Parte 1 - Desahogo
¡Vete! ¡Déjame en paz! ...
¿Quieres hacer algo por mí?, no lo entiendes verdad ¡Vete!, ¡Largo!; ¡Déjame sólo!
¿Que no tengo por que lidiar con esto sólo?, claro amigo... ¿quién podría?
Mi vida ya no es como la tuya, comprende, desde aquella noche nada volvió a ser como antes. Lo que sucedió en aquel desierto no lo deseo a nadie, ¿qué había hecho yo para merecer algo así?
¿Qué me pasó?, te diré lo que pasó. ¡Nooooo!, lo mejor será que no lo haga.
¿Me complico solo?, jaja no comprendes nada, eres uno de ellos.
¿Desahogarme?, no sabes lo que estás pidiendo, pero para eso están los amigos ¿verdad?
Si tanto insistes...
Me encontraba en una zona inexplorada sobre el desierto del Sáhara, un lugar oculto por las fuertes tormentas de arena, razón por la cual, pocos investigadores tenían el valor para buscar ahí. ¡¿Cómo demonios iba a saberlo?!, estaba excitado, emocionado por encontrar aquella pirámide, que se escondía en lo más recóndito de ese desolado desierto. El calor era insoportable, nos golpeaba una y otra vez, sin embargo, no era suficiente para detenernos. El grueso turbante lleno de sudor se hacía pesado, pero si no fuese por ello se me habría secado el cerebro. La arena en los zapatos resultaba bastante incómoda, ¡Aaah!, y esas molestas tormentas de arena parecían seguirnos a todos lados, como si quisieran impedirnos llegar a nuestro cometido.
Todos los hombres que llevé eran moradores del desierto, que a pesar de su conocimiento del lugar, se adentraban a esa zona con suma precaución. Nos habían advertido de las fuertes tormentas, pero según mis cálculos, ese era el lugar indicado. Trabajaban incansablemente, solo se detenían para beber pequeños sorbos de agua, parecían querer acabar rápido para alejarse del lugar; pero los rayos solares no nos daban tregua alguna.
Ya habíamos descubierto la punta de la pirámide cuando empezó a caer la noche, lo mejor sería darles un descanso y continuar al día siguiente. Sin embargo yo estaba ansioso por encontrar la entrada, quería desvelar sus secretos ocultos y saber a qué Faraón había pertenecido esa tumba. Esa noche dentro de mi tienda, no pude conciliar el sueño, me invadió un fuerte deseo de saber que se ocultaba en su interior y que escondían esos muros de piedra: ¿será algo que pudiese cambiar el mundo?
No podía esperar más y decidí salir a dar un vistazo; me llevé conmigo una linterna de mano, pues solo quería contemplar mi logro, el fruto de tanto esfuerzo. Al salir de la tienda, mis ojos quedaron cautivados por el inmenso cielo nocturno, las estrellas brillaban con tal claridad que me quedé atónito por un momento; aquello era un espectáculo irrepetible, algo que no se podía ver desde la ciudad.
Me dirigí lentamente a la zona de excavación mientras aún admiraba ese cuadro en el cielo, era majestuoso. Al fin podía ver la punta de la Pirámide, bajé cuidadosamente por las largas pero improvisadas escaleras de madera, hasta llegar al límite de la excavación donde la luz era débil. Encendí mi linterna y comencé a caminar despacio apreciando cada ángulo, cada detalle de su construcción; imaginando como habrían podido lograr semejante obra en esa época, ya que los historiadores no lo sabían a ciencia cierta. No pude evitar pasar mi mano sobre el filo de los bloques, esa superficie granulada y fría por el clima del desierto me cautivaba totalmente. Iba proyectando la tenue luz sobre las zonas frente a mí, no quería morir allí por la picadura de algún escorpión, aún así; la emoción que me invadía era inmensa, ¡mis ojos brillaban contemplando semejante obra!
Estaba aproximadamente en medio de una de sus caras, cuando algo llamó mi atención: "Veeeeeeeeeeeen". Una especie de susurro pareció cruzar y desvanecerse a lo lejos. Un escabroso escalofrío recorría toda mi piel. Inmediatamente giré media vuelta, espantado por aquella voz espectral apuntando la poca luz. Pero nada; solo arena y más arena. Volví a posicionar la luz ahora sobre el bloque de piedra frente a mí, observando que aún tenía un pequeño montículo de tierra que no se había limpiado, por lo cual tomé la linterna y empujé la arena por el borde. ¡Aaaah!...
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