──────DIEZ.
10 ⁝ "ULTIMO LAMENTO"
Sentada en la esquina de la sala, Nayeon se sentía abrumada por el vacío que llenaba el espacio a su alrededor. Las paredes amarillentas proyectaban una sombra aún más sombría sobre ella, haciendo que todo pareciera más oscuro de lo habitual. Sus ojos se posaron en la foto de su difunto tío sobre el ataúd, una imagen en blanco y negro que evocaba recuerdos que prefería enterrar. Apartó la mirada, incapaz de soportar la intensidad de aquel momento.
Ya había cumplido con las reverencias tradicionales, pero se quedó en su lugar, sintiendo la soledad envolviéndola como un manto pesado. Sabía que pocas personas venderían; Su tío había vivido una vida tranquila y solitaria. Sin embargo, esperó, aunque sabía que estaba sola en ese sentimiento.
Los pasos que resonaron desde la entrada atrajeron su atención, pero no se volvieron para ver quién llegaba. Un hombre mayor se acercó silenciosamente hasta quedar frente al altar. Nayeon supuso que era un amigo de su tío, el único que se había tomado la molestia de venir en las tres horas que ella llevaba allí.
—"Tendremos que dejar la comida para cuando nos volvamos a ver", escuchó al hombre decir con voz solemne, seguido de una risa melancólica que parecía resonar en el silencio opresivo de la sala.
Cuando el hombre se giró y sus ojos se encontraron con los de Nayeon, ella sintió compasión en su mirada. Aparté la vista rápidamente, sintiendo un nudo en la garganta. Odiaba que la vieran así, vulnerable y deshecha. Luego volvió a quedarse sola, esperó en silencio, buscando algo de consuelo en la presencia de alguien más, aquella que no llegaba.
El sonido de pasos resonó en la entrada, atrayendo su atención. Esta vez, se giró para ver quién llegaba. Para su sorpresa, vio a Sunoh, su ahora ex novio, acercándose con paso cauteloso hacia el altar. El corazón de Nayeon dio un vuelco ante su presencia inesperada, no esperaba verlo luego de todo lo que había ocurrido, mucho menos allí en aquel lugar ¿Cómo había llegado alli? Sunoh se detuvo frente al ataúd y observó la foto de su tío con seriedad, hizo las correspondientes reverencias.
No intercambiaron palabras; las emociones eran demasiado densas para ser expresadas con palabras.
Después de un momento, Sunoh se giró hacia Nayeon. Sus miradas se encontraron y un susurro silencioso de apoyo pasó entre ellos. Nayeon tragó saliva, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escaparse. Era reconfortante ver a Sunoh allí, compartiendo su dolor.
Esa noche, al llegar a casa, Nayeon se dejó llevar por el dolor. Lloró y gritó contra la almohada, tratando en vano de ahogar el dolor que la consumía. Sabía, en lo más profundo de su ser, que nada de eso cambiaría lo ocurrido. La policía había investigado el incidente en el Karaoke Banana; aunque no lo supiera en ese momento, sospechaba que Minhee había hablado con la detective y contado toda la verdad.
Nada salió como lo planeado. Sus sueños se desvanecieron en cuestión de semanas, dejándola desorientada y abatida. Incluso después de haberse preparado para lo peor, Nayeon se encontraba completamente devastada por la realidad que enfrentaba.
Durante todo el fin de semana, Nayeon no había pronunciado palabra con nadie. Se recluyó en su casa, apagó su celular y se sumergió en el confort de sus suaves sábanas, tratando de olvidar, o al menos intentándolo, todo lo que había sucedido. Siquiera había vuelto a hablar con Sunoh, quien después de aquel reencuentro con ella se había marchado. Confundido por las emocionas que la chica lograba despertar en el y a la vez la pequeña punzada de rechazo que sintió en ese momento, debido a los recuerdos. El chico aun tenia mucho que pensar sobre toda aquella situación. Nayeon lo sabia y no lo culpaba por aquello.
Al comenzar la mañana del lunes, la noticia ya se había esparcido por toda la clase. Los rumores se propagaron velozmente y pronto toda la escuela estaba al tanto. Confirmaba lo que ella había sospechado: Minhee lo había confesado todo. Lo único que la sorprendía era que la detective Lee aún no se había comunicado con ella, aunque no descartaba que lo hiciera en cualquier momento.
"Las prostitutas de la clase 2-5" era el tema predominante en los pasillos. Nayeon sintió todas las miradas posadas sobre ella al entrar al edificio donde cada mañana cursaba. Se sintió incómoda por un momento, pero reprimió ese sentimiento. Tragó saliva y levantó la mirada, decidida a no dejarse intimidar por quienes la rodeaban. Ya no tenía nada ni a nadie que le ocultara su vida. Caminó con paso firme por los pasillos hacia su clase.
Aunque nunca antes había experimentado tal humillación, se conocía lo suficiente como para saber que podía soportarla. Al entrar al salón, notó algunas miradas furtivas y murmullos entre las amigas de Minhee. Un simple vistazo de Nayeon las hizo callar.
Sintió los ojos de Oh Jisoo posados en ella, pero lo ignoró por completo. No estaba segura de lo que hacía; solo quería que el día transcurriera con normalidad, como cualquier otro.
Afortunadamente, las horas siguientes pasaron rápidamente para la castaña. Intentó concentrarse en las notas frente a ella, tomando apuntes de la clase para distraer su mente de las preocupaciones, al menos por un tiempo. Cuando sonó el timbre del receso, Nayeon se levantó de su asiento rápidamente, deseando salir de ese sofocante salón.
Oh Jisoo la siguió y comenzó a caminar detrás de ella.
— ¿Cómo estás? —preguntó el chico.
La preocupación en su voz era evidente y Nayeon lo notó. Pequeños fragmentos de sus interacciónes inesperada con él vinieron a su mente. Aquel beso. Borro aquello de su cabeza— ¿Cómo se supone que debo estar? —respondió.
— Tienes razón, lo siento... ¿Dormiste algo?
— No mucho... —suspiró mientras caminaban bajo las miradas curiosas de otros estudiantes. Tragó saliva— Me miran como si fuera lo peor, pero ya no me importa... ninguno de ellos.
— Toda la escuela está hablando —Oh Jisoo se rascó la nuca, observando a algunos de sus compañeros que los observaban— ¿Crees que Minhee habló con la policía?
Nayeon encogió los hombros— No lo sé. No he hablado con ella desde... hace días. No creo que haya dicho nada; la detective aún no se ha acercado a mí. ¿Y Gyuri?
— No he vuelto a hablar con ella. Está decidida a seguir adelante con esto. Le dije que podía continuar sola si así lo deseaba —respondió él, deteniéndose junto a Nayeon.
— ¿Continuar?...
Su atención se dispersó entre las voces de las ex amigas de Minhee, que ahora la habían convertido en blanco de sus burlas. Nayeon lo notó de inmediato y dejó a Jisoo atrás para avanzar hacia ellas, presenciando cómo intimidaban a su mejor amiga, bloqueando su paso. Se sorprendió al ver que Minhee no respondía.
Una de ellas golpeó ligeramente la cabeza de su amiga— ¿No vas a decir nada? Di algo —instigó con desdén.
Nayeon se acercó por detrás y tomó el codo de Suji, ejerciendo una presión firme con su dedo pulgar en su tendón. La chica soltó un pequeño grito, alarmando a sus otras dos amigas, que se giraron para mirarla. Nayeon les sonrió falsamente. Miró directamente a Suji— Siempre quisiste hacer esto, ¿verdad? —soltó una pequeña risa, observando a la chica quejarse de dolor— Ahora que encontraste una excusa, decides ser una idiota... Felicidades, bonita, has cumplido tu sueño. Ahora sigue tu camino y ve a molestar a alguien más —dijo con un último apretón antes de soltarla y empujarla ligeramente, haciendo que la pelinegra se tambaleara y sus amigas la rodearan.
Suji se enderezó y la miró con desdén— Ya veo por qué eran amigas... la mierda atrae a la mierda.
— Tu grupito, un ejemplo perfecto ¿verdad? —Nayeon se acomodó el cabello— ¿Sabes cuál es la diferencia entre la mierda y la basura? La basura ya no sirve y huele mal, al igual que ustedes... y mierda, les voy a dejar la cara si vuelven a molestarla —amenazó con seriedad esta vez, clavándoles una mirada intensa mientras daba unos pasos hacia ellas.
La escuela y ella misma eran conscientes de que su belleza iba de la mano con su capacidad para la malicia, ambas cualidades mezcladas en su pequeño cuerpo. Con simples palabras y expresiones precisas, lograba infundir un terror palpable, capaz de silenciar murmullos con una sola mirada.
— Oigan... —interrumpió la débil voz de Jisoo antes de que la discusión continuara. Las cinco chicas se volvieron hacia el tímido chico y notaron la presencia del vicedirector en los pasillos.
El grupo de chicas se retiró, lanzándoles una última mirada, especialmente a Minhee, quien aún permanecía en silencio. Nayeon se giró hacia su amiga.
— Mantén la cabeza en alto, aunque sientas que tienes el cuello sucio... —susurró.
Nayeon paso por su lado, mientras Oh Jisoo se acercaba a Seo, ahora bombardeándola con preguntas sobre si había hablado con la policía o no. Nayeon los observó desaparecer por la puerta que conducía al patio.
— Creí que no vendrías — dijo el pelinegro cuando ella se acercó a él, a pocos metros de distancia.
Estaban en la playa de Sokcho, al noroeste de la ciudad. Nayeon había tardado una hora y media en llegar hasta allí, pero no le importó; aquel lugar era su refugio, y el mensaje de Sunoh había sido la excusa perfecta para escapar de las miradas acusadoras del instituto.
La castaña levantó la mirada y le regaló una sonrisa tenue. — No quería estar en clase... — dijo mientras se agachaba para desatar los cordones de sus blancas Adidas. Sunoh sonrió ligeramente mientras la observaba.
— ¿Siempre será así? —preguntó él con una sonrisa divertida. Conocía bien ese hábito de Nayeon.
Ella asintió mientras sentía la tibia arena entre sus dedos, mientras comenzaban a caminar por la playa. Sunoh tomó las zapatillas de Nayeon sin siquiera preguntar; parecía un día como aquellos tiempos en los que sus problemas no habían salido a la luz.
— Quería disculparme contigo, siento mucho lo de tu tío también siento no haber dicho nada, Nayeon me lo dijo... ¿como estas ahora?
Nayeon levantó la mirada y se encontró con el perfil de Sunoh, perdido en la distancia del mar. Un suspiro escapó de sus labios— No estoy en mi mejor momento. Pero me hizo bien verte alli, gracias por asistir —un suspiró salio de su boca— ¿Estuviste en el karaoke?
El chico hizo una mueca, recordando— Kitae recibió un mensaje... Estaba allí —Sunoh la miró y ella entendió a quién se refería— Queríamos ayudar... Creí que necesitabas mi ayuda —su voz se llenó de pesar— Lo empeoramos todo, ¿verdad?
Nayeon negó con tristeza— Todo estaba destinado a ser un desastre, desde hace tiempo —dijo sinceramente, levantando la mirada para encontrarse con los ojos de Sunoh— Estábamos solo posponiendo lo inevitable —suspiró, mirando de nuevo al mar que se extendía ante ellos— No es tu culpa.
Sunoh guardó silencio, contemplándola mientras los rayos del sol iluminaban su rostro, resaltando sus facciones. Le parecía increíblemente hermosa. Tragó saliva— Quizás deberíamos haber cuidado mejor lo que teníamos...
El término "teníamos" resonó en la mente de Nayeon, apuñalando su corazón. Se sintió estúpida, se odió a sí misma y a esa parte de ella que aún no quería aceptar lo real de la situación. Como si la burbuja que había creado se desmoronara con esa palabra. Un nudo se formó en su garganta.
Detuvo su caminata lentamente— Teníamos... —susurró, como si decirlo en voz alta hiciera que la realidad fuera menos dura de asimilar— No puedes estar con alguien como yo, ¿verdad? —preguntó, aunque en el fondo sabía la respuesta. Sabía que él merecía algo mejor.
— Ese no es el punto, Nayeon —aclaró rápidamente Sunoh—. No podemos seguir adelante si no aclaramos las cosas...
Ella se giró para enfrentarlo. Sunoh la miró fijamente— Tienes razón... Lo siento. No tengo derecho a decir nada.
— Siempre... —Sunoh tomó su rostro entre sus manos— Siempre sentiré algo por ti...
— Pero... —ella lo interrumpió, continuando su frase— Sigues dolido conmigo... Lo entiendo.
Kim negó con la cabeza— No, ya no lo estoy —aseguró—. Te perdono. Quiero recordarnos con cariño y no seguir arruinándolo todo... —recordó las palabras de Nayeon aquella noche en las gradas del instituto.
Nayeon asintió en silencio. No quiso hablar, temía que cualquier palabra que dijera terminara por quebrarla. Le dolía que él se sintiera culpable, cuando todo se había desmoronado por sus propias mentiras. Ella era la única culpable, y no podía perdonarse por ello. El único rayo de luz en su vida, y lo había perdido por su culpa.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y una única lágrima cayó por su mejilla. Se aferró a él cuando Sunoh tomó su mano y la atrajo hacia sí, envolviéndola en un abrazo. Era inevitable que las lágrimas comenzaran a fluir sin control. Se aferró a él, con los brazos alrededor de su espalda, apoyando la cabeza en su hombro, respirando su colonia, deseando que el tiempo se detuviera en ese lugar.
En ese momento, el miedo creció dentro de ella, enfrentándose a la realidad de su soledad— Lo siento... —susurró Nayeon, en medio de las lagrimas, dejándose consolar por Sunoh, quien le aseguraba que todo estaría bien.
Se aferró a el un poco más, como si ese abrazo pudiera detener el tiempo, como si, por un momento, todo volviera a ser como antes. De repente todo se colocara frente a ella en un espejo, reflejando las decisiones que había tomado en su intento por llevar una vida ordinaria. Se quedaron asi un momento, su respiración se acompasó con la de él, sintiendo las suaves caricias de Sunoh en su cabello tratando de contenerse, por unos segundos se permitió olvidar el caos que la esperaba fuera de ese refugio temporal. Sabía que no volvería a tener esta paz. No de nuevo— Todo estará bien, Nayeon. Todo se arreglará.
Ella cerró los ojos, sintiendo las lágrimas acumularse nuevamente. Quería creerle, quería aferrarse a esas palabras, pero sabía que la realidad era diferente. Todo lo que había hecho, todo lo que había ocultado, ya había marcado el final.
—Tienes razón —dijo finalmente. Se despegó lentamente de Sunoh, su abrazo aún en su memoria, pero su mente ya comenzaba a vagar hacia otro lugar. Se limpió las lágrimas, tratando de recomponerse. Sabía que ese instante de consuelo era efímero, que la realidad seguía ahí, acechándola.
Horas más tarde, al llegar a casa, la tranquilidad que había sentido con Sunoh se desvaneció en cuanto su teléfono comenzó a sonar insistentemente. Era Oh Jisoo, su cómplice en decisiones que habían marcado su vida de una forma que ella misma no podía ni quería admitir. El pánico en su voz era evidente.
—¡Nayeon! ¿Lo viste? ¡Se llevaron al profesor Cho! ¡Nos van a descubrir, lo sé! —la voz del chico temblaba—. Tenemos que irnos del país, aún queda dinero, podemos hacerlo... ¡Por favor, di que lo harás!
Nayeon sintió cómo su corazón se aceleraba— ¿Que dices? Cálmate. No nos van a atrapar, nadie va a irse del país
— ¡No tenemos otra opcion! No quiero terminar en la cárcel Nayeon... ¡Por favor! —por un segundo, pensó en negarse de nuevo, pero la desesperación de Jisoo la dejó atrapada en un dilema— ¡Di que vendrás conmigo, no puedes quedarte!
No podía soportar otro colapso emocional en su vida. Así que mintió— Está bien, Jisoo... lo haré, nos iremos —dijo, su voz suave y temblorosa, pero lo suficientemente convincente como para calmarlo— Iré a tu casa, espérame allí
Cortó la llamada, y el aire se sintió más pesado a su alrededor. Mientras intentaba procesar lo que acababa de hacer, su teléfono sonó nuevamente. Esta vez, era Minhee, su mejor amiga. Nayeon respiró hondo y respondió.
—Minhee, ¿qué pasa? —preguntó, tratando de sonar normal.
—Necesito verte —dijo Minhee, su tono serio—. Hay algo importante de lo que tenemos que hablar.
Nayeon asintió, aunque sabía que Minhee no podía verla. Una sensación incómoda se instaló en su pecho. Las mentiras, los secretos, todo comenzaba a pesar más de lo que jamás había imaginado. Sin embargo, no pudo negarse a ver nuevamente a solas a su mejor amiga, tenía la ligera esperanza de que tal vez podrían arreglar aquellas indiferencia que ambas habían comenzado a tener hace días. Así que allí estaba, subiendo las interminables escaleras, creyendo que había mejores lugares para reunirse, sin embargo la cito ahí; en un lugar en el que nunca estuvieron y rodeadas de escaleras.
Busco con la mirada aquella cabellera castaña rojiza que tanto conocía, se sorprendió en cuanto llego a la cima de aquellas escaleras para ver a su mejor amiga marcharse desde el otro extremo a toda prisa y Jisoo en el suelo.
Se acerco hasta quedar parada junto al chico Oh— ¿Que ocurre? —pregunto con cierto temor en su voz.
Jisoo levanto la mirada y Nayeon noto las lágrimas en sus ojos— Lo sabe todo —argumento el chico, tragando en seco— De mi, de ti y Gyruri.
— Mierda.
Nayeon camino rápidamente, siguiendo a su mejor amiga, debía hablar con ella. Nuevamente otra personas importante en su vida, había descubierto sus mentiras y no había sido ella quien se lo confesara.
Bajo por las mismas escaleras por donde se había perdido la de cabellos rojizos, encontrándola sentada en los escalones de esta oyendo una grabación de audio, la castaña se detuvo en seco.
" ¿Gyuri lo sabia?
Solo fui yo.
Nayeon... Por eso estaba contigo todo el tiempo, ella es parte de esto.
No, ella no hizo nada. Sólo fui yo, yo lo empecé.
Ni siquiera le importó acabar con la vida de su propio tío.
No pudimos detenerlo. Ella lo intento, no es su culpa... Es mi culpa "
Nayeon descendió rápidamente las escaleras al escuchar la grabación que los exponia. Cada paso resonaba en su cabeza como un tambor de desesperación mientras se precipitaba hacia donde Minhee estaba parada, el teléfono en sus manos como un arma cargada.
— ¿Qué has hecho? —exigió Nayeon, agarrando el brazo de su mejor amiga antes de que pudiera escapar. Minhee trató de soltarse, su expresión mezclaba sorpresa y furia.
— Lo sabías todo. ¿Creías que podías reírte en mi cara? —Minhee espetó con amargura, intentando liberarse del agarre de Nayeon.
— No es lo que parece... Por favor, déjame explicar. Borra eso, por favor —rogó Nayeon, desesperada por evitar que la verdad se extendiera como una mancha imborrable.
— ¿Por qué debería borrarlo? ¿Porque terminaste gustándote ese idiota? ¿O ahora estás con él por el dinero? ¿Eres su puta ahora? —Minhee gritó, sus palabras cortantes como cuchillas en el aire tenso entre ellas.
Nayeon vio a Minhee bajar un par de escalones, sus propios pasos retrocediendo en el tiempo hacia un abismo de desesperación. Todo por lo que había luchado, amenazaba con desvanecerse en un instante si Minhee decidía llevar la evidencia ante la policía. No tenía padres, ni tutores legales; el futuro incierto y la desesperación la empujaban hacia un precipicio sin fondo.
Con las manos cubriéndose el rostro, Nayeon notó una sombra que pasaba frente a ella. Levantó la mirada para ver a Jisoo intentando calmar a Minhee, pero su amiga estaba cegada por la ira y la traición.
— No voy a eliminar nada. Son criminales y van a pagar por lo que hicieron. Por lo que nos hicieron... —las palabras de Minhee resonaron en el aire como un veredicto de condena.
"No puedo permitir que eso suceda", pensó Nayeon con una determinación feroz. Sin pensar dos veces, se acercó rápidamente a su amiga, sintiendo el calor de la rabia y el miedo quemando en su interior. Agarró el brazo de Minhee con fuerza, intentando arrebatarle el teléfono.
—¡Suéltame! —gritó Minhee, su voz temblando de ira y desesperación mientras forcejeaba con Nayeon por el control del dispositivo.
—¡No arruinarás mi vida! —vociferó Nayeon, sus manos temblorosas tirando del brazo de Minhee con una fuerza ciega y desesperada. Fue un empujón accidental, un segundo que no pudo detener. Minhee perdió el equilibrio, y en cámara lenta, Nayeon vio cómo su amiga resbalaba por los escalones, cayendo con un golpe sordo que resonó en el silencio de aquella desolada calle. El impacto reverberó en el aire como si hubiera roto algo más que huesos.
Jisoo reaccionó instintivamente, lanzándose hacia adelante para atrapar a Nayeon antes de que cayera junto a su amiga. Logró detenerla, pero no a tiempo para evitar el sonido horrible de sus rodillas golpeando los escalones. Nayeon se quedó paralizada en aquel escalón, incapaz de moverse. El mundo parecía distorsionado, los sonidos, lejanos. Su respiración se volvió irregular, apenas podía sentir su cuerpo. Todo se había detenido menos la imagen de Minhee, tirada unos escalones más abajo, su cabeza golpeada, con sangre brotando lentamente y empapando el suelo.
—No... no... no... —murmuró Nayeon, sus palabras desintegrándose en el aire, llenas de un terror que no podía contener. Su cuerpo sacudido por espasmos de pánico, mientras veía cómo la vida de Minhee se deslizaba ante sus ojos. Su mente se debatía entre la necesidad de ayudarla y la culpa que la envolvía como una sombra sofocante—¡Minhee! —gimió, arrastrándose torpemente hacia ella, su voz apenas un susurro desesperado—. ¡Minhee, por favor! ¡Lo siento! No quise...
Las palabras se desmoronaban mientras trataba de alcanzarla con manos temblorosas, pero se detenía a medio camino, como si no mereciera tocarla, como si el daño ya fuera irreparable. Minhee, aún consciente, pero dolorosamente herida, la miró con ojos llenos de confusión y dolor. No podía hablar, pero su mirada fue suficiente para que Nayeon sintiera cómo la culpa la aplastaba, asfixiándola. Era como si todo se estuviera rompiendo a su alrededor, y ella no sabía cómo detenerlo.
—¡Nayeon, tenemos que irnos! —la voz de Jisoo resonó en su cabeza como un eco distante, pero real. Él la agarró del brazo con urgencia, tirando de ella para alejarla de Minhee—. ¡La policía vendrá! ¡Tenemos que irnos ahora!
Nayeon se resistió, empujándolo mientras sollozaba sin control—¡No puedo dejarla! —gritó, la desesperación rasgando cada palabra—. ¡Es mi culpa! ¡Déjame ayudarla!
Pero Jisoo la arrastró lejos, con fuerza, sin dejarle opción. La adrenalina lo empujaba a actuar rápido, pero dentro de él también sentía el miedo. Sabía que Minhee estaba malherida, y el tiempo corría en su contra.Cuando llegaron al departamento de Jisoo, todo era un caos en la mente de Nayeon. El shock la mantenía aturdida, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Se dejó caer en el suelo, con las rodillas dobladas y las manos temblorosas aferradas a su pecho, mientras las lágrimas caían sin cesar.
Jisoo, sin saber qué más hacer, se movía frenéticamente por el departamento, recogiendo cosas, preparando lo que fuera necesario para huir. Pero Nayeon no podía pensar en escapar. Todo lo que podía sentir era la culpa que la estaba consumiendo desde adentro.
—No... no puedo... no puedo dejarla allí —dijo con la voz rota, levantándose con dificultad—. Minhee... no puede estar sola.
—¡No puedes volver! —respondió Jisoo, interponiéndose rápidamente entre ella y la puerta. Su voz era firme, pero el miedo lo atravesaba—. ¡La policía ya estará allí! ¡Si vuelves, te atraparán! ¡Ella estará bien!
—¡No estará bien! —gritó Nayeon, perdiendo el control, su voz desgarrada por el dolor y la rabia—. ¡Todo esto es culpa mía! ¡Déjame salir! —Comenzó a empujar a Jisoo, sus golpes erráticos y desesperados. Ya no le importaba nada más, solo la necesidad abrumadora de corregir el error que acababa de cometer—¡Déjame salir! —gritaba una y otra vez, golpeando la puerta con furia, como si fuera lo único que pudiera liberar el sufrimiento que la quemaba desde adentro.
Jisoo la dejó desahogarse, observando impotente mientras los golpes de Nayeon se hacían más débiles, hasta que sus manos enrojecieron y sus nudillos empezaron a sangrar. Finalmente, la tomó por detrás, alejándola de la puerta con firmeza pero suavidad—Ya basta... —le susurró, sujetándola con fuerza—. Te estás lastimando. No podemos cambiar lo que pasó.
Nayeon se desplomó en sus brazos, su cuerpo sacudido por sollozos incontrolables. La rabia se transformó en desesperación, y la culpa la consumía como una marea oscura. Sabía que Jisoo tenía razón, pero nada de eso importaba en ese momento. El daño estaba hecho, y no había vuelta atrás.
—Todo estará bien —le dijo Jisoo, aunque sabía que sus palabras eran huecas, vacías. Porque nada estaba bien, y ambos lo sabían.
Nayeon se desplomó en la silla, respirando pesadamente mientras intentaba procesar la magnitud de lo ocurrido. El agotamiento físico y emocional la abrumaba, como si su cuerpo no pudiera sostener más peso. Las lágrimas se habían detenido, pero el dolor seguía siendo abrumador, enterrado profundamente en su pecho.
Se levantó lentamente, sus piernas todavía temblorosas, y se dirigió al baño. La luz fría del espejo reflejaba una imagen que apenas reconocía. Su rostro estaba pálido, sus ojos hinchados y rojos por el llanto. Las pequeñas manchas de sangre seca en su camiseta le recordaban lo que había pasado, y su estómago se revolvió.
Miró sus manos, sus nudillos aún adoloridos y levemente enrojecidos por los golpes contra la puerta. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó el celular de Minhee. Lo miró por un momento, como si fuera un símbolo del peso de todo lo que había perdido, y lo colocó con cuidado sobre el lavamanos. Solo entonces se permitió respirar profundamente.
Abrió el grifo, dejando que el agua fría corriera por sus manos temblorosas. Mientras limpiaba con delicadeza la sangre seca de sus nudillos, los recuerdos de los últimos minutos volvieron a su mente con una claridad perturbadora. La caída de Minhee, el sonido de su cuerpo golpeando los escalones, la sangre... Quiso ahogar esos pensamientos, pero seguían asomándose, implacables.
Nayeon cerró los ojos, dejando que el agua fluyera mientras intentaba calmar la marea de emociones que la asfixiaba. Respiró profundo, una y otra vez, hasta que sintió que su corazón comenzaba a latir con más normalidad. Pero la culpa no desaparecía, aún la atormentaba, como un susurro constante en su mente.
— Nayeon, tenemos que irnos —la voz de Jisoo rompió el silencio, sacándola de su ensimismamiento.
Nayeon abrió los ojos y apagó el grifo, mirando su reflejo en el espejo mientras recogía su cabello en una coleta alta. La rabia había disminuido, pero la desesperación seguía presente, aunque sentía que estaba más controlada. El caos en su interior comenzaba a aquietarse, pero sabía que el remolino de emociones aún la seguiría. Se acercó a la puerta, y justo cuando estaba a punto de abrirla, escuchó voces del otro lado. Frunció el ceño y se acercó para escuchar.
— ¿Vendiste a mi chica? —la voz de Kitae resonó a través de la puerta, cargada de ira contenida— Sabes lo que me contuve para venir aquí solo. Sunoh estaría feliz de estar aquí, pero quería matarte yo mismo. Dime, ¿Minhee lo sabe? ¿Nayeon lo sabe?
Jisoo guardó silencio, sorprendido de que Kitae ya estuviera al tanto de todo. Nayeon se llevó una mano a la boca, conteniendo la respiración mientras se daba cuenta de que Kitae estaba justo afuera.
Sintió un sobresalto cuando el celular de Minhee sonó de repente sobre el lavamanos. Giró hacia él y se estremeció. Cuando intentó apagarlo, la puerta del baño se abrió de golpe, asustándola tanto a ella como a Kitae, que la miraba con una mezcla de incredulidad y rabia.
— ¿Qué haces aquí? —Kitae preguntó bruscamente, su mirada cayendo sobre el teléfono en manos de Nayeon. Se acercó rápidamente y lo arrebató de sus manos con fuerza. La pantalla rota y las manchas de sangre fresca le revolvieron el estómago, su mente buscando entender lo que veía— ¿Dónde está Minhee?
— Yo... No fu... Fue un accidente, no q...
No pudo terminar de hablar debido al ruido del cristal rompiéndose. Vio a Kitae tomar su cabeza y golpearla contra el lado mientras caía debido al impacto. Oh Jisoo estaba detrás de él, con la furia pintada en su rostro.
— Vámonos —se apresuró a argumentar Jisoo, levantando a Nayeon y ayudándola a salir del baño.
Nayeon pasó por el lado de Kitae que aún seguía en el piso. Tan pronto como cruzó la puerta del baño, la mano de Kitae se aferró a su tobillo, tirando de él con brutalidad. Nayeon cayó al suelo en un golpe seco, colocando sus manos a los costados para intentar frenar el impacto, pero fracasó. Su cabeza golpeó fuerte contra el suelo, desestabilizando sus sentidos.
Jisoo, que ya estaba en la puerta, se detuvo al notar que Nayeon no lo seguía. Retrocedió rápidamente para encontrarla en el suelo mientras Kitae se levantaba.
— Los rumores eran ciertos —dijo Kitae, soltando una risa cruel mientras miraba a Nayeon, que fruncía el ceño debido al dolor— Estás con este imbécil... Siempre creí que Sunoh te sería infiel primero, pero eres más perra de lo que pensaba —escupió, moviendo levemente a Nayeon con su pie— Hija de puta —susurró con desdén.
Kitae levantó la mirada para encontrar a Jisoo observando la escena, rápidamente se dirigió hacia el quien intento golpearlo, fallando. El mayor lo tomo de la ropa para arrastrarlo y lo adentro hacía la habitación, golpeando en el trayecto hasta soltarlo bruscamente.
Tomo las tijeras que encontró en la mesa y se acercó al chico, apuñalando varias veces, la castaña aprovechó aquella distracción de su parte para levantarse y tomar una botella de vidrio que encontró en la cocina.
Se acercó quedando detrás de Kitae y antes de que este se diera cuenta lo golpeó con la botella en la parte trasera de la cabeza, haciendo que el vidrio se quebrara debido al impacto y salpicar a algunos pedazos de este.
Kitae calló de rodillas para luego dejar caer su cuerpo hacía un costado de Jisoo.
Nayeon miró a Jisoo asustada, debido a la sangre que el chico estaba perdiendo. Al ver que Kitae no volvía a levantarse corrió hacía el baño, tomando varias toallas de allí, para volver con Jisoo y colocarlas sobre la herida, ejerciendo presión.
Nayeon sintió el peso del dolor en los ojos de Jisoo cuando lo miró. Era urgente salir de allí lo antes posible.
—Hay que irnos —instó, apoyando su hombro para sostenerlo— Te ayudaré. Sólo agárrate de mí, ¿de acuerdo?
Contando mentalmente hasta tres, ayudó a Jisoo a ponerse de pie, él presionando con una mano sobre la herida mientras avanzaban a duras penas por el departamento. Cada paso era un desafío, pero alcanzaron las escaleras con esfuerzo palpable. El ascensor parecía una eternidad lejana, así que Jisoo, anticipando que el tiempo se agotaba, se encaminó hacia las escaleras y se sentó exhausto en el suelo. Nayeon lo siguió de cerca, parándose junto a él.
Se agacho a su altura, tomando su rostro al verlo desorientado— Jisoo, tenemos que salir de aquí —insistió, acariciando su rostro con ternura— Mantente despierto. Gyuri nos está esperando...
Intentó ayudarlo a levantarse, pero él apartó sus manos con determinación, negando con la cabeza débilmente— Vete con Gyuri —murmuró con dificultad— Arruiné tu vida. Intenta salvar lo que queda...
— No digas tonterías —respondió Nayeon, frustrada, tomando su mano entre las suyas— No me iré sin ti...
La voz preocupada de Gyuri interrumpió su conversación, apareciendo en la puerta. Al ver la sangre en sus ropas y la mano de Jisoo sobre su abdomen, se acercó rápidamente— ¿Qué ha pasado?
— Kitae... —susurró Nayeon— Ayúdame a sacarlo de aquí —intentando levantarlo, pero Jisoo se negó nuevamente, y ella se desesperó— ¡Basta! ¿Por qué estás haciendo esto?
Las lágrimas corrían por las mejillas de Nayeon, una mezcla de frustración, miedo y angustia. Intentó levantar a Jisoo una vez más, pero él seguía resistiéndose, perdido en su propio dolor. Su desesperación se transformó en gritos ahogados mientras intentaba desesperadamente sacar a Jisoo de allí, sintiendo que el mundo se le desmoronaba.
Gyuri, igualmente angustiada, intentó ayudar, pero sus esfuerzos también fueron en vano. Nayeon, sintiéndose completamente impotente, se dejó caer contra la pared, deslizándose hasta quedar sentada en el suelo. Estaba exhausta física y emocionalmente, la realidad de lo que había ocurrido se manifestaba en su mente con una claridad abrumadora.
Cerré los ojos con fuerza, tratando de controlar la respiración acelerada. Sentía la sangre casi seca y pegajosa en sus manos, recordándole el caos y la violencia que acababan de experimentar. Apretó las manos con tanta fuerza que pequeñas manchas de sangre comenzaron a aparecer en la penumbra que se formaban sus párpados cerrados.
Las marcas aún rojizas de las uñas que intentaron aferrarse a las suyas hacía apenas unas horas persistían en su piel, recordándole la futilidad de aquel intento fallido.
Sabía que no había marchado atrás. Había elegido estar allí, y ahora debía enfrentar las consecuencias, rezando para no hundirse más en la miseria, consciente de que siempre podía ir a peor.
Con los ojos cerrados, aflojó lentamente la presión, buscando recuperar la calma. Una sensación de déjà vu la invadió, familiar y extraña al mismo tiempo.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que se sintió así? Tan desorientada y aterrada, como aquella niña de hace años.
Ahora, desde la realidad que había aceptado, se diría a sí misma que no era egoísta por anhelar otra vida, por fantasear con ella. Quizás era demasiado inocente entonces para entenderlo, pero aquel deseo había sido su mecanismo de defensa ante lo que su vida se estaba convirtiendo.
En días como hoy, pensaba en ella, en la pequeña Nayeon. Aquella que había conocido una vida "feliz" con una madre sobria, disfrutando de días en el parque y picnics.
Se preguntaba qué pensaría esa niña inocente de los fragmentos que quedaban de esta Nayeon, tendida en el suelo, manchada de sangre nuevamente, fracasando en su intento de escapar de una vida ordinaria falsa. ¿Qué opinaría de esta realidad impuesta por sus decisiones?
Solía decir que no tenía a quién decepcionar, pero siempre supo que mentía. Esa pequeña Nayeon estaba decepcionada.
No se había convertido en princesa, ni había logrado una vida normal. No había buscado a su padre ni había viajado a otro país. Había fallado, y eso le dolía profundamente.
Pero, curiosamente, lo extraño y satisfactorio era la sensación de aceptación. Saber que había cometido errores, que se había equivocado, y aún así, ahora después de todo, no lamentaba sus decisiones.
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