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Capítulo único

Advertencia: Contiene violencia, suicidio y lenguaje malsonante.

Un incienso de lavanda, una taza de té de flor de durazno y el sonido del piano del vecino. Jimin llevaba la última semana disfrutando de la música clásica que provenía del apartamento de enfrente. El pasado domingo se había mudado a un edificio pequeño, que contaba con apenas cinco plantas de dos viviendas por piso. Jimin no conocía a sus vecinos, solo había coincidido varias veces con un joven de apellido Jeon, que aseguraba vivir en la puerta cuatro del segundo piso.

El dueño del edificio no alquilaba sus apartamentos a mujeres, extranjeros o personas de la tercera edad. Tampoco había niños ni mascotas en el recinto. Jimin no estaba de acuerdo con la política discriminatoria del arrendador, pero no podía permitirse pagar lo que pedían en otras partes de la ciudad, por lo que decidió alquilar el apartamento número ocho de la cuarta planta.

Lo cierto era, que había tenido mucha suerte al encontrarlo. Mientras buscaba alquileres de habitaciones y pisos compartidos, le había aparecido un anuncio de ese piso. Encima se encontraba en una zona muy tranquila de las afueras de Seúl y estaba cerca de su trabajo.

El joven tomó otro trago de su té favorito y dejó la taza sobre la mesa. El interior de su apartamento contaba con lo mínimo. La cocina, el salón y el dormitorio se situaban en la misma estancia, solo el cuarto de baño tenía un lugar aparte.

A Jimin no le importaba que la decoración fuese sencilla. Era su piso, su hogar. Algún día compraría los muebles adecuados y le daría su toque más personal, pero de momento debía arreglárselas con los muebles que había podido adquirir en una tienda de segunda mano.

La música de al lado cesó y en ese instante supo que eran las ocho de la tarde. Su vecino tocaba la misma pieza cada día de siete a ocho. Era tan puntual iniciando su recital como terminándolo.

Jimin se levantó para lavar la taza. Aunque le gustaba cómo tocaba, también sentía que su música cargaba una gran tristeza.

—Ojalá tocara algo diferente— murmuró mientras enjabonaba la taza azul con estampado de nubes. Jimin se quedó mirando el diseño hasta que de repente le surgió una idea.

Hola, soy el vecino de la puerta ocho. ¿Podrías tocar Nuvole Bianche? Es una petición un tanto descarada, pero la culpa es tuya por tocar como los ángeles. :D

Jimin le había dejado esa nota sobre el felpudo antes de irse a trabajar. No estaba seguro de la clase de persona que era su vecino. Podría tratarse de alguien joven, de unos veintisiete años, como él, o de un hombre maduro; podría ser introvertido o extrovertido, simpático o maleducado; podría ser muchas cosas, pero lo que sí sabía a ciencia cierta, era que tenía un don para la música.

Jimin pasó la mañana sentado en un cubículo atendiendo llamadas. Trabajaba en una empresa de seguros donde recibía llamadas de clientes que tenían preguntas sobre su cobertura o reclamaciones que hacer. No era el trabajo de sus sueños, ni mucho menos, pero le permitía pagar las facturas y salir adelante.

Después de terminar su jornada fue a tomar algo con sus compañeros de trabajo, como era lo habitual. Jimin no se excedió mucho porque no quería acabar un lunes con resaca. Su compañero Kim Seokjin sin embargo, se terminó toda una botella de licor él solo.

—¿Te lo puedes creer?— soltó indignado —¡Eso me dijo! ¡A mí! ¿Cómo se atreve?

Jimin lo acompañó hasta un taxi mientras escuchaba sus quejas. Seokjin se había divorciado recientemente y cuando bebía siempre le hablaba de su ex. Al menor no le importaba ser su paño de lágrimas porque entendía que necesitaba a alguien con quien desahogarse.

Cuando se aseguró de que el taxista había cogido bien la dirección de la casa de Seokjin, Jimin se despidió y se dirigió al supermercado para comprar la cena. No le gustaba cocinar y los platos combinados que vendían cerca de su casa eran muy ricos.

Antes de entrar en su apartamento notó que el papel que había dejado sobre el felpudo de su vecino había desaparecido. Jimin dejó la cena encima de la mesa y se preparó un té de durazno pensando en ese hombre. ¿Sabría tocar Nuvole Bianche? Que supiera tocar a Chopin no implicaba que supiera tocar a Einaudi.

—Puede que ignore mi petición— dijo sumergiendo la bolsita del té una y otra vez en la taza. Jimin miró la hora en su móvil y luego tomó asiento en el sofá. Quedaban dos minutos para volver a escuchar la misma pieza de Chopin. 

Expectante se llevó la taza a la boca, pero se detuvo cuando sus labios rozaron la cerámica. La melodía que venía del piso de al lado era distinta. Su vecino estaba tocando Nuvole Bianche, como le había pedido.

La sonrisa de Jimin se agrandó inmediatamente. Emocionado dejó la taza sobre la mesa y cerró los ojos para poder apreciar mejor la pieza. La manera en la que tocaba aquel desconocido era maravillosa. Jimin tenía la sensación de que su música le acariciaba el alma.

Como había sucedido desde que se mudó al edificio, su vecino terminó a las ocho en punto. El joven sintió mucha intriga por conocer el rostro de la persona que tocaba con tanta belleza. No le parecía apropiado ir a su casa en ese momento y menos aún con las manos vacías, por eso decidió comprarle un detalle antes de presentarse al día siguiente.

Jimin rechazó la invitación de Seokjin de ir a beber después del trabajo y se apresuró hasta la pastelería más cercana. Los precios que vio allí eran desorbitados, pero aun así decidió comprar una tarta de fresas.

Desde pequeño le habían inculcado que las apariencias lo eran todo y no era la primera vez que se quedaba sin comer por cumplir con las expectativas de sus padres.

Jimin esperó en su apartamento hasta las siete menos cinco. No conocía la rutina de su vecino por lo que imaginó que lo mejor sería presentarse a la hora en la que solía tocar el piano. Quizá podía quedarse un rato y ver en persona cómo tocaba Nuvole Bianche.

Antes de salir de su apartamento se miró en el espejo. Había optado por ponerse un suéter verde con unos jeans ajustados. Tenía el cabello negro y se lo había peinado hacia atrás, justo como le gustaba. Aunque no disponía de mucho dinero era muy coqueto y siempre tenía que ir de punta en blanco.

Después de escuchar el inicio de Nuvole Bianche golpeó la puerta de su vecino con el puño. Jimin estaba un poco nervioso porque no solía presentarse así ante la gente, pero también estaba deseoso por conocer el aspecto de aquel misterioso hombre.

La música cesó abruptamente.

Jimin repasó mentalmente lo que quería decirle, pero entonces volvió a sonar el piano, lo que le dejó algo descolocado.

«¿No ha oído la puerta?» se cuestionó y por eso decidió llamar al timbre.

Jimin esperó y esperó, pero su vecino no dejó de tocar el piano.

El joven titubeó antes de regresar a su apartamento. No entendía por qué no le había abierto la puerta. Decepcionado por la inesperada situación, metió la tarta en la nevera y se tumbó sobre la cama.

—Qué raro— murmuró mirando el techo —¿Se habrá molestado por la nota?

El miércoles transcurrió acompañado de llamadas interminables, clientes descontentos, bebidas alcohólicas y los continuos lamentos sobre Kim Taehyung, el exmarido de Seokjin, con el que se casó cuando residía en Francia.

Jimin regresó a casa sintiendo que su vida se había estancado. No tenía amigos y tampoco familia, solo salía a beber con sus compañeros de trabajo como parte de su rutina laboral.

Seokjin era el único al que realmente podía considerar un amigo. A pesar de que era tres años mayor que él, habían conectado desde que comenzó a trabajar en la misma empresa. Quizá se debía a que Jimin y Taehyung eran de la misma edad o quizá, al haber vivido tanto tiempo en Francia, Seokjin no le daba tanta importancia a la edad como sus compatriotas.

Jimin salió del ascensor y se percató de que había un papel tirado sobre su felpudo. Su rostro palideció cuando vio lo que ponía.

ASESINO

—¿Esto es una broma?— Jimin aporreó la puerta del vecino —¡Si esto es una broma no tiene ni puta gracia!

No hubo respuesta.

Jimin comprobó en el móvil que eran las siete menos cinco. Si sonaba el piano en breve, entonces lo estaba ignorando intencionadamente.

Inquieto esperó en el pasillo hasta que comenzó a sonar una melodía. Su vecino estaba tocando Nuvole Bianche sin reparar en él. Indignado volvió a aporrear la puerta, pero a pesar de su insistencia, la música no cesó.

—¡Hijo de puta!— Jimin entró en su apartamento y dio un tremendo portazo —¿Qué le pasa a ese imbécil?— enfadado tiró el papel al suelo. Estaba tan molesto con su vecino que no podía dejar de temblar.

El jueves fue otro día de copia y pega. Jimin atendió las llamadas en su cubículo con la misma amabilidad de siempre y en el bar escuchó las quejas de Seokjin con mucha comprensión. Taehyung le había pedido que le devolviera un cuadro que decía ser suyo, pero su amigo aseguraba que el cuadro había sido un regalo de cumpleaños y que por lo tanto, le pertenecía a él.

De camino a casa pasó por el supermercado para comprar gimbap y en el ascensor se encontró con Jeon Jungkook, el vecino del segundo que siempre se ponía rígido cuando le veía. Tenía el pelo color cereza y una clara predilección por los piercings y las sudaderas.

Jimin notó que le estaba mirando, pero cuando alzó la mirada hacia él, Jungkook apartó la suya, poniéndose rojo como un tomate.

—A-Adiós...

—Adiós, Jungkook-ah— se despidió en un tono muy dulce y eso provocó que se metiera inmediatamente en su piso. 

El joven Jeon le causaba mucha ternura porque a pesar de su aspecto de chico malo, transmitía un aire muy inocente.

Pensativo sacó las llaves del bolsillo y esperó hasta llegar a la cuarta planta. Cuando las puertas se abrieron vio que había otro papel sobre su felpudo.

ASESINO

Jimin volvió a golpear la puerta de su vecino, pero no obtuvo respuesta. Cansado de su actitud guardó la nota en el bolsillo y volvió al ascensor, donde marcó el primer piso. Cuando las puertas se cerraron y comenzó a descender, se apoyó contra el espejo e intentó recuperar la compostura. Estaba enfadado y disgustado por la broma de mal gusto.

Jimin se detuvo en el primer piso y llamó a la puerta del conserje. Un joven de cabello castaño salió a recibirlo.

—¿Está el señor Jung?

—Mi padre ha tenido un accidente y estará unas semanas ingresado en el hospital— explicó con mucha amabilidad —Eres el del cuarto, ¿verdad? Me llamo Jung Hoseok. ¿Puedo ayudarte?

—Soy Park Jimin— le hizo una reverencia —Bueno... Verás...

—¿Quieres tomar algo?— Hoseok notó que estaba nervioso y le invitó a pasar —Hace un poco de frío, ¿verdad? Se nota que estamos en otoño.

Jimin aceptó la invitación y se descalzó en la entrada. Hoseok fue a preparar un café mientras el menor tomaba asiento en el salón. La vivienda era del mismo tamaño que la suya, pero lucía completamente distinta. Había tantos muebles pegados los unos con los otros, abarrotados de cosas de lo más pintorescas, que daba un poco de claustrofobia estar allí.

Las paredes tenían un tono amarillento, probablemente del tabaco que fumaba el señor Jung. Y el polvo se acumulaba en todas partes, lo que incomodó especialmente a Jimin.

—Siento la espera— Hoseok le entregó una taza de café y se sentó en un sillón —Mi padre es bastante desordenado y me ha costado un poco encontrar el café— bromeó para romper el hielo —En fin. ¿En qué puedo ayudarte?

Jimin tomó un sorbo antes de explicarle la razón de su visita. En realidad prefería el té sobre el café, pero el que le había ofrecido sabía muy bien. El joven dejó la taza al lado de Evanescente, un libro que Hoseok estaba leyendo.

—El vecino de enfrente me está dejando notas muy siniestras.

—¿El vecino de enfrente?

—El de la puerta siete— Jimin notó cómo fruncía el ceño —¿Lo conoces?

—Ahí no vive nadie. Ese piso lleva años sin alquilar.

—¿Qué?

—Mi padre me contó que el último inquilino fue un amigo del propietario. Solía hacer muchos viajes de negocios por lo que su hijo pasaba bastante tiempo solo. Durante uno de esos viajes perdió a su hijo y tras el funeral, se mudó a otro lado. Desde entonces el piso se ha mantenido vacío.

Jimin no daba crédito a lo que estaba oyendo.

—¿Entonces quién está tocando el piano?— preguntó desconcertado —Todos los días suena la misma pieza.

—¿Estás seguro de que el sonido viene de ahí? ¿No será cosa del vecino de abajo?

—Viene de ahí— respondió tajante —Y las notas también.

—Te aseguró que ese apartamento está vacío— repitió tras darle un sorbo al café —El que te esté dejando esas notas vive en otro lado.

Jimin quiso insistir, pero Hoseok recibió una llamada del hospital y ya no le fue posible. El joven cogió la bolsa del gimbap y se despidió para que pudiera conversar en privado.

Desconcertado se dirigió al ascensor sin saber muy bien qué pensar. Estaba seguro de que había escuchado el piano, de eso no tenía la menor duda. Además, la nota también había sido real, no un producto de su imaginación.

—¿Acaso hay ocupas en ese piso?

Jimin regresó a su apartamento con sentimientos encontrados. Aquella noche no logró conciliar el sueño debido a la historia que le había contado Hoseok. No parecía que hubiera mentido, pero le resultaba improbable que no habría nadie viviendo en el piso de enfrente.

Jimin cerró los ojos reflexionando sobre la situación. Si realmente había un ocupa, ¿por qué había ido tan lejos para asustarlo? Él no tenía intención de meterse con nadie, solo estaba impresionado por cómo tocaba el piano.

Justo cuando estaba a punto de caer en un profundo sueño sintió cómo tiraban de las mantas. Jimin se asustó tanto que pegó un grito. Inmediatamente buscó la llave de la luz para iluminar el cuarto.

No había nadie.

Jimin volvió a respirar. ¿Se lo había imaginado? Seguramente, aunque lo había sentido muy real.

El viernes pasó con mayor lentitud de lo esperado. El trabajo le resultó tedioso, probablemente porque no había logrado dormir más de tres horas. Y las copas que se tomó después en un bar con Seokjin tampoco mejoraron su día.

—Taehyung sigue insistiendo en lo mismo— dijo disgustado —Le he dicho que le devuelvo el cuadro si él me entrega a Bleu, pero ha dicho que no, que el perro vive mejor con él. ¿Te lo puedes creer? Estoy tan harto de sus bobadas.

El menor no contestó y Seokjin se percató de que estaba distraído.

—¿Me estás escuchando?

—Lo siento— Jimin se frotó los ojos —No he dormido mucho...

—No me digas— Seokjin sonrió pícaramente —¿Hay alguien en tu vida que no te deja dormir?

—Mi vecino, pero no por lo que tú crees...

—Deberías tirártelo— le sugirió tras tomarse otro chupito —Después de follar dormirás mucho mejor.

Jimin deseó contarle lo que le estaba pasando últimamente, pero no lo hizo porque sabía que debía guardar las apariencias. Para cambiar de tema volvió a mencionar a Bleu y Seokjin continuó quejándose de las exigencias de Taehyung.

Después de pasar un rato con él, Jimin regresó a casa y se encontró con el vecino del segundo en el portal. Jungkook se puso nervioso al verlo, pero tomó valor para subir en el mismo ascensor que él.

—Jungkook-ah, ¿cuántos años tienes?

—Veinticinco— respondió mirando el suelo.

—¿Te gusta la tarta?— preguntó amigable —Es que tengo tarta de fresas en casa y es demasiado para mí. No me gustaría que se echara a perder. ¿Te apetece comer un poco?

—Eh... Sí, sí, claro... Iré a por un plato...

—¿A por un plato?— Jimin se rió por lo adorable que era —No hace falta. Puedes subir a mi casa, te invito a comer allí.

Jungkook sonrió emocionado. No podía creer que su vecino lo estuviera invitando a su casa. Desde que se cruzó con Jimin por primera vez, había sentido un flechazo por él, pero al mismo tiempo había creído que era alguien fuera de su alcance.

Jimin suspiró aliviado cuando vio que no había nada sobre su felpudo. Tras abrir la puerta de su domicilio dejó entrar a Jungkook y luego se descalzaron en la pequeña entrada.

—Gracias por invitarme— dijo tímidamente —La decoración es muy bonita.

—¿Te gusta? Es estilo minimalista— respondió mostrándole el sofá —Siéntate. Voy a preparar un chocolate caliente.

Jungkook se sentó en el suelo junto a la mesa de madera. El apartamento estaba muy limpio y ordenado, lo que le indicó que su vecino era una persona muy pulcra.

—Oye, Jungkook-ah— Jimin encendió el fuego para calentar la leche —¿Cuánto tiempo llevas viviendo en este edificio?

—Dos años.

—¿Y conoces a todos los vecinos?

—Sí.

—¿Sabes quién vive en la puerta siete?

—Ahí no vive nadie. Tengo entendido que el dueño no quiere alquilar el piso.

Jimin frunció el ceño. ¿Realmente no había nadie viviendo ahí?

—¿Y sabes por qué?

—No, hyung— Jungkook se cohibió —Perdón, ¿puedo llamarte hyung?

—Por supuesto.

Jungkook sintió mariposas en el estómago al ver su dulce sonrisa. ¿Cómo podía ser tan guapo? ¿Y cómo podía tener tanta suerte de estar en su casa?

—¿Sabes si algún vecino toca el piano?

—No que yo sepa, hyung.

Jimin sacó la tarta de la nevera y luego llenó dos tazas de chocolate con leche. Jungkook hizo una leve reverencia con la cabeza cuando dejó todo sobre la mesa. Sentía los nervios a flor de piel, especialmente cuando Jimin se sentó enfrente de él, pero también estaba muy emocionado.

—Bueno, Jungkook-ah. Cuéntame algo sobre ti.

Jungkook le contó que era informático y que trabajaba para una multinacional. Sus padres vivían en Busan y aunque solo podía verlos un par de veces al año, solían hablar todas las semanas. También compartió con él que era hijo único y que estaba muy unido a su familia.

—¿Y tú, hyung?

—Yo tampoco tengo hermanos— Jimin le sirvió otro trozo de tarta —Mis padres murieron hace ocho años en un accidente de tráfico, fue poco después de mi ingreso a la universidad.

—L-Lo siento... No quería...

—No pasa nada— Jimin sonrió, pero su sonrisa desapareció al oír Nuvole Bianche —¿Lo oyes?

—¿Oír qué?

—El piano. ¿No oyes el piano?

—Lo siento, hyung— Jungkook se limpió la boca con una servilleta y le miró con sus grandes e inocentes ojos oscuros —¿De qué piano hablas?

Jimin se quedó de piedra. ¿Cómo podía ser posible? ¿Era él la única persona que podía escuchar el piano? El joven se levantó del suelo completamente desconcertado. ¿Acaso la muerte de sus padres le había provocado una psicopatía y ahora veía cosas que no existían?

—¿Qué demonios me está pasando?

—Hyung, ¿estás bien?— Jungkook le tocó el hombro y el mayor se sobresaltó por el contacto —L-Lo siento...

—No pasa nada— Jimin trató de recuperar la compostura —Creo que estoy cansado... La mudanza, el trabajo... Ya sabes... Creo que últimamente estoy algo estresado...

—Deberías tomar fideos picantes. Mi madre dice que los fideos picantes son buenos para el estrés. Espera, creo que tengo un paquete en casa. Voy a ir a por él.

Jimin lo agarró del brazo antes de que pudiera irse.

—¿Hyung?

—¿Quieres quedarte a dormir?— preguntó en un tono sugerente —Me vendría bien algo de compañía.

El menor se ruborizó por la propuesta.

—Veo cómo me miras, Jungkook-ah— Jimin le rozó la mejilla con los labios —¿No quieres pasar la noche conmigo?

Jungkook no fue capaz de contestar, solo logró asentir con la cabeza. Era muy tímido y su vecino lo cohibía, sobre todo porque tenía una mirada muy intimidante.

Jimin tenía la sensación de estar perdiendo la cordura y necesitaba encontrar algo que pudiera controlar. El cuerpo del menor se tensó ligeramente cuando lo besó y esa reacción tan genuina le hizo sentir cierta normalidad. Jungkook se dejó guiar por él. No tenía mucha experiencia, pero no parecía que eso fuera un inconveniente para Jimin. Las caricias que recibía con su lengua se fueron tornando cada vez más fogosas.

Las bombillas de la vivienda reventaron súbitamente cuando se estaban besando en el centro de la habitación. Jimin y Jungkook se cubrieron como pudieron, pero algunos cristales los alcanzaron inevitablemente.

—¿Estás bien?

Jimin no oyó la pregunta. Nuvole Bianche volvía a retumbar en su cabeza, pero con mucha más agresividad.

—¿Hyung?— Jungkook le alzó la barbilla y vio que tenía un corte en el pómulo —¿Hyung, estás bien?

—Sí, sí— Jimin se obligó a reaccionar —¿Y tú?

—Estoy bien— Jungkook notó que solo había sobrevivido una bombilla al extraño suceso —Han reventado casi todas. No entiendo cómo es posible... ¿Habrá sido alguna clase de sobrecarga en el sistema de la red eléctrica?

Jimin no lo sabía y tampoco entendía lo que estaba pasando.

—Tengo que limpiar todo esto... Deberías volver a casa...

—¿No quieres que te ayude?

—No hace falta. Me iré a dormir después de limpiar...

Jungkook se sintió un poco desanimado por el repentino cambio, pero Jimin no se lo había dicho a malas. Lucía muy cansado y por eso pensó que lo mejor sería volver a su hogar.

—Buenas noches, hyung.

Jimin se sentó sobre la cama cuando el menor salió de su apartamento. Los cristales habían alcanzado hasta el rincón más remoto de su piso, por lo que tendría que hacer una limpieza a fondo. Decaído comenzó a barrer el suelo sin pensar en nada más que en dejar todo ordenado.

Al entrar en el cuarto de baño notó que tenía un corte en el pómulo. Antes de seguir se lo curó y después continuó limpiando el suelo, hasta que escuchó unos golpes en la puerta. 

—Jungkook-ah, ¿te has dejado algo?— dijo al salir, pero en el pasillo no había nadie. Jimin cerró la puerta sintiendo un fuerte escalofrío. No sabía qué estaba pasando, pero la situación comenzaba a darle mucho miedo.

Jimin estuvo todo el fin de semana con fiebre. Jungkook se pasó por su apartamento para llevarle sopa de pollo que él mismo había hecho, pero el domingo tuvo que regresar a Busan por la repentina muerte de su padre.

En las últimas cuarenta y ocho horas, Jimin no había vuelto a oír el piano, sin embargo, tuvo que lidiar con pesadillas muy intensas. La mayoría no las recordaba, pero había una que no se le iba de la mente.

Un hombre vestido de negro caminaba lentamente por un pasillo estrecho. La iluminación tenue se cernía sobre él como una sombra, creando un ambiente muy siniestro. Su ropa estaba mojada y sus pies descalzos iban dejando marcas de sangre a su paso. Jimin no podía verle la cara, pero cuando intentaba acercarse, oía un sonido chirriante y entonces despertaba empapado en sudor.

Jimin creía que la pesadilla era producto de la fiebre. Incluso pensó que todo lo que había sucedido en los últimos días también lo era.

El lunes, cuando volvió al trabajo, se encontró con una impactante noticia.

—¿Qué quieres decir con que se ha ido?

—Ha vuelto a Francia— le explicó una de las muchachas con las que solía ir a beber —Tengo entendido que el viernes entregó su carta de renuncia. ¿No es romántico? Vuelve con su mujer a la ciudad del amor.

Jimin no podía creerlo. Seokjin se había ido sin decirle nada. Después de ocho meses de amistad, no se había dignado ni siquiera en enviarle un mísero mensaje. ¿Acaso no valoraba su compañía? ¿Solo lo había usado para desahogarse? Jimin sintió ganas de llorar. Había perdido a su único amigo y de una manera tan repentina que no sabía cómo encajarlo.

Aunque intentó centrarse en el trabajo, mentalmente estaba desgastado. Jimin rechazó llamadas e ignoró a algunos clientes mientras ojeaba varias veces el móvil por si había recibido algún mensaje de Seokjin.

Pero no había nada.

Jungkook tampoco le había contestado. Era comprensible, al fin y al cabo estaba lidiando con la pérdida de su padre, y aun así deseó saber de él.

Ese día no fue a beber con sus compañeros. No se encontraba bien y además no tenía mucho sentido para él pasar tiempo con gente que no le importaba.

Jimin se encerró en casa con los ánimos por los suelos. Estaba irascible, más de la cuenta y solo quería dormir, pero las pesadillas volvieron y también la música del vecino, que comenzó a sonar más agresiva. A Jimin le sobresaltó esa nueva versión de Nuvole Bianche; era tan siniestra que se le metía bajo la piel.

El joven se tapó con la manta tratando de protegerse del ruido y del miedo que comenzaba a calar en lo más profundo de su ser. Entonces sintió una presencia, como si alguien se estuviera paseando por su piso y cuando tomó valor y se destapó, no había nadie.

Jimin estaba solo, pero no desaparecía la sensación de que alguien estaba a su lado.

Observando. Esperando.

El móvil sonó de repente, arrancándole un grito. Jimin se llevó la mano al pecho, tratando de recuperar la compostura y contestó creyendo que era Seokjin, pero solo se trataba de una operadora ofreciéndole los servicios de una compañía de teléfono. El joven colgó mientras la mujer seguía hablando y tiró el móvil sobre la cama.

—¿Qué me está pasando?

El martes, miércoles y jueves pasaron de la misma forma. Jimin no conseguía centrarse en el trabajo y solo estaba pendiente del móvil. A pesar de su insistencia, en ningún momento recibió un mensaje de Seokjin. Jungkook tampoco contestó a sus mensajes, lo que le llevó a pensar que se habían olvidado de él.

Esos días, Nuvole Bianche sonó a todas horas; su vecino ya no tocaba únicamente de siete a ocho, lo torturaba de día y noche, lo que provocó que Jimin no pudiera descansar. Y ese cambio condujo a que el viernes fuera despedido debido a las quejas de sus clientes, a los que les había dado un pésimo servicio. 

A Jimin se le vino el mundo encima, no solo porque se quedaba sin ingresos y ya no podía seguir pagando el préstamo que solicitó para cubrir los gastos del hospital, sino porque en una semana se había quedado sin trabajo, amigos y en breve, sin hogar.

Jimin caminó por las calles de Seúl como alma en pena. La lluvia le había calado hasta los huesos, pero no reparó en ello. Abatido se detuvo enfrente de una casa de muebles. Pasaba todos los días por allí y siempre soñaba con comprarse el sofá de terciopelo que había en el escaparate.

El joven notó en el reflejo del cristal que la herida en su pómulo volvía a sangrar. Era un corte pequeño, pero no terminaba de curarse. A pesar de que había pasado una semana tenía un aspecto fresco, como si fuera muy reciente.

Un hombre vestido de negro se paró detrás de él. Jimin se percató por el reflejo en el cristal, pero cuando se dio la vuelta, no había nadie.

Angustiado por lo que le estaba sucediendo corrió hasta su casa. En cuanto llegó a su planta comenzó a sonar Nuvole Bianche con la misma agresividad de los últimos días. El pasillo que separaba las dos viviendas parecía diferente. Jimin tuvo la sensación de que el espacio entre ambas se había reducido.

Asustado entró en su apartamento, pero cuando pisó el salón dejó caer lo que tenía entre las manos. En la pared, sobre el sofá, ponía asesino en letras grandes.

En ese instante perdió los nervios y comenzó a golpear la puerta del vecino.

—¡Ya estoy harto, sal de ahí!— exigió fuera de sí —¡Abre la puerta, hijo de puta!

La música cesó y la puerta se abrió.

Jimin retrocedió unos pasos. La sensación que le llegó a través de la puerta le erizó el vello. Tenía miedo, eso no podía ignorarlo, pero también sentía rabia y dolor. Antes de adentrarse en ese piso regresó al suyo para coger un cuchillo por si tenía que defenderse.

La vivienda del vecino estaba completamente vacía. Solo había dos cosas en toda la casa; un piano negro en medio del salón y una cortina blanca cubriendo la ventana que se alzaba enfrente del instrumento.

Jimin vio que había un hombre vestido de negro sentado en el banco de piano. Tenía el cabello rubio, de un tono muy claro. El joven se fue acercando sigilosamente con el cuchillo en mano. No se fiaba de ese tipo y no quería correr ningún riesgo innecesario.

Pero cuando alcanzó a ver su rostro, Jimin dejó caer el cuchillo de la impresión.

—N-No puede ser... No puedes ser tú...

El desconocido era su antiguo compañero de secundaria, Min Yoongi.

—¿Estás listo, Jiminie?

Su voz profunda le provocó un escalofrío. ¿Cómo podía verlo y oírlo? No era posible. Jimin quiso correr hacia la puerta, pero estaba tan asustado que no fue capaz de dar dos pasos seguidos.

—Ahora no puedes huir, Jiminie— dijo mostrando una sonrisa siniestra —He venido a buscarte.

—¿P-Por qué?— preguntó con voz chillona —¡Tú no puedes estar aquí! ¡Tú estás muerto!

—Y tú bien lo sabes, ¿verdad?

El joven negó con la cabeza. Las lágrimas comenzaron a brotar cuando se levantó del banco de piano. Jimin, que solo era siete meses menor que Yoongi, observó atónito cómo daba varios pasos hacia él. Las marcas que iban dejando sus pies descalzos eran de sangre, igual que en su sueño.

Yoongi se detuvo delante de él y le miró fijamente a los ojos.

—Tú me mataste, asesino.

—N-No... Yo no hice nada— sollozó, pero Jimin sabía que eso no era del todo cierto. Min Yoongi había sido su compañero de clase y también la persona a la que había manipulado durante años.

Las apariencias lo eran todo para él, como bien le habían enseñado sus padres. Por eso, Park Jimin se convirtió en un joven estudioso, bueno en los deportes y muy popular entre los alumnos y profesores.

Min Yoongi en cambio era todo lo contrario. Su personalidad obsesiva e introvertida y sus carentes habilidades sociales le habían dado fama de raro. A nadie le gustaba estar cerca de él, ni siquiera le agradaba a los marginados de la escuela. Era solitario y siempre andaba con su vieja cámara a cuestas, incluso el día en el que Jimin se fijó en él.

Uno de los chicos más populares de la escuela se desquitaba con Yoongi a diario. Lo usaba como su saco de boxeo personal y todos lo sabían, pero nadie hacía nada porque era popular y Yoongi solo un bicho raro.

Pero ese día alguien intervino; ese día Jimin se interpuso entre ellos y recibió una patada al proteger a Yoongi. Después soltó un discurso contra el acoso escolar delante de múltiples alumnos, que lo grabaron y difundieron, haciéndolo aún más popular de lo que ya era.

Y el otro chico cayó en desgracia, justo como había previsto Jimin. A él no le importaba el bullying en lo más mínimo. Quería darle una lección a ese tipo por haber cuestionado su liderazgo delante de los demás jugadores de béisbol. 

Desde ese día, Yoongi se obsesionó con Jimin. Le hacía fotografías durante sus partidos de béisbol, cuando caminaba por el colegio o volvía a casa. A veces incluso le seguía al centro de la ciudad en secreto, aunque Jimin lo sabía. Había notado su interés por él y de eso se aprovechó.

—¿Te gusto?— le había preguntado una tarde después de clase.

Jimin había ido a una tienda a robar y su compañero lo siguió como de costumbre. Cuando el menor salió corriendo del establecimiento, Yoongi lo persiguió, pero Jimin lo empujó contra el edificio de un callejón y allí, rodeado de basura, le hizo esa pregunta.

—Sí— respondió sin vacilar. Yoongi no se puso nervioso. Lo miró impasible, pese al sobresalto.

—¿Y qué deseas de mí, Yoongi-ah?

—Todo.

—Todo tiene un precio— aseguró con cierto coqueteo —¿Qué estarías dispuesto a hacer por mí?

—Lo que me pidas.

Y así sucedió. Durante varios años, Yoongi hizo todo lo que quería. Le daba el dinero que su padre le entregaba cada semana para que Jimin pudiera comprarse ropa e incluso robaba por él si no le alcanzaba con la paga. También amenazaba a los alumnos que estaban en la lista negra de Jimin o participaba en acoso, hasta que conseguía que sus víctimas dejaran de asistir a clase.

A cambio podía hacerle toda clase de fotografías, ser su novio en secreto e intimar con él. Para el menor no era más que un juego. Le gustaban los hombres más que las mujeres, pero debía guardar las apariencias por su propio bien. A ojos de todo el mundo, Min Yoongi era su obra benéfica, por lo que nadie sospechaba cuando estaba con él.

Con el tiempo, Yoongi quería más; necesitaba ser reconocido como su novio públicamente y no tener que actuar como un compañero de clase. Deseaba ser el único dueño del amor de Jimin, porque aunque era suyo, Jimin salía con otras chicas mientras estaba con él. Y Yoongi tenía celos de ellas, a pesar de que sabía que solo era fachada.

Cuando le dijo de hacerlo público, Jimin lo amenazó con dejarlo.

—Quítate esa idea de la cabeza o me aseguraré de que vuelvas a ser un marginado y te acosen de por vida.

Pero ni siquiera sus amenazas impidieron que Yoongi cediera. Jimin no sabía que padecía de varios trastornos no diagnosticados y que, independientemente de lo que dijera, Yoongi no podía renunciar a él. 

Después de graduarse, Jimin fue aceptado en la universidad más prestigiosa de Seúl. Tenía la esperanza de que Yoongi no hubiese sido admitido, pero como el mayor sabía las ganas que tenía su pareja de estudiar allí, renunció a su sueño de ser pianista y trabajó muy duro para entrar a la misma carrera que él.

Yoongi se ofreció a mantenerlo mientras estudiaban arquitectura juntos. También le pidió que se fuera a vivir con él, pero Jimin no quería seguir con su relación. Estaba harto de su posesividad y de lo difícil que se había vuelto de controlar.

Por eso cortó con él.

—No puedes dejarme... Por favor, ¿qué tengo que hacer para que estemos juntos? Dime que tengo que hacer y lo haré.

—Muérete y estaremos juntos.

Aunque solo lo dijo porque estaba harto, Yoongi no cuestionó sus palabras y las tomó como una promesa. Ese mismo día, a las siete de la tarde, se cortó las venas en el piso que compartía con su padre, pero como lo hizo mal, su corazón tardó una hora en detenerse. Yoongi se desplazó desde la bañera hasta el salón, trazando un camino con su sangre y murió en el suelo, en completa soledad, junto al piano de su difunta madre.

Jimin no se enteró de la tragedia hasta tiempo después. El mismo día que falleció Yoongi tuvo un accidente con sus padres y ambos murieron en el acto, mientras él quedó gravemente herido. El joven pasó dos años en el hospital, teniendo que renunciar a su carrera universitaria y cuando pudo retomar su vida, se encontró con un antiguo compañero que le transmitió la triste noticia. 

—He sido una persona horrible durante toda mi vida, pero después de tu muerte he cambiado— Jimin se arrodilló entre sollozos —Te juro que he cambiado... Estoy intentando hacerlo mejor... Estoy intentando ser una buena persona... Por favor...

—Es hora, Jiminie.

—No quiero, por favor... Lo siento mucho, Yoongi-ah...

—Lo prometiste.

—Dame un poco más de tiempo— suplicó desesperado —Por favor, solo un poco más de tiempo.

—¿Para qué quieres más tiempo? ¿Para pasarlo con Jungkook-ah?— Yoongi resaltó el nombre de su vecino con cierta amargura —¿Quieres hacerle lo mismo que me hiciste a mí?

—No, no, te juro que no— respondió aterrado —Dejaré de verle, me alejaré de él, pero por favor... Dime que tengo que hacer y lo haré. 

—Muérete.

Y Jimin supo por su sonrisa que no lo dejaría marchar.

Jungkook regresó a Seúl dos semanas después del entierro de su padre. Lo primero que hizo tras dejar sus cosas en su apartamento, fue subir al piso de Jimin para ver cómo seguía. No había contestado a ninguno de sus mensajes y estaba un poco preocupado por él.

Al salir del ascensor se llevó inmediatamente la mano al rostro. La puerta del apartamento siete estaba abierta y de allí salía un tufo horroroso. Jungkook se acercó lentamente, pero se detuvo al percatarse de que la puerta del piso de Jimin también estaba abierta.

Su primer pensamiento fue que Jimin se había olvidado de cerrar la puerta, pero cuando vio lo que ponía en la pared sintió un escalofrío. Jungkook sacó el móvil del bolsillo y marcó el número de su amigo.

Kim Namjoon tardó menos de media hora en llegar al piso del menor. El joven policía, que estaba de vacaciones, le había pedido que no entrara en ninguno de los dos apartamentos y que tuviera paciencia hasta su llegada.

Jungkook le explicó todo lo que había visto en el piso de Jimin, poniendo especial énfasis en la palabra asesino que alguien había pintado en la pared. También le relató el mal olor que provenía del apartamento de al lado y le comentó que hacía días que Jimin no contestaba a sus mensajes.

—Quédate aquí, voy a echar un vistazo.

—Pero hyung...

—Jungkookie, déjame trabajar.

El menor asintió a regañadientes y Namjoon cogió el ascensor para subir a la cuarta planta. En el pasillo notó un olor muy fuerte, por lo que tuvo que cubrirse la nariz con el brazo. Con precaución se adentró en el apartamento del que provenía el hedor.

A pesar de la poca claridad que entraba del exterior, fue visualizando una silueta en el suelo del salón. El joven de cabello negro quiso encender la luz, pero no había electricidad en la vivienda. Cuando se acercó hasta el cuerpo notó que estaba tumbado boca arriba, sobre un charco de sangre. Tenía las venas cortadas y la expresión en su rostro le causó tal impacto, que jamás la olvidaría.

Jungkook no fue capaz de quedarse quieto y volvió a subir al piso de Jimin. Lo había llamado varias veces, pero seguía sin coger sus llamadas.

—¿Dónde estás, hyung?— murmuró mirando el salón. En el suelo, debajo de la mesa, detectó el móvil de su amigo. Inmediatamente lo cogió y deslizó el dedo por la pantalla. No tenía ningún código de seguridad, lo que le extrañó un poco.

El joven notó que había muchas llamadas y también mensajes de un tal Kim Seokjin sin leer, por lo que comenzó a repasar unos cuanto.

Seokjin hyung 
Siento haberme ido sin avisar. Ha pasado tan rápido que todavía no me lo creo. He solucionado las cosas con Taehyung y me ha pedido que vuelva con él. Estoy de camino al aeropuerto, pronto te lo contaré todo. Viernes, 06 de noviembre

Ya estoy en París con mi chico. ¿Ves lo guapo que es? 😘 Sábado, 07 de noviembre

Necesito hablar contigo cuanto antes. Tengo tantas cosas que contarte... Se te va a volar la peluca. 🤯 Domingo, 08 de noviembre

Jimin, ¿estás bien? Te echo de menos. Háblame o lloro. 🥺 Lunes, 09 de noviembre

¿Dónde estás? Espero que no te hayas enfermado. Taehyung quiere conocerte. ¿Qué te parece? Te pagaré los gastos y podrás pasar un tiempo con nosotros. Quizá conozcas a un francés buenorro que te convenza de quedarte aquí. Ah, por cierto. Nos vamos a volver a casar. 🤭 Martes, 10 de noviembre

Jimin, estoy muy preocupado. ¿Por qué no contestas?  Miércoles, 11 de noviembre

No has leído mis mensajes y tampoco contestas a mis llamadas. ¿Qué está pasando? Si no respondes en 24 horas llamaré a la policía. Jueves, 12 de noviembre

¿Dónde estás? Te lo suplico, contéstame.
07:08

El último mensaje era de hoy, trece de noviembre. Jungkook se fijó en que tampoco había leído los mensajes que le había enviado desde Busan. ¿Cómo era posible? ¿No le habían llegado o alguien había impedido que los viera?

Asustado salió al pasillo para llamar a su amigo.

—¡Namjoon hyung!

—¡No entres aquí!

El menor supo por su voz que había pasado algo grave e ignoró la advertencia. Jungkook gritó horrorizado cuando vio el cuerpo sin vida de Jimin. Namjoon trató de sacarlo de allí por la fuerza. No quería que se acercara y menos que viera la expresión en su rostro, pero su amigo se zafó de él y consiguió aproximarse al cadáver.

Jungkook observó desconsolado los cortes en sus muñecas, pero lo que más le impactó fue el terror que había quedado reflejado en su mirada. Namjoon lo estrechó entre sus brazos y le habló al oído, pero el menor no lo escuchó. No podía apartar la mirada de Jimin ni de la nota que tenía sobre el pecho, que estaba empapada de su sangre.

Ahora eres mío

Esta historia se me ocurrió por marzo de 2021, pero no he podido publicarla hasta ahora. Llevaba rondando mi mente mucho tiempo y aunque quería escribirla, no me animaba a hacerlo. Si ha logrado ver la luz es gracias a DontCryMurder, que me ha apoyado incondicionalmente. Este one-shot es para ti, Sigma. Gracias por creer en mí cuando yo había dejado de hacerlo. 💜

Gracias también a ethereal-moon por otra maravillosa portada + separador. De verdad, no sabría qué hacer sin ti. 💜

Espero que os haya gustado esta pequeña historia de terror. Si os habéis quedado con alguna duda podéis dejármela en los comentarios y trataré de resolverla. Muchas gracias por leer mi primera historia fuera del mundo de E/R. Feliz Halloween~ 🎃

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