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Parte /53



Cuando Octavio terminó de hablar lo increpe.

Te agradezco que pusieras al tanto de lo que pasó en mi ausencia, pero yo lo que te vine a preguntar, es por el estado de salud de su cuerpo, no por sus problemas amorosos.

—Tengo entendido que lo atiende un urólogo precisamente el maestro de Silvia Camila, ella debe de estar enterada, lo más acertado es hablar con ella.

—Raquel me dijo que deja sangre en su ropa interior.

—¡Cómo  eso sí es grave urge que hables con Silvia Camila, ella nos enterara de todo

—Eso voy hacer en cuanto llegue a casa.

—Comadre, te puedo hacer una pregunta un poco indiscreta.

—Claro—¿Qué quieres saber?

—Veo que no te afecto lo que te conté de Juan Manuel y Judith, eso sólo puede tener una contestación ¿Lo dejaste de amar?

—Esperabas que gritara, que me jalara el pelo, que llorara a gritos, por si no lo sabías Juan Manuel y yo estamos divorciados conyugalmente desde la última golpiza que me propino que por un pelo no me mata, tu bien sabes que mi matrimonio fue una farsa, tú fuiste su cómplice, doña Camila, Eva, solo la estúpida Baudelia no sabía nada.

—Comadre quiero que me perdones por...

—Tranquilo no te guardo rencor, yo ya perdoné a todos los que me desgraciaron la vida intencionalmente y desintencionadamente, no pase cinco años en el destierro por nada—Y respondiendo a tu pregunta lo sigo amando como el primer día que lo vi, y aún si no lo amara tengo el deber moral de velar por su salud, como padre de mis hijos que es.

—Es una lástima, que Juan Manuel no pudo valorar lo que tenía.

—Su amor por Judith fue tan grande que le fue fiel hasta la muerte, y si no pude sustituirla mientras vivía, ahora que ella murió menos, dime —¿Cómo puedo competir con una muerta?

—Tienes toda mi admiración comadre.

—Gracias compadre, pero ahora lo que importa es la salud de Juan Manuel

—Lo primero que voy hacer es hablar con Silvia Camila para saber cuál es el verdadero estado de la salud de Juan Manuel.

Nos despedimos, prometiéndole informarle lo que supiera del estado de salud de Juan Manuel.

Cuando llegue a casa, pregunte por mi hija.

—Delia, ¿mi hija está en casa?

-Sí, señora está en su recamara.

-Gracias Delia.

—Hija —¿Puedo hablar contigo?

—Sí mamá—¿ que se te ofrece?

—¿Quiero saber el estado de salud de tu papá?

—Mamá, no son buenas noticias.

—Yo sentí un hueco en el estómago al escuchar las palabras de mi hija.

—Mi papá no está respondiendo a los medicamentos y su único riñón está colapsando, con ese diagnóstico no hay mucho que hacer.

—¡¡Me estás diciendo que tu papá está muriendo!!

No, necesariamente mamá, vamos a seguir con la segunda face, que es la diálisis. Y cuando esta falla le sigue, la hemodiálisis.

—Ay hija no entiendo nada de lo que me estás diciendo.

—Calma yo te lo explicaré. -La diálisis es un tratamiento médico que consiste en eliminar artificialmente las sustancias nocivas o tóxicas de la sangre, especialmente las que quedan retenidas a causa de una insuficiencia renal. Mi papá necesita someterse a una diálisis cada dos días. Lo voy a convencer de internarse en el hospital, para estabilizarlo y empezar el tratamiento cuanto antes, lo bueno es que la diálisis se lo podemos hacer en casa.

Silvia Camila se encargó de convencerlo de ingresar al hospital, lo que no ayudaba era que Juan Manuel, había perdido las ganas de vivir, ya no tenía motivos para seguir con vida,  estuvo unos cuantos días hospitalizados y lo trasladamos a la casa, yo me enseñe a aplicarle la diálisis, eso le sirvió seis meses, después llevaron el equipo de hemodiálisis para limpiar su sangre, Silvia Camila me advirtió.

—Mamá vete preparando para el final, esto es lo último que se le puede hacer y cuando esto falle su corazón va a dejar de latir—. Lo mantuvimos con vida tres meses más, poco a poco se iba apagando su vida.

El 23 de Junio de 1984, como a las once de la noche, se despertó, me vio largamente y me sonrió, estábamos los dos solos.

—¿Cómo te siente?— Le pregunté

—Mejor, mucho mejor, gracias por cuidar de mí, quiero que me perdones todo el mal que te causé, no me quiero ir sin tu perdón. 

—Juan Manuel, ya te perdone desde hace tiempo, te puedes ir en paz.

—Gracias Baudelia.

De pronto su mirada se iluminó, no estaba dirigida a mí, se perdía hacia otro punto de la habitación , yo me llene de valor, quería aprovechar que él estaba lúcido, quizás ya no tendría otra oportunidad de preguntarle y yo tenía que saber.

—Juan Manuel ¿te puedo preguntar algo?

—El sin dejar de mirar el punto fijo.

-Sí claro, ¿Qué quieres saber?

—¿Por qué nunca me amaste?

—En ese momento clavó su mirada en mí y sonriendo me dijo.

—¿Por qué dices eso? Yo te amé desde el primer momento en que te vi, te llevo clavada en mi pecho, siempre has estado aquí, me dijo poniéndose la mano a la altura del corazón, de eso no tengas la menor duda.

Mi corazón latió fuertemente, gruesas lágrimas corrieron por mis ojos, él me preguntó.

—¿Por qué lloras tontita? debes de estar muy contenta, ya pronto vamos a estar juntos para no separarnos jamás, y tomando mi rostro entre sus manos, acercó su boca a la mía y me dio un largo beso, sus labios me supieron a miel, retiro mi cara y me tomo de la mano, y me dijo.

—Gracias Judith por cumplir tu palabra y venir por mi ahora tu y yo vamos a caminar hacia la eternidad.

Un suspiro muy hondo salió de su pecho y dejó de existir,

En ese momento comprendí, que no era a mí a la que dirigió sus últimas palabras, a la que había besado era a Judith, siempre había sido Judith y nada más que su Judith y ella había venido del más allá, llevárselo definitivamente con ella.

En ese momento me invadió la ira, me lance hacia su cuerpo, lo empecé a abofetear, quería borrarle esa sonrisa de su satisfacción de su rostro, mientras lo hacía le gritaba, Maldito seas Juan Manuel, Maldito seas, tú y tu adorada Judith espero que en este momento vayan directo al infierno.

Después, me abrace a su cuerpo y empecé a llorar, desgarradoramente, besando su rostro, quería fundir mi cuerpo en su cuerpo, no sé cuánto tiempo paso, de pronto sentí un pinchazo en mi brazo, y unos manos que me separaban de mi amado, poco a poco volví a la realidad, pasee mi mirada y vi que mi hija le desconectaba el aparato, el suero, la sangre, mi hijo lloraba a su lado, mi nuera estaba a su lado y Raquel me abrazaba acariciando mi cabeza.

Poco a poco me entro un sueño, y ya no supe nada de mí en varias horas, cuando desperté, allí, a mi lado estaba mi fiel Raquel, me preguntó

—¿Cómo se siente?

—Bien gracias, soñé que Juan Manuel había muerto.

—No, señora no fue sueño, el señor si murió

—Oh Raquel, por un momento creí que había sido un mal sueño

—¿Se siente bien como para ir a la funeraria?

—¿La funeraria pues cuanto llevo dormida?

—Más de doce horas.

—Ayúdame por favor, tengo que estar al lado de mi marido ¿Qué hora es?

—Es la una de la tarde.

—¿Pasé toda la noche dormida?

—Sí señora.

—Eso quiere decir que ya no lo voy alcanzar a ver

—Cálmese señora, como el señor murió a medianoche arreglaron su cuerpo para velarlo dos noches, mañana temprano lo van a sepultar, Apenas hace unas horas que  la funeraria  subió  el cuerpo a la capilla de velación, la voy ayudar a vestir y enseguida salimos para la funeraria.

—Sí, Raquel, gracias



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