Parte / 52
Baudelia
No, esperaba este recibimiento, toda mi familia me dió la bienvenida, entre los presentes se encontraba Juan Manuel, tan apuesto como siempre, aunque ahora lo veo más cansado y un dejo de tristeza corría por su cara— ¿Será que no le dió gusto mi regreso? mi corazón no sabía dejar atrás el pasado, latió tan fuerte cuando nuestros cuerpos se fundieron en un cálido abrazo.
—Bienvenida, a todos nos alegra tu regreso.
En cuanto crucé la entrada de mi casa se dejó oír la música de un mariachi, con la canción del son de la negra, esa melodía es como el segundo himno nacional de México, Eva salió a mi encuentro con los brazos extendidos, nos dimos un abrazo, ella me dijo.
—Bienvenida ya te extrañabamos.
Sus palabras sonaron sinceras, enseguida pasamos al jardín, había un gran letrero con la leyenda "Bienvenida" pasee la mirada alrededor del jardín, estaba lleno de personas sonrientes, me recibieron con un gran aplauso, una a una pasaron a saludarme me estrechaba la mano y me repetían la palabra, "Bienvenida" yo solo contestaba.
—Gracias, se los agradezco.
Era todo un festejo mexicano, mariachi, comida típica mexicana, tequila, Juan Ignacio me presento formalmente a su mujer y sus hijos.
—Madre tengo en gusto de presentarte a mi esposa y a mis hijos.
—Encantada de conocerla Isela Leyva.
—El gusto es mío.
—Y estos son mis tres angelitos—. Niños esta hermosa señora es su abuelita.
Enseguida me presentaron a sus amigos, realmente estaba muy contenta—. Eva y Patricia se habían encargado de fabricar una historia creíble para justificar mi ausencia.
Pasado un tiempo me logré escabullir de las personas y fuí en busca de Raquel, al encontrarla le reclamé por no ser la primera en saludarme.
—Al parecer no te dió gusto mi regreso.
—¡¡Ay pero cómo cree señora, lo que no quería era incomodar con mi presencia!!
—¡¡Pero cómo crees que vas a incomodar, si eres como mi segunda madre— nos fundimos en un gran abrazo!!
—A usted no señora, pero a la señora Eva y a sus invitados si.
—Nada de eso—¡¡Mamá, mamá, puedes venir por favor!!—. Era Silvia Camilla que reclamaba mi presencia.
Cuando los invitados se fueron, me retiré a descansar realmente estaba muy cansada, después de un viaje tan largo, a la mañana siguiente, después del desayuno, me puse al día con Raquel mientras saboreaba una rica taza de café.
Ella me puso al tanto de todo los eventos que pasaron durante mi ausencia, una ausencia que empezó con mi adicción al alcohol, hubo eventos dolorosos que yo no sabía si en realidad habían pasado o los había soñado.
—Me parece muy extraño que no hayan invitado a mis padres y a mis tías.
—Señora, su padre y sus tías fallecieron.
—¡¡Cuando murieron!!
—Señora usted todavía no salía de viaje.
—¡¡Y mi madre!! —¿Que ha sido de ella?
—Su hermana Carmela cuida de ella—, su hermana la más chica vive en Monterrey con su esposo y sus hijos.
—Todo esto paso cuando yo estaba sumida en el alcohol.
—Sí señora—, el joven Juan Ignacio se casó y tiene tres niños, creo que ya los conoció, y su hija está por graduarse de medicina, con la especialidad de Urología.
—Todo eso me perdí por estar sumida en el vicio.
—Los papacitos del señor Octavio y la señora Brenda se mataron cuando iban a un avión que se estrelló.
—¡¡Oh que pena, ellos siempre fueron muy amables conmigo, que Dios los tenga en su santa gloria.
—También doña Camilla se murió.
—¡¡Se murió, pero de qué murió?— a mí se me hizo extraño no verla, pero creí que estaba con alguna de sus hermanas.
Raquel me contó con lujo de detalles lo que había causado la muerte de mi suegra, al final me dijo.
—Antes de morir me dio algo para darselo a usted cuando regresará.
—Permítame un momento ahorita se lo traigo.
Raquel salió del comedor regresando con un sobre y un pequeño estuche de terciopelo.
—Aquí tiene señora
—Gracias lo leeré después, sígueme contando.
Cuándo Raquel me puso al tanto de todos los acontecimientos que había pasado en mi ausencia, solo omitió decir que Juan Manuel en cuanto salí de viaje se fue a vivir a la ciudad de México, por cuatro años, cada que venía a visitar a su madre se veía muy feliz, cada cierto tiempo toda la familia viajaba a la ciudad incluyendo a la señora Eva y familia inclusive la señora Camila y que cuando regresaban duraban días elogiando a una tal Judith, quizás no quiso herir mis sentimientos, lo que sí me dijo fue
—Le tengo que decir una cosa, creo que es importante que usted esté enterada.
—¿De qué se trata?
—Creo que el señor está enfermo.
—Opino lo mismo, lo veo muy demacrado.
—De hace un año para acá el señor se dejó caer creo que algo muy feo le pasó, además está dejando su ropa interior manchada de sangre
Al oír esto sentí un vuelco en el corazón, recordaba perfectamente que cuando le extirparon el riñón días antes dejaba la ropa manchada de sangre, reflexioné y a mi mente llegaron las palabras del cirujano que lo operó en esa ocasión
—Usted puede vivir perfectamente con un solo riñón, de quince a veinte años, quizás en ese tiempo ya se haya descubierto un nuevo medicamento la medicina avanza mucho en este siglo.
Eso había pasado hacía casi veinte años, tenía que hablar inmediatamente con Octavio, para ver si él estaba al tanto de lo que estaba pasando con Juan Manuel. Esa misma tarde fui a hablar con él.
—Hola comadre, se ve que te hizo mucho bien tu estancia en Tailandia te vez radiante, ¿te puedo ayudar en algo?
—Si compadre— Qué sabes del estado de salud de Juan Manuel? lo veo muy demacrado.
—No sé si estés preparada para saber esto, pero para que comprendas a Juan Manuel es necesario que lo sepas.
—Créeme que aguantaré lo que sea, habla por favor.
—Está bien, perdóname si con esto que te voy a decir te voy a lastim...
Ya no lo deje seguir y lo apresure a decirme que era lo que pasaba con mi marido.
—¡Por favor compadre no le des tanto rodeo al asunto tan sólo dime qué pasa!
—Me conto del reencuentro de Juan Manuel y Judith, que mientras yo me debatía entre la vida y la muerte a causa de la desintoxicación a la que él mismo me había orillado, él vivía su tórrido amor con la mujer de su vida.
Comprendí que cuando se me apareció Judith en mi etapa del perdón, era eso lo que quería que la perdonara. Pero indudablemente las monjas tibetanas habían hecho muy bien su labor dentro de mí, no sentí coraje, ni rencor, en mi pensamiento la volví a perdonar, ya que fui yo la que inconscientemente se había atravesado entre los dos.
—Mira compadre comprendo que cuando alguien no es para ti, nunca lo va a hacer, hoy mismo hablaré con Juan Manuel para que vuelva a su lado.
—Me temo que eso no va a ser posible comadre, Judith murió
Cuando escuché eso, sentí que una lanza atravesó mi corazón, si mientras ella vivía, mi marido vivía sufriendo por no saber de ella, ahora que ella estaba muerta, el se estaba dejando morir poco a poco.
—Ahora que sabes esto—¿Qué piensas hacer.
—Él es mi marido y como dijo el sacerdote cuando nos casamos, tienen que estar juntos en las buenas y en las malas, yo no me voy a mover de su lado hasta que Dios disponga otra cosa.
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