Capítulo IV
Al irse a dormir esa noche, Eduardo pensó en lo atractiva que era su compañera de viaje y en como su cara cambiaba de colores ante las emociones que sentía.
También, como siempre le había encantado que ella fuera tan metódica, exacta y precavida. Cuando él era niño siempre pensó que al crecer le gustaría ser una persona así, pero al no contar con una estructura real en su vida, se crió como una persona que hacía su libre albedrío, sin que nadie le impusiera reglas u horarios.
Él era el segundo hijo de una familia de 6 niños, de los cuales 4 eran chicas. Al no contar una figura paterna dentro del hogar, él al ser el varón de más edad tuvo que ejercer esa función junto con su hermana un año mayor, pues su madre trabajaba en una lavandería en turnos interminables de 8 horas, para después ir a limpiar casas de ancianos ricos, para poder subsistir de alguna forma con sus hijos.
Eduardo tuvo que trabajar casi siendo un niño para ayudar a su madre con los gastos. Trabajaba repartiendo periódicos, limpiando patios de los vecinos, haciendo mandados de ancianos, realmente realizaba cualquier trabajo, siempre y cuando fuera pagado en efectivo al momento de realizarlo.
Con los años descubrió, que si era coqueto y amable con las mujeres podía conseguir más dinero por el mismo trabajo. Cuando tenía 17 años se enamoró de una vecina 13 años mayor que él, siendo ella su primera relación real. Ella además de brindarle su amor, le ayudaba con algunos de los gastos de la escuela y de casa, mientras él le brindaba todo su ser.
Gracias a ello, él pudo incrementar su promedio, que en conjunto con sus habilidades deportivas innatas, le ayudaron a conseguir una beca de estudios en una buena universidad. Aunque a pesar, que durante su carrera universitaria también tuvo que trabajar para poder ayudar a su familia, logró graduarse con excelencia académica.
Fue así, como consiguió trabajo en la misma empresa que Antonia, hace ya 4 años; muchos pensaban que él había obtenido sus ascensos al acostarse con la jefa de personal, pero la verdad es que él nunca lo había hecho, y todos sus ascensos fueron pedidos por sus jefes inmediatos con base en sus habilidades y desempeño laboral.
Recordó la cara de preocupación de Antonia al verlo callado durante el almuerzo y mientras veía a Ana en el aeropuerto, quiso poder explicarle las cosas, pero realmente no estaba listo para abrirse con ella.
Además él sabía que ella guardaba algún secreto que no quería compartir tampoco.
Se durmió pensando en el olor a jazmín, que emanaba del pelo de Antonia mientras dormía entre sus brazos, y pensó que tenía muchos años de no poder dormir tan plácidamente con alguien entre sus brazos.
Se despertó tres horas después, a través de sueños de manos blancas y delgadas que le tocaban la cara mientras una mujer le pedía que nunca la dejara.
Decidió llamar a casa, pues allá debían ser ya las 6 de la mañana.
—Hola mamá, ¿Cómo está todo? —preguntó cuando respondieron.
—Hola hijo, ¡Que alegría oírte! —dijo su madre para después decir apresurada —Ella no se ha podido dormir, porque tú no le has contado su cuento, te la pasaré para que la saludes antes que salga para la escuela.
Eduardo se rió mientras escuchaba como se peleaban por el teléfono y su madre les decía que era él.
—¿Papi dado? —Dijo una voz infantil.
—Hola mi preciosa princesa, ¿Cómo estás? —Le preguntó Eduardo.
—Cansada, mami tita no sabe cómo leerme los cuentos bien, no puede hacer bien las voces de los personajes. —Dijo casi llorando la niña, y le preguntó— ¿Cuándo vuelves? Extraño también mi cama, la cama de mami tita es muy dura.
—Regreso hasta el Lunes en la noche —dijo muy a su pesar, sabiendo que ella no dormiría adecuadamente todas esas noches —Pero te prometo que sí termino de trabajar temprano, te llamaré para contarte un cuento desde aquí, ahora pásame a Mami Tita, te amo princesa, prepárate para la escuela y estudia mucho.
—¿Hijo? —Escuchó la voz de su madre.
—Mamá, intentaré llamar antes de la hora de dormir para contarle un cuento, ¿podrías ponerle por favor un edredón doblado para que duerma sobre él en tu cama? —Dijo rascándose la cabeza, después preguntó —¿Teresa está bien?
-Si hijo no hay problema. Cuídate mucho y no te preocupes nosotros estamos bien todos. —Respondió su madre con voz comprensiva.
-Si lo sé... y ¿mamá? Gracias por todo. Te quiero.
-Yo también hijo, ¡Alma, bájate de allí! Te dejo hijo ¡Alma!- alcanzó a escuchar antes que se cortara la comunicación.
Intentó dormir un poco más, pues sabía que por la mañana debía levantarse temprano para encontrarse a tiempo con la esquemática Antonia.
***
Mientras tanto en la habitación contigua, Antonia pensaba en cómo había cambiado su vida en cuestión de horas. Pasó de ser una mujer felizmente comprometida, a una mujer destrozada.
Se preguntó porqué Eduardo actuaba tan extraño, y por qué se había sentido tan cómoda al dormir en sus brazos, ella siempre fue metódica en toda su vida, no podía darse el lujo que unas horas de sueño arruinaran sus relaciones en el trabajo.
Intentó pensar que le pasaba a Eduardo al actuar tan extraño las últimas horas, sintió que tenía algún secreto, pero al darse cuenta que ella tampoco estaba lista para poder abrirse con sus problemas a nadie, no lo presionaría para saber.
Decidió intentar dormir un poco, pues en la mañana sería un asco si no lograba dormir al menos unas horas.
Cuando al fin logró dormirse tuvo pesadillas, la última fue: «ella entrando a su antigua habitación y encontrando a Sofía con Roberto en pleno acto sexual, cuando ella intentaba hablar su boca estaba sellada y estaba enraizada al suelo, justo cuando pensaba que no podía más, unas manos masculinas la jalaban desde atrás, arrancándola del suelo y hablándole serenamente. Cuando estaban fuera de la habitación se daba vuelta para encontrarse con los oscuros ojos de Eduardo.»
Justo en ese momento Antonia se despertó sobresaltada y bañada en sudor. Vio el reloj despertador y eran casi las 5:00 a.m., ella había dormido menos de una hora, pero decidió no arriesgarse a tener más pesadillas, así que se levantó para tomar un baño de burbujas, así comenzaría el día relajada, pues sería un día muy largo.
Preparó la bañera, puso música de su iPod con los parlantes del hotel y se colocó descansando su cabeza en el borde de la bañera sobre una toalla que le servía de almohada. Cerró sus ojos y quiso sentir la misma paz que había sentido la mañana anterior en los brazos de Eduardo.
Unos golpes lejanos la hicieron abrir nuevamente los ojos, se levantó con un salto, al darse cuenta que ya era de día, lo que significaba que ella se había quedado dormida. Al llegar a la habitación vio que eran las 7:45 a.m., quince minutos después de la hora que había acordado con Eduardo.
Se puso una bata y corrió a la puerta.
Como lo sospechaba era Eduardo con cara de preocupación. Ella se apartó para que él entrara, mientras se disculpaba por el atraso, recogía su ropa y zapatos y se dirigía al baño mientras le pedía a Eduardo que recogiera los papeles necesarios que estaban en la mesa.
Salió 15 minutos después completamente vestida, peinada y maquillada. Al salir se dio cuenta que olía a café y comida.
Eduardo le explicó, que como sabía que no tendrían tiempo para comer en el restaurante del hotel antes de empezar las conferencias, se había tomado la atribución de pedir comida pues contaban con 20 minutos aun para poder comenzar a bajar.
Ella le agradeció secamente, aunque por dentro sintió como algo caliente se extendía por su pecho. Hacía mucho tiempo que una persona no se adelantaba a sus necesidades, pues al ser tan programática nunca lo necesitaba, pero hoy Eduardo había hecho eso por ella, sin que ella se lo pidiera.
Comieron mientras se ponían de acuerdo sobre algunos detalles de la conferencia y a las 8:20 a.m. en punto, estaban en el ascensor bajando al primer piso para la conferencia.
La conferencia fue sencilla, en tiempo y forma, a las 11:30 a.m. salieron a almorzar para regresar a tiempo para escuchar a los conferencistas de la tarde.
El día terminó a las 4:30 p.m. sin novedades.
Ella decidió retirarse un poco para poder revisar los mensajes de voz de su celular al ver 10 llamadas pérdidas de su mamá.
Al empezar a escucharlos, no pudo evitar que una lágrima solitaria se deslizara a través de su mejilla, al descubrir el motivo de tanta insistencia, Sofía había hablado con su madre, inventando historias, alterándola mucho.
Antonia decidió encerrarse en una sala solitaria para poder hablar con su madre e intentar arreglar los estragos de su "mejor amiga".
-Hola mamá- habló con alegría forzada.
-¡Antonia! ¡Dios Antonia tengo todo el día llamándote! -respondió su madre al otro lado de la línea- ¡Explícame como es que abandonaste a Roberto y me tengo que dar cuenta porque Sofi preocupada me llamó preguntando por ti!
-Mamá fue apenas anteayer que lo dejé, y las cosas que desencadenaron la ruptura te las explicaré en persona, sabes que me vine de viaje, es por ello que no hablé con ustedes.
-Dijo Sofi que estabas muy rara, que parecía que tenías otra persona, y que había llamado a tu trabajo para hablar contigo y que le dijeron que te habías tomado una semana para irte de vacaciones con tu novio- y elevando la voz preguntó- ¿Sabes que no encontrarás un hombre mejor que Roberto? ¿Estás teniendo un amorío?- dijo con un sollozo ahogado- ¿Cómo puedes hacernos esto? Nosotros no te criamos así.
-¡Mamá! ¡¿Cómo puedes creerle más a esa mujer que a mí?! ¡Tú perfectamente sabes que ando trabajando, si no me crees puedes llamar a la oficina tu misma! Sabes, mejor piensa lo que quieras, no te puedo dar explicaciones por teléfono, el martes cenaré con ustedes para explicar todo. ¡Que tengas una feliz semana!- se escuchó gritando antes de colgar el celular.
Antonia quería gritar, llorar y golpear cosas, pero más aún necesitaba cortarse.
¿Cómo era posible que su familia le creyera más a la zorra de su ex mejor amiga, que a ella?
Cuando estaba sentada en el suelo viendo a la nada, pensando en cómo su vida en todos sentidos se venía abajo, un sonriente Eduardo asomó la cabeza por la puerta, pero su sonrisa se desvaneció al ver la condición de su compañera.
Con paso firme caminó hasta donde se encontraba sentada y se sentó a su lado, durante mucho rato no dijo nada, y ella pareció no percatarse de su presencia, después de algunos minutos ella pudo sentir el calor emanar del cuerpo de Eduardo, cuando volvió la cabeza para verlo, él también estaba viendo al frente pensativo.
Ella sonrió un poco, justo al mismo momento que él volteaba a verla. Comenzaron a reírse juntos, hasta que las carcajadas de Antonia se convirtieron en sollozos, para después convertirse solamente en llanto.
Eduardo reaccionó abrazándola sin pensarlo, y Antonia lloró hasta quedar casi seca. Hacía muchísimo tiempo que Antonia no lloraba así frente a otra persona.
Cuando hubo terminado, se disculpó con Eduardo, y se paró para irse. Él llegó antes que saliera y le cerró el paso, pidiéndole que por favor hoy cenaran juntos, que él necesitaba salir y que por lo visto ella también.
Muy a su pesar ella sabía que necesitaba salir, tomar algunas copas y bailar hasta no sentir nada, por eso aceptó la invitación que Eduardo le hizo.
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