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Parte / 54



Cuando llegue a la funeraria, salieron a mi encuentro mis hijos, me asomé al féretro y allí estába mi marido elegantemente vestido, no lucía como un cadáver, más bien se veía como que dormía apaciblemente, seguía con su sonrisa de satisfacción, como siempre, Eva hizo muy bien su trabajo de organizadora de eventos, la funeraria es una de las más elegantes de la ciudad, ella lucía elegantemente vestida completamente de negro, en ese momento solo nos encontrábamos la familia más cercana, Mis hijos, su esposa, mis tres nietos, Eva, su marido Rafael, sus dos hijas con sus maridos y sus hijos, todos lucen impecables.

Un empleado de la funeraria llegó con una mesa rodante con varios bocadillos y bebidas.

—¿Coma algo señora?—Me dijo Raquel 

Intenté comer algo, pero no pude pasar bocado, media hora más tarde, empezaron  a llegar personas, entre ellas se encontraba un hombre muy apuesto se dirigió a mi hija, ella me lo presentó.

—Mamá te presento a mi prometido.

—Jacobo Abizaid, para servirle señora

—Mucho gusto, señor—, es una pena que nos conozcamos en estas circunstancias.

Hasta ese momento comprendí que no sabía nada de la vida de mis hijos, cuantas cosas lindas me había perdido por mi cobardía de no pelear mis derechos como madre, pero eso era pasado, en lo sucesivo me integraría a mi familia gozaría a mis nietos todo lo que me había perdido de mis hijos. Mi hija y su prometido fueron hasta donde se encontraba Eva, el hombre le dio un caluroso abrazo de condolencias, ella lloró en su hombro,  estaba visto que todos los amigos de mis hijos veían a Eva como a su verdadera madre, tristemente se repetía la historia, yo estaba pasando por lo mismo que paso doña Camilla, sus hijos la relegaron para adoptar a la señora Silvia como su madre, en ese momento comprendí el dolor tan inmenso que sintió ya que yo estaba sintiendo lo mismo.  

Y asi pasó con las muchísimas personas que pasaron por la funeraria,  pasaban directamente con Eva y con mis hijos a darles sus condolencias, yo prácticamente quede invisible, pero eso  cambió cuando traspasó mi querido José Juan, acompañado de mi hermana Carmela la religiosa, mi hermana la menor acompañada de su esposo que habían viajado desde la ciudad de Monterrey para acompañarme en ese trance, mi anciana madre, que venía a rendirle un último tributo a su yerno ya que para ella mi esposo fue el mejor marido del mundo y por último llegó mi querida amiga Micaela, hasta ese momento solo había sentido el abrazo de mi querida Raquel, así es que sentir los  abrazos de mi verdadera familia alivió un poco mi dolor—. Cuando José Juan me abrazó me susurro al oído.

—Mi prieta linda estás más hermosa que nunca, yo le iba a contestar pero en esos momentos llegó Silvia Camila.

—Tito que bueno que ya estás aquí me hacías tanta falta en estos momentos tan dolorosos—Y así sin más se lo llevó, se me acercó Micaela, nos abrazamos

 —Hermana que bueno que pudiste venir.

—Vine a acompañarte, pero el principal motivo es cerciorarme de que tu verdugo en realidad estuviera muerto si pudiera le escupiria la cara. 

—Por favor Mica yo ya lo perdoné.

—Pero yo no, espero se este quemando en los apretados infiernos.

 Las palabras de Micaela no me agradaron, yo en realidad había perdonado a Juan Manuel, pero   en esos momentos no sabía que mi marido después de muerto me iba a dar la estocada final y yo misma iba estar repitiendo las mismas palabras de mi amiga.

A lo largo de la tarde y noche llegaron muchos arreglos florales, unas personas salían y otras entraban, no cabía duda que mi marido había sido una persona importante que había pertenecido a la más alta sociedad.

Al día siguiente se celebró una misa de cuerpo presente en el templo de Aránzazu, y de allí partió el cortejo fúnebre al panteón Parque funeral colonias,  donde se encontraba la cripta de la familia Ramos Romero según Octavio ahí era en donde iba a descansar su cuerpo, pero no fue así el cortejo se dirigió hasta una cripta era igual de elegante que la de los padres de Octavio pero más pequeña solo para dos cuerpos, solo mis hijos y yo entramos junto con los hombres que cargaban el  ataúd,  el otro espacio ya estaba ocupado, un gran retrato de Judith daba fe de que ahí descansaban sus restos, le refuté a mi hijo. 

—¿Qué significa esto?

—Mamá perdóname pero fue la última voluntad de mi padre y la tenemos que respetar. 

—Es que tu padre hasta después de muerto no se cansa de humillarme, porque no me dijiste nada me hubieras evitado la pena de venir a hacer el ridículo.

—Mamá por favor no seas ridícula el hombre ya esta muerto, dejemoslo descansar en paz.

—¡¡RIDÍCULA, CREES QUE SOY RIDÍCULA!! SALGAN DÉJENME SOLA, SALGAN POR FAVOR!!

Cuando me quedé a solas con el cadáver abrí la parte del feretro para verle la cara ahí estaba con su sonrisa de satisfacción no me aguante y le grite, ¡¡ESPERO QUE TE ESTES QUEMANDO EL LO APRETADOS INFIERNOS TRAIDOR Y MIL VECES TRAIDOR!!, POR ÚLTIMO LE ESCUPÍ LA CARA Y SALÍ DEL RECINTO.

 un sacerdote rezó las últimas plegarias de despedida y pidiendo a Dios por el eterno descanso de su alma y deseándonos a los familiares y amigos resignación, y allí terminaba todo, yo era libre, la muerte nos liberó del compromiso con la iglesia, "hasta que la muerte los separe", pasaron los nueve días del novenario los rosarios fueron en el mismo templo donde se celebró la misa de cuerpo presente.

Mis hijos y yo estuvimos de acuerdo en donar la ropa a la fundación que precedía mi hermana Carmela  "dignidad para la mujer" ella sabría sacar algunos recursos, después de todo era ropa de la más alta calidad, si la vendían como ropa de segunda mano iban a sacar una buena cantidad de dinero para ayuda de la fundación.

Me dispuse a guardar la ropa en varias cajas fue una tarea muy dolorosa, con cada prenda que guardaba copiosas lágrimas salían de mis ojos, le entregue a mi hijo su reloj rolex, sus anillos y las llaves de su carro deportivo y su mercedes, en una parte de su armario vi una caja de madera tenía la llave puesta, la abrí, y encontré varias cartas, la curiosidad me gano saque una del sobre para ver a quien iba dirigida.

Mi adorada Judith, ya no quise leer más, eran cartas dirigidas al amor de su vida, pensé en quemarlas, de pronto vi varias fotografías, la más antigua era una donde él estaba parado cargando a una niña de meses, sentada en su brazo, con el otro rodeaba la espalda de una hermosa mujer con todas las señas de la alemanita, ella tenía tomada de la mano a una niña como de cinco o seis años, los dos se miraban a los ojos con una mirada cargada de amor, esa foto describía lo feliz que mi marido había sido con esa mujer y las niñas.

Las otras fotografías eran también de ellos, pero más recientes, allí departiendo estaban mis hijos, junto con las hijas de Judith como una sola familia había otra donde aparecían doña Camilla y Eva que doloroso fue para mí, verlo sonreír, abrazado de la mujer, besándola, cariñosamente era la última puñalada que recibía mi pobre corazón.

El último día del novenario, se acostumbra ofrecer una cena a las personas que asisten a los rosarios, por lo tanto Eva ya tenía todo listo para ofrecer la en su casa, empezaron a llegar los asistentes. Yo empecé a caminar saludando a las personas agradeciéndoles de pronto mis ojos se tropezaron con la mujer de las fotografía acompañada de una religiosa, las dos tenían un leve parecido, sentí flaquear mis piernas, al momento comprendí que la mujer no podía ser Judith, ya que ella había muerto, por lo tanto debería ser su hija—.Eva fue rápidamente a su encuentro y se las llevó, fui con mi hija y le pregunté

—¿Esas dos mujeres son las hijas de la amante de tu padre?

—Ella se perturbó, y me dijo

—Mamá no es el momento.

—Simplemente contéstame, son o nos las hijas de esa mujer.

—Sí, son ellas, pero por favor no vayas hacer una escena.

Cuando se terminó la cena y las personas se empezaron a retirar, fui por la caja y cuando las mujeres se despedían les dije.

Creo que esto les pertenece. Ustedes sabrán qué hacen con ella, fue todo lo que dije y me fui a mi recamara, todavía estaba muy sensible por la pérdida de Juan Manuel, el hombre que nunca me amó. Me puse a meditar recordando lo que me habían dicho las monjas.

—Cuando sientas un dolor muy grande o alguien te dañe solo medita, medita mucho hasta que te reencuentres y veras que el dolor pasa rápidamente. 

Se leyó el testamento hasta ese momento supe que los señores Ramos Romero habian añadido en su testamento a mi esposo y  a Eva, del monto de dinero que tenía mi marido, me dejaba la mitad y la otra mitad estaba repartidas por partes iguales entre sus dos hijos y las hijas de Judith, ese día tuve que soportar la presencia de ellas, la suma de dinero no era nada despreciable, junto con el dinero en efectivo se sumaban varias propiedades, que repartió equitativamente entre los cinco, a mí me dejó la casa donde habíamos vivido los 39 años que había durado nuestra unión.

Yo no podía vivir en esa casa, todo me recordaba todas las humillaciones y sufrimientos  que había vivido allí, y por más que quería recordar algo agradable, no había nada que valiera la pena recordar, era puro dolor y si seguía en esa casa, de nada me hubiera servido todas las enseñanzas que recibí de las monjas tibetanas, por lo tanto tome una resolución.

Les doné algunos vestidos a mis fieles sirvientas, les di una indemnización de dinero por todos los años que me sirvieron y la otra ropa se la lleve a mi hermana, las joyas se las di a mi hija, no quería llevarme nada que me recordará la vida tan infeliz que había vivido en esa maldita casa  me despedí de mis empleadas. De pronto descubrí la carta y el estuche de doña Camilla que Raquel me entregó cuando llegue de viaje, la leí , me pedía perdón, me pidió que aceptara el presente, que tenía un valor sentimental para ella, ya que fue un regalo de su difunto marido, abrí el estuche y vi un anillo y aretes con una agua marina rodeado de pequeñas chispas de diamantes.

Silvia Camila iba vivir en la casa mientras contraía matrimonio, con su prometido que es  doctor, con especialidad de geriatría, (especialidad en la atención de los ancianos) sus planes eran de construir un centro geriátrico (Asilo), le dije.

 —Me voy de esta casa, ya le pedí al notario que las ponga a tu nombre, para que hagas tu casa de descanso para ancianos aquí puedes empezar mientras tienes los medios para ampliar el lugar o hacer un edificio nuevo, lo único que quiero a cambio es que Raquel quede a tu cuidado.

—¿Estas segura madre? ¿Y tú a dónde vas a ir?

—Yo voy al encuentro de mi felicidad, ya nada me retiene en este lugar, te prometo que en cuanto esté establecida te lo comunicaré.

—Bueno si esa es tu voluntad, te deseo de corazón que encuentres la felicidad, siempre voy a esperar tu regreso, busca tu felicidad madre que bien merecido lo tienes.

Salí de la casa sin mirar atrás,  lleve las cajas de ropa a mi hermana Carmela, no quería nada que me recordara la vida tan amarga que había vivido, me estuve unos días con ella y mi madre, y salí del lugar, estaba segura que había un lugar donde por fin iba a ser feliz y hacia allá me dirigí.

 Solo un capítulo más para el final.


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