la mano que me toque es la mano que perderán.
—Solo a Maxim le importas lo suficiente—corrige con mala cara—. A Víktor jamás le llegarías a interesar tanto como para vengarte.
—Tal vez ya cayó en mis encantos—digo tranquila, aunque el terror empieza a surgir en mi vientre—. Vendrán a buscarme, ellos me protegen, ya que soy su perra favorita. ¿Piensas que te perdonaran si me haces daño?
Las luces oscuras del sótano en donde me encuentro crean sombras aterradoras en el rostro de Kiril, dejando ver un monstruo parado a mi lado, con ojos oscuros y una sonrisa malvada.
—¿Te crees tan importante para ellos?—pregunta cómico—. Eres un jugete, solo te compraron para meterse dentro de ti hasta que se cansen, o hasta que te mueras. Porqie las prostitutas de ellos raras veces duran mucho más de un año, ya que mueren mientras se las follan o cuando intentan escapar de sus garras—sonríe al verme asustada, puedo notar como mi cuerpo tiembla del miedo por sus palabras—. Ahora me pregunto, si llegas a salir de aquí, ¿cuánto tardarán en matarte a ti? ¿En serio te crees tan importante para ellos cómo para que te rescaten? Ya deben tener un reemplazo para ti.
Relamo mis labios, pasando también algo de saliva por mi seca garganta.
Veo a mi alrededor y cuento unos cinco hombres en el lugar, sumándolo a Kiril. Claramente, si llego a gritar, nadie escucharía mis pedidos de ayuda. Pese a saber que, de todas formas, no tengo a quién recurrir en estos momentos.
—¿Sabes algo, Kiril?—tiro mi peso hacia adelante, lo que causa que mi largo cabello negro se interponga un poco en mi vista. Él me mira, dudoso, algo atento y me es inevitable sonreír al verlo tan desconfiado de mis acciones—. Si me llegas a violar, tú o tus hombres, juro por Dios que si salgo de esta te mataré con mis propios manos y sabes bien que yo cumplo con mis promesas. Les haré pagar por todo el daño que me hacen.
—¿Crees que te tengo miedo?—gruñe entre dientes, pero se aleja más de mí—. Ya verás, Jules. Así como te di esta identidad, te la quitaré para que vuelvas a tener que estar a mis pies.
—Nunca estuve a tus pies, imbécil—vuelvo a apoyar mi espalda a la silla, cruzando mis piernas entre sí—. Tú estabas en los míos, como el perro faldero que siempre fuiste. No sabes qué hacer sin un dueño, eres tan idiota que hasta debo recordarte dónde y cómo se caga.
Aprieta sus labios, más enojado que nunca. Sus hombres lo miran atentos, expectantes de mis palabras. Dos están parados cerca de mí y otros dos sentados cerca de una radio antigua bebiendo.
—No la toquen hasta que yo lo diga, Arten—ordena a un hombre alto de tez morena. Sus demás hombres asienten. Me mira sin parpadear, con un enojo que escala por sus venas marcadas—. Pronto volveremos a vernos, Jules.
—Te espero, cariño—saludo y él se termina yendo por la misma puerta, azotándola con violencia.
Veo una luz artificial detrás de ella y un pasillo con paredes de cemento gris.
«Esto no es el burdel, el sótano no está tan descuidado».
—¿Qué le pasó al Red and Black?—pregunto en voz alta, dirigiendo mi mirada a unos de ellos.
—Tus dueños lo quemaron—dice un hombre en la oscuridad, bebiendo una botella de tequila.
Abro mis ojos con sorpresa, algo incrédula por la información.
Ahora entiendo el motivo de este secuestro.
Pensé que era por haber intentado matarlo, pero fue más porque destruyeron su imperio.
«Entonces esto es más culpa de los Volkov que mía».
Recordando este hecho.
Este secuestro tomó lugar media hora después de que los hermanos se fueran de la casa. Tres camionetas negras destruyeron el portón gris de seguridad, disparando a todos los que estaban en el patio. Los tomó desprevenidos, con las armas muy lejos de sus manos, por lo que no tardaron en entrar a la mansión.
Quise irme al despacho de Víktor, pues es ahí donde conocía que había armas y una cerradura muy dura para esconderme. Me lo dijo Maxim el día que ese tal Ron entró.
Pero reaccioné tarde y esa tardanza me llevó a ser secuestrada por los hombres de Kiril.
—Maxim vendrá por mí—digo sin querer en voz alta—. Él no me dejará sola.
—Tal vez lo haga—vuelve a comentar el sujeto semi ebrio, ahora caminando a mí—. Solo reza para que su hermano mayor no influya en su debilidad.
Es un hombre enorme, más que Víktor y Maxim. Con un abrigo de cuero negro gastado y unos pantalones militares oscuros. El cabello es nulo, pues tiene un corte estilo militar que vi en las películas. Hay una cicatriz en su labio, sumándole unas facciones duras como piedra.
Es intimidante, pero más lo es saber que sus palabras son certeras.
Víktor no es tan fácil de manipular como Maxim y apenas pude estar con él poco tiempo. No debe sentir nada por mí, por ende, no tiene motivos para arriesgar su pellejo para salvarme. Y si convence a Maxim para que se olvide de lo nuestro, dejándome sola en este infierno, estaré perdida.
───────────────
Han pasado algunas horas desde que vino Kiril, no sé con exactitud la hora, pero puedo deducir que es de noche debido a los constantes bostezos que libero. Además de notar el sueño que padecen estos inútiles que no hacen más que beber y escuchar una vieja radio con canciones raras en inglés.
—Me duele la espalda—comento por milésima vez, haciendo que todos los hombres rezonguen a la vez.
—¡Ya cierra la boca!—se queja Arten.
—¡Entonces déjame dormir en una maldita cama!—responde con otro grito.
Arten se levanta de su silla con claras intensiones de golpearme, aunque es el ruido de la puerta de salida la que interrumpe su llegada a mí por segunda vez.
—¿Qué ocurre?—pregunta tranquilo, pasando por al lado de su hombre, quien se encoge un poco al verlo—. ¿Por qué gritan tanto?
—Nada, señor—murmura el moreno, poniendo sus sucias manos detrás de su buzo azul con algunos agujeros en él.
Intento pensar de dónde sacó a estos personajes, porque no son como los guardias de seguridad que teníamos en el burdel y el único que parece ser una verdadera “amenaza” es ese tal Egor; quien habló conmigo otras atrás.
Kiril lo mira, luego pasa sus ojos en mí y sonríe de costado.
—¿Estás cansada?—se cruza de brazos, ladeando la cabeza a la derecha, moviendo sus rulos enredados—. Perdón por esto, sé que no estás acostumbrada a esta clase de tratos.
—Te equivocas—interrumpo, mirándolo con seriedad—. Cuando llegamos a Rusia, el burdel tenía solo cuatro paredes y unas cuantas camas viejas, ¿ya lo olvidaste?—su semblante se oscurece al oírme hablar del pasado, de cómo nos tomó más de tres años construir el burdel.
—No, no lo olvidé.
—Es bueno recordar de dónde venimos, nos motiva a no volver a ese pasado mediocre e intentar triunfar en el presente.
—¿El sótano te pone filosófica, Jules?
Bajo mis hombros, tirando mi espalda hacia atrás, dando una pasada a la oscuridad que me rodea.
—¿Y qué pasará ahora?—pregunto luego de un rato, mirando a los hombres de Kiril, los cuales se habían parado para ponerse detrás de él.
Kiril lame su labio, mientras sonríe.
—Vamos a divertirnos un poco—murmura bajo, aunque hace eco en todo mi cuerpo—. Cómo en los viejos tiempos…
Mi corazón se detiene en ese momento.
Tiemblo bajo su mirada y las de los cuatro hombres que están detrás, como si estuvieran haciendo fila para tomar su lugar encabezado por el maldito Kiril.
Quisiera decir que ya estoy curada de espanto con respecto a esto, el ser violada, maltratada y humillada, pero no creo que haya persona que logre aguantar esto como si nada.
Solo nos acostumbramos al dolor, el sufrir en silencio. Agonizar una vez que ellos se marchan con un pedazo de tu alma. Lloramos, pero no somos vistos ni oídos. Solo resistimos hasta que todo acaba y recién ahí, en ese instante de soledad, nos permitimos derramar el dolor que soportamos día a día.
—Llévenla a la cama—ordena y mis sentidos se apagan, como si estuviera en control automático debido al miedo.
Liberan mis muñecas de las esposas, dos hombres me toman de los brazos y me llevan hasta una cama pequeña de una plaza situada a la esquina de este pequeño sótano.
No hablo, no me resisto, solo tiemblo bajo el frío tacto de estos sujetos.
Quisiera hacer algo, pero sé que es en vano.
Soy pequeña, delgada, con brazos cortos y sin masa muscular. Muy opuesta a ellos, que son dos cabezas más grandes que yo, con espaldas del tamaño de una heladera.
«¿Para qué luchar si mi destino seguirá siendo el mismo?».
—Extrañaba a la Jules obediente—habla entre risas, a la vez que se quita el cinturón azul y desabrocha el botón de su pantalón negro.
Siento que, al verlo tan apasionado, mis sentidos se activan una vez más. Dándole una esperanza al corazón.
—Kiril, no lo hagas—por fin salen las palabras que tenía ahogada en mi garganta—. Por favor, no hagas esto… Perdóname, no quise dañarte, mucho menos dañar el negocio.
Sus ojos oscuros se vuelven negros por completo, borrando también su sonrisa.
—Si no hubieras discutido conmigo aquella noche, esto no estaría pasando.
—Prometiste no venderme y rompiste muchas promesas al hacerlo—me excuso, sintiendo las lágrimas escapar por mis ojos—. Me has dejado sola cuando prometiste siempre estar a mi lado, me vendiste cuando juraste que nunca lo harías y ahora me lastimaras y dejarás que otros me toquen solo por tu enojo…
Las lágrimas no me dejan ver con claridad, distingo figuras borrosas que se miran entre sí sin saber cómo proceder.
El corazón se me rompe y la respiración me comienza a fallar. Siento el miedo comerme los huesos, dejando dolor, junto a un sudor frío que endurece mis nervios.
Kiril me mira con su rostro fruncido y los labios apretados.
—Yo no te dejé sola porque quise, los hermanos prometieron que solo te llevarían un tiempo y luego te devolverían a mí.
Me sorprendo al oír sus palabras, pero más lo hago cuando ve que se quita su camisa y me mira con odio.
—Pero tus estúpidas acciones de niña pequeña me hicieron perder todo lo que era mío. Tanto mi negocio como a ti, así que ahora ya no tengo nada. Por tu culpa me han quitado todo.
—¡No me toques!—grito tan fuerte como puedo al ver que se abalanza a mí, sintiendo sus manos apretar las muñecas, obligándome a acostarme en la cama—. ¡Kiril, déjame, joder, no me hagas esto!
—¡Cierra la boca!
—¡No, por favor, no me hagas esto!—grito llorando, sintiendo como empezaba a adentrarse a mí bajo las miradas de los que, posiblemente, serían los próximos. El dolor es agudo, algo escosea en mi parte íntima y dudo mucho que sean fluidos normales.
Me duele la cabeza, el estómago y unas ganas de vomitar se apoderan de mi garganta. El llanto persiste, aunque los gritos ya no.
Me rendí luego de sentir como tres hombres más me tomaban a la fuerza luego de Kiril.
—Por favor…—suplico en un susurro, sintiendo el aire de un hombre desconocido en mi oreja—. No me rompan más de lo que ya lo estoy…
Necesito que alguien me rescate de esta soledad. Quiero pegar un grito de auxilio a todo volumen para alguien, cualquiera, pueda rescatarme y liberarme de este calvario.
Necesito con urgencia a Maxim, incluso a Víktor. Son fuertes, me protegerán. Aunque no sé si me estarán buscando o si ya se han olvidado de mí. Tal vez es tarde, tal vez se buscaron a otra perra para adiestrar y tener bajo su dominio.
Tal vez merezco esto. Este dolor infinito, la agonía de vivir, pero no lo quiero hacer, aunque tampoco deseo morir.
¿Qué quiero entonces? No me entiendo. No sé definir mi necesidad.
¿Quiero aferrarme a alguien para sentirme segura, querida y feliz?
Dicen que nada es para siempre, pero este dolor ha estado acompañando desde que nací y parece decidido a estar pegado a mi vida.
Me hace creer que no merezco ser feliz y, posiblemente, no lo haré nunca.
───────────────
Siganme en mis redes sociales:
Instagram: @darinavdt
Facebook: @darinajunior
Wattpad: @thaisvdt
Grupo de difusión:
+54 342 - 486 - 9502
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro