Cinco
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Era la segunda noche en la que iba a ese lugar, dos fines de semana seguidos solamente para ver a ese hombre que la volvió loca en un principio. Kahi bromeaba con ella cuando la veía, la mujer tenía sus cuarenta y algo pero actuaba como cuando una madre se burla de su hija por estar colada por un chico. Así estaba actuando JiAh, como una niña caprichosa detrás de su crush.
— ¿Dónde dejaste a SunMi esta vez? — preguntó Kahi sentándose a su lado en el apartado del centro que ya era de ambas hermanas.
— SunMi tuvo un caso muy difícil que enfrentar hoy y casi lo pierde, por lo que se quedó en casa a repasar los documentos para la siguiente audiencia. — comentó JiAh cogiendo la copa de la mesa para llevarla a sus labios y tomar del delicioso vino que le habían servido hoy.
Las luces se apagaron y el show nuevamente empezó. Mister J traía ropa casual como si fuese un chico cualquiera, pero JiAh tenía en claro que eso no era así.
— Disfruta. — Kahi le acarició un mechón de cabello mientras se retiraba de allí para saludar a las otras invitadas.
— No hace falta que lo digas. — murmura JiAh tomando nuevamente del liquido dulce pero con alcohol incluido, dejándole percibir el sabor de las uvas.
Esta vez Mister J estaba acompañado por cuatro bailarines de apoyo que hacían la misma coreografía, pero él era realmente el centro de atención. Su pantalón estaba algo bajo dejando ver sus bóxers sobresaliendo del mismo, haciendo que mordiera ella su labio inferior. Nuevamente estaba escuchando su voz angelical cantando una letra opuesta a lo linda y tierna que se oía su voz, y como quisiera ella que la cogiera los siete días de la semana tal cual dice en la canción mientras aplica esa sexy pero movida coreografía. Su cabello estaba algo ondulado cayendo por su rostro; era un corte diferente al de la semana pasada.
En un punto de la presentación él chocó la mirada con la de ella y no pudo evitar sonreír de lado. Nuevamente la sexy abogada estaba allí intentando buscar algo más con él.
La camisa que llevaba puesta tenía algunos rotos y su chaqueta de cuero negra complementaba su vestuario en ese show de apertura. Mister J siempre era el encargado de abrir el espectáculo de cada fin de semana.
Casi al final de la canción Mister J se quitó la chaqueta y luego la camisa para bailar por un momento sin ninguna de esas prendas, ya al final se colocó un blazer negro y su show terminó recibiendo los aplausos de todas las mujeres en el lugar; excepto de una, a la cual él miró nuevamente para captarla tomando todo el contenido de su copa mientras lo miraba a los ojos.
Las luces se apagaron y él fue detrás del escenario para luego dirigirse a su camerino, se cambió de ropa y tomó su celular cuando vio unos mensajes que requerían su atención.
Por otro lado la castaña de cabello suelto esperó en su apartado mientras pensaba en qué podía hacer con ese hombre. Le estaba dominando las fantasías y sabía que no podría sacarlo de allí tan fácilmente.
— ¿Me das un Martini? El vino ya no lo paso. — pidió hacia el bartender quien asintió con una sonrisa. Se sentó en un taburete vacío y luego sintió una presencia a su lado.
— ¿No te parece que me estás acosando? — murmuró esa voz ronca nuevamente diferente a la de hace un momento.
Ella sonrió de lado y lo miró al girarse en el taburete.
— Cariño, trabajas en un club de strippers... nadie te acosa. — murmuró acercándose un poco al rostro blanquecino y algo sudado del chico, su cabello estaba algo húmedo con el propósito de hacerlo ver más sexy para su show.
Él le sonrió pícaro, esa mujer ya empezaba a sacarlo de quisio; lo cual no era muy facil de hacer.
— Lo dice la mujer acosadora que se sienta en el centro solamente para verme en primer plano... — murmuró con la misma sonrisa. Se acercó al oído de ella y decidió nuevamente fastidiarla como la semana pasada.— ambos sabemos que te mueres porque te folle tan duro que no puedas parar de gritar. — acercó su mano al muslo descubierto de ella y se lo acarició suavemente para luego apretarlo, logrando así que ella se inmutara con el tacto. Él sólo sonrió travieso con lo que había logrado y le mordió suavemente el lóbulo de la oreja mientras su pulgar iba más allá del borde del vestido.
— Su Martini, señorita. — el bartender la hizo exaltar en su lugar y lo vio alejarse para luego percatarse de la bebida frente a ella mientras una risita traviesa en su oído la hacía sentir estúpida.
Él se alejó y la miro muy cerca de su rostro, ella observó sus labios y vio los dos piercing en estos mientras le sonreía pícaro. Como le encantaba este desgraciado.
— Pero te quedarás con las ganas. — llevó su mano al cuello de ella y lo acarició con el dorso de sus dedos.— Tienes un cuello hermoso. — susurró en su oído al acercarse nuevamente para luego volver a dejar un beso húmedo en ese cuello que acaba de adular.
Al separarse y tomar una distancia prudente, ella pudo ver que llevaba un pantalón de cuero ajustado y una camisa blanca de tela muy delgada que se le ajustaba demasiado bien al torso y dejando al descubierto sus brazos; uno de ellos totalmente tatuado mientras el otro llevaba dos brazaletes con ambas manos con anillos. Es que el tipo en verdad estaba demasiado bueno. Entonces le sonrió de lado nuevamente y tomó la copa de Martini para tomar un trago de esta.
— Esa es mi bebida. — le dijo seriamente luego de ser consciente que él había jugado con la excitación de ella.
— Lo consideraré como mi pago por haberte hecho mojar las bragas por segunda vez en la noche. — sonrió travieso bebiendo otro trago y caminó retirándose de allí nuevamente. JiAh volteó viéndolo caminar con sensualidad hasta el pasillo de las habitaciones que Kahi tenía disponibles en caso de "emergencias".
— Desgraciado. — murmuró de mala gana. Sólo estaba jugando con ella, con sus deseos, con sus fantasías... y ella no toleraba eso, nadie había hecho eso, ninguno de sus amantes lo había hecho, ni siquiera el tonto de su mejor amigo... y él... él con verlo sólo dos veces ha hecho lo que se le ha dado la gana con ella.
— No te apresures preciosa. — el bartender le sonrió algo burlón con la situación.— él es así, con todas las mujeres realmente. — aclaró riendo suavemente por la cara rabiosa de la mujer al otro lado de la barra.— Sólo tienes que encontrarle el punto débil. — mencionó sonriéndole pícaro. Ella suspiró aún molesta.
— Nada sensual le ha logrado llegar al punto. Pero no me voy a rendir tan fácil. — dijo nuevamente observando el mismo lugar por donde se había ido el hombre de sus fantasías.
— Pues, buena suerte. — deseó con una mirada pícara.
¿Por qué todos estaban convencidos de que él no cedería?
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Un pelinegro cansado por la noche de hoy, llegó a su apartamento con su bolso en el hombro. Se había cambiado antes de venir, colocándose un uniforme de bartender que le dio Kahi para ayudarlo. Caminó hacia la sala dejando las llaves en la mesita de entrada y caminando luego hacia el interior de la habitación que le pertenecía. Encendió la luz de la lámpara en su mesa de noche y luego sintió pasos detrás de él, no quiso voltear porque sabía quién era.
— ¿No crees que te estás exigiendo mucho en ese trabajo? — preguntó el hombre mayor desde la puerta de su habitación. Él simplemente no quiso responder.
— ¿Cómo pasó la noche? — preguntó hacia el hombre algo canoso cuando se volteó.
— Durmió mejor que ayer, no se ha despertado ni una sola vez. — murmuró cruzando los brazos, sin decir nada porque no le haya contestado el primer comentario. El pelinegro asintió y se quitó el uniforme que se puso hace poco.— Hijo sabes que no debes hacer esto. — murmuró suavemente viendo la espalda más ejercitada de su hijo. De un tiempo para acá había estado ejercitándose más.
El chico volteó suspirando para verlo con incomodidad, pues a él no le gustaba hablar de ello.
— Sabes que lo hago porque quiero y puedo, aunque digas que no debo. — le contestó en el mismo tono para luego quitarse sus pantalones. Se metió a la cama para tomar su teléfono y enviarle un mensaje a Kahi diciéndole que ya había llegado. Vio la hora y luego vio a su padre.— ve a acostarte padre, ya te he dicho que no es necesario que me esperes todas las noches, siempre llegaré a estas horas.
El hombre asintió bajando su cabeza y se retiró de allí para ir a su habitación. Desde la cama el menor vio la puerta sintiéndose mal por su padre. Apagó la lámpara y decidió intentar conciliar el sueño.
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