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[Viktor Volkov]

Publicado: 20/05/20

Era un día soleado y cálido, la ciudad tenia bastante movimiento y parecía ser que el clima ponía alegre a la gente; pero este no era el caso de Volkov.
Para él era un día gris, otro día triste en donde se encontraba incompleto, solo y devastado. Desde que _______ ingreso al hospital, toda su vida cambió por completo.

De camino a la clínica, miraba a los niños jugar en el parque. Se preguntaba como serían sus hijos, ¿Tendrían su color de ojos?, ¿Serían de pelo azabache como _____? Era preguntas sin respuestas, posiblemente algo que nunca sabría.

Sumido en sus pensamientos llego a destino, donde lo esperaba Ivannov-quién estaba allí para cerciorarse de que su amigo no cometiera ninguna estupidez luego-, recostado sobre la pared y con sus manos en los bolsillos. Juntos subieron al piso de terapia, donde ella se encontraba.

Hacía un poco más de tres años que ______ se encontraba en coma. Había caído en ella una noche, antes de irse a acostar; durante la tarde-noche se había sentido muy mal, y finalmente se desvaneció en la puerta de la habitación que compartía con el comisario.
Los doctores dijieron que fue a causa de la ruptura de los vasos cerebrales. Desde esa ocasión se encontraba en un estado vegetativo; sin embargo, no había día en el que su marido no la visitara.

puedes pasar Viktor—dijo con suma confianza el doctor, el tiempo que había estado yendo generó cierto vínculo entre ambos.
El nombrado asintió con la cabeza y entró a la habitación.

Como siempre, se sentó en la silla que estaba a un lado de la camilla, y tomo su mano. Era como si cada día que pasará más la perdía, su cuerpo prácticamente ya no transmitía calor, su piel estaba pálida casi transparente; a ojos de cualquiera parecía estar más muerta que viva.
Con dulzura acarició su mano, mirando con amor y tristeza su rostro, extrañaba demasiado verla sonreír, escucharla hablar o incluso poder ver sus ojos abiertos. Con delicadeza le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja.

Observó el anillo que se posaba en su dedo anular, le traía tantos recuerdos. Como su primer beso, su primera vez, los abrazos, su boda.
Era un amor, literalmente, de toda la vida. Se conocieron cuando tenían unos cuatro o cinco años-dado a que sus familias eran muy cercanas-, fueron amigos hasta su adolescencia, donde se confesaron sus verdaderos sentimientos y desde ahí, no se separaron jamás.

Ir a verla al hospital era un rayo de luz en su día, pero a la vez  una tortura. Le dolía ver como no había avances, daba signos muy pobres de actividad neuronal y cardíaca; pero le reconfortaba verla, saber que aún seguía con él y sin interesarle que dijeran los doctores, él tenía fé de que despertaria, no le importaba en que condiciones, solo quería volver a abrazarla y ver esa mirada cariñosa y risueña. Nunca perdería la esperanza.

O eso creía hasta hoy. Habló con ella, le contó un poco sobre su día y se despidió con todo el dolor del mundo, rogandole al cielo que algún día en el más allá, en otra vida, en cualquier sitio, volvieran a encontrarse.

Luego de tanto pensarlo calló en cuenta de que era absurdo mantenerla con vida-si puede llamarse a eso vivir-, los doctores hicieron todo lo que estaba en su alcance, pero las probabilidades de que despertase eran prácticamente nulas. Se sintió egoísta por no dejarla ir, por no dejar que descanse en paz

Tu más que nadie sabes que te amo más que a mi propia vida—murmuró cerca de su rostro, derramando unas cuantas lágrimas—sabes que jamás te olvidaré _______—seguido de eso, deposito un largo beso en su frente, y acarició por una última vez su mano, intentado grabar en su mente cada pequeño detalle de ella.

Salió de la sala, fuera de ésta lo esperaban Ivannov y el médico, quien llevaba los formularios correspondientes para acabar con todo eso.

Lo siento muchointentó consolarlo el hombre de bata blanca, mientras el comisario firmaba la autorización para desconectar a ______—Está haciendo lo correcto

Él no contestó, solo entrego los papeles ya firmados y le dio un apretón de manos, a forma de saludo.
Automáticamente una nueva duda se implantó en su mente, ¿había hecho lo correcto?

El camino a la salida fue silencioso, un silencio que hacía notar el dolor de Volkov.
Al llegar al estacionamiento, su compañero de trabajo y buen amigo, no lo pensó dos veces y lo envolvió en un fuerte abrazó, intentando hacer más amena la tristeza que sentía y demostrandole que no estaba solo.
Instantáneamente el de cabello gris se hundió en su pecho, llorando en sus brazos.


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