Parte 4 - Ecos del pasado
¡Aaaaaggghh! Arremetí con fuerza contra el filo del colmillo, la sangre empezó a brotar y coloqué mi dedo lentamente sobre el rectángulo. La sangre parecía colarse a través de sus fisuras, mientras tanto, yo intentaba cortar un pedazo de tela de mi camisa para cubrir mi herida. La sangre se detuvo. Tomé la lámpara y parecía que nada había cambiado, hasta que de pronto.
Se dejaron escuchar unos pasos acercándose hacía mí, y no eran mis ecos. Apunté mi lámpara tremendamente asustado, en todas direcciones a través de los pasillos, pero no podía saber de donde provenían. Me agaché resignado cubriéndome con el sarcófago, y justo cuando el sonido estaba frente a mí. Desapareció.
Lo cierto era que nadie más estaba ahí conmigo, mi piel se erizaba solo de pensarlo. Suspiré profundamente, deseaba que pronto me encontraran mis compañeros, era un martirio ese lugar. De pronto... ¡Clak! ¡Clak! ¡Clak! ¡Clak!.
El sarcófago se sacudió y lentamente se deslizó la tapa, el polvo me tomó desprevenido haciéndome toser fuertemente. Me cubrí el rostro mientras se disipaba la cortina y apunté mi lámpara hacia el fondo de la tumba.
"Un libro, solo un libro que decepción" pensé. Lo tomé y lo coloqué sobre la tapa del sarcófago; no podía sostenerlo con ambas manos, pues el dolor por la fractura me lo impedía. La cubierta del libro era blanca, algo sucia por el ambiente, pero bien conservada. Que extraño encontrar un libro con estas características, no es muy común ese color para libros tan antiguos. Su lomo era de madera delgada y ancha, desgastada por el paso del tiempo; aunque muy bien preservada, debió ser por el lugar donde estuvo guardado. Podía verse un singular tejido, atravesándola horizontalmente, que parecía sostener las hojas en su interior. Su cubierta era del mismo material, sin embargo, un poco más gruesa y las esquinas estaban protegidas con grandes incrustaciones metálicas. En medio de la portada, sobresalía un relieve oscuro, que tenía la forma de un ojo humano.
Pero aquello, no era lo verdaderamente siniestro. No tanto como su nombre, ese título que formaban sus letras oscuras y deformes escritas en latín. Aquellas palabras no podían digerirse siquiera. ¿Su autor?, no lo sé, no tenía autor; quien haya dejado ese libro ahí prefirió no dar su nombre, además de nada serviría saberlo.
El pánico se apoderó de mí, un miedo desgarrador me había invadido totalmente. Mi mano temblaba frente a aquel siniestro título, mis piernas parecían perder su fuerza para sostenerme, una gota de sudor nervioso bajaba por mi mejilla, y mis ojos bailaban bruscamente intentando salirse de sus cuencas. La oscuridad a mi alrededor no era nada ante semejante libro. ¿Como unas cuantas letras podían causar ese efecto en mí?. ¡En mí! que soy investigador, ¡en mí! que he estudiado diversas teorías antiguas, ¡en mí! que he estado presente en otras excavaciones. ¡Era absurdo!
¡Nooo!, ¡No!¡No!¡No!¡No! Lo arrojé dentro, como si estuviera viendo al demonio. ¿Por qué a mí? Me quedé largo rato sentado, recargado sobre un estante; ya ni me preocupaba por los escorpiones. Miraba aquel sarcófago e inmediatamente cerraba mis ojos, intentando pensar en algo más. Quería de alguna manera, olvidar que había llegado hasta ahí; pero alguna fuerza extraña no me lo permitía. Quería dar media vuelta pero fue inútil. Habían transcurrido unas dos horas en esa pirámide, y aún faltaba mucho para que empezaran a buscarme, así que no lo pensé más y me decidí.
Destruiría ese libro, aunque tuviese que arrancarle las hojas y comérmelas si era necesario. No amigo no estoy exagerando, ¿quien estaría dispuesto a cometer tal acto solo de ver el título de un libro? ¡Ah! Si tan solo me hubiese roto el cuello cuando caí en la arena, o fracturarme una pierna en vez de la muñeca; ¡lo que sea! con tal de no conocer su existencia. Pero no tiene caso ya. Me he quemado como el joven Ícaro, aunque las llamas del sol, serían poca cosa ante este libro. Espero estés preparado mi amigo para lo que voy a contarte, desde ese momento nada ha sido igual.
Sostuve la lámpara entre mi cuello y mi hombro izquierdo, tomé el libro y lo abrí.
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