Parte/5
Baudelia
Nos levantamos temprano nos aseamos y salimos rumbo a Cuernavaca, dice Juan Manuel que me va a gustar mucho; salimos a las diez de la mañana y llegamos casi a las doce del día por la carretera que no estaba en muy buen estado, en este tiempo moderno se hacen dos horas de camino, Cuernavaca está cerca, son 180 kilómetros de la ciudad de México.
Y efectivamente como dijo Juan Manuel, es una pequeña ciudad muy hermosa se asemeja mucho a Guadalajara ya que las dos se les identifica por las flores, a Guadalajara, la llaman la ciudad de las rosas y a Cuernavaca, como la ciudad de las flores, por donde quiera se ven hay jardines con flores variadas.
Cruzamos la ciudad, tomamos una carretera de terracería caminamos cerca de una hora cuando a lo lejos apareció una hacienda, hacia allá nos dirigimos—. Juan Manuel me dijo.
—Esta es la hacienda de Santa Cruz alegre, es propiedad de la familia Salinas.
—¿Los conoces?
—Conozco a Agustín, es sobrino de los dueños, él fue quien nos invitó, me dijo que era nuestro regalo de bodas.
- ¿Vamos a estar solos?
—Claro que no, vienen dos amigos con su esposa ellos son americanos, Agustín dijo que si podía venir también estaría aquí con su esposa, vamos a estar dos días. La hacienda la adquirió la familia Salinas hace pocos años, en 1941, si te fijas mantiene su fachada original,—Si ya veo
La hacienda está en medio de la propiedad, está rodeada de jardines muy bien cuidados, por fuera se ve que es muy antigua, pues como dice Juan Manuel mantiene su fachada original. Por dentro la hacienda mantiene su antigua estructura, los arcos y el piso son originales, las recamaras están lujosamente amuebladas es como un viaje al pasado, nos atiende un trabajador que nos ayuda con las maletas y nos conduce a la casona, Juan Manuel le pregunta.
—¿Somos los primeros?
—No señor, los gringos ya llegaron, pero disque fueron a la ciudad—. Mire señor este es su cuarto pónganse cómodos, mi vieja ya está cocinando pa que se den su comidón, con tortilla del comal a la boca.
—Le agradecí al señor por su amabilidad— gracias señor es usted muy amable.
Al poco rato se escuchó, que llegaba un coche eran las dos parejas de americanos los hombres se saludaron con un abrazo y nos presentamos, las parejas eran Jane y Andrew. Karen y David—el hombre que nos recibió nos invito a pasar al comedor.
—Pásenle a la mesa, mi vieja ya les va a servir de comer.
Nos lavamos las manos y pasamos al comedor este era muy grande, la señora nos sirvió la comida era mole verde, con sopa de arroz y frijoles muy refritos con agua de horchata y lo principal tortillas recién hechas al final comimos delicioso postre. Cuando terminamos de comer Juan Manuel empezó a platicar con los americanos, en perfecto inglés yo iba de sorpresa en sorpresa con el hombre, primero lo oí hablar en francés y ahora en inglés, ¿Cuántos idiomas hablará más?
Todos hablaban en ingles, yo prácticamente quede invisible, todos reían; con el pretexto de ir al baño, me retire del grupo, camine por la hacienda antes de que anocheciera, había muchas flores, de pronto vi a la señora que nos dio de comer sentada en una de las callecitas del jardín me dirigí hacia ella.
—¿Descansando? Le pregunté.
—Pues, mire que si, me estoy dando un descansito para darles de cenar más nochecito, lueguito, lueguito me voy a dormir ya que mañana va a estar muy ajetreado.
—Si ¿Pues qué va a ver mañana le pregunte asombrada?
—Ay señora, cómo de que no sabe, si usted es una de las invitadas.
—Pues aunque no me lo crea, no lo sé—. Le contesté.
—A pos mire, yo se lo voy a decir, cada año en esta fecha vienen todos los que estudiaron con el niño Agustín, que disque es el aniversario en que se volvieron contadores, esos gringos también vienen cada año y su marido también.
—Oiga doña, y mi marido ¿venía sólo?—Le pregunté.
—La mujer dio un largo suspiro me vio a los ojos y me contestó, ¿Deberás quiere saber?
—Claro señora si no, no le estuviera preguntando.
—Pues fíjese que no venía sólo, el siempre venía con una güera bien bonita con el pelo güero haga de cuenta que estaba viendo los cabellitos de los elotes cuando todavía están jilotes con unos ojotes azules, azules haga de cuenta que estaba viendo el cielo (se les dice jilotitos al maíz cuando empieza a retoñar y todavía está en la planta) pero ahora que me estoy acordando hace un año vino solo ya no vino con la güera.
—¿Y de casualidad sabe cómo se llama la mujer?
—Pues fíjese que no se, todos le decían alemanita, pos vaya usted a saber si ese sea su nombre.
La mujer noto mi decepción en mi cara, porque enseguida me dijo.
—Pero no me haga caso, a lo mejor no era su viejo (marido) y yo me confundí, vienen tantos parecidos a su esposo, si se fija él también es güero como los gringos.
Pero el mal ya estaba hecho, la indiscreción de la mujer hizo que mi autoestima se viniera abajo, más de lo que ya estaba, la señora siguió hablando pero yo no la escuchaba en mi mente solo veía a Juan Manuel y a la güera besándose, haciendo el amor; la mujer me dijo.
—Dispénseme niña, si he sabido que se iba a poner tan mal nunca le hubiera mencionado a la guera, pero mire, no se preocupe su marido a la que quiere es a usted, si no pos pa que se casaba ¿no cree? mire no se haga bolas, como dice el dicho, si no fue en tu año, no te hace daño.
Sonreí le dije—No se preocupe por favor, no tengo nada, mejor platíqueme, ¿Cómo es la fiesta vienen muy elegantes?
—No, se visten así cómo anda usted, platican, ponen música y comen y beben acaban muy borrachos, tanto los hombres como las mujeres, y pues ya borrachos empiezan hacer desfiguros
—A ver ¿Cómo es eso de desfiguros?
—Pos mire, empiezan a bailar muy arrejuntados y se besan sin ningún pudor y a manosear, a veces discuten entre ellos, pero nunca llegan a pegarse, ¡mire cuando usted vea todo eso!, mejor se va a su cuarto, hay deje a los borrachos, usted se ve muy tiernita (jovencita) y muy inocente.
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