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🏁 2. Incondicional 🏁

Quizás todo empezó en su sexta navidad, cuando papá trajo un auto de kart a pedal rojo, y a pesar de las sonrisas incómodas de mamá y las discusiones por lo bajo de que debía regalarle «algo más adecuado», Kira decidió recorrer primero toda la sala hasta la cocina, y después, la cuadra del vecindario de ida y vuelta sin parar. La verdad, aún pensaba que no podía haber un regalo más adecuado.

Era la velocidad. Había cierta atracción en controlar lo aparentemente incontrolable; cada vez quería llegar más lejos, más rápido, e incluso la vez que se fue cuesta abajo en una ladera del vecindario, y cayó junto con su primer diente, no fue suficiente para intimidarla (además, esa vez el ratón le regaló sus primeros 30 pesos y se sintió la más millonaria).

Quizás su papá nunca imaginó lo importante que sería ese regalo, o los domingos de ver a Hunter Chambers ganar múltiples veces en circuitos alrededor del mundo.

El auto rojo con blanco siempre fue su favorito porque le recordaba al kart que tenía, pero poco a poco comenzó a reconocer al resto de equipos y los pilotos que rotaban en estos según sus contratos. Quizás todo pudo quedarse allí, pero una vez más, papá no se contuvo al ver que tenían algo en común, y le preguntó mientras señalaba el televisor:

—¿Querés que te lleve al karting a hacer lo mismo que ellos?

Y a pesar de que el viaje de dos horas le resultó pesado, al dar vueltas sin parar sobre la pista del kartódromo de Pilar, pensó que le gustaría hacer eso por siempre.

Los juegos se convirtieron en prácticas, y poco después en competencias. Al principio le parecía de lo más divertido adelantarse a los chicos mayores que ella y sacarles en cara que una niña les había ganado. A ella tampoco le gustaba perder, pero los comentarios de sus rivales se volvían más despectivos con los años y la competencia era peor. Siempre buscaban golpearla o hacerla chocar para dejarla fuera de la carrera cuanto antes.

Si llegaba a suceder, se esperaba hasta llegar a casa con papá para llorar de rabia, y no lo diría jamás en ninguna entrevista o documental, pero varias veces lamentó no haber nacido como chico para tener el mismo respeto que todos en la pista.

Mamá ya aceptaba que corriera y la apoyaba. Todos sabían cuánto amaba hacerlo y que no tenía planeado detenerse hasta llegar a lo más alto. Decían que como venía de una tierra de campeones, le esperaba una coronación de gloria.

No fue fácil para nadie, y aunque se extrañarían con toda el alma, tuvieron que aceptar el siguiente gran paso, muy lejos de casa, de aquel primer kart de juguete y la pista de Pilar, sin un boleto de regreso.

Tal vez estaba escrito que su destino se uniría al de Lía Montecruz.

La academia de ThunderBolt Racing había decidido darle su patrocinio y herramientas para escalar poco a poco de nivel. Veían futuro en ella o eso decían, pero también era consciente de que todo en sí misma —su historia, físico y personalidad— la hacían llamativa ante el público. Quizás no lo suficiente como para llegar algún día a la Fórmula 1, pero era trabajo de ella demostrarles que se equivocaban.

Entonces se encontró con esa chica tres años mayor que le fue asignada como representante de su carrera deportiva.

La primera vez que la conoció, Lía no sabía absolutamente nada sobre deportes de motor, pero parecía dispuesta a aprender todo del tema. Apenas había terminado la carrera de Comunicación, mientras que Kira decidió aplazar la universidad para darle prioridad a sus sueños.

Ambas venían del mismo lado del continente, de países completamente distintos en tamaño y costumbres, pero estar tan lejos de sus respectivos hogares para perseguir el futuro que ansiaban las unió, y Kira se sentía en buenas manos con ella.

Nunca tuvo una buena vibra acerca de Alfonso Montecruz, pero saber que hacía veinte años había viajado a Sudamérica por negocios y terminó enredándose y abandonando a una pasante justificaba mucho su repulsión.

La valiente pasante consiguió obligarlo a hacerse responsable a la distancia de la hija que él esperaba jamás volver a ver, hasta que 22 años después la encontró en su oficina, miles de kilómetros lejos de su país natal, anunciándole acerca de sus prácticas en la compañía, casi como una pesadilla viviente.

Cualquiera pensaría que Lía lo tenía fácil por trabajar para su propio padre, pero la realidad es que Alfonso siempre estaba a la espera del mínimo error para mandarla de regreso a su país, y Lía hacía todo lo posible para evitar darle esa oportunidad.

Él pensó que dejarla a cargo de un proyecto que consideraba desechable y que de por sí no llegaría muy lejos, haría que pronto se librara de las dos, pero para su pesar, fue esa elección la que las había mantenido unidas todo este tiempo.

Incondicionalmente.

🏁 🏁 🏁

Entró por la puerta de la cafetería, un poco perdida antes de encontrarla. Lía parecía contener la respiración y apenas pudo esbozar una sonrisa mientras la llamaba con un movimiento de su mano.

Avanzó a ella sin miedos. Estaba usando sus botas negras, las que le hacían sentir que podía dominar el mundo cuando las llevaba, y que hacían juego con su chaqueta de cuero, así que todo estaría bien.

Casi siempre usaba camisetas de alguna banda de rock que recogía con un nudo en la espalda para ceñirlas a su cuerpo; le gustaba sentir que dentro y fuera de la pista era imposible no mirarla. Al principio su armario había sido idea de Lía, junto con el labial matte oscuro, porque le parecía que iba a la perfección con el delineado de gato que sin falta Kira se dibujaba cada día. Poco a poco sintió que se apegaba bastante a ella, y le resultaba más fácil crear sus conjuntos sola.

Sin ningún reparo se sentó junto a ella, apoyando el mentón sobre su mano sin dejar de mirarla. Lía siempre lucía adorable, casi angelical; usaba cárdigans y suéteres de colores crema y zapatos bajos; daba esa vibra de chica buena. En otra ocasión, Kira habría pensado en lo mucho que lamentaba no poder recordar todo lo que realmente era capaz de hacer.

Por el contrario solo la veía nerviosa, bebiendo sorbos de su café para evitar hablar o postergar hacerlo porque no sabía cuál debía empezar a hacerlo, y tampoco quería ser la primera.

—Adoré el desayuno, muchas gracias —decidió empezar la piloto mientras buscaba en su bolso un alfajor que dejó en la mesa.

Desde hace un tiempo sabía lo mucho que a Lía le gustaban y siempre trataba de llevarle uno distinto.

—Merecías eso y mucho más... —respondió de forma tímida, y solo para continuar la conversación, volteó un poco la pantalla de su laptop hacia la piloto—. ¿Qué tal se sintió rociarle champaña encima a Henry Dubois y Enzo Moretti?

En realidad, el video hablaba muy bien por sí solo. Por lo general, entre todos los jugadores era divertido rociarse champaña entre ellos y le añadía una sensación de camaradería pese a la rivalidad, pero la situación parecía distinta con una chica en medio.

Henry y Enzo se bañaron al otro sin problema alguno. Luego el primero se dio cuenta de que Kira estaba a su lado y dio un paso hacia ella con una sonrisa tímida, invitándola a rociarlo también.

Abrió la botella y Henry se agachó para que ella le echara el contenido encima y fingió darse una ducha con la bebida. Enzo Moretti supo que no podía quedarse atrás y también bajó la cabeza, pero ninguno se atrevía a echarme una sola gota encima. Kira supuso que se vería irrespetuoso, pero no le parecía para tanto.

—Fue divertido al principio. Tendré que llegar más veces al podio hasta que se acostumbren —pensó al observar el video, esbozando una sonrisa astuta—. ¿Es para TikTok?

—Sí, y de hecho ya va muy tarde. Ya debe haber unos mil edits creados por fans en este momento.

—Significa que estás ocupada...

Un poco tensa, Lía no sabía si esconderse en su trabajo en la laptop, o enfrentar a Kira y lo que había sucedido.

Sus labios temblaron y trató de contenerlos mordiendo el inferior. No quería evitarla con la mirada, pero tampoco quería que se diera cuenta de cómo sus ojos empezaban a aguarse.

—Lía... —La piloto se contuvo al pensar en lo ridículo que sería preguntarle si estaba bien—. Mejor vamos al baño, ¿sí?

No dijo nada, pero se levantó y Kira fue con ella. Agachó la cabeza para evitar que se notara que ya empezaba a sacudirse, y al llegar al lavamanos, mientras su amiga la sostenía de los brazos, no tardó en romper en llanto y Kira no sabía qué hacer.

—Lía, por favor, decime qué te pasa. ¿Te lastimé o algo...?

Se sintió de lo peor al verla tan frágil, y aunque se confesaron un montón de cosas a lo largo de los años, era la primera vez que la veía así y le dolía.

Ella negó con la cabeza e intentó calmarse, pero al intentar buscar las palabras, quebró en llanto de nuevo, y Kira solo alcanzó a abrazarla con fuerza, con cariño y mucha culpa.

La sintió hundir su cabeza contra su hombro, aceptando el consuelo, y poco a poco le resultó más fácil calmarse.

—Por favor no me despidas... —La escuchó balbucear, y por un segundo completo, no entendió a qué se refería—. Sé que es lo más lógico y entiendo que no hay otra opción, pero dame solo una oportunidad más...

Sintió cómo sus manos arrugaban su chaqueta, y a la vez, un escalofrío la recorrió y volvió a quedarse sin palabras, pero si de algo era consciente, era que jamás se le había ocurrido despedir a Lía.

Entonces ella se separó un poco, mirándola con sus grandes ojos marrones aún llorosos y enrojecidos:

—Olvidemos todo lo que pasó, no lo mencionemos jamás y finjamos que nunca sucedió, ¿sí?

Kira le dio su espacio para que terminara de limpiarse el rostro con su mano e intentó pensar en todo lo sucedido, y aunque no sabía qué esperar, no se esperaba para nada eso.

Y acababa de darse cuenta de que era lo más obvio del mundo.

Lo segundo era que no quería volver a ver a Lía así y menos por su culpa, y quería volver a abrazarla, pero se dio cuenta de que si no hacía lo que ella decía, todo podría malinterpretarse y ya no podría volver a acercarse de esa forma.

Más que su representante, era su amiga. La única que podía considerar así desde que entró a la academia e hizo su paso a través de las primeras categorías de fórmulas. Sí, a veces le recordaba hasta cuando debía irse a dormir o tomar sus vitaminas, pero también compartían suites en muchos de sus viajes, paseaban por las ciudades, compraban comida para preparar juntas, y hasta la consideraba la segunda madre de Caucho (de manera no romántica). No quería que se alejara de ella y todo se limitara a su relación profesional.

—Está bien, Lía, yo pensaba lo mismo... —pronunció una mentira piadosa y le sonrió un poco para asegurarle que podía confiar en ella—. No tenemos que volver a hablar de eso, todo... seguirá siendo igual, ¿verdad?

Ella asintió con cautela, hasta asimilar lentamente la idea de que podía seguir confiando en Kira. La piloto lo supo en el momento en que se le dibujó una pequeña sonrisa en esos labios rosados, y no aguantó más y volvió a abrazarla. Esta vez era ella la que se aferraba consciente de todo lo que estuvo a punto de perder, y aunque no era la más religiosa, le agradecía a Dios en silencio que todo aquello se resolviera de la mejor manera.

—¿De verdad creíste que te iba a despedir, boba? No te haces una idea de lo perdida que estaría sin vos —murmuró sin soltarla. Se perdió un poco en su corto cabello rubio, a la mitad de su cuello. Lía siempre olía a un perfume muy suave y dulce; siempre le gustó su olor pero en ese momento le fascinaba y creía que iba a la perfección con ella. Fue en ese momento en que, embriagada, soltó algo que quizás no debía—. Miralo por el lado bueno, no hay acuerdos de confidencialidad que firmar esta vez...

Cuando Lía se sintió más en calma, lavó su rostro y retocó su maquillaje. Kira no dijo nada y solo la observó; desde el polvo compacto que aplicaba con delicadeza, el rímel suave y un brillo que dejaba sus labios aún más rosados, cada acción que ejecutaba solo la obligaba a contemplarla y pensar que quizás fue tonta y debió insistir un poco más.

O quizás era tonta por pensar en eso, porque estuvo a punto de perderla y jamás vio a Lía así. No porque no fuera linda porque claramente lo era, pero creía que estaba fuera de su alcance en todo sentido.

Eso le hacía querer preguntar más cosas. Por mucho alcohol que tomaras, no hacía que fueras a la cama con tu mejor amiga, ¿no?

¿Quién empezó todo? ¿Lía o ella?

No necesitaba recordarse que acabó de prometer que jamás volvería a sacar el tema, y que fingirían que nada había sucedido.

Abrió su bolso para sacar su billetera.

—¿Querés algo más? Yo te invito.

—En realidad, quiero irme. Tenemos el vuelo en dos horas, y no sé cuánto demoremos hasta el aeropuerto...

Respiró profundo y giró los ojos. Estaba más acostumbrada de lo que parecía a la faceta de agenda con patas de Lía.

—Está bien, igual voy a llevar un café como el tuyo —dijo antes de acercarse a la caja y pedírselo a la barista.

Al principio tomó la orden de manera automática, pero al devolverle la tarjeta, la miró con más atención, hasta apenas contener la sorpresa.

—¿Es Kira Russo, la piloto de Fórmula 1?

Inmediatamente sonrió. Apenas llevaba tres carreras pero sabía que jamás se cansaría de eso.

—No esperaba ser reconocida aquí... —dijo, como si el solo anuncio de su debut no la hubiera puesto en el conocimiento de todo el mundo.

—¡Toda Melbourne está hablando de ti!, no es para menos. Fue una carrera muy brillante.

—¡Gracias! Entonces, ¿te gusta la Fórmula 1? —Se dio cuenta de su sonrisa tímida, y pudo adivinarlo. Estaba bien, no era tan emocionante ver tipos dar vueltas en sus carros a una pista por casi dos horas. Lo emocionante era ser la que daba esas vueltas—. ¿O te gustan los pilotos...?

—De momento eres mi favorita. ¡No solo porque estás aquí! Quiero decir, no hay otras chicas allí... —explicó nerviosa, intentando ocultarlo tras una pequeña sonrisa y Kira no pudo evitar reír más.

—Bien, te creo —dijo a punto de firmar su recibo— ¿No te gustaría que firme algo...?

—¡Sí, por favor! —se adelantó a tomar uno de los vasos en venta y le extendió un marcador—. Espero que sigas llegando tan alto como ayer.

—Lo haré —prometió mientras escribía su autógrafo en el vaso y se lo devolvía. Se dio cuenta de la mirada incómoda de Lía, como si fuera un mal tercio y tuviera que sacar un documento de confidencialidad en cualquier momento, y sabía lo mal que se vería todo esto para ella—. ¡Gracias por todo!

—Ah, ¿no te quedarás más en Melbourne?

Negó con la cabeza y una expresión de lástima.

—Tengo que prepararme para la siguiente carrera. ¡Prometo volver el siguiente año!

Volvió a unirse con Lía, y al abrir el recibo, encontró un número de celular en la parte de atrás. Volteó, y notó que la barista estaba enrojecida de vergüenza, así que sonrió sin decir nada. Pero Lía también lo vio, y no quería que malinterpretara más las cosas. No era ese tipo de chica.

Solo al salir de la cafetería, se sintió en libertar de arrugar el papel y tirarlo al basurero más cercano, y sabía que Lía no diría nada, pero esperaba que entendiera lo suficiente con eso.

—¿Podés llamar a que nos recojan? —le pidió fingiendo cansancio, a lo que ella sacó su celular para hacer las respectivas llamadas. En eso, sostuvo su mano y recostó su cabeza sobre su hombro—. ¿Ya te dije que estaría perdida sin vos?

Sonrió al verla suspirar, notando un leve rubor en sus mejillas mientras se ocupaba de que llegaran de regreso al hotel.

*

*

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YA ESTOY AQUÍ DE NUEVO AL FIN

Los primeros capítulos los escribí al principio en primera persona, pero me estresé un montón y decidí dejarlos en tercera persona, la mayoría desde el punto de vista de Kira, así que si encuentran pequeños errores, en parte es por eso 😩

Quiero agradecer a todas las personitas que le dan una oportunidad a esta historia, y de paso, quería enseñarles esta ilustración de nuestras protagonistas, hecha por /d_a_n_de.lion en instagram:

También, les dejo con la ficha de Lía bebé:

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