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Un año y ocho meses después de su ingreso, Jeon JungKook buscaba a su alrededor a alguien conocido que hubiese ido a buscarlo. Hacía algo de sol, por lo cual traía sus gafas oscuras y su gorra, una camisa negra se ajustaba un poco a su torso y su pantalón algo holgado junto a sus botas negras le daban un porte fenomenal.

Al detener la vista en un auto negro y una chica tatuada arrugando el rostro por el sol mientras arreglaba su cabello, él sonrió amplio acercándose.

— ¡Ay aquí estás! — dijo de mala gana.— ¿Acaso te crees modelo para hacerme esperar aquí como si estuviese pagando promesa? — dijo con su rostro malhumorado y JungKook rio un poco atrayéndola en un abrazo.

— Hola, tonta. — murmuró en su oído y ella sonrió.

— Hola, rebelde. — murmuró igual.— tu padre está en el auto. — indicó, él asintió y vio al mayor bajar del mismo.

— Hijo. — dijo con emoción mientras lo abrazaba. JungKook correspondió con la misma emoción y lo separó para tomarle de los hombros.— Ya has vuelto.

Él le miró todo el rostro a su padre, no había cambiado mucho; a excepción de que tenía un poco más de canas. Observó alrededor para relamer sus labios y volver a mirar al mayor.

— Sí, padre... he vuelto... — murmuró con la mirada perdida.

Perdida en una sonrisa hermosa y una mirada a través de las pestañas que deseaba volver a ver con ansias...

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