Parte / 7
Cuando termino mi marido de cantar su canción, tenía los ojos llenos de lagrimas, yo no lo podia creer, ese hombre desconocido para mí, estaba sufriendo una pena de amor muy grande. Todos los presentes estaban sorprendidos, creí ver miradas de lastima hacia mi persona, no se necesitaban palabras para adivinar que la alemanita, cómo le decían a Judith, había abandonado a Juan Manuel y este vivía muy enamorado de la mujer, y la pregunta que estaba en el aire era.
—¿Por qué se casó Juan Manuel con esta mujer? —Yo me sentí terriblemente humillada, sentía que en cualquier momento se iban a derramar el caudal de lágrimas de desilusión, despecho y sobre todo dolor, que con mucho esfuerzo trataba de contener.
Agustín Como anfitrión rompió con el embarazoso momento haciéndole una seña a su mujer para que pusiera música bailable, todos empezaron a reír y se pararon a bailar, Juan Manuel se dirigió al bar, y yo salí al jardín sentía que me ahogaba en ese ambiente, sentí unos pasos detrás de mí, voltee y era Juanita se sentó a mi lado y sin mencionar ni una palabra me rodeo con sus brazos y en su pecho derrame las lágrimas más amargas de mi vida, ese gesto me convenció que ella había observado todo.
No sé cuánto tiempo pase llorando, Juanita seguía en silencio, poco a poco me fui calmando hasta que mi llanto seso, hasta ese momento la mujer hablo.
—La vida nunca es cómo no la imaginamos, veo que estás muy enamorada de tu esposo lucha por ese amor, no dejes que un fantasma del pasado te robe tu felicidad.
No entendí lo que me quiso decir con sus palabras, pero agradecí grandemente haber encontrado un hombro para desahogarme—. En ese momento llegó Juan Manuel.
—Te estoy buscando, tienes el don de desaparecer, ven pasemos
Me despedí de Juanita y pasamos al salón. Por su olor sabía que Juan Manuel había bebido bastante aunque no se tambaleaba, empezó una melodía bailable y empezamos a bailar por primera vez, me apretó entre sus brazos yo podía oír su corazón latir rítmicamente, yo estaba feliz todo los desagravios que había sentido hacia él desaparecieron, pero de pronto me dio otra puñalada me susurro al oído.
—¿Por qué no eres ella? ¿Por qué? ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué?
Sus lagrimas mojaban mi cuello, me iba a zafar de sus brazos, pero gracias a Dios, en ese momento se terminó la melodía, mientras él iba por otra bebida yo me encaminé al baño, cuando salí me dirigí a la recamara no quería pasar más humillaciones, me encontré con Graciela, estaba muy enojada, ella había bebido, pero no estaba ebria, me dijo.
—¿Quieres una copa?
—No gracias.
—Ven vamos afuera si sigo aquí no me voy a contener.
Cuando estuvimos en el jardín cómodamente sentadas le pregunté.
—¿Qué te pasa? estas muy enojada.
—Si tu hubieras oído lo que yo oí también estarías asi.
—¿Pero que fue lo oíste?
—Fui al baño y ahí estaban cuatro brujas, cuando me vieron empezaron a hablar en ingles, lo que no saben las estúpidas es que yo se perfectamente inglés, bien pues nos estaban poniendo como palo de gallinero, diciendo que por nuestra culpa mi marido y tu marido habían dejado a sus mujeres, te juro Baudelia que cuando conocí a Alfredo este ya era divorciado.
—Eso dijeron de mi también.
—Claro que si te lo juro, no tengo porque mentirte, al parecer tu marido dejo a su mujer por ti.
—Pero si Juan Manuel no es casado, bueno si, conmigo.
—Pues no entiendo nada, ¿Te casaste al civil?
—Si al civil y a la iglesia.
—Bueno siendo así, no te preocupes, quizá me confundí y hablaban de otra mujer—en ese momento llego Alfredo su marido.
—Muñequita aquí estas, no puedo vivir sin tus besos—Y así sin ningún pudor empezaron a besarse, yo no tenía nada que hacer ahí me dirigí hacía la recamara, me tiré en la cama, empecé a llorar, sólo que esta vez no hubo nadie que me consolara. Las palabras de José Juan volvieron a mi mente. Ese viejo no te quiere. Ese viejo no te quiere.
El sueño me venció, al siguiente día me despertaron las voces que se escuchaban en la casa, había mucho ajetreo, Juan Manuel no estaba en la cama ni siquiera me di cuenta si había llegado a dormir, me arregle y salí a ver porque tanto alboroto. Al salir me encontré con Juanita me dijo.
—Ay que bueno niña que ya viene, para que almuerce antes de irse,
—¿Irnos a dónde?
—Pos dijo don Juan Manuel que ya se van a ir a Acapulco, ¿Qué no le dijo nada?
—Bueno, si me dijo que vamos a Acapulco, pero no sabía que ahora nos íbamos a ir.
Llegamos al comedor y ya casi estábamos todos, Juanita hizo unos chilaquiles muy picosos café muy cargado, para la resaca de los borrachos y jugo de naranja, todo era cordialidad.
Terminamos de almorzar nos lavamos los dientes, y empezaron las despedidas todos tenían prisa de irse a sus respectivas ciudades, ya que todos tenían negocios que atender, solo nos quedamos Alfredo, su esposa Graciela Juan Manuel y yo, ellos también iban a pasar unos días a Acapulco—hay que recordar que ellos también eran recién casados cómo nosotros.
Empacamos nuestra ropa y nos despedimos de Juanita y su esposo que tan amable habían sido con nosotros, Juan Manuel les dio un sobre con dinero, subimos al coche para salir con rumbo a Acapulco, cada pareja íbamos en nuestro coche.
Llegamos al atardecer, nos hospedamos en unas cabañas llamadas "Chalet del hotel Hornos", eran muy cómodas tenían su recamara su baño grande con tina, cocinita y lo principal que tenían su playa privada solo para los huéspedes del hotel.
Era una vista hermosa, yo que nunca había visto el mar, lo estaba disfrutando muchísimo, esa noche fuimos a la quebrada.
La Quebrada es un acantilado de 45 metros de altura. Allí se hacen desde 1934 los famosos clavados realizados por jóvenes del puerto que en ocasiones lo escalan con una antorcha encendida.
Llegamos al mirador de allí vimos a los clavadistas subir al acantilado con su antorcha encendida cuando llegaban a la cima se lanzaban con su antorcha, es una bella vista, sobre todo los clavadistas unos jovencitos atléticos.
Después del show fuimos a salón de baile llamado Copacabana amenizaban el lugar con música tropical, fuimos por instancias de Alfredo y Graciela ellos querían bailar, era un salón muy grande con mesas alrededor de la pista de baile, a las doce de la noche tocaron los bongos se apagaron las luces un anunciador presento a la vedette que iba a deleitar al público con un baile lleno de cadencia y lujuria.
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