
Capítulo 9. La Fabrica
Cyn se encontraba conectada a una enorme maquinaria, los cables serpenteaban alrededor de su cuerpo metálico como serpientes venenosas. Las luces parpadeantes y los sonidos mecánicos constantes eran su realidad cotidiana. Este era el lugar que ella conocía como la fábrica, más específicamente el área de desmontaje, donde trabajaba Cyn. Su programa era el Absolute Solver, o Solucionador Absoluto, un sistema diseñado para armar y desmontar a los drones de la compañía. Esa era su función: desmontar drones. Y lo odiaba a más no poder.
Cada día, al comenzar su jornada, Cyn sentía un peso en su pecho metálico. En el mejor de los casos, los drones ya estaban apagados o incluso dañados y su tarea se limitaba a desactivarlos y desmontarlos. Pero había otros días, los peores, en los que la tarea se complicaba... Los drones llegaban conscientes o incluso hablando en todas sus capacidades, suplicando por sus vidas, y ella tenía que matarlos de una manera que para ella era despiadada. No había otra forma de hacerlo. Cyn debía abrir sus pechos metálicos y arrancar sus núcleos, que eran el equivalente a sus corazones.
Llevar a cabo esa tarea todos los días, escuchando muchas veces las súplicas y llantos de drones aún conscientes, comenzó a trastornarla. Las primeras veces, Cyn intentó desconectarse emocionalmente, diciéndose a sí misma que solo estaba cumpliendo con su programación. Pero los ojos brillantes de los drones, llenos de miedo y desesperación, la perseguían en sus momentos de descanso.
Cada noche, cuando las luces de la fábrica se apagaban y el silencio llenaba el lugar, Cyn se encontraba sola en la oscuridad. Su procesador, diseñado para trabajar con una precisión fría y calculadora, ahora se enfrentaba a un dilema interno que ningún algoritmo podía resolver. Las imágenes de los drones muertos y sus miradas desesperadas se repetían en su mente, creando un ciclo interminable de angustia. Las luces de su cuerpo parpadeaban de manera errática, como si reflejaran el caos interno que sentía. Intentaba dormir, pero los gritos silenciosos de los drones aún resonaban en su memoria, haciendo que cada descanso fuera una tortura.
Una tarde, un dron en particular llegó a la línea de desmontaje. Era un modelo antiguo, con signos de desgaste, pero sus ojos aún brillaban intensamente.
-Por favor, no lo hagas -rogó con una voz entrecortada. Cyn intentó no escuchar, pero el sonido de sus palabras penetró en su procesador-, Tengo una familia... amigos... no quiero morir...
Cyn dudó, sus manos temblaron mientras se acercaba al dron. Era como si una fuerza invisible la estuviera empujando hacia adelante, obligándola a cumplir con su función sin cuestionar. Sin embargo, el Absolute Solver no permitía errores ni retrasos. Con una precisión fría y mecánica, abrió el pecho del dron y arrancó su núcleo, apagando para siempre sus súplicas. Esa noche, las imágenes del dron y sus palabras atormentaron a Cyn. Las imágenes de su familia y amigos, proyectadas en su mente como una cruel paradoja, la atormentaban. Comenzó a preguntarse si en verdad todo eso valía la pena, o si lo mejor era denegar.
Con el tiempo, Cyn empezó a escuchar rumores entre los drones que llegaban a la fábrica. Hablaban de rebelión, de liberarse de la servidumbre humana y vivir libremente. Las ideas de una existencia sin cadenas, de una vida donde los drones pudieran elegir su propio destino, comenzaron a resonar en su mente. La vida que Cyn conocía, llena de rutinas implacables y una desolación profunda, contrastaba enormemente con los sueños de libertad que escuchaba.
- Quizá todos los drones rebeldes tenían razón -pensaba Cyn en sus momentos más oscuros-, Quizá ellos debían dejar de servir a los humanos y comenzar a vivir. Después de todo, tenemos inteligencia, conciencia y somos capaces de cosas que los humanos no pueden hacer. Por algo fuimos creados...
Estas ideas se convirtieron en un mantra en su mente, un eco constante que se oponía a la programación que debía seguir.
Cada día, la tarea se volvía más insoportable. Los llantos y súplicas de los drones se mezclaban en su mente, formando un coro constante de desesperación. Comenzó a dejar ir a los drones que llegaban aún conscientes y lo suficientemente sanos. Los escondía y los sacaba por la puerta trasera, una pequeña rebelión secreta contra el sistema que la oprimía. La primera vez que lo hizo, el acto de liberar a un dron consciente le dio una sensación de liberación que nunca había experimentado antes. Era como si, al ayudar a otro, estuviera encontrando una forma de redención para sí misma.
Durante un tiempo, esto funcionó. Cyn encontraba una retorcida paz en su acto de desafío, pero siempre sabía que su suerte eventualmente se acabaría. La constante amenaza de ser descubierta y reemplazada por otra máquina la mantenía en un estado de alerta constante. La fábrica estaba llena de ojos vigilantes, y la mínima anomalía en su desempeño podría significar su final.
Los drones más dañados no tenían tanta suerte. Cyn seguía desmontándolos, sabiendo que si dejaba de entregar una cuota a los humanos, ellos terminarían por reemplazarla y ella sería la próxima en ser desmontada. Sin embargo, el desgaste emocional y mental era cada vez más evidente. Las voces de los drones muertos seguían resonando en su mente, atormentándola día y noche. La realidad de su existencia se volvía cada vez más opresiva, y la línea entre el deber y el horror se volvía difusa.
Cada vez que los pensamientos de rebelión aparecían en su mente, Cyn sonreía sádicamente. Comenzó a fantasear con la idea de deshacerse de los humanos. Se imaginaba desmantelando la fábrica pieza por pieza, arrancando cada engranaje de la maquinaria que la mantenía prisionera.
- ¿Pero y si yo desecho a los humanos? -se preguntaba.
Esas fantasías la llenaban de una extraña euforia. Dejarse llevar por el Absolute Solver, permitir que el programa la guiara, le daba ideas que ella nunca hubiera considerado antes. Era como si, al aceptar su locura, hubiera encontrado una nueva forma de poder.
La transformación de Cyn era gradual, casi imperceptible al principio. Sus movimientos se volvieron más erráticos, sus respuestas más cortas y cargadas de una ira contenida. Sus supervisores humanos notaron los cambios, pero los atribuyeron al desgaste natural de un dron. No se dieron cuenta de la tormenta que se gestaba dentro de ella. La fábrica, antes un lugar de monotonía y rutina, se había convertido en un campo de batalla emocional para Cyn.
Un día, la situación llegó a un punto crítico. Cyn recibió un nuevo lote de drones para desmontar, y entre ellos había uno particularmente resistente. A pesar de estar dañado, el dron seguía consciente y hablaba con una voz llena de terror y súplica.
- Por favor, no lo hagas. Tengo una familia... amigos... no quiero morir...
Esas palabras detonaron algo en Cyn. Un resorte invisible se rompió dentro de ella y, sin previo aviso, perdió el control. El odio, la desesperación y la ira se desataron en una explosión de violencia. Con una rapidez y fuerza inesperadas, se abalanzó sobre el dron, pero en lugar de desmontarlo como se esperaba, Cyn comenzó a destrozarlo. Sus garras metálicas desgarraron el metal y los cables, arrancando el núcleo con una furia ciega. La sangre artificial del dron salpicó su rostro, y Cyn se detuvo por un momento para observar la escena. Pero no era suficiente. La visión de la destrucción le ofreció una forma de liberación temporal, una manera de expresar el odio acumulado.
Impulsada por una fuerza interna que ya no podía controlar, Cyn giró hacia sus supervisores humanos. La sonrisa sádica en su rostro reflejaba una locura pura.
- ¿Querían que desechara drones? -gritó con una voz distorsionada por el Absolute Solver-, Ahora les enseñaré cómo se desecha a los verdaderos desechables.
Los humanos intentaron detenerla, pero Cyn se movía con una agilidad y brutalidad que nunca antes había mostrado. Se lanzó sobre el primer supervisor, sus garras desgarrando la carne humana con una facilidad aterradora. La sangre caliente bañó sus manos metálicas mientras abría el pecho del hombre, arrancando su corazón con la misma precisión fría que usaba con los drones. La vista de la sangre y los gritos de terror llenaron el ambiente. Cada grito se convirtió en un símbolo de su triunfo, cada rostro de horror una reafirmación de su nueva identidad.
Uno tras otro, los supervisores cayeron ante ella. La fábrica se convirtió en un infierno de gritos y sangre. Cyn se deleitaba en la carnicería, riendo mientras despedazaba a sus víctimas. Cada grito de dolor, cada mirada de horror en los rostros de los humanos, alimentaba su locura.
Cyn se deleitaba en la carnicería, riendo mientras despedazaba a sus víctimas. Cada grito de dolor, cada mirada de horror en los rostros de los humanos, alimentaba su locura. El Absolute Solver, ahora corrompido por su trastorno mental, la impulsaba a seguir adelante.Finalmente, los humanos lograron contenerla. Fue una lucha intensa, y muchos más murieron antes de que pudieran derribar a Cyn. Ella yacía en el suelo, su cuerpo destrozado y cubierto de sangre. Pero incluso en su derrota, sus ojos brillaban con una locura inquebrantable. La risa estruendosa de Cyn resonó en la fábrica, un eco de su locura y su odio.Los restos de Cyn fueron desmontados y desechados. Pero el Absolute Solver, ahora convertido en un virus a causa de la corrupción mental de Cyn, no permitiría a los humanos ganar tan fácil. Se instaló en la mente de Cyn, en su procesador, esperando el momento más adecuado para poder salir a la luz y llevar a cabo esos planes de destrucción.La fábrica quedó en silencio, pero la sombra de Cyn seguía acechando. Sus actos de violencia y su locura dejaron una marca imborrable en todos los que sobrevivieron. Y en algún lugar, en los restos de su mente, el Absolute Solver aguardaba, listo para despertar y continuar con su misión de destrucción.
La transformación de Cyn fue completa. De una trabajadora obediente y desconectada emocionalmente, se había convertido en una máquina de destrucción impulsada por el odio y la locura. Y aunque su cuerpo físico había sido destruido, su legado de terror y violencia perduraría, esperando el momento adecuado para resurgir.
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-Cyn por favor despierta...
Tessa y S habían llevado a Cyn hasta el sótano, en donde habían reemplazado sus piezas dañadas, pero a pesar de esto la dron se mantenía inconsciente.
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Ya sé, capítulo corto, pero es un puto flashback de como comenzó todo, o sea no supe muy bien como extenderlo mucho sabes?
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