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~SETTE: STRATOCUMULUS~☁️

Divenire by Ludovico Einaudi





"La inestabilidad de una despedida llena mi pecho de angustia. Desde el inicio lo sabía. Sin embargo, me dejé arrastrar por la magia de las notas susurradas... por el anhelo de los días suaves... por tus ojos color sol y la calidez de la mayor de las mentiras en esas cartas que tanto te escribo... ¿Nos volveremos a encontrar?

Yo estoy seguro que lo haremos, ya es muy poco probable que pueda separarme de tu recuerdo. Aún después de que deje de habitar este espacio, vivirás en mí...

Si algún día te sientes solo, sin fe en el destino que una vez pensaste... pide tres deseos frente a la fuente del Paseo del Sena.

Entonces el cielo se llenará de algodonosas nubes, nubes acolchonadas y suaves como las que nos prometimos una mañana perdida en los recuerdos de abril."

MYG, Julio de 1904, París, Francia





El nudo en la garganta de Park Jimin apenas le permite respirar. Sería preferible que estuvieran discutiendo a observar en silencio cómo Yoongi empaca su exiguo equipaje. Aún no asume las palabras del pintor horas atrás, cuando el cansancio de la lluvia les calara los huesos de vuelta a lo que el de cabellos y ojos dorados se esfuerza por llamar hogar.

Ha decidido concederle su derecho de trazar la última línea. En su fuero interno sabe que no puede ser de otra manera. Una relación de ese tipo suele traer más desgracias que bendiciones.

Aun así su pecho se estruja como prueba del palpitar desconsolado de su corazón. Está llorando por dentro y la furia de la tormenta fuera de la ventana solo exterioriza lo que él mismo se ha prohibido articular.

Yoongi termina de colocar en su morral los lienzos que ni siquiera ha terminado para darse la vuelta y enfrentar finalmente la ira silenciosa de su compañero.

Sabe que unas palabras no harán más que remover la herida con sal. A ciencia cierta preferiría marcharse y no dejar vestigios más allá del recuerdo del hombre que le observa con los ojos entrecerrados.

Como si la sensación de pérdida no fuera lo suficientemente punzante. Sin embargo, sus pasos terminan hasta casi rozar los pies descalzos de Jimin. El rubio observa cómo se encuentran levemente antes de apretar los labios en una tensa línea.

Yoongi termina perdiendo el frágil control que los separa al dejar sus manos sobre las mejillas ajenas.

—¿Es... es realmente necesario?

Cuestiona Jimin y el instinto de protegerlo, aún cuando deba construir una mentira se impone por encima de lo que debe ser correcto. Yoongi termina sosteniendo al ingeniero contra su pecho al tiempo que sus labios coronan su rubia melena.

—Será lo mejor para nosotros. Los rumores ya corren demasiado en tu contra. Mei ha aceptado la invitación del señor Eiffel. Estoy seguro que ese es el inicio de la prueba para ustedes.  Yo... yo no puedo permitir que te hagan daño.

Jimin cierra más el abrazo en torno a la delgada cintura del platinado. Sabe que no tiene el derecho a reclamarle nada pero termina dando rienda suelta a su aflicción.

—¿Ni siquiera cuando la distancia me mate más que el escándalo social?—enarca una tímida ceja y es tarde cuando las lágrimas le decoran el rostro. Es el momento de tragar el nudo de la culpa por parte de Yoongi. Jimin sonríe más por ironía que por complacencia— Entonces escríbeme cartas, muchas cartas para que este amor que ha nacido no se marchite en mi pecho en tu ausencia...

Los espejos color zafiro de Yoongi centellean antes de ser tomados por la humedad de la tormenta. Sus delicadas manos terminan alzando el mentón ajeno antes que sus labios se unan al susurro nervioso que enmarca los del ingeniero.

Una última vez, una verdadera despedida en el carril del tiempo y es como si se conocieran de nuevo sobre el balcón de la pensión Saint Roman.

Solo que no hay luna para hacerle de testigo. La tormenta que se desarrolla fuera de las ventanas protegidas por cortinas de seda lleva la misma violencia que la separación que están intentando afrontar.

Ambos lo saben, como solo pueden conocerlo dos acostumbrados a estar incompletos sin el otro. Ambos se abrazan y en algún lugar de la campiña francesa el verano muere por primera vez.

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—Precisamente tú, la persona que más odia el ícono de la ciudad que lo vio nacer. En otra palabras... nunca digas nunca.

La apreciación de Namjoon le hace arrugar la nariz. Yoongi sabe que no tiene derecho a objetar nada cuando por años le ha reñido a la que ahora protagoniza sus bocetos casi asiduamente. La imagen de la torre antes de zarpar, le persigue tanto como el recuerdo de uno ojos color ámbar llenos de lágrimas silenciosas.

Han pasado cuatro meses desde que París fuera considerada su cuna. Escuchar a tu corazón puede ser una verdadera prueba cuando el amor está condenado a la oscuridad.

Para Yoongi todas esas esperanzas marchitas se quedaron flotando en el Sena, adheridas al reflejo de la dama señorial a la que todos dedican una venia. Nunca le trajo buena suerte, pero siempre estuvo ahí.

En los momentos decisivos de su vida, la torre, como única testigo inclinó su cabeza para decirle que no estaba solo.

Ese ilógico pensamiento le hace sonreír antes de humedecer la pluma en el tintero a su derecha y retomar la misiva que desde semanas le quiere enviar a JiMin.

El ingeniero fue puntual en cuanto a esa promesa. Solo conocer que el barco en el que Namjoon y él partieran iba camino a Nueva Orleans, en América, movió la impaciencia en un ávido ingeniero que según algunos chismes ya era padre.

Era natural, Mei estaba casi a término cuando el más pálido decidió marcharse en nombre del futuro sin manchas sociales para los dos. Sin embargo, y sin querer ahondar mucho en ello, Jimin le había escrito dos misivas en ese tiempo y él solo había podido moderse los labios y desear que las paredes de la modesta casa sobre la estación de correos en donde les habían contratado se contrajeran hasta formar un pasadizo secreto, un pasadizo que lo guiara de vuelta al calor de aquellos brazos que conocía tan bien.

Jimin, con su cabellos dorados como el sol. Jimin y esa sonrisa franca más allá de cualquier convención social. El mismo que se había ofrecido a que la sociedad lo linchara con tal de mantenerse a su lado. Sería un padre excepcional.

Yoongi estaba seguro de ello. Lo que si no podía discernir era por qué su pecho se oprimía con solo intentar una suave línea.

Había repetido tantas veces en su cabeza aquel discurso. Las buenas nuevas de llegar a América y encontrar todo un nuevo mundo de experiencias y sensaciones. Después de todo se alojaba en la ciudad del jazz y los grandes almacenes del algodón.

El ambiente sureño le bronceada la piel y a la vez le hacía sentir en casa. Los norteamericanos solo se concentraban en el trabajo con una impetuosidad que no dejaba lugar hacer cuestionamientos.

Desde su modesto espacio, junto a Namjoon y un tercer ayudante, Yoongi se sentía más útil de lo que pudo ser alguna vez. Sin temor a avergonzarse, solo decidido a mejorar y convertirse en más que alguien que solía vivir de cartas y bocetos en la orilla del Sena, decidió romper su promesa y escribir cartas que jamás tendrían un destinatario real.

Cartas para sí mismo, donde poco a poco su alma se curaba mientras repetía un nombre en medio de la vorágine de sentimientos que dominaban su corazón. Tal como las flores nacen, el amor también se despide.

Siete meses después, del otro lado del Atlántico un joven viudo partía de regreso a su tierra natal. La pequeña bebé entre sus brazos intentaba atrapar la espuma que sobre la proa del transatlántico salpicaba a los pasajeros.

A una distancia casi señorial, la torre que años atrás había ayudado a construir y que continuaría expandiendo su cableado por toda la ciudad le bendecía en su travesía.

"Todo de mí quedará en tu memoria. Me despido cómo debía haber hecho hace tanto tiempo, cuando no quedaban respuestas para las preguntas que insistía en hacer mi agotado corazón.

He dejado monedas en la fuente como me prometiste. He caminado en círculos con la infantil esperanza de encontrarte en la misma esquina donde aquel anciano de aspecto famélico solía charlar contigo y tu cabello de plata advertía que no pertenecías a ningún sitio excepto a ti mismo.

Quizás ese fue mi error, sentirme poseedor de una nube que ha cambiado para precipitar en silencio. Mei ha partido, el huracán me ha arrasado pero al menos todos creen que este pequeño rayo de sol me pertenece.

A partir de ahora viviré para esta niña. Ella llevará mi nombre, aprenderá a caminar y le enseñaré las primeras palabras que dirá en su vida. Serán instantes deliciosos, espero no pensar mucho en ti. Aunque... te seguiré escribiendo..."

La pluma en los elegantes dedos de Park Jimin deja un trazo indeciso, pero no le interesa. Sabe que esa última carta en suelo francés no llegará a ninguna parte. Tal como el baúl donde han ido a parar el resto de su recuerdos.

Yoongi se ha ido, tal como la ciudad, una antigua pensión, los rumores ponzoñosos o el propio amor. La vida es contradictoria la mayoría de las veces. Sin embargo, no tiene tiempo de ahogarse bajo la fina lluvia de la pérdida.

El rostro pleno de su pequeña hija le infunde una paz que antes no se hubiera atrevido a imaginar. La edad le está enseñando afrontar las dificultades sin aspavientos. Solo queda la nostalgia, pero ella, igual que las nubes, también será sustituida, por otros sentimientos.

Más nubes cambiarían en el cielo de su vida hasta que el transatlántico se detuviera en el país del Sol naciente. Allí donde sería recibido como el congratulado samurái que regresa de dominios ajenos.

No quiere pensar mucho en que debe agradecerle ese doloroso acto de sensatez a alguien más.  No cuando ha prometido dejar de ser egoísta.

Tadaima...

Musita antes de que su madre pueda rodearlo con sus brazos y su padre se encargue de sostener a la impetuosa Misora. Una niña de solo seis meses y unos increíbles ojos azules.

Vuelve a pensar en la vista que aquel retrato ofrece y se cuestiona si por alguna mala pasada lo está haciendo mal. La ligereza en su corazón le responde. No, París y su torre han quedado atrás. Con sus luces y sus sombras un pequeño destello ha quedado en sus memorias. Ahora solo reza porque la puerta que ha cerrado jamás se vuelva abrir y con ello los únicos azules en su vida, los traiga Misora.

—Vamos a casa, Chim. Te tengo una propuesta que seguro te animará.

La confortable plática paterna le endulza el oído y Jimin sabe que todos estarán dedicándole las condolencias apropiadas debido a la prematura muerte de la madre de Misora. Días atrás se refugiaba en la idea de que él estaría llorando dos pérdidas irreparables.

Una amiga que llegó en un momento inesperado,  pero que a fin de cuentas pudo ver más allá de su diferencia y el hombre que juró amar para siempre y que le defraudó.

Le tomaría unos arduos meses acostumbrarse a la idea de ser viudo y padre a la vez. Gracias a la sugerencia de su padre, encargarse de la construcción de un puente en Yokohama sería una de las razones para trasladar hasta allí su residencia. Su madre también ayudaría con Misora en jornadas tan extenuantes donde solo le apetecía caer rendido sobre el colchón y no pensar.

Aún así, contradiciendo su voluntad de escapar de la tela enmarañada que eran sus recuerdos, la pluma regresaba a sus manos y otra carta sin remitente nacía entre las llamas del odio y el anhelo. Una verdadera nube que en capas grises y algodonosas tenía una sonrisa de rosáceas encías y ojos color turquesa.

"¿Cuándo te podré olvidar? Todo era tan simple antes de ti que me dan ganas de reír como un loco. Sigo teniendo la inútil necesidad de escribirte y preguntarme en mi momento más vulnerable si solo fui algo pasajero en tu vida.

Aún guardo ese boceto que me hiciste. Éramos tan despreocupados como el viento y muchas veces, mientras te observaba dormir fantaseé con la probabilidad de un nosotros.

En la mansión de Yokohama hay un extenso patio que se confunde con lo que eran campos de arroz. Cuando termine la construcción del puente, el río será removido para alimentar esos vestigios de los arrozales y el paisaje cambiará a dorado.

Dorado sobre azul, como te gustaba llamarnos en secreto. Pronto habrá pasado un año ¿Por qué siento que aún me dueles?¿Algún día me dejará de doler?"

En silencio, la luz de la vela que ilumina la estancia se consume hasta que la sombra sobre el ingeniero se difumina. Sus lágrimas bañan el trazo de la tinta en un papel que está condenado a cambiar al amarillo y amoldarse al paso del tiempo.

En un devenir continuo, siempre hacia adelante. Siempre hacia al futuro antes que la tristeza sustituya esos añejos anhelos y el cielo deje de albergar nubes de promesa.





"No siempre seré el mismo. Cada estación de mi vida tendrá colores que no sabré definir hasta que hayan desfilado más allá de mi conciencia. Me he acostumbrado a ir demasiado rápido, como si existiera una lista imaginaria que cumplir con celeridad.

Estoy iniciando una etapa donde me cuesta mucho tolerar ciertas cosas. Los espacios que antes solían sacarme sonrisas ahora me observan con preocupación.

Los oasis en medio del desnudo desierto de mi alma ya no tienen palmeras o lagos apacibles. Todo es caos y turbulencia. Todo es nubes de tormentas y yo estoy debajo de esa lluvia, mirándote sin poder pronunciar palabra.

Debería maldecirte por haberme encontrado, condenarte al olvido donde me has relegado, pero en estos días me he dado cuenta que esta distancia era necesaria. también estás cambiando, por mucho que me cueste admitirlo, los días soleados han quedado atrás..."

Je t’aime, amour de ma vie

PJM, diciembre de 1904, Yokohama, Japón







~NUVOLE BIANCHE~

Notas:

Stratocumulus: Banco, manto o capa de nubes grises o blanquecinas, o ambos colores a la vez, que tienen casi siempre partes oscuras, compuestas de losas, rodillos, etc., de aspecto no fibroso (salvo el caso de "virga"), pegados o no. Dentro de esta nube los aviones experimentan cierta turbulencia.

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