• Desesperación •
Jules
───────────────
Pensándolo bien, no hay mucha información de mi pasado dentro de los recuerdos que porto.
Es un humo negro que a veces pasa por mis ojos, dejando ver a través de él algunos recuerdos poco agradables.
Los que resaltan más son las violaciones. Gran parte de ellas son por mi padre, lo fueron desde los ocho años hasta los quince. Luego, como si fuese algo normal de mi vida, mi exnovio de la adolescencia abusaba de mí cuando estaba inconsciente debido a los golpes que me daba.
Hasta que un día, en el cumpleaños de mi padre, él y mi pareja me violaron al mismo tiempo solo por diversión.
Tal vez fueron las drogas que consumían juntos, pues su relación siempre fue buena, o tal vez solo eran unos malditos psicópatas de mierda.
En cuál de los casos, mi vida siempre ha sido un pedazo de mierda gigante. Sea como sea la situación actual, siempre acabo en el mismo lugar.
—¿En serio no quieres que te acompañe?—pregunta Maxim al llegar a mi lado.
—¿Por qué eres tan molesto?—se mete Víktor, mirándolo mal.
—¡Hace mucho que no la veo!—se excusa enojado, agarrándome del brazo para pegarme a él.
—Ahora la verás todos los putos días, déjala en paz—viene hacia mí, tomándome del otro brazo para intentar sacarme de las garras de su hermano menor.
Sigo en blanco, es por eso que no puedo decir o hacer algo con respecto a su infantil acción. Y creo que es mi falta de habla lo que les hace poner su atención en mí.
—¿Qué?—murmuro tranquila, mirando a los dos chicos, aunque en mi cabeza se repiten esos recuerdos difusos.
—¿Qué pasa, nena?—la frente de Maxim se arruga, con un brillo de preocupación en sus ojos.
—Ya déjala, la llevaré con el doctor y tú ve a trabajar.
Ambos hombres discuten sobre quién debería acompáñame a la clínica mientras quedo en medio de sus cuerpos.
No escucho sus palabras, al parecer mi cerebro ha quitado el sonido del exterior para solo dejar un silbido agudo que me marea. Siento el agradable viento del exterior y este aire es el que me ayuda a seguir respirando, pese a que es con dificultad.
Me mareo un poco al pensar en mi agitada respiración, sintiendo un dolor en el estómago y en mi cabeza. Supongo que murmuro algo, pero no sé qué dije. Los chicos me miran más preocupados que antes y devido a mi perdida mirada ambos dejan de discutir para prestarme toda su atención.
—¿Nena?
—Creo que quiero vomitar...—como lo digo lo hago.
Lanzo una especie de líquido transparente en los zapatos de Maxim, al hacerlo me deja un sabor amargo que quema las paredes de la garganta. Me ahogo y tozo mientras sigo vomitando.
Por suerte no he comido nada sólido, ya que Víktor dijo que debían de hacerme una ecografía y solo me deja beber agua. Sin embargo, que sea un líquido pegajoso no lo hace menos asqueroso.
—Perdón, Maxim—me disculpo avergonzada, tapando mi boca al sentir las ganas de vomitar.
—No pasa nada, nena…—me consuela sonriendo, pese a la mueca de asco que hace al bajar la vista.
—Vete a cambiar, debemos irnos—dictamina Víktor con la misma cara de su hermano—. Vamos, llegaremos tarde.
Me arrastra hasta el auto para ponernos en marcha hasta el hospital privado, aún mareada y con la vista algo borrosa.
—Bebe más agua—ordena a la vez que me pasa una botella fría.
—Se me reventará la vejiga—me quejo, pero cedo solo para quitar el mal sabor de boca, aprovechando para pasarla por mi frente y así calmar el calor.
Víktor pasa la mayoría del viaje mirándome, lo cual me pone más ansiosa y con mayores ganas de lanzar lo poco que consumí en la mañana.
No hablo en todo el trayecto, debido a que los nervios solo me traen más recuerdos de lo que viví hace años atrás con mi padre; sumando lo ocurrido con Kiril hace una semana.
Pero ahora que lo pienso bien, volviendo al anterior tema, apenas si recuerdo el rostro de mi padre.
Lo mismo sucede con mi ex pareja y mi madre, si es que algún día tuve una. No tengo recuerdos de mi anterior vida. No hay un nombre y un apellido que me representen, mucho menos hay alguna familia que crea que me extrañe.
Solo lo tenía a Kiril, quien me puso este nombre cuando me compró.
Y con todo esto que pasé en mi infancia en las garras de mi padre, ¿quien querría ser uno? ¿Por qué alguien tendría la necesidad de tener un hijo, justo ahora, cuando el mundo es tan oscuro y malvado que no se distingue del infierno?
—Mierda—gimoteo con dolor, pasando mis manos por la cara para olvidar esas cosas.
—¿Qué pasa?—se apresura a tomarme del hombro para hacerme ver su rostro.
—¡No me toques!—quito su mano con brusquedad, dándole un golpe en el dorso, mirándolo enojada.
Víktor frunce sus cejas al verme enfada, incluso el chófer observa desde el retrovisor la escena, pero no dice nada.
Larga un corto suspiro y luego vuelve a su lugar, mirando por la ventana como si nada hubiera pasado.
—Víktor…—lo llamo en voz baja, aunque este me ignora—. Lo siento, no quise hablarte de esa manera—sigue sin responder, tampoco me mira.
Es mi turno de suspirar, sin embargo, este sale con un tembloroso sonido y debo de tragarme las lágrimas y la sensación de hormigueo que deja su tacto.
───────────────
Bajamos del auto después de un corto viaje. El sol se encuentra brillando arriba nuestro y casi no se siente el frío de la mañana. No falta mucho para que el verano llegue por fin a nuestras puertas y creo que será el primero que pasaré en el exterior.
Sigo a Víktor desde atrás al interior de la clínica, que es cómo una enorme caja amarilla de cuatro pisos con cientos de ventanas, pero solo dos puertas. Apenas entramos ya hay dos mujeres que toman su abrigo negro y el mío blanco de piel.
No nos hacen esperar mucho, así que vamos directamente hasta la sala de ginecología para la espera del doctor.
La sala es pequeña, hay una camilla negra y una silla a su lado de cuero marrón. Paredes blancas y algunos cuadros de los miembros reproductores. Además de una caja llena de condones.
—¿Deberíamos llevar?—pregunto luego de un rato y por fin consigo la mirada de Víktor.
Mira lo que señalo, pero solo niega la cabeza.
—Dudo que estos tamaños nos entre a Maxim y a mí.
—Tener penes grandes, tiene su lado malo—divago mientras rebusco entre condones, algunos que digan talla extragrande.
—Deja eso, no estés toqueteando las cosas—me reta mientras toma mi muñeca para apartarme de allí.
Aprovecho el mínimo toque para abrazar su enorme cintura, dejándolo más tenso de lo que ya estaba.
Apoyo mi cabeza en su pecho y él me abraza la cintura con delicadeza.
—Estoy más sensible de lo normal—me excuso y lo abrazo con fuerza—. Perdón, en serio.
—No debes disculparte—dice cortante, aunque besa mi cabeza luego de hablar y acerca su boca a mi oído—. Pero la próxima vez que me golpees te la tendré que meter por el culo sin lubricante, ¿entendido?
Me tenso y esta vez es por la excitación.
Sonrío y lo miro, provocando que nuestras narices choquen.
—Hablas mucho, pero haces poco...—lo reto con una risa, pero esto solo provoca unas llamas en sus ojos fríos.
De repente me obliga a caminar hacia atrás, sin quitar sus manos de mí, esa acción tan repentina hace que casi caiga debido a mis tacones rojos, sube mi cuerpo a la camilla y tan pronto como lo hace lo beso por la excitación.
—Pásame un condón—pronuncia entre besos, desabrochando mis pantalones de vestir blanco y quitando mi camisa de seda roja.
Estiro mi mano para alcanzarlo, pues estaban al lado de la cama en una mesa blanca, pero, para nuestra mala suerte, no llego a tiempo.
—Disculpen…—esa voz desconocida nos hace frenar a ambos, haciéndonos separar nuestros cuerpos de inmediato.
Víktor se aclara la garganta, mientras acomoda su desalineada camisa negra.
—Doctor Kuznets, ella es Jules—nos presenta luego de un silencio incómodo. El señor regordete mueve sus pequeños lentes cuadrados, mientras saluda con una sonrisa nerviosa—. Necesito una ecografía para saber si está embarazada y unos análisis de ITS.
Bufo tras oír su pedido.
—Me haces quedar como una zorra con ese análisis.
Me mira mal, mientras camina a mí para abrocharme el pantalón y acomodar la camisa.
—Es lo que eres, Dulzura—murmura cerca de mí y luego me da un corto beso en los labios—. Empiece ahora, doctor.
El sujeto con apellido raro comienza a hacerme un análisis vaginal bajo la supervisión de Víktor. Introduce un instrumento largo y frío en mi parte baja que me hace contraer del dolor. Es incómodo y algo vergonzoso, pero no declino al hacérmelo.
Aunque lo que sí dolió en verdad fue el raspado uterino que hizo para hacer los análisis de ITS.
Luego de esto vino la ecografía, procedimiento ansiado por Víktor, el cual no se preocupaba por ocultar sus nervios. Se mueve por toda la habitación y por su tamaño tiene poco espacio. Es por eso que da vueltas sin sentidos mientras aprieta sus manos y murmura cosas por lo bajo.
Esto me hace pensar que él en verdad espera que yo esté embarazada. Solo si es de él, claro está.
Opuesto por mi parte, que esa idea no se me ha cruzado en la cabeza nunca y tampoco quiero que ocurra.
—¿Su último periodo?
—Creo que hace un mes y medio, pero tuve un sangrado abundante hace poco tiempo.
—¿Cuándo empezó a sangre, señorita?—cuestiona el doctor mientras derrama un líquido viscoso en mi vientre, ya con el ceño muy fruncido.
—No lo sé, hace dos semanas. Fue luego de un golpe en mi estómago—contesto nerviosa, ignorando esos enormes ojos azules que me miraban de forma asombrada por mis palabras.
—¿Solo sangrado?
—Con algunos coágulos.
—¿Por qué tantas preguntas?—se impacienta Víktor—. Dime de una puta vez si está o no embarazada.
El doctor me mira y no sé qué decir al respecto de esto. Parece preocupado, pero sigue girando el aparato por toda mi barriga por unos cuantos minutos más.
Aunque, sin engañarme, no veo nada en la computadora que demuestre que tengo algo ahí.
—Bueno, señor y señora Volkov…—me tenso tras oír ese nombre, aunque Víktor no refuta eso, sigue concentrado en la pantalla que deja ver la ecografía—. Por lo que se puede ver y suponer, hubo un embarazo hace poco tiempo.
—¿Cómo qué hubo?—cuestiono confundida, mirando al doctor y luego a Víktor, pero este no me mira.
—¿Qué pasó con el bebé?—pregunta tranquilo, aunque con las manos hechas un puño.
—Al parecer tuvo un aborto espontáneo hace unos días, lo que provocó el sangrado y la liberación del feto por completo. Lo cual es bueno, ya que…
—¿Es bueno?—gruñe Víktor, ahora mirando al doctor caminando hacia nosotros con clara intención de hacer una locura.
El señor Kuznets se levanta de su silla y por lo regordete que es casi cae al suelo por la repentina acción.
—Aguarda, Víktor—lo detengo tomando su brazo antes de que pueda cruzar la sala. Me mira y creo que podría llorar si sigo viendo esos ojos tan tristes.
—¿Has escuchado lo que dijo este imbécil?—pregunta enojado, con los labios temblorosos—. ¡Como si haber perdido a nuestro bebé fuera algo bueno, Jules!
—Deja que termine de explicar las cosas, Víktor. Cálmate—pido acariciando sus manos, pero este sigue con mala cara—. Doctor, siga.
—Ah, sí…—titubea mientras acomoda su bata blanca y limpia su sudor con las mangas de esta—. Lo que pasa es que usted tiene las paredes del útero dañadas, normalmente se curan solas, pero sus heridas son más graves, por los no le podría decir con certeza que pueda tener un bebé de forma normal algún día. Si llegase a quedar embarazada, tienes probabilidad de un aborto espontáneo.
Suelta esas palabras como si nada, con tranquilidad. Me deja en blanco, en una nube en el aire, flotando entre ideas insanas.
—¿No podrá quedar embarazada nunca?—pregunta de inmediato Víktor, con los ojos abiertos a más no poder, pálido y sudando.
—Lo siento mucho, señores Volkov.
Nunca quise ser madre. Siento miedo con solo pensar en esa enorme responsabilidad, en todo lo que conlleva serlo. Pero entonces, si nunca lo quise, ¿por qué estoy llorando al enterarme de que jamás podré tener algo en mi vientre?
Bajo las miradas del doctor y de Víktor, con un nudo en mi garganta y el corazón roto, las lágrimas se deslizan por mis ojos mientras miro el monitor de la ecografía vacío.
«No hay bebé». Me digo en mi mente, pues la boca no se mueve. «Si no hay bebé significa que estaré bien, ¿verdad?».
—Jules…—me llama en un murmuro, pero no volteo a verlo. No puedo, ni quiero hacerlo.
De forma rápida y repentina, tomo una toalla para limpiarme el gel que me pusieron en el estómago. Me levanto de la cama y alisto mi ropa nueva.
—Bien, ¿los resultados de las ITS tardarán mucho?—pregunto tranquila, quitando todo rastro de tristeza de mi rostro.
—Entre dos a tres días—responde anonadado, con una mirada titubeante entre Víktor y yo.
—De acuerdo, supongo que alguien vendrá a buscar esos resultados. Mientras tanto vamos, Víktor—digo y salgo del pequeño cuarto para caminar hacia la salida sola.
Una muchacha me entrega mi abrigo de piel blanca, al colocarme lo noto que él aún no aparecía, dándome a entender que se quedó con el doctor.
«No hay nada que discutir, si las cosas son así, es por algo».
Camino hacia el auto y el chófer me abre la puerta del asiento de atrás. Luego de unos extensos minutos sola dentro del coche, Víktor se aproxima con un rostro más pálido de lo normal.
Al entrar no me habla, tampoco me mira. Esta vez no me esmero en que me preste atención, pues no la requiero en estos agobiantes momentos.
El trayecto es silencioso y algo incómodo, pero sobrevivo al hacer una lista de lo que me gustaría comprar esta semana.
Ya que, para mi suerte, Maxim prometió llevarme al centro comercial a comprarme lo que quisiera, debido a que mi nuevo armario estaba completamente vacía y solo tenía tres conjuntos de ropa para salir.
Al llegar Víktor sale primero y no me espera afuera. Solo se dirige hacia la mansión para desaparecer por sus escaleras.
Al entrar en la casa, no sé por dónde debo ir. Si por las escaleras izquierdas, dónde estaba la habitación de Maxim y la mía o si debía ir hacia Víktor.
Es un debate mental muy grande, uno que me hace tragar las lágrimas y el dolor para poder calmarme.
Doy un paso al frente y subo por la escalera de la derecha.
Su habitación está en silencio, gracias a Dios la puerta no tiene traba, por lo que entro sin esfuerzo. Y cuando lo hago, deseo retroceder mis pasos para irme corriendo hacia el lado contrario.
—Víktor…—lo llamo en un susurro quebrado, tragándome las lágrimas—. ¿Qué ocurre, bebé?—me acerco más, pero él sigue sentado en su cama, con las manos en la cabeza, agarrándose los pelos con fuerza.
Me siento a su lado, hundiéndome un poco en el lugar debido al incomparable peso que tenemos.
Él no habla, mucho menos me mira. Queda mirando al suelo con los hombros tensos.
Trago saliva a la vez que siento una duda martillear mi cabeza. Doy todo de mí para no sacarla de mi mente, pero como es costumbre, mi boca tiene control de sí misma.
—Solo me rescataste porque creías que ya estaba embarazada de ti, ¿verdad?—digo por fin y él me mira.
No dice nada, pero esos ojos con lágrimas no mienten.
—Si ya no estoy embarazada, ¿me dejarás en la calle?—pregunto curiosa, aunque ya empecé a llorar.
—Fuiste tocada por otros hombres—recuerda seriamente, con los ojos hinchados y rojos—. Es una regla que tenemos.
Sonrío un poco al recordar las palabras de Dimitry, las cuales tenían mucha razón.
—En el corazón de Maxim soy relevante—digo calmada, apartando mis ojos de los suyos para mirar sus cuadros—. No te vas a deshacer de mí como si nada.
—Lo sé…
Nadie dice nada luego de eso. Quedamos sentados en silencio con el corazón partido.
No sé bien por qué estoy llorando, pero es un dolor que me deja sin aire. Como una fuerte patada en mi tórax que me obliga a caer en la realidad.
«¿Es porque no seré nunca madre?» Lo dudo, nunca me interesó serlo. «¿Entonces por qué lloro con solo recordar esa ecografía vacía?».
—Puedes buscarte a otra zorra que tenga tus hijos—digo de repente, haciendo que Víktor me mire una vez más, aunque esta vez suelta un largo suspiro mientras refriega sus ojos.
—En realidad, el tener un hijo contigo no fue planeado, solo casualidad. Si no lo tuve hasta ahora, no lo tendré más adelante. Puso los treinta, no creo que llegue al paso que voy...
—¿Maxim también quiere tener hijos?
Él me mira y sonríe un poco, pese sus labios tiemblan con notoriedad.
—¿Te preocupa no servirnos, Jules?
Asiento con sinceridad, haciendo que borre su mueca.
—Me preocupa quedarme sola, Víktor.
───────────────
Mis manos se deslizan por mi vientre, palpando la parte baja con temor. Estoy temblando, el solo hacer esto me produce escalofríos por todo el cuerpo. Pero, pese a esto, no puedo evitar la acción. Entonces vuelvo a sentir mi vientre vacío, haciéndome estremecer de una manera que no logro comprender.
«No hace mucho, había algo ahí adentro». Me digo con incredulidad. «¿Habrá sido una niña o un niño? Tal vez era una niña rubia o un niño con el cabello sedoso y negro con hermosos ojos verdes». La duda persiste, pero el enojo no tarda en llegar al darme cuenta de esta incógnita.
«¿Por qué mierda me interesa saber eso? De todas formas, ya no hay nada y tampoco lo habrá jamás».
—¿Nena, estás aquí?—pregunta al entrar, cerrando la puerta detrás suyo, liberándome de mi tortura mental—. ¿No bajarás a comer?
Sigo sin responder, tampoco me muevo. Tengo la idea de que si hago el menor ruido, se irá y me dejará en paz.
Aunque las cosas rara vez salen como quiero, por ende, Maxim sigue insistiendo.
—Víktor nos espera para comer—me retuerzo bajo las sábanas al oír el nombre—. Sabes que no le gusta esperar…
—¿A ti te gustaría ser padre?
—¿Qué?
—Que si quieres ser padre.
No responde, pero sí viene hacia la cama para sentarse a mi lado. Quito las mantas de mi rostro para verlo a los ojos, dejándome perdida es ese azul claro.
—¿Acaso estás embarazada?—pregunta serio, aunque se le nota incómodo.
—No.
«Ya no».
Suspira, aunque no sé si es de alivio.
—¿Quieres ser madre, Jules?—pregunta calmado.
—No…—titubeo bajo su mirada—. No creo estar lista para una responsabilidad tan grande.
—Me haces preocupar, nena—sonríe un poco, alargando la mano para acariciar mi mejilla—. Si te sucede algo debes decírmelo, me enojaré mucho si descubro que me has estado mintiendo.
—No te oculto nada—miento tranquila, cerrando mis ojos para gozar de su tacto—. Solo vi a una mujer embarazada en la clínica y me hizo pensar en ello.
No contesta, pero sí termina acostándose a mi lado, tapando su cuerpo con las calientes cobijas.
Viene de atrás, abrazando mi cintura y apretándome a él, pegando mi espalda a su ancho pecho.
Siento su frente en mi cabeza, luego un beso es depositado en la zona.
«Es mejor no pensar en esas cosas». Me digo a mí misma, calmando las ganas que tengo de llorar. «Mientras complazca a Maxim, podré seguir aquí. Tanto en sus brazos como en la lujosa mansión».
—No puedo hacer nada esta noche, lo siento—me disculpo, mirando sobre mi hombre a Maxim, quien ya tenía los ojos cerrados.
—No viene a follarte, Jules—habla tranquilo, acomodándose mejor y pegando su entrepierna en mi trasero, haciéndome sobresaltar—. Aunque podría metértela por el culo si quieres…
—Paso, me gusta caminar—sonrío un poco, acariciando sus ásperas manos.
Pasan un largo rato antes de que escucho la puerta abrirse, yo no me muevo, pero puedo sentir que Maxim lo hace.
Me hago la dormida, sintiendo como él me mira para cerciorarse de que lo esté.
—¿Qué haces?—dice Víktor, pero Maxim lo calla—. Estuve esperando para comer por más de cuarenta minutos—habla más bajo, pero el enojo sigue ahí.
—Jules no quería comer, se sentía mal—explica en un susurro, levantándose con cuidado de la cama—. ¿Qué le has hecho para que esté así?
Víktor no responde de inmediato, pero cuando lo hace, siento su voz más alta de lo que debería.
—Yo no hice nada, no fue mi culpa—doy todo de mí para no removerme de la agonía tras oír esas palabras—. Ve a comer antes de irte a dormir a tu cuarto.
—Dormiré con Jules.
—Dije a tu cuarto.
—No me des órdenes.
Víktor gruñe y habla entre dientes.
—¿Por qué te comportas así con ella?—pregunta harto—. Estás actuando igual que como lo hacías con Leah.
—¡¿Qué carajos sabes tú de ella, Víktor?!
Me sobresalto al oír el grito que pega Maxim de repente y me es inevitable no quitar las cobijas de mi cara.
Al mirar la escena, Maxim está pálido, más por la oscuridad de la habitación, y Víktor me mira atentamente. Ni siquiera sé qué decir sobre esos ojos inexpresivos.
—¿Por qué mierda gritas?—digo temblando, haciendo oídos sordos de su anterior conversación.
Maxim carraspea, mientras sonríe.
—Lo siento, nena, no quise levantarte.
—Maxim lárgate—ordena Víktor con los brazos cruzados—. Ahora mismo.
Miro a ambos hermanos, pero estos están tan ocupados en su batalla invisible que no me prestan atención.
Aunque, al parecer, la victoria se la lleva Víktor, pues su hermano menor se termina yendo de la habitación luego de unos segundos en silencio.
—¿Siempre eres así de imbécil con él?—pregunto enojada, levantándome de la cama para irme.
—Tú te quedas aquí—me detiene en la puerta, poniendo su cuerpo en el umbral, haciendo que no quede ningún lugar para escapar—. El doctor me dijo que no tengamos sexo contigo hasta que lleguen los análisis.
—¿Estoy en aislamiento?—cuestiono con burla, pero él sigue igual—. Jódete, Víktor. Apartarte, me iré con Maxim.
Aprieta los labios, pero no se mueve.
—Si ya no nos sirves, tu estadía aquí llegó a su fin—pronuncia lentamente, dando un paso hacia atrás para darse vuelta y mirarme sobre su hombro, más enojado que nunca—. A menos que empieces a comportarte como lo que eres, te irás en pocos días.
Sonrío y esto hace que Víktor achique sus ojos en modo de desconfianza.
—¿Crees que te voy a rogar para quedarme?—una risa seca sale de mi boca, a la vez que doy dos pasos hacia delante para quedar pegado a él—. Tú no sabes por lo que he tenido que pasar, por los lugares en los que estuve y la mierda que aguanté. Sobreviviré si me echas a la mierda, no te preocupes.
—Entonces, te recomiendo que disfrutes tus últimos días—responde tranquilo, bajando sus hombros para demostrar desinterés. Da dos pasos queriéndose ir, entonces, en ese momento, la desesperación se apodera de mí.
—¿Y tu promesa?—digo de repente, haciendo que él frene sus pasos—. ¿Acaso no eres hombre de palabras?—no responde, por lo que opto por jugar mi última carta—. Kiril y sus hombros fueron los culpables de la muerte de tu hijo, por ellos tuve ese aborto espontáneo. Esa noche me molieron a golpe y luego me violaron.
Creí que no se daría vuelta, que se iría sin mirar a tras a gozar de su triunfo tras decirme que me echaría.
No pensé que mis palabras le afectarían tanto y casi me siento mal por manipularlo de esta manera. Casi.
Víktor se gira, con el cuerpo tenso y los ojos inyectados en sangre. Incluso tiene la respiración acelerada. Todo eso en segundo, como si se estuviera convirtiendo en una bestia mortal.
Me acerco a él con cuidado, debido a que siento un miedo abismal tras verlo de esta manera.
Tomo su mano y la poso sobre mi vientre vacío, lo que provoca que su mandíbula se tense mientras tiembla bajo mi tacto.
—¿No vengarás a nuestro hijo, Víktor?—susurro en sus labios, poniéndome en puntillas de pie para alcanzar su altura—. ¿Dejarás a los culpables libres luego de su muerte prematura?
—No, dulzura…—habla entre dientes, apretando mi cintura para atraerme a él. Olvidando su rencor hacia mí—. Los voy a matar a todos, lo juro.
Siganme en mis redes sociales:
Instagram: @darinavdt
Facebook: @darinajunior
Wattpad: @thaisvdt
Grupo de difusión:
+54 342 - 486 - 9502
Comenta y vota en los capitalos para más actualizaciones ✨
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro