Parte / 42
Camilla.
Como me dolieron las palabras de Baudelia, pero tiene razón en todo lo que me dijo, como fue capaz de decirle Juan Manuel a un niñito, que Baudelia no era su madre que en realidad era su nana, porque envenenar la mente de un niño con semejante mentira, y en lo que toca a Eva, tiene razón en estar resentida con ella, yo fui testigo de como poco a poco fue ocupando el lugar de Baudelia, recuerdo cuando fuimos a inscribir a los niños a la escuela categóricamente le dijo a la directora.
—Todo lo referente a los niños me lo avisan a mi, juntas de padres de familia, festejos, aportaciones en fin todo, en la hoja de inscripción esta mi nombre y número de teléfono.
—Pero Eva, porque haces esto, su madre es la que debe estar involucrada en todo lo referente a sus hijos..
—Por Dios mamá tu eres la menos indicada para opinar, tu nos dejaste en manos de mi mamá Silvia.
—¡¡Por Dios Eva la señora Silvia no es tu madre, soy yo, yo!!
—¡¡No dramatices por favor, lo siento, pero para mi la señora Silvia es mi madre y tu mi nana, y yo voy a ser la madre de estos niños y Baudelia su nana.
—¿Por que te ensañas tanto con Baudelia?
—Muy sencillo en realidad no es nada personal con esa, solo estoy siguiendo los deseos de Juan Manuel, el me pidió que hiciera esto.
—Pero ¿Por qué?
—Sencillamente porque no quiere que sus hijos, se apenen con la presencia de esa—. Y un deseo de mi hermano es una orden para mí.
—Así que es un deseo de tu hermano, quiere que sus hijos no se sientan avergonzados de su madre, como tu te avergonzabas de mí.
—Tu lo dijiste no yo, y por favor no te metas en este asunto, tu concrétate a cuidar de ellos, al fin que tienes mucha experiencia en eso.
Y sabiendo eso, no hice nada, por parar tanta infamia fui cobarde, tome el bando de Juan Manuel, tenía que ser asi el es mi hijo, Dios tenga piedad de nosotros.
Baudelia.
Después de hablar con Camilla, me fui directamente a mi recamar las palabras de mi hijo me destrozaron totalmente, saque la botella de licor que tenía escondida entre mi ropa, como todos los alcohólico tenía botellas escondidas en todos lados, fui a la recamara contigua, aún estaba amueblada con los muebles de bebe, no la quise desmantelar, por si acaso tenía otro hijo por accidente, porque mis hijos habían venido a este mundo, por accidente, no fueron deseados. Me senté en la mecedora, donde hacía varios años me sentaba a amamantar a mis hijos, y empecé a beber, directamente de la botella, lentamente pasaban las imágenes de mi vida, cuando se terminó la botella me levante, y fui a buscar otra, pero el líquido ingerido ya había hecho su efecto, cuando entre a mi recamara tropecé con un mueble y caí, a causa del golpe recibido se me abrió la frente arriba de la ceja, la cara se me empezó a cubrir de sangre.
Hice el intento de pararme pero, mis piernas no me respondían, volvía a caer una y otra vez, por fin perdí la esperanza de ponerme de pie, y me hice un ovillo disponiéndome a dormir en el piso, la herida seguía sangrando, escuché unos toquidos en la puerta y la voz de Raquel a través de ella.
—Señora—¿Señora, se encuentra bien?
—Paasssa, por favor—apenas podía hablar
—¿Pero señora que le paso? ¿Le volvió a pegar el señor?
—No, no me caí, ayúdame por favor.
Raquel me ayudo a levantarme del piso, me metió a la bañera, mientras lavaba mi cuerpo, yo me desahogaba.
—Raquel, mi hijo me odia
—No señora, no es cierto, su hijo la quiere mucho
—Qué te digo que me odia, el mismo me lo dijo—¿Y sabes por qué me odia?
—No señora le digo que no la odia.
—Que si me odia Raquel, dice que me odia porque soy una puta, dice que su padre es un santo.
—Lo que pasa es que él no sabe como es el señor Juan Manuel con usted.
Eso casi no lo escuche, la buena de Raquel ya me había metido a la cama y me quede profundamente dormida.
Después de esa platica con mi hijo, entre en una depresión total, me decía a mí misma que yo, que solo yo, era la culpable de lo que me estaba pasando, y sólo el licor aliviaba un poco mi pena, quede viviendo como en el limbo, en el día, estaba sobria, pero mi cerebro se estaba afectando, estaba sumida en la inconsciencia que da el alcohol, en ese tiempo hubo varios acontecimientos, dolorosos en mi vida, que valían la pena curar con el alcohol.
Silvia Camila, tuvo su fiesta de presentación a la sociedad con una gran celebración en el club de leones, mi hijo contrajo matrimonio, yo no fui requerida, ellos eran hábiles para argumentar excusas con las personas para justificar mi ausencia en esas festividades tan importantes.
Después de la muerte de mi tío el señor cura, mis tías acogieron, a tres adolescentes hijos de una hija, de una media hermana, ella quedo viuda se los dejo encargados mientras iba a probar suerte a los Estados Unidos, pero simplemente nunca regreso por ellos, mis tías acogieron a los huérfanos como mi tío las había acogido a ellas. Eran dos mujeres y un hombre.
Doy gracias a Dios que eso haya pasado, mi tía Justina, después de una corta enfermedad, murió, a los dos años le siguió mi tía Celestina, y esos jóvenes las cuidaron hasta que Dios la llamó a su lado, le tocó el turno a mi padre, era perdida tras perdida de seres queridos, mi padre no tenía dinero lo único que tenía era la tienda y su propiedad, la cual nos heredó por partes iguales entre los cuatro hermanos, mi hermano se quedó al frente de la tienda.
Mi madre le sobrevivió a mi padre varios años más, ella quedó al cuidado de mi hermana Carmela la religiosa, mi hermana la menor, también se casó, y tuvo seis hijos.
Todo eso paso en el lapso de cuatro o cinco años, me hice experta en mentir para que no notaran mi adicción por el alcohol, ni el mismo José Juan se dio cuenta cuando el salía de viaje me sentía más sola y a causa de eso me iba hundiendo cada vez más en la bebida, Raquel era la única que no me dejo sola, ella se dio cuenta de mi adicción cuando empecé a sufrir alucinaciones, inmediatamente fue a pedirle ayuda a Patricia, la esposa de Octavio, ella como todas las personas desconocían el verdadero estado en el que me encontraba.
—Señora Patricia, gracias por recibirme, tengo que hablar con usted urgentemente.
—Pasa, por favor toma asiento— ¿Gustas tomar algo?
—No, no señora lo que quiero es hablar con usted.
—Sí, ya me lo dijiste, dime de que se trata
—Se trata de la señora Baudelia.
—¡¡Mi comadre!!— ¿Qué pasa con ella?
—Ay señora si usted supiera.
—Raquel le contó todo lo que ella sabía desde que me conoció, todo lo que había sufrido con Juan Manuel y seguía sufriendo, hasta mi adicción por el alcohol
—¡¡Pero nunca me imaginé esto!!— ¿y Octavio sabe algo de esto?
—Yo creo que todo no, pero de las golpizas sí que sabía, pues él iba a curarla.
—Pobre de mi comadre, yo fui varias veces a visitarla y nunca note su adicción aunque de un tiempo para acá me decías que no estaba.
—Es que tenemos órdenes del señor de negarla, pero ella desde que se murió su papá ya no sale de su cuarto, yo creo que el señor quiere que se muera, porque el mismo le lleva las botellas de vino.
—¡¡No, No, puedo creer, es una monstruosidad, lo que están haciendo con ella. Y la nana y Eva saben de esto.
—Usted cree que no sepan si casi viven en la misma casa, pero esas mujeres nunca la han querido, le robaron el cariño de sus hijos. Juan Ignacio y la señorita Silvia Camilla son unos ingratos tampoco la quieren, la desprecian al igual que toda esa gente, si usted no la ayuda, ella se va a morir.
—No te preocupes Raquel, mañana mismo pongo cartas en el asunto, pero por favor cuando vaya a verla no me niegues la entrada.
—No señora, yo voy a estar al pendiente para dejarla pasar.
Raquel volvió a la casa, entro a mi recamara y me dijo.
—Señora hay alguien que la va ayudar, la va a sacar de este infierno en el que está viviendo.
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