Parte 3 - Instinto
¡Rayos! , ya casi, ya casi... Di un pequeño salto y logré agarrar el borde; ese hueco era suficiente para pasar al otro lado. Arriesgado arrojé la lámpara y pude escuchar que cayó, ahora era mi turno. Me empujé con todas las fuerzas que aún tenía y ¡Puuumm! Caí sobre mis brazos intentando amortiguar el golpe, pero no fue suficiente. Terminé con la muñeca izquierda fracturada. Adolorido por el impacto y sintiendo como mi mano se hinchaba poco a poco, recogí la lámpara que apuntaba al trozo de piedra faltante. Caminé a través del pasillo, pensando en aquellas palabras y el contexto que encerraban; pero nada venía a mi mente en esos momentos.
Aaah, si tan solo no hubiese tenido la arena a mi alcance, quizás no estuviera aquí; pero como iba a saberlo, aquellas palabras daban vueltas sobre mí al ir adentrándome más.
Podía ver sobre las paredes distintos símbolos de diferentes épocas, eran antiguos, muy antiguos, incluso más de lo que conocemos. No quise acercarme más a los muros, ¡tenía miedo de accionar algún mecanismo oculto!, no quería hundirme más. Solo seguí caminando mientras me acompañaba el sonido de mis pasos. El eco que resonaba por todo el pasillo resultaba escalofriante en semejante oscuridad. Llegué a lo que parecía una habitación, una sala enorme, y entré lentamente; no sin antes leer el mensaje sobre la entrada, eran las mismas palabras y el mismo mensaje que la puerta anterior:
"Humano conócete a ti mismo y serás libre"
Pude observar varios manuscritos, tablillas de barro y piedra, y gran cantidad de libros; la mayoría en mal estado. Aquello parecía ser una biblioteca, quizás la más antigua que hayamos conocido y ¡yo estaba ahí! No se distinguía un límite o alguna esquina en la sala, solo pasillos y más pasillos con estantes hechos de piedra. Me invadieron unas ganas de leer cualquiera, ¿pero cuál?, no esperaba encontrar esto; imaginaba una tumba perdida de algún antiguo Faraón, pero esto era algo inesperado. Que podrían contener tantos libros y manuscritos, ¿por qué resguardarlos en una pirámide? No comprendía, sin embargo había respuesta a todas mis interrogantes; el detalle era si estaría dispuesto a saberlas, o no.
Esta sala debería tener un final, pensé, podría perderme fácilmente aquí. Necesitaba una idea al menos de que tan grande era, así que caminé en línea recta y me detenía en cada pasillo. Miraba más estantes, más libros; más oscuridad. Seguí caminando hasta que llegué a un espacio amplio, "este debe ser el centro de la sala" afirmé y de inmediato el eco de mis palabras resonaron en cada rincón del lugar. El sonido se disipó. Una especie de sarcófago pequeño se dejo ver con ayuda de la tenue luz; una tumba pensé. Me acerqué despacio. Contenía la misma frase que las puertas con símbolos misteriosos en relieve.
He llegado hasta aquí, tengo que hacerlo, no puedo regresar, me convencía a mi mismo. Tomé valor y empujé con fuerza la gruesa tapa, pero no se abrió. El sarcófago parecía no abrirse de ese modo, los símbolos eran desconocidos para mí al igual que los del pasillo; eran de épocas muy, muy antiguas. Solo pude distinguir dos serpientes que sobresalían del relieve, eran de cuerpo completo. Se cruzaban en el camino y sus caras se encontraban frente a frente. Podía ver sus largos colmillos como si pelearan por lo que había entre ellas.
No entendía esa representación. Un rectángulo, quizás un centímetro de ancho por dos de largo; pero tenía profundidad, un centímetro aproximadamente. Intenté varias formas de abrirlo pero no cedía. Pasé un largo tiempo pensando en alguna forma, pero nada venía a mi mente; solo le daba vueltas a la imagen una y otra vez. ¡ADN! Grité de pronto y el eco era enorme. Me levanté entusiasmado por haber encontrado una idea de cómo abrirlo, y al acercarme, nuevamente revisé los colmillos de una serpiente.
Aún tenían filo suficiente. Tenía miedo pero era más la curiosidad, quería saber que encontraría en aquel sarcófago. Presioné uno de mis dedos contra el colmillo, lo intenté; pero no podía. El miedo al dolor me lo impedía de alguna forma, no fue fácil amigo, pero era el único camino. Dejé la lámpara sobre el sarcófago, cerré los ojos. Y de pronto...
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