𝒏𝒖𝒆𝒗𝒆
Estaba en la cocina, desayunando tranquilamente, hasta que escuché que una discusión se estaba llevando a cabo en el comedor. Realmente no quería saber qué están diciendo, pero hablaban tan fuerte que me fue imposible no prestarle atención a sus palabras.
—¡Eres un jodido mentiroso de mierda!— gritaba Naithan, enfurecido. Era un poco extraño escucharlo hablar en un tono que no fuese de indiferencia o desprecio, porque a mí siempre me hablaba así.
—No me grites— le respondió Noah, en un tono más calmado, pero al mismo tiempo más amenazante. Creí que él también respondería agresivamente, pero parecía estar en control.
—¡No me digas qué mierda hacer! ¡Tú sabes que siempre fuiste su favorito! ¡Tú lo sabes!
—Estás diciendo puras estupideces, creo que mejor deberías ir a dormir o algo así, para tranquilizarte.
—¡No me trates como a un loco! No son estupideces. Ella siempre te prefirió a ti, ¡tú siempre estuviste primero! Ella jamás me tenía en cuenta, era como si yo no existiera— siguió gritando Naithan, pero ahora su voz sonaba más agitada— Y eso jamás te lo voy a perdonar, ni a ti ni a esa perra.
—Joder, Naithan. No hables así de ella si no quieres que te destroce la cara.
—Jódete— a continuación pasos se escucharon cada vez más cerca, y el tatuado entró a la cocina antes de que yo pudiera esconderme, encontrándome estática con la manteca y el pan en la mano— ¿Estabas escuchando todo, pequeña perra?
—N-no— tartamudee inútilmente, porque su mirada furiosa cambió a una cínica apenas sus ojos encontraron los míos.
—¿Acaso te gusta husmear? ¿Te gusta meterte en lo que no te incumbe?— lentamente se acercó a mí, mientras yo me encogía cada vez más en mi lugar.
—Y-yo sólo estaba aquí... U-ustedes estaban hablando alto— quise explicarle, pero no sirvió para aplacar su furia, sólo la aumentó.
—¡Sólo estabas aquí! ¡En mi puta casa! ¡Escuchando mi puta conversación! Ahora entiendo por qué tu padre te golpeaba— me respondió, ciego de la ira, y cerré con fuerza mis ojos cuando vi como su puño se alzaba. Me iba a pegar.
—Déjala en paz— la voz de Noah se hizo presente, y cuando los segundos pasaron y no sentí ningún puño incrustándose en mi cara, me digné a abrir nuevamente los ojos.
Los dos hermanos se estaban mirando intimidantemente, como si estuviesen a punto de abalanzarse el uno sobre el otro. Yo me sentía tan nerviosa e incómoda que estuve a punto de vomitar allí mismo, porque no sabía qué hacer, hasta que apareció Silvia y mi alma regresó a mi cuerpo.
—¡Chicos! Deberían estar preparándose para ir al instituto, vamos, vamos, muévanse los tres— murmuró muy alegre, sin darse cuenta de la tensión que había en el ambiente.
Fui la primera en salir de la cocina, aprovechando que Silvia me había salvado de la situación. No podía creer que Naithan había estado a punto de golpearme, y yo me había quedado quieta, como una imbécil.
Fui al instituto rememorando esa escena una y otra vez, pero luego me distraje al ver un papel sobre mi banco en el salón. Era una nota dirigida a mí, y en ella me indicaban que fuera al patio apenas sonara el primer timbre. No era muy difícil adivinar que provenía de parte de Abi.
Otra vez me perdería una clase, y me hubiese preocupado por mis notas si no fuera porque mi padre no estaba para castigarme, lo cual era un alivio.
Fui al patio tratando de calmarme. Estábamos dentro del colegio, y a diferencia de la situación en la piscina, esta vez habría gente que nos podría llegar a ver, porque el patio siempre estaba lleno de personas, así que no me pedirían que hiciera nada demencial. O eso pensé, hasta que vi el lugar completamente desolado, excepto por la pelirroja, las dos gemelas y Naithan.
Quizá sonaba un poco ilógico, pero estaba preparada para lo que me ordenaran. Al saber que mi progenitor estaba lejos de mí me sentía más fuerte, como si pudiese superar todo lo que me propusiera.
Sin embargo, mi valentía se esfumó cuando Abi tiró un cuchillo al piso, el cual quedó al lado de mis pies. La miré estupefacta, y mi sorpresa aumentó aún más cuando sacó un perrito de una jaula que tenía escondida entre unas hojas en el piso. Agarró con asco al cachorro, el cual temblaba y lloraba incontrolablemente, como si supiera lo que estaba por pasarle.
Mi corazón se apretujó inmediatamente, mientras sentía la angustia recorrer cada parte de mi cuerpo, y al igual que el animal, yo también empecé a temblar.
—Quiero que lo mates— me exigió la pelirroja, arrojándolo al suelo y dejándolo al lado del cuchillo. Por suerte la distancia en la que lo había tirado no había sido mucha, así que el perro no se había lastimado. El ni siquiera se movía, sólo estaba ahí, tirado, esperando su destino, y me recordó a mí, debido a la cantidad de veces que yo había estado en su misma situación. Derrotada, sin poder escapar y siendo consciente de que lo que me pasaría iba a ser algo muy malo.
—No— me negué rotundamente, mirándola con toda la determinación que pude reunir en el momento.
—Mátalo. ¡Ahora!
—¿¡Por qué haces todo esto!? ¿¡Qué clase de problema mental tienes!? ¡Es sólo un perro! Él no te ha hecho nada— me sorprendí a mí misma al poder, por fin, expresar lo que sentía. Y también me enorgullecí cuando todos me miraron confundidos, como si no esperaran esa reacción de mi parte. La realidad es que ni siquiera yo la esperaba.
—Wow, es la primera vez que no la escuchó tartamudear— dijo burlonamente Naithan, el cual fue el primero en recobrar su postura de chico malo.
—Todos en el pueblo saben que no estoy bien de la cabeza— al tatuado le siguió Abi, riendo cínicamente— Escoje. Tu vida o la del perro sucio.
—Si me quisieras matar ya lo hubieras hecho. Y no te atreverías a dañar al perro, porque lo hubieses hecho tú misma en vez de obligarme a mí— murmuré, furiosa, agarrando al cachorrito y alejándome rápidamente de ellos.
—¡Te arrepentirás, maldita!— chilló Abi, de forma histérica, pero no le presté atención.
Caminé aliviada por las calles, contenta de que el perrito había dejado de llorar y de temblar, incluso se había dormido en mis brazos, como si se sintiera cómodo.
¿A qué clase de persona se le ocurriría lastimar a una criatura tan indefensa?
—Sabía que no lo harías— murmuró Noah impasiblemente, observando con curiosidad al perro que yo cargaba cuando llegué a su casa.
—Deberías agradecer que tus tíos se ganaron mi aprecio, y por ese motivo elijo no confesarles las dos basuras de personas a las que estuvieron criando todo este tiempo— le respondí, incluso sabiendo que estábamos solos en la casa y que él podría hacerme lo que quisiera para lastimarme. Ya no me importaba, estaba cansada de todo. Aprovechando mi momento de valentía, continué agregándole leña al fuego:— Estoy segura de que tus padres no hubiesen querido que tú y tu hermano se convirtieran en esto.
Bien, quizá con ese último comentario había cavado mi propia tumba. Mi respiración se agitó, y quedé estática esperando ansiosamente su reacción.
—¿¡Y tu padre!? ¿¡Eh!? ¿¡Él en qué querría que te convirtieras!?— exclamó violentamente, pero agregando una sonrisa maliciosa a su rostro.
—No lo sé, pero estoy feliz de saber que no me convertiré en la misma mierda que él. Y t-tampoco en la misma mierda que t-tú y tus amigos— murmuré, tratando de sonar igual de firme que antes, pero tartamudeando un poco al observar fijamente sus ojos.
Me dirigí a la cocina, queriendo evadirlo, y no planeaba ir a su habitación luego de esa charla que habíamos tenido.
La tarde fue pasando, y la destiné a hacer que el perrito se sintiera como en su casa. Parecía feliz, recorriendo toda el lugar y jugando con las medias que encontraba tiradas en el piso. Incluso, de vez en cuando, conseguía agarrar la comida que estaba metida en la parte de abajo de los muebles en la cocina, y yo tenía que corretearlo, lo cual me hacía reír a carcajadas.
Cuando el atardecer llegó, subí al techo, recordando que Noah el día anterior me había dicho que me esperaba ahí a la misma hora. Obviamente creí que después de nuestra pequeña discusión él no iría, sin embargo, ahí estaba, de espaldas a mí, con sus pies colgando en el aire. Decidí retirarme sin hacer ruido, pero él rápidamente se dio cuenta.
—Ven, quédate— me dijo, sin siquiera voltearse. Cabía la posibilidad de que fuese a tirarme del techo, pero me arriesgaría, no quería ser más la cobarde que se esconde y huye— ¿Quieres alcohol?
Negué con la cabeza, y Noah se encogió de hombros, para luego bajarse la mitad de la botella de un sorbo. Era extraño ver a la gente tomando, y más siendo consciente de todo lo negativo que el alcohol había ocasionado en mi padre. Por eso, en cierta parte, yo aborrecía las bebidas alcohólica, porque había presenciado cómo contribuían a que mi propio progenitor ahogara sus penas en ellas, olvidando completamente que había todo un mundo afuera de su vicio.
—¿Qué nombre le pondrás al perro?— me preguntó él luego de unos minutos de silencio, en los cuales sólo contemplábamos el cielo teñirse de colores oscuros.
—N-no lo he pensado...
—Me gusta el nombre King. Deberías ponerle así.
—¿Por qué te gusta ese nombre?
—Porque me recuerda a mí— giró a mirarme, sonriendo de una forma que no supe si identificar como buena o mala— Ese perrito va a ser un rey, al igual que yo. No lo olvides.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro