—Protege al imperio y ayuda al heredero.

¿Qué?

¿Y por qué tan de repente siento los latinos de mi corazón? ¿Por qué me duele el cuerpo? ¿Dónde estoy? ¿Qué es esto?

Con un poco de esfuerzo, abrí los ojos para luego cerrarlos otra vez. La luz es muy brillante y dónde me encuentro acostado es suave.

Otra vez lo hice y luego me acostumbré, mi visión al ya adaptarse a la luz, observé el techo, que tiene una ventanilla que da al cielo nocturno.

Intenté incorporarme para luego sentir un dolor en mi cintura. Volviendo a acostarme.

—¡Uh!

Otra vez lo hice, pero ahora más despacio, pude lograr sentarme a la cama.

¿Eh? ¿Quién es ese niño que está acostado en el sofá del lado izquierdo, frente mío?

Un niño con cabello azul un poquito largo y piel muy blanca, con un cuerpo muy flaco y con una expresión angustiante.

¿Está llorando?

Quise levantarme, pero el dolor de mi cintura lo impidió. Me está doliendo mucho más cada vez que me muevo un poco.

Lo miré preocupado, me siento tan inútil.

Quisiera poder levantarme e ir a abrazarlo, pero... ¿Por qué? Tal vez porque me recuerda a mí de chiquito, llorando y necesitando consuelo, pero sin haber alguien para que esté conmigo.

Mis padres no pudieron porque estaban más concentrados en sus propios asuntos y en sus propios conflictos para tomarse el tiempo de consolarme.

Con mis tíos y abuelos no pude porque no éramos tan cercanos, con mis primos tampoco porque me sentía muy incómodo debido a que ellos llevaban una vida tan perfecta, tanto que sentía envidia.  Ellos tenían algo que yo no: una familia unida y amorosa.

Apreté mis puños tanto que mis nudillos se volvieron blancos y sin más, unas lágrimas salieron de mis ojos. Apreté mi labio inferior por fuerza y un nudo en la garganta ha aparecido.

¿Por qué tuve que pasar por todo eso? ¿Por qué Dios fue tan cruel conmigo?

 ¡Lo único que desee durante tanto tiempo fue tener una familia! ¡Que mis padres estuvieran conmigo cuando más los necesite!

—¿Por qué?— susurré para mí mismo, temblando y sollozando.

—Alan... — escuché una voz infantil, levanté la cabeza para mirarlo.

Los ojos grises del pequeño me miraron preocupado, de seguro lo desperté por mi llanto. Y él se levantó para acercarse a mí, y con sus pequeños brazos rodearon mi cintura para darme un abrazo.

Quise llorar aún más.

Y aun así, rodee mis brazos que son un poco más grande que la de él en sus hombros, para corresponder el abrazo.

Seguí llorando en silencio y él se quedó ahí, para darme ánimos.

Agradezco que sea lo que yo haya hecho para recibir este pecado, me alegra tenerlo.

Este pequeño es una ternura.

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