
──────OCHO.
08 ⁝ "DECISIONES Y TRAMPA"
Sunoh aceleró, zigzagueando entre el tráfico mientras Nayeon mantenía su agarre firme. El rugido del motor y el viento en su cara apenas lograban calmar el torbellino de emociones que sentía. Sus pensamientos eran una maraña de imágenes: su tío herido, los hombres persiguiéndola, el miedo en los ojos de Minhee, Jisoo. Todo se mezclaba en su mente, aumentando su ansiedad.
— ¡Nayeon, agárrate bien! —gritó Sunoh sobre el ruido del tráfico. Sentía el temblor de ella a través de su chaqueta y temia que su agarre fallara. Necesitaba encontrar un lugar seguro donde detenerse y hablar.
Finalmente, después de varios minutos de intensa conducción, Sunoh giró hacia una calle lateral menos transitada y redujo la velocidad. Encontrando un pequeño callejón, escondido a la vista de la calle principal, se detuvo. Nayeon se soltó de su agarre y se bajó de la moto, sus piernas temblando por el esfuerzo y la adrenalina anterior.
—¿Qué diablos pasó, Nayeon? —preguntó Sunoh, quitándose el casco con frustración— ¿Quiénes eran esos tipos? ¿Por qué te perseguían?
Nayeon respiró profundamente, tratando de calmarse lo suficiente para hablar— Eran... eran unos matones. Estaban buscando a... Nos emboscaron, y tratamos de huir, pero... lo atraparon.
Sunoh la miró fijamente, intentando procesar lo que ella decía— ¿A quién? ¿Con quién estabas? ¿Que querían?
—No lo sé —respondió Nayeon con la voz quebrada. Trabandose poco a poco debido al shock— Esta herido... No sabía qué más hacer... —lagrimas volvieron a caer de sus ojos.
Sunoh se acercó y la tomó de los hombros, tratando de transmitirle calma. Vio la sangre en sus manos— Escúchame... Respira y cálmate. No entiendo que dices...
Nayeon asintió, su respiración volviendo a la normalidad poco a poco— Lo siento...
— Tranquila, está bien... ¿Ahora dime dónde está la persona herida?
Nayeon cerró los ojos por un momento, tratando de recordar con precisión el lugar donde se encontraba aquella camioneta donde abandonó a Minhee junto a su tío— Esta en un parque cerrado, a unos metros de donde me encontraste... Cerca del local de comida rápida... Pero debemos tener cuidado, esos tipos estaban armados.
Sunoh asintió, comprendiendo la gravedad de la situación—Vamos, volveremos a ese lugar, pero mantendremos los ojos abiertos. No nos dejaremos ver.
Ambos se subieron de nuevo a la motocicleta, y Sunoh arrancó, esta vez con más cautela. Nayeon miraba a su alrededor constantemente, sus sentidos en alerta máxima. La noche parecía más oscura, y cada sombra parecía ocultar una amenaza.
Al llegar al parque, Sunoh estacionó la moto a una distancia prudente. Caminando con cautela, se acercaron al lugar donde Nayeon grababa la camioneta. Sus corazones latían con fuerza, cada sonido amplificado en la quietud de la noche.
Al llegar, vieron la camioneta rodeada de paramédicos y una ambulancia con las luces encendidas. Nayeon sintió una punzada de alivio y miedo al mismo tiempo. Vio a Minhee detenerse junto a la ambulancia, con una expresión de shock en su rostro, mientras un oficial de policía se encontraba frente a ella. Tomó el brazo de Sunoh, deteniendo su caminata para que no se mostrara.
— Espera... Deberíamos quedarnos aquí.
—Nayeon ¿Qué pasa? —pregunto nuevamente confundido— ¿Por qué está Minhee ahí?
—Ésta la policía —susurró Nayeon, tratando de mantener la calma— Si me ven aquí junto a Minhee, harán preguntas que no puedo responder ahora.
Sunoh asintió, sin entender toda la situación. Ambos quedaron a pocos metros de distancia, observando la escena. El Sr. Lee se desplazaba en una camilla, la cual subieron rápidamente a la ambulancia, mientras una Minhee con la mirada perdida subía al auto de la policía. Ambos móviles partieron.
— Debemos seguirlos
Sunoh asintió, volviendo a la motocicleta— Vamos, te llevaré al hospital.
Se subieron a la motocicleta y siguieron a la ambulancia hasta el hospital. La mente de Nayeon seguía en un torbellino, pero al menos ahora había una dirección clara: estar al lado de su tío y asegurarse de que estuviera a salvo.
Cuando llegaron al hospital, Nayeon y Sunoh se apresuraron hacia la entrada de urgencias. Sin embargo, en cuanto llegó a la recepción dividió a su amiga Minhee junto al detective Haekyung.
—La detective —susurró Sunoh.
Nayeon tomó su mano para salir nuevamente de aquel edificio, Sunoh la siguió.
Una vez afuera, Nayeon se dejó caer sobre la fría pared, su cuerpo finalmente cediendo al agotamiento. Sunoh la miro, tomando su mano en un gesto de apoyo.
— ¿Estás bien? —preguntó suavemente.
— No —susurró Nayeon, las lágrimas comenzaron a correr por su rostro— Estoy aterrada, Sunoh...
Sunoh apretó su mano con fuerza— Estoy aquí contigo. No estás sola... ¿Hay algo que pueda hacer por ti ahora?
Nayeon negó con la cabeza— Solo... quédate conmigo. Eso es todo lo que necesito.
Sunoh asintió, manteniendo su agarre en su mano— No iré a ningún lado —la abrazó, ofreciendo consuelo en medio del caos— Pero quiero saber qué ha sucedido exactamente...
Nayeon lo miró unos segundos— Primero quiero irme a casa —susurró para que solo él oyera. El chico asintió—Te lo contaré, solo dame... tiempo, por favor.
El chico volvió a asentir para besar la coronilla de su chica. Se subieron a la motocicleta y se alejaron rápidamente del lugar. Nayeon miró hacia atrás una vez más, viendo las ambulancias estacionadas en aquel hospital. Sabía que le debía una explicación a su Sunoh, pero por ahora, lo más importante era mantenerse fuera del radar de la policía y pensar en cómo ayudar a su tío sin levantar sospechas.
La mañana siguiente Nayeon se despertó al notar que Sunoh no se encontraba allí junto a ella, se sentó en la cama frotando sus ojos. Recordando lo ocurrido la noche anterior, un suspiro salió de sus labios, estiró su brazo para tomar su celular miro a la hora, 5:53 pm, había dormido durante casi todo el día.
Revisamos los msj "Minhee", "Oh Jisoo", "Novio ♡" que estaban en la lista, junto a las 20 llamadas que había hecho los dos primeros. Por razones lógicas abrí primero el chat con Sunoh, leyendo el último mensaje, el cual había sido recibido a las 2 pm, el chico le avisaba que iría a su casa y volvería en un momento. Habían pasado casi cuatro horas de mensaje, frunció el ceño.
Luego abrió la chat con Minhee, dejó estática en su lugar, como si un balde de agua helada callera sobre ella, despertando del todo a la castaña.
Volví a leerlo mil veces, creyendo que tal vez lo había hecho mal anteriormente, sin embargo aquellas palabras no cambiaban.
Kitae lo sabe todo. Se lo confesé antes de terminar.
Lo siento.
Ese mensaje lo había recibido a las 3:01 pm
《Sunoh》 pensó automáticamente.
Se levantó rápidamente de su cama, se colocó un hoodi mientras intentaba comunicarse con Sunoh, no sabía si él ya lo sabría o no. Sólo sabía que si todo había terminado, quería ser ella quien se lo dijera.
Se dispuso a colocarse sus zapatillas, mientras amarraba su cabello en una coleta, en cuanto abrió la puerta para salir la figura de Sunoh apareció frente a ella. Se quedó en seco, mientras sentía la fría mirada de él. El semblante serio de su novio le indicó de inmediato que algo estaba mal.
— Sunoh... Recibiste mis llamadas ¿Porque no r...
— ¿Desde cuándo? —hablo el interrumpiendola, su voz era fría y controlada, pero con una tensión palpable— ¿Desde cuándo me haces esto? —Ella sintió un nudo formarse en su estómago. Sin saber que responder, se quedó en silencio. Los ojos de Sunoh estaban fijos en ella con una mezcla de preocupación y decepción— ¿Nuestra relación te importó tan poco?
— ¿Que? —dijo ella rápidamente. Trago saliva, su boca de repente se seca— No. No pienses eso.
— ¿Entonces cómo pudiste hacerme esto? —cada palabra pesaba en su boca.
Nayeon sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Los ojos de Sunoh se encontraban algo cristalizados, en una mezcla de dolor y rabia. Le dolía verlo así, intentó acercarse pero éste se alejo, estaba totalmente cegado y lo último que quería era lastimarla con alguno de sus impulsos. El solo queria escuchar de ella que aquello era mentira.
El rostro de Nayeon estaba pálido y sus labios temblaban mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas— No es lo que piensas —su voz sono algo quebrada— Puedo explicarlo.
El chico solo suspiro, mirando hacia el suelo— ¿Es cierto? —su voz apenas en un susurro cargado de angustia
Ella había imaginado esta escena miles de veces, pero ninguna de aquellas veces se acercó a lo que sentía en ese momento. Todo había terminado, ya no tenía a quién ocultar lo que había hecho, se sentía fatal al saber que nisiquiera tendría la oportunidad de oírlo por parte de ella. Sabía lo que él estaba pensando, lo que estaba pasando por su cabeza, aquella que siempre le jugaba en contra.
—Nose que es lo que crees o que te ha dicho Kitae... Pero debería ser yo quien te lo dijera —susurró apenas en un hilo de voz. Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de Nayeon. Él la observaba en silencio— Nunca te engañe con nadie y nunca lo haría... Solo eran cenas o almuerzos con desconocidos, nunca iba más allá de solo eso... No fue mi elección, nesecitaba dinero...
El aparato la miraba, pasando su lengua por su mejilla interior, se encontraba confundida. Pero sobre todo con la rabia acumulada y frustrada. Las palabras de Kitae contándole lo que hacia su novia por las noches seguían resonando en su cabeza, hiriendolo aún más.
Ella lo entendía perfectamente, era la única culpable.
— ¿Me odias? —se atrevió a preguntar. El no lo negó, tampoco afirmó aquello.
Ella lo vio alejarse, sin soltar alguna respuesta. Dejándola sola con el corazón roto. Tenía la intención de seguirlo, pero sus piernas no se movían y tampoco quería seguir lastimándolo, no sería justo.
Lo había perdido.
Kim Sunoh era conocido por sus impulsos y agresividad que reflejaba en su mirada, acciones que harían que las personas no se atrevieran a molestarlo o siquiera mirarlo. Ella había conocido esa faceta los primeros días en el instituto, lo creía un idiota más, sobre todo al notar lo cercano que era a Kitae, sin embargo el chico duro y agresivo se volvía totalmente opuesto con ella.
Eso había bastado para que ella se fijara en él. Pero ahora viendo como se alejaba de ella, totalmente dolido por sus acciones, desearía nunca haberlo hecho. Nunca se hubiera acercado a él.
Nayeon estaba junto a Minhee esa tarde, ambas sentadas en un banco bajo un gran árbol frente al hospital. Desde su discusión con Sunoh hace dos días, Nayeon apenas había salido de casa, consciente de que Minhee estaba cuidando al mayor. Esa mañana, al despertar, había decidido visitar a su tío en el hospital.
Ambas amigas permanecían en silencio. Nayeon no culpaba a Minhee por haberle confesado todo a Kitae. Sabía que quizás había omitido detalles, pero ya no valía la pena pensar en ello. La castaña tenía otros pensamientos, como lo que Jisoo le había contado, el teléfono perdido y los psicópatas. Suponía que el chico estaría ahora dentro del hospital, en la habitación del Sr. Lee, como habían planeado, dejando un nuevo teléfono a su disposición para comunicarse.
— Tengo montones de llamadas perdidas del profesor Cho —suspiró Minhee, tomando su bebida
Nayeon sonrió sin ganas— Yo también. Estoy ignorando sus llamadas —llevo su bebida a los labios y le di un sorbo.
— Sunoh —Nayeon la miró sin comprender— ¿Lo extrañas?
Nayeon se encogió de hombros— Aún no lo he procesado todo. Si lo extraño, pero de todas formas, creo que fue lo mejor.
Minhee escuchó a su amiga— Estaba pensando... ¿No deberíamos decirle la verdad a la policía? —preguntó, no muy seguro de sus palabras.
Nayeon la miró con atención— ¿Sobre qué?
— Sobre todo... Lo que hice, lo que hicimos —miró a su amiga
— No... Nos meteremos en problemas
— ¿Qué podría ser peor que casi morir? ¿No ves a ese hombre? Esa hacha... El sonido... La sangre —Minhee sacudió la cabeza, tratando de apartar esos pensamientos— Todavía tengo ese sonido en la cabeza, me da escalofríos volver a pensarlo.
— La policía nos arrestará —dijo Nayeon, consciente de que asustar a Minhee sería suficiente para evitar que siguiera hablando.
Su amiga negó con la cabeza— No lo harán —aseguró— Estuve investigando, incluso si confesamos... no iremos a la cárcel —su mirada se perdió en la distancia— Solo atraparán a ese imbécil. Ese imbécil lo merece —suspiró. Nayeon notó que Minhee aún llevaba puesta la pulsera en su muñeca.
«¿Cómo la conseguí de nuevo?» Se preguntó. Tenía que deshacerse de ella de alguna manera; Esa maldita pulsera podría ser evidencia, y si la policía la encontrara, estarían perdidos.
— Tenemos que seguir mintiendo —intentó convencerla— Es...
— ¿Por qué insistes tanto? —La interrumpió Minhee, visiblemente alterada— Sunoh y Kitae ya lo saben, no tenemos a quién más mentirle.
— ¿Por qué insistes tú? —respondió a la defensiva Nayeon— ¿Kitae te está presionando? ¿Es para que vuelvan?
— No... No tiene nada que ver con él —aseguró, con cierto resentimiento— Puedo tomar decisiones por mi cuenta y...
— ¡Pero tus decisiones son una mierda! —Nayeon la interrumpió, cansada de su actitud— ¿No te das cuenta de que por tu culpa el Sr. Lee está ahí? —señaló hacia el hospital, Minhee tragó saliva— ¿Quién cree que fue? ¿No has considerado que tal vez fue el propio "tío" por no deshacerse de ti? ¿Por qué crees que no quería trabajar contigo? —argumentó rápidamente, intentando sembrar dudas en su amiga, quien guardó silencio mientras asimilaba las palabras— ¿Recuerdas cuándo te dije que la única persona que consideraba mi familia estaba cerca, ayudándome? —volvió a hablar esta vez con un tono más calmado— Es ese tipo que ahora está en el hospital, al borde de la muerte —soltó, levantándose afectada por la discusión. Su amiga frunció el ceño, confundida al descubrirlo ahora.
— ¿Por qué no me lo dijiste?
— No quería que lo supieras... Mucho menos ahora. No quería angustiarte.
— Claro —respondió Minhee, molesta, con un ligero tono sarcástico.
Nayeon se volvió a mirarla, incrédula— No soy como tú, me preocupo por ti. No te traigo problemas.
— No me lo dijiste porque te quedaste con todo el dinero, ¿verdad? —la enfrentó— Por eso solo salía a citas y yo tenía que acostarme con ellos...
— No —negó Nayeon, dolida por el pensamiento de su amiga— ¿Crees que no intenté ayudarte? No puedes culparme por tus decisiones —frunció el ceño— Tú no necesitabas el dinero, podías dejarlo cuando quisieras. Yo... era lo único que me quedaba para sobrevivir. —Nayeon agarró su mochila, lista para irse, sin ganas de seguir discutiendo— Siempre te he ayudado. Siempre —subrayó— Y ahora que no estoy de acuerdo con tus planes, parece que no te importa...
— Y ahora... me estás abandonando... —casi preguntó Minhee, pero Nayeon lo interpretó más como una afirmación.
La castaña negó— No hablaré con la policía, no puedo hacerlo —Nayeon miró por última vez a su amiga, herida— Y... tú fuiste la que me abandonó primero...
Se giró para comenzar a caminar. La vista de Nayeon empezó a nublarse por las lágrimas que había reprimido con fuerza. Tragó saliva, intentando que el nudo en su garganta no doliera tanto. Todo se estaba volviendo demasiado duro para ella, y poco a poco estaba alejando a las personas. Nayeon quería creer que todo lo que estaba pasando era solo una pesadilla, como las que solía tener en las madrugadas cuando la culpa no la dejaba dormir. Excepto que esta vez sabía que no lo era.
Era la quinta vez que se lo preguntaba, sin comprender exactamente qué se debía aquello. Un mensaje de Bae Gyuri la había llamado a su casa, aunque no estaban cerca ni se llevaban bien. Ahí estaba, frente a la entrada.
Gyuri descendió para recibirla y llevarla adentro. La casa estaba envuelta en un silencio absoluto, aumentando la incomodidad entre ambas mientras avanzaban.
—¿Por qué me pediste que viniera? —Nayeon preguntó una vez dentro de la habitación de Bae—. ¿Planeas hacerme algo?
La pelinegra no respondió, dirigiéndose directamente hacia su armario. Nayeon frunció el ceño. Después de unos minutos, Gyuri reapareció con un traje azul marino y el cabello recogido, deteniéndose frente a ella.
—¿Parece alguien importante e intimidante? —preguntó Gyuri.
—No de todo —respondió Nayeon con sinceridad—. Pero la ropa no siempre reflejaba eso —añadió—. ¿Qué planeas hacer?
Gyuri soltó un suspiro pesado. —No tengo amigas a quienes consultar sobre esto —dijo secamente—. Así que te lo diré, ya que de todos modos lo sabes... Hoy veré a los psicópatas, aquellos que secuestraron a Jisoo e intentaron matar al Sr. Lee.
Nayeon abrió los ojos, sorprendida. —No —negó rotundamente—. Estás loca —se opuso—. No sabes quiénes son, son peligrosos, Gyuri...
La pelinegra se encogió de hombros. —No tenemos otra opción. Dicen que soy la única que no sufrirá si esto sale mal, voy a aprovechar eso —afirmó—. Tienes que ayudarme si quieres que nuestro negocio sobreviva —añadió Gyuri, convencida de su curso de acción.
Nayeon sabía que tenía razón. —Si sale mal, me lo haces saber de alguna manera, y sabré qué hacer —aceptó, aunque con dudas evidentes—. Pero no estoy de acuerdo.
Luchaba con la idea de estar tomando una decisión equivocada, de extraviarse en un camino incierto del cual no conocería el desenlace. Gyuri la miró expectante. —¿Cuál es el plan? —preguntó Nayeon.
Con la ayuda de Nayeon, Gyuri ajustó los últimos detalles de su atuendo mientras detallaba el plan que había concebido. Ambos habían ignorado las llamadas de Oh Jisoo, quien seguramente habría desaprobado cualquier estrategia ideada por ellas.
Nayeon acompañó a Bae hasta el lugar acordado para encontrarse con el psicópata, Ryu Dae Yeol. Se mantuvo a pocos metros de la entrada, preparada para cualquier resultado. Los minutos pasaban y solo podía esperar que todo se desarrollara según lo planeado.
Una llamada llegó a su celular. "Jin Sooim", leyó Nayeon en la pantalla mientras fruncía el ceño antes de responder.
—Señora Jin.
—Oh —un suspiro escapó de los labios de la mujer mayor al otro lado—. Nayeon, qué bueno que respondes —la amable señora dejó escapar una risa aliviada—. ¿Sunoh está contigo? Nos tiene preocupados, ya sabes cómo es su padre...
Nayeon tragó saliva. —Sí... ah, sí, está conmigo. Ahora fue por unas malteadas. Estuvimos estudiando, o eso intenté que hiciera —bromeó, soltando una risita para darle más credibilidad—. No tuvo tiempo de llamar, lo siento, le diré que lo haga en cuanto vuelva...
—Qué alivio. Su padre no está y me preocupaba que Sunoh no estuviera aquí —la mujer soltó un suspiro.
—Oh, es que pasó la noche en casa de Kitae. Seguro olvidó avisarle, ya sabe cómo son esos dos cuando se juntan... De todas formas, cuando regrese le diré que devuelva la llamada.
—Está bien, linda, no te quito más tiempo. Adiós y gracias.
—No te preocupes, adiós.
Nayeon colgó y se quedó pensativa. ¿Dónde estará Sunoh?
La hora pasó y el sol se estaba ocultando. Aquella tarde, allí sola, no le había sentado bien; su mente estaba inundada de pensamientos, con miles de voces imposibles de callar. Intentaba convencerse de que todo saldría bien y de que los tres iban por el camino correcto. Solo necesitaba tiempo, tiempo para poner en perspectiva esa maraña de voces e ideas. Ordenar sus miedos y sus objetivos, para darse cuenta de cuál iba primero y, sobre todo, por cuál estaba dispuesta a hacer cualquier cosa.
Se levantó rápidamente al divisar a Bae Gyuri caminando hacia ella. Se sorprendió al verla salir sola de aquel lugar. Dio unos pasos para acercarse y, una vez frente a ella, notó su angustia, suponiendo que algo había salido mal.
—¿Qué pasó? ¿Te hicieron algo? —tomó sus brazos, intentando verificar que la chica no estuviera herida. Gyuri negó con la cabeza.
—Estaba Jisoo. No pude entrar, quieren que trabaje con ellos y no le dieron opción —explicó.
—Mierda —susurró Nayeon, notando lo grave que se había vuelto todo—. ¿Y si l...
Ambas vieron a Jisoo salir del restaurante con un paquete envuelto en la mano. El chico se veía afectado, arrastraba los pies al caminar. Una camioneta negra, que conocían perfectamente, salió del estacionamiento. En ella se encontraban Daeyeol y su esposa. Nayeon vio al chico soltar el paquete para luego ponerse de cuclillas, tapándose el rostro con ambas manos, visiblemente frustrado. Después de unos segundos, se levantó y miró hacia las dos chicas. Nayeon pudo identificar la molestia en su rostro; lo entendía, después de todo, las cosas comenzaban a cambiar de rumbo y, por primera vez, la ligera sensación de que todo tendría un terrible final se volvía cada vez más realista.
Sin decir palabra, el trío caminó hasta la primera parada de autobús. El silencio los rodeaba, conscientes de lo serio que se había vuelto todo. La preocupación comenzaba a asomarse en sus rostros. Oh Jisoo mantenía la vista fija en algún punto perdido, esperando el autobús que lo llevaría de regreso a su casa, donde podría tirarse en la cama y llorar durante la noche. Nayeon, mentalmente, debatía si debía decir algo o sugerir un cambio de rumbo, pero nada agradable pasaba por su mente. Finalmente, Bae Gyuri, quien no había dicho palabra desde que Jisoo comenzara a llorar frente a ellas, también se mantenía en silencio.
Pasaron los minutos y, finalmente, el autobús llegó. Para Jisoo había sido una espera terrible. Se levantó en silencio y se marchó. Las dos chicas no se movieron de su lugar, demasiado ocupadas en sus pensamientos como para detenerlo o intentar hablar nuevamente. El paquete envuelto en una tela dorada quedó allí, en medio de ambas. Nayeon fue la primera en notarlo; curiosa, lo tomó y lo dejó sobre su regazo. Al abrirlo, sus ojos se desviaron hacia Gyuri, asombrada, queriendo verificar si lo que veía era real. Gyuri ya tenía la mirada clavada en la caja, repleta de billetes acomodados uno al lado del otro. Nayeon cerró la caja nuevamente, volviendo a cubrirla con la tela.
—Maldito Jisoo —susurró, al darse cuenta de la cantidad de dinero que había allí. El chico no había dicho nada al respecto, lo había dejado para que ellas se ocuparan, sin saber si alguna se dignaría revisar el paquete—. Hay que guardar esto —dijo rápidamente. Gyuri asintió—. Consejería —recordó—. Hay que llevarlo a la escuela...
Ambas subieron a un taxi, con dirección al Instituto Kyewang donde guardarían el dinero. El viaje se mantuvo en silencio nuevamente, bastante cómodo para ambas. Gyuri parecía divagar entre sus pensamientos hasta que el sonido de su celular la sobresaltó. Lo tomó y respondió la llamada de su madre.
Nayeon miró por la ventana, intentando no prestar atención a la conversación de Gyuri. La oyó gruñir y responder de mala manera hasta que finalmente cortó la llamada con un suspiro frustrado. Nayeon se giró a mirarla.
—Tendrás que continuar sola —dijo Gyuri, soltando una mueca de molestia y apoyando su cabeza en la ventanilla—. Tengo que regresar a casa.
—Okey —aseguró Nayeon. Notó la molestia de Gyuri y se debatía si preguntar o no—. ¿Está todo bien? —se animó a soltar.
Gyuri se giró para mirarla, para luego de unos segundos solo asentir en respuesta.
Pronto habían llegado, el taxi se tuvo frente al instituto, Nayeon tomó la caja envuelta para abrir la puerta dispuesta a bajar pero antes de que pusiera un pie afuera, Gyuri la tuvo.
— Ten —le extendio su cartera. Nayeon la miró sin entender— Mamá odiaba este bolso, me vera con él al llegar y no dudara en revisarlo —explico soltando un suspiro pesado. Nayeon asíntio, entendiendo su punto, lo tomo y se lo coloco en el hombro.
— Te lo llevaba a clases.
Bajó del auto, oyendo cómo se alejaba rápidamente, y se encaminó a pasos rápidos hacia el edificio escolar. Los pasillos vacíos le daban un ligero escalofrío, y la escasa luz amarillenta que se filtraba por las ventanas no ayudaba en nada. Apresuró sus pasos para llegar rápidamente a la consejería. Se sintió aliviada al finalmente guardar el dinero en el sofá, acomodando todo nuevamente en su lugar antes de sentarse unos segundos, sintiéndose cansada. Su celular comenzó a sonar.
—Hola —respondió.
—¿Por qué no respondías? —la voz al otro lado sonaba preocupada. Nayeon soltó un suspiro pesado.
—¿Dónde estás? —Silencio del otro lado—. Sunoh... Sooim me llamó preocupada. ¿Por qué no estás en casa?
—¿Puedes venir un momento? —el chico suspiró—. Por favor. Estoy en el Instituto.
Nayeon frunció el ceño, pero aceptó. —Estoy cerca, llego en un momento.
—Está bien, estoy en las gradas...
Nayeon se levantó, caminando hacia la puerta, notando que había olvidado la cartera de Gyuri. Se giró para recogerla y se la colgó al hombro antes de salir de la consejería. A pasos rápidos, debido al ligero escalofrío que le producía caminar sola por aquellos pasillos, cruzó la gran puerta hacia el patio. Allí, sentado en las gradas con los codos apoyados en sus rodillas y el rostro escondido, estaba Sunoh. Nayeon se acercó hasta él.
—Hola —susurró mientras se acercaba. Él se levantó lentamente, parándose frente a ella. Nayeon lo miró a los ojos y vio algo que no estaba bien. Se veía tan triste, tan roto, y la idea de que era su culpa la hería profundamente.
Sunoh la observó. Hacía días que no la veía y no sabía si era porque realmente estaba perdido en ella, pero la encontraba incluso más bonita que aquella noche cuando todo había terminado. Se detestaba por haberla tratado de esa manera. No era su culpa, ella no lo hacía por gusto, eso lo entendía, pero enterarse de esa forma había sido chocante y la compañía de Kitae no había servido de mucho en ese momento.
—¿Recuerdas cuando preguntaste si te odiaba? —tragó en seco. El pelinegro la miró a los ojos. Nayeon solo lo miró, obviamente recordando—. Nunca podría odiarte... Eres de las pocas cosas buenas que tengo.
La castaña sonrió a medias. —Sé que arruiné todo y sigo arruinándolo... Pero...
—Está bien —la interrumpió—. Sé que no fue tu intención y estoy dispuesto a perdonarte —se acercó, tomando su rostro entre sus manos—. Voy a mandar todo a la mierda por ti —los ojos de Sunoh comenzaron a llenarse de lágrimas—. Te necesito —confesó. Nayeon negó con la cabeza, sintiendo cómo sus palabras la herían lentamente. No podía hacerle esto.
Ella tragó en seco, intentando no romper en llanto por segunda vez en el día. —No —susurró—. No puedo —se alejó unos centímetros—. No puedo hacerte esto.
Sunoh la tomó del brazo, tirando de él, y la cartera de Gyuri resbaló hasta su muñeca. El chico la notó y la tomó entre sus manos. Nayeon intentó apartar el brazo, pero él la sostuvo fuertemente, acercándola a su rostro para poder verla mejor, notando lo caro que se veía el bolso.
—¿Quién te regaló esto? —preguntó, notablemente celoso y molesto. Nayeon no respondió—. ¡Responde! —exigió, elevando la voz, sobresaltando un poco a la castaña. Nunca lo había visto de esa forma, no había rastro alguno del Sunoh que había conocido. Nunca creyó que lo vería con tanto temor.
—Me estás lastimando —respondió, con voz temblorosa.
Sunoh miró sus manos, notando cómo presionaba el brazo de Nayeon, y rápidamente suavizó su agarre. Nayeon se alejó apenas la liberó, dando unos pasos hacia atrás. El chico miró al suelo, respirando profundamente y pasó una mano por su cabello. Nayeon acomodó el bolso nuevamente en su hombro, tragó en seco antes de volver a hablar suavemente.
—No quiero olvidar lo que fuimos —comentó, acercándose lentamente a él—. No quiero que se arruine —esta vez ella le colocó una mano en la mejilla. Sunoh la miró con lágrimas en los ojos—. No te hagas esto...
El chico acarició su mano. —Lo siento, no quería lastimarte...
—Lo sé —dijo Nayeon—. Pero ya basta —susurró, para luego abrazarlo. Sunoh escondió su cara en el hueco de su hombro, sintiendo por última vez tan de cerca el perfume de Nayeon—. Vuelve a casa...
Le sonrió tristemente cuando se alejó. El chico solo asintió mientras miraba el suelo. Nayeon sabía que estaba roto, pero no quería quedarse más tiempo allí o terminaría por olvidar todo.
No quería eso, no podía hacerle eso. Él era un buen chico, probablemente en algún momento encontraría a una buena chica, se olvidaría de ella y sería feliz. Ella ahora solo tenía una cosa en mente... Nayeon solo estaba tratando de cumplir su sueño; acabar con esa vida que se había vuelto tan extraña y ordinaria a la vez, para finalmente ser feliz.
Comenzó a caminar hacia la entrada, tragando el nudo en su garganta. Ya había llorado suficiente los últimos días. Salió hacia la avenida; pocos autos pasaban por allí debido a la hora. Un suspiro escapó de sus labios al notar que ningún taxi se acercaba. Cansada, decidió caminar hacia la parada del autobús.
El celular dentro del bolso de Gyuri sonó. Nayeon se detuvo en seco. Conocía ese tono perfectamente. Abrió el bolso y sacó el celular de Jisoo. "Imbécil psicópata" marcaba la pantalla. Tragó en seco y llevó el celular a su oreja, su corazón latiendo con fuerza.
Dae Yeol comenzó a parlotear, su voz resonando con una frialdad que irritaba a Nayeon. Ella intentaba mantener la compostura, hablando con una serenidad que la sorprendía a sí misma. Rechazó cada una de las ofertas de aquel hombre, su mente trabajando a toda velocidad, aunque no estaba segura de lo que hacía. Tenía la esperanza de que todo no terminaría en nada.
—Vamos, carajo —se oyó al hombre del otro lado de la línea—. Hablas tan bien, niña.
Nayeon se detuvo en seco, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.
—Hasta pareces un adulto —Ryu Dae Yeol soltó una risa irritable, que resonó en su oído como el chirrido de una puerta oxidada.
El chirrido de llantas contra el asfalto la hizo volverse de golpe. Una luz le dio de lleno en la cara, dejándola momentáneamente cegada. El terror la invadió al reconocer al hombre de cabello corto y mirada fría sobre el auto. De repente, la presión de un pañuelo contra su cara la sobresaltó. Sintió unos brazos fuertes tomándola por detrás. Forcejeó desesperadamente, intentando no inhalar el dulzón y extraño aroma que emanaba del pañuelo. Su cabeza comenzó a doler y su cuerpo, a debilitarse. Con su último aliento de conciencia, vio el rostro de Dae Yeol, riendo junto a una mujer. Luego, todo se desvaneció en la oscuridad.
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