~DUE: CIRROCUMULUS~☁️
Giorni Dispari by Ludovico Einaudi
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“Lo común de una existencia debería ser suficiente para encender el alma de las personas. Sigo sin comprender cómo el flujo de los días solo parece hacernos más ignorantes.
Por eso puedes encontrarme sentado sobre el alfeizar de una ventana más similar a la claraboya de una pajarera. Una jaula cuyos barrotes me apresaran de una libertad que no conocía mantiene otra capa de silencio con el nombre de los días extraños.”
MYG, Abril 1904, París, Francia.
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Park Jimin comprendió con rapidez que había visto un reflejo de sus deseos reprimidos a su llegada a Saint Roman. Indudablemente tenía que tratarse de una mala pasada de su imaginación o del hecho de emplear noches enteras elaborando planos para cuanta compañía le solicitaba asesoramiento.
Sin embargo, esa mañana cuando los rayos del sol arrancaban destellos de sus cabellos atípicamente dorados, la discusión que libraba Madame Valais del otro lado de la salita dedicaba a los que podían costear las mejores habitaciones de la pensión capturó su atención por algo más que predecible curiosidad.
—Haciendo el vago no logrará pagarme el retraso con sus cuentas. Es la ropa limpia, cama arreglada, los alimentos que salen de mi despensa y…
—Soy perfectamente consciente de sus atenciones hacia mí, señora.
Interrumpió una voz de tesitura ligeramente grave que a duras penas lograba contener su enojo. Desde su posición detrás de la celosía que separaba la sala del comedor común donde estarían el resto de los huéspedes, Jimin solo podía reparar en la figura de Madame Valais, que se agitaba en otro vestido de muselina en tonos grises mientras su interlocutor quedaba oculto por ella.
—No tiene que ser grosero. De hecho debería seguir mi sugerencia y pedir empleo en el teleférico, aunque es obvio que para alguien de su ascendencia es muy difícil cumplir con tal estándar. En todo caso, le exigiré que ayude a las mucamas mientras resuelve lo del adeudo. Eso y que prescinda de usar la cocina y los otros servicios.
Yoongi apretó la roída gorra entre sus manos mientras el insulto en su garganta le hacía acentuar la nuez de Adán. Un criado… debía pagar para continuar debajo de un techo siendo humillado por aquella cacatúa.
“Donde la ignorancia con arrogancia grita, el silencio con elegancia enseña.”
La dulce voz de Jennie flotó a su alrededor, trayendo calma a lo que sin dudas sería una tormenta. Las comisuras del más pálido se elevaron con ironía antes de observar con atención a su casera. La arruga en el entrecejo de la mujer solo parecía agrandarse, confiriéndole un aspecto más alargado a su rostro. Min Yoon Gi suspiró.
—De acuerdo. Ayudaré con los quehaceres a cambio de un mes más de espera. No va hacer de un día para otro que le pague y quizás…—mordió su labio inferior pues lo que iba a decir era un tanto arrogante teniendo en cuenta su estado actual de miseria y la amenaza de que su escribanía se quedara sin clientes—Quizás sea la última vez que le pague, señora Valais.
La insoportable mujer iba a cuestionar la razón de esa certeza cuando una tercera figura emergió detrás de la celosía que fungía de muro entre clases sociales.
Era de mañana y la ligera brisa de un mes de abril con noches frías y días calurosos acariciaba de manera benevolente la piel dorada y los ojos marrones de un hombre que Yoongi no había contabilizado como parte de los huéspedes de Saint Roman, al menos no hasta este momento.
De facciones armónicas y evidentemente asiáticas, sus ojos rasgados estaban enmarcados por tupidas pestañas del mismo color casi dorado de su cabello. Aquel individuo iba vestido impecablemente con un traje gris, cuyo chaleco dejaba ver la impoluta corbata adornada con un prendedor en forma de ave.
Una que desde allí Yoongi no podía descifrar con nitidez pero que apostaba algo de su juicio, bien podría ser un pequeño ruiseñor. Su escrutinio se fue a los brazos donde las mangas de la camisa caían con elegancia hasta unas manos más pequeñas que las suyas pero indiscutiblemente masculinas. El desconocido tenía un anillo sobre el pulgar derecho lo que le hacía pensar que era zurdo.
Era increíble cómo su tiempo a la orilla del Sena y su estudio de las proporciones humanas le habían hecho tan sensible a los detalles. Ahora mismo estaba más preocupado en reparar en cómo la luz hacía las delicias sobre aquel hombre misterioso que parecía analizarle también a él, como si de un encuentro privado se tratara.
—Ah… señor Park, era usted…
La voz estridente de Valais se encargó de fracturar aquel momento en el que Yoongi no comprendía por qué seguía buscando explicaciones para la existencia de otra persona, como si fuera el fisgón más codicioso.
No, no recordaba a ningún Park en aquel edificio donde vivía desde hace casi un año. Tampoco que su casera fuera tan amable con alguien no nacido en el continente. A menos que…
—Espero que el desayuno haya sido de su agrado, su excelencia…
—No se preocupe mi estimada señora. Desde que llegué ayer en la noche no he sido más que complacido con el servicio.
Ah… era eso… el tal señor Park tenía dinero suficiente para ser considerado alguien digno. Pensó Yoongi de manera oscura antes de murmurar una despedida y aventurarse fuera de la pensión.
Tenía que ocuparse de su lamentable existencia y extender sus servicios como escribano. El rostro moreno de Kim Namjoon, el asistente postal del barrio de la Sorbona llegó a su febril cabeza y decidió comenzar por allí.
No tenía idea de que Park Jimin había dejado con la palabra en la boca a su solícita anfitriona para contemplarle abandonar la pensión envuelto por los dorados rayos de un sol de abril.
No estaba soñando, no había ni una pisca de alcohol u otra sustancia en su sistema. El chico era real y el corazón de Park Jimin se alegró de su hallazgo sin alguna razón que fuera coherente para la lógica que normalmente practicaba.
—¿Entonces… nos acompañara en la cena con el señor Jung esta noche?
El eco lejano de la voz de Valais le hizo chasquear la lengua. Cómo haría para mantener a raya aquella mujer petulante, porque era obvio que el objeto de sus cuestionamientos en las últimas horas no se llevaba muy bien con la susodicha. Una sonrisa autosuficiente llenó el rostro del ingeniero antes de regresar al interior del hostal.
—Por supuesto, esta noche sin dudas aclararé muchas cosas con mi viejo amigo Hoseok.
Fue la especie de acuerdo que tomó consigo mismo mientras la entrada trasera de Saint Roman se hacía visible para otra persona que muy pronto tendría un lugar en el corazón de Jimin y de un joven de cabellos casi color luna llena. Kang Mei Lin era otra hija del infortunio.
Joven, inmigrante pobre y sola en el mundo, subsistía a cuenta de su trabajo como instructora de idiomas con la suficiente necedad para quedar embarazada de su patrón y conocer el amargo sabor del desprecio.
Tocando su inexistente vientre, Mei cruzaba los dedos antes que una sonrisa falsa la recibiera en su entrevista con la señora Valais. Anne, la segunda mucama del sitio le había hecho notar que estaban cortos de personal y que el trabajo incluía: techo, comida y otras gratuidades, a cambio de estar disponible veinticuatro horas.
Mei nunca le había dicho a su conocida en el barrio Le Traviens que llevaba un crío en su interior, y en serio esperaba que sus cuentas fueran correctas y los cuatro meses que faltaban para que fuera más que obvia su condición la encontraran en un barco camino a cualquier lugar del mundo que no fuera Francia.
—Bienvenida querida, estamos falta de personal y toda ayuda es bienvenida. Marie y Anne te enseñarán los aposentos de los sirvientes ¿Puedes empezar ahora mismo?
La palidez en el rostro normalmente alabastrino de Mei Lin se hizo aun mayor mientras asentía educadamente. La animadversión que le profesaba la dueña de la pensión por ser descendiente asiática era más que obvia pero el fin justificaba los medios.
Con la sonrisa cómplice de Anne y un ceño fruncido de parte de Marie, la nueva vida de otra persona comenzaba dentro de los pórticos de Saint Roman mientras un cielo poblado de nubes alargadas y blancas llenaba el París de mediodía, uno en el que Min Yoon Gi se las había arreglado para vender dos retratos y recibir el pago por la última carta que le recomendara escribir Namjoon.
—No está tan mal. Deberías cambiar de sitio Reviere.
Le decía al anciano hombre que devoraba el pan baguete como si se tratara de la posesión más preciada. Ese mismo que Yoongi había comprado para compensar desayuno y almuerzo cuando la restricción de alimentos iba dentro de su acuerdo con aquella mujer del infierno llamada Margot Valais.
—Pronto será temporada de lluvias. Las nubes lo dicen en el cielo…
El tono rasposo de Reviere le hizo mirar hacia arriba, allí donde las formas caprichosas de las nubes se alternaban creando un complejo entramado que desde niño le había gustado escudriñar.
"Si yo fuera una nube... cuántos parajes vería... me precipitaría sobre la tierra cansada en forma de lluvia, sofocando su calor como pueden hacerlo los besos de un amante.
Cuando llueve se asiste al abrazo privado de la diosa de la vida con su terco acompañante el mundo, por eso yo sería un príncipe ilegítimo, culpable de querer aliviar el llanto de la tierra con más lágrimas.
Sé que no me conformaría... Atraparía los ecos de los que piensan en el fin con tanto anhelo, calmaría la angustia de otro corazón perdido hasta saciarme en los labios plenos de los días soleados."
Los labios plenos y los ojos entornados de un hombre que había visto solo unos instantes en la mañana. Un rubor inoportuno tiñó las mejillas de Yoongi, un gesto que no pasó desapercibido para Reviere cuya tos fue suficiente para llamar la atención del muchacho.
—Vendrá una tormenta pronto. Mantente a resguardo. La tormenta del alma es la más cruel de todas.
El chico pálido estaba acostumbrado aquella forma de comunicarse del viejo gitano porque en parte su madre lo había aprendido también al llegar a Francia con solo quince años.
Leer la fortuna en el tarot, contar las estrellas que le faltaban a una constelación para estar completa, ver más allá de la simple cáscara que suele contener la codicia humana... Eran habilidades de los más avezados bohemios y a Reviere bajo su choza en el Louis-Philipe le sobraba más tiempo que historias.
—Esperemos que te estés equivocando, mi bolsillo no aguantaría otra desgracia. Cuídate esa tos.
El anciano sonrió de aquella manera donde faltaban casi todos los dientes, pero los ojos acuosos y de un azul enfermizo no mentían. Yoongi deseó que la profecía no le alcanzara mientras sus pasos cansados le guiaban de regreso a la pensión.
Nada más puso un pie allí para conocer que el mensaje ambiguo de su antiguo compañero de casa, si es que así le podía llamar a una choza bajo el puente, estaba más cerca de la verdad que él de la salvación.
—La señora dispone que te cambies de ropa y te ocupes de los animales del corral. Debes ir a la lechería y a la panadería hacer los recados. También ayudarás a llevar el agua caliente a la habitaciones y a pelar patatas para la cena con la nueva criada. Muévete ahora, muchacho flojo.
Marie tenía treinta años, una historia de abortos sucesivos y un esposo que disfrutaba emborrachándose o llevando rameras a su casa. Un esposo que de vez en cuando le recordaba su lugar lacerándole alguna mejilla con el calor de sus cigarrillos.
Yoongi suspiró antes de ascender apoyándose en la balaustrada hasta desprenderse del contenido de la bolsa de tela que había recuperado de manos de Reviere una vez llegó a su intento de habitación en el ático. Allí donde carboncillos, pinceles que le había regalado Jennie y rollos de pergamino servían para construir sus cartas y dibujos, una de las pocas salidas que conseguían mantenerle cuerdo.
Con una simple camisa, pantalones usados y tirantes, cambió la gorra por el desordenado atractivo de su cabello demasiado largo en el flequillo y la nuca para apegarse a su nuevo itinerario en la pensión.
Del otro extremo del edificio, Park Jimin disfrutaba de la charla interminable de Jung Hoseok, el invitado estrella para la cena que en horas se desarrollaría en el salón principal de la casa de huéspedes.
—Gracias a Dios le caíste en gracia a Margot.
—Gracias a mi dinero y referencias querrás decir. Tengo algo que preguntarte, pero creo que es casi un insulto.
El abogado Jung terminó de doblar el periódico que por horas había criticado. Jimin no se había movido de la pensión cuando el teléfono en la planta baja se había convertido en el único receptor de sus pesquisas para concertar una cita en la Torre Eiffel y discutir los detalles del nuevo proyecto la próxima mañana, por eso había tratado de sondear al exiguo personal referente aquel asunto que ya consideraba algo privado.
Min Yoon Gi
Solamente había conseguido su nombre y la idea de que era un andrajoso, un perro de la calle jugando a ser un señorito educado.
—Estás dando vueltas desde que llegué. Vamos, suéltalo de una sola vez ¿Es un asunto de faldas?
Park carcajeó al punto de que sus ojos se convirtieron en dos medias lunas. Su amigo era un casanova aún cuando tuviera mujer y dos hijos en esa ciudad a cuenta de su matrimonio con la hija del cónsul surcoreano en Francia.
—No, es solo curiosidad y estoy seguro que con tus contactos debes saber quién es el escribano que vive aquí. Se llama Min Yoon Gi… ¿Te suena el nombre del muchacho?
Jung se rascó la nuca y una sombra le enmarcó el apuesto rostro. Los ojos color avellana del abogado encontraron los atentos tonos marrones de Park.
—El niño maldito, el que se suicidó la noche que inauguraron la torre Eiffel y fue encontrado luciendo otro color de ojos y cabellos. Es imposible no saber de él si llevas más de diez años en París.
La nueva información tomó al ingeniero por sorpresa, aunque no podía negar que eso solo reforzaba su curiosidad. Que le consideraran de aquella manera hasta cierto punto patética y oscurantista... Por Dios, ya tenían bombillas gracias a Thomas Alba Eddison, ya Tesla había preconizado el futuro de la electricidad para mantener la luces sobre su adorada torre, cómo era posible que Hoseok, a quien consideraba un hombre cuerdo y diligente, creyera en cuentos de gitanos.
—Por Dios, quién te viera a la cara Jung... Es como si lo próximo que fueras a decir incluyera que renació desde algún círculo del infierno cuando el chico es bellísimo…
Jimin apuró su café cayendo en la cuenta de la declaración que había proferido demasiado tarde. Hoseok le conocía bien, al punto de estar al corriente de aquellos deslices que había cometido culpando al alcohol.
—¿Qué hiciste Park, acaso tú…?
—Caballeros, por favor acompáñenme al salón. La cena está lista para servir.
Nunca antes apreció más una interrupción cuando explicar sus intensiones a Hoseok no entraban en la lista de cosas favoritas de Park Jimin, por lo visto no lograría nada preguntándole a terceros. Si quería saber más sobre aquella criatura de aspecto frágil pero evidentemente, con espíritu de guerrero, a juzgar por su desempeño frente a Valais en la mañana, tenía que hacerlo directamente.
—Será un placer acompañarle madame ¿Verdad Jung?
El mencionado asintió de mala gana y Jimin sonrió con tanta superficialidad como le fue posible. Tras las puertas dobles de la cocina de la pensión Saint Roman, Mei Lin terminaba de pelar otra cubeta de patatas acompañada de la plática sosegada en el tono de barítono de Min Yoon Gi.
—No sabía que los poetas tenían segundos trabajos en el servicio. Eres muy talentoso Yoongi-shi.
Hablar con alguien que comparte tu diferencia siempre hacía bien al alma. Sentirse identificado, ya fuera por la carencia económica o el desprecio al ser “especial” tenía el poder de crear amistades duraderas. Mei Lin, con su cabello negro hasta la cintura, blanca tez y rostro aniñado, le había recordado a su frágil madre y una historia de amor que siempre llevaría consigo.
“Me pregunto si a Jennie le gustaría saber de una chica tan vapuleada socialmente como yo.”
Pensó Yoongi antes que el cuchillo se deslizara sobre la piel de una patata enferma en las esquinas y de paso le rasgara la palma.
—Por Dios... ¿Cómo te has hecho eso? Déjame ayudarte...
Mei ya corría en su auxilio mientras el rojo manaba en la herida y el joven solo miraba la escena con algo de antipatía. Yoongi se preguntaba si su inmersión hacia el olvido, cuatro años atrás en las aguas del Sena, además de blanquearle el cabello y cambiarle el color a sus ojos, le habría robado la capacidad de experimentar dolor físico o emocional como el resto de las personas. Quizás sí estaba muerto pero su cuerpo seguía reaccionando únicamente por costumbre.
—¿Qué pasa aquí? Es su primer día y... ¿ya tiene tiempo para flirtear?
La voz de Marie rugió en el umbral. Anne debería estar sirviendo la cena especial de la señora Valais y sus invitados para ese entonces, y el segundo mozo de la pensión poniendo a los animales de corral a buen resguardo.
—¿Qué no ve que el joven Yoongi está herido? Solo intentaba …
—Tranquila Mei... está bien, es solo superficial. Si ya no me necesitas iré arriba a llevar el agua caliente al resto de las habitaciones. Buenas noches, Marie. Buenas noches, señorita Kang.
—Pero…
—Ya lo oíste niña entrometida. Termina de preparar el puré de patatas para los pasteles que haremos mañana.
Mei apretó los puños, pero no dijo más nada. Su mente seguía dando vueltas en torno al pálido muchacho que sujetaba el pañuelo de ella contra la herida en su palma derecha. Cómo había sido tan descuidado. Él se ganaba la vida con sus manos, ya fuera pintando o escribiendo.
La ardentía sería lo más difícil de superar mientras se amarraba el pañuelo a modo de tosco vendaje y alcanzaba las habitaciones superiores.
Mientras tanto, las velas se desvanecían bajo los chistes de Jung Hoseok, los comentarios vacíos de Margot Valais y el achispado sentido del humor que el coñac podía traer a un hombre de mundo como era Park.
—Debería invertir en la compra de bombillas eléctricas para su pensión, incluso en la terraza ser verían hermosas en la noche. Estoy seguro que ese particular atraería más clientela. Quedé impresionado con el hecho de que tuvieran un teléfono en la recepción.
Apuntó el ingeniero, sirviéndose más de la pequeña botella que una de las mucamas trajera horas atrás. Margot Valais le acompañó con vino tinto.
—Naturalmente deberíamos dar el primer paso. Pensaré en esa posibilidad cuando mi capital aumente, aunque con su llegada a Saint Roman, me atrevo a especular que pronto tendremos afluencia de famosos artífices de la arquitectura o la ingeniería en estos rumbos.
Tan codiciosa e ilusa... pensó Park antes de reír como solo la ebriedad podía dictar a lo superfluo de la velada. Gracias a Dios Hoseok no le preguntó más nada sobre su interés casi obsesivo en Min Yoon Gi y las leyendas urbanas que le rodeaban. Jimin decidió cerrar aquel ciclo.
Con suerte estaría lo suficientemente ocupado como para exigir la presencia de aquel ser que no veía desde el horario de la mañana, solo que su mazo en el tarot no era tan bueno como creía, y cuando consiguió entrar a su habitación sacándose las botas de una patada mientras se libraba de los primeros botones de su chaleco pudo reparar en el ruido de "algo" cayéndose estrepitosamente en el cuarto de baño, hecho que lo hizo precipitarse hacia el lugar.
Allí comprendió cuán equivocado estaba, pues su destino tenía los cabellos color luna y acababa de desmayarse sobre el suelo enmoquetado de la estancia.
—¡Por Dios muchacho!
Se apresuró a regresar a su alcoba para sacar el botiquín de primeros auxilios con el que solía viajar y humedecer un pañuelo con alcanfor. Sosteniendo la cabeza del chico percibió que su piel estaba demasiado fría, quizás a cuenta de la transpiración que le pegaba los cabellos y sumergía en una especie de estado febril o de la hipoglicemia que suponía podría tener.
Segundos después el alma le volvía al cuerpo mientras un confundido Min Yoon Gi se reincorporaba sobre el cálido regazo del ingeniero.
—¿Estás bien?¿Te golpeaste en algún lugar?¿Qué estoy diciendo, Señor mío? Déjame verte mejor…
No le pidió permiso y tampoco se iba detener en las segundas intenciones que trataba de reprimir mientras aquellos ojos azules le miraban intensamente.
—Me resbalé con las cubetas. No es nada grave.
Intentó alejarse de su contacto pero el pañuelo ensangrentado en su muñeca derecha se encargó de alarmarlo más. Jimin maldijo mientras le pasaba un brazo por la cintura y casi lo cargaba en dirección a la alcoba.
A simple vista Yoongi parecía un muñeco de porcelana, pero pudo notar que el joven era más fibroso de lo que que esperaba y que una ligera capa de músculos le daba forma a su agraciada anatomía de David.
No era bello, decir eso sería un insulto, cuando el joven Min era irrealmente perfecto. Jimin trató de concentrarse en curarle la muñeca a regañadientes, mientras le pedía que tomara asiento sobre el mullido colchón de plumas por el que pagaba quinientos francos de renta.
Yoongi parpadeó varias veces intentando acostumbrarse a la luz baja de la habitación, la principal razón por la cual se había adormecido mientras las cubetas del cuarto de baño eran llenadas.
—Listo… supongo que usted usa mucho sus manos, tiene ligeros callos en la derecha…
Se atrevió a comentar un sonrojado ingeniero que le echaría la culpa al coñac más que a su nerviosismo. Yoongi ladeó la cabeza, por primera vez tuvo el rostro de su inesperado salvador frente a frente.
Era un ruiseñor lo que llevaba en el prendedor de la corbata y los labios carnosos de Park se entreabrieron cuando el más joven le miraba de esa manera melancólica y al mismo tiempo autoritaria.
—Es cierto, mis manos me mantienen aquí. Como las suyas también ¿Es usted zurdo señor Park? Usualmente la mano que más empleamos tiende a mostrar mayor amplitud de las falanges y los accesorios se colocan en la opuesta para evitar entorpecer el trabajo.
Reparar en ese detalle le hizo esbozar una sonrisa. Rompiendo la cercanía que habían adoptado casi por inercia, el ingeniero Park terminó de enrojecer apostando entonces por barrer el despeinado flequillo fuera de su frente, construyendo un gesto nervioso que para alguien ajeno hubiera sido interpretado como seductor.
—Me atrapó por completo señor…
Dejó las palabras colgando para que el joven le entregara el placer de escuchar el nombre que ya conocía en sus rosáceos labios, pero su voz jamás llegó. Yoongi se incorporó casi a la carrera antes de alcanzar el umbral de la habitación.
—Escribo cartas y hago retratos dibujados para ganarme la vida. No soy un demonio y tampoco embrujo a las personas con mi extraño color de ojos y cabello. Soy un simple mortal y le pagaré por haberme ayudado. Buenas noches, señor Park.
Fue la respuesta velada que recibió y no supo si sentirse dolido o extrañamente feliz cuando el aroma almizclado de Min Yoon Gi seguía en su piel como una caprichosa nube de bandas longitudinales con sueños demasiado utópicos para proclamarse.
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“La marea del corazón no tiene mucho sentido cuando nos golpea sobre la orilla del discernimiento. La sal de tus lágrimas debería ser una blasfemia cuando no puedo pensar en otra cosa que abrazarte, estás tan roto y a la vez puedo decir que no me necesitas.
Sin embargo, aunque no lo has pedido, estaré aquí un poco más… descansando bajo la lluvia de los días extraños hasta que cambie el azul del anhelo por el de la libertad. Tuyo es mi corazón y mis pensamientos. Por favor… entrégame tus alas, pequeño ruiseñor lunar.”
PJM, Abril 1904, París, Francia.
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~NUVOLE BIANCHE~
Nota:
Cirrocumulus: Tipo de nube con aspecto longitudinal, suelen estar mucho más arriba que los cirros y ser características del verano.
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