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Epílogo ♥︎

Amores, ¡hemos llegado al final! Antes que nada, os cuento que he acabado la universidad con muy buenas notas y ya me he graduado. Os agradezco muchísimo la paciencia y el amor con el que habéis leído esta historia, muchísimas gracias a todas/os, de verdad. Me habéis hecho muy feliz estos meses y espero poder volver aquí dentro de unos años para releer todas las muestras de cariño que me habéis dejado.

Le dedico el capítulo, en especial a elsadeabajo, muchísimas gracias por tu apoyo este año, no solamente en el fic, sino en todos los aspectos. Estoy muy muy contenta de haberte conocido, aunque para mí fuera mi último año de universidad y para ti el primero, (¡y poder llamarte amiga bebéee!). No dudéis en pasaros por su perfil, porque esta chica va a ser toda una estrella :).


Epílogo

I want to see you as you are now, every single day that I am living.

Quiero verte como eres ahora, cada día que viva.

Snow Patrol – The lightning strike (What if the storm ends?)


DRACO

4 de octubre de 2004

Dos años después.

Volver a Azkaban siempre era extraño. Draco no se acostumbraba, pero sabía que tendría que hacerlo algún día.

Se apareció en la antesala de Azkaban a mediodía. Solo se trataba de una visita rutinaria, acudía a la prisión una vez a la semana para asegurarse de que todo funcionaba de forma correcta. Draco era muy bueno en su trabajo: meticuloso y correcto. No se había extralimitado ni una sola vez desde que estaba allí... quizás esa sería la primera vez, de hecho.

Draco caminó hasta la puerta de hierro que lo separaba de la oscura prisión, pero se sorprendió cuando se chocó con alguien de frente. Dio un paso atrás y la muchacha exhaló un suspiro.

—Draco, ¡qué susto! —exclamó Astoria.

—Hola —la saludó él—, ¿cómo estás, Astoria?

—Estoy bien. Gracias.

No sabía si decía la verdad. Astoria tenía los ojos enrojecidos y era evidente que había llorado. De todas formas, si tuviera algún problema, él confiaba en que se lo diría.

—¿Seguro?

—Estaba visitando a Paul, solo eso —contestó ella—, su sentencia se ha alargado tres años más.

Draco asintió con la cabeza. Lo había escuchado en algún sitio, pero de todas formas entendía que Astoria se encontrara triste al recibir la noticia. En realidad, no era una decisión impopular por parte del Ministerio, la mayoría de las personas parecían bastante conformes con que el asesino de Fred Weasley tuviera que cumplir tres años más en su sentencia.

De todas formas, una cosa había que reconocer: Azkaban ya no era lo mismo. Cumplir tres años de condena antes era el equivalente a pasar tres años en el más oscuro de los infiernos. Ahora, Azkaban era... un sitio solitario. Solo eso.

—Lo siento, Astoria.

—Está bien —susurró su amiga—, tengo que volver a la Residencia. Nos vemos el domingo, ¿no?

—Sí, el domingo a las siete en Malfoy Manor. Granger quiere invitar a la mitad de Gryffindor, así que... bueno, espero que vosotros no me falléis.

—¿Lo vas a hacer? —preguntó Astoria, tras unos segundos en silencio.

Y él decidió que podía confiar en su amiga. Asintió con la cabeza y sacó de su bolsillo una pequeña cajita que llevaba a todas partes desde hacía más de tres meses. Se la tendió y ella la abrió.

—Vaya, ¡menuda piedra! —De pronto, Astoria parecía haber olvidado el motivo de su tristeza y tan solo se dedicaba a observar ese anillo—. Imagínate que te dice que no.

Draco tomó la cajita entre sus dedos, arrebatándosela a su amiga con un movimiento y frunciendo el ceño.

—¿Y por qué iba a decirme que no? —gruñó. Si Astoria quería ponerlo de mal humor, iba por el buen camino.

—Porque Granger es una chica lista. Y tú eres... Draco Malfoy —se mofó Astoria—, a mí me haría mucha gracia que te dijera que no se quiere casar contigo.

Draco puso los ojos en blanco, guardándose el anillo de nuevo dentro del bolsillo.

—Me acabas de demostrar una vez más por qué el Sombrero Seleccionador solo quiso abrirte las puertas de Slytherin, Astoria.

Su amiga le dirigió una última sonrisa burlona. Draco imaginaba que se sentiría un poco mejor si, al menos, su hermano Paul no era lo único en lo que gastar sus pensamientos. Astoria no merecía sufrir por algo que no era su responsabilidad.

—Nos vemos el domingo —se despidió ella—, Ron y yo llevaremos pudin.

Después, Astoria Greengrass desapareció.

Draco abrió la puerta de hierro con cuidado. Sintió un escalofrío, pero no se debió al cambio de temperatura. Ya no hacía frío en Azkaban, el frío en los presos era otra clase de tortura y las torturas no estaban permitidas allí.

En esos dos años que Draco había pasado trabajando para el Ministerio, la situación de los presos había mejorado considerablemente: se les permitía vestir ropa de abrigo, tenían un menú diario de comida decente y ya no había dementores dentro de la prisión. Esas horribles criaturas custodiaban la fortaleza de Azkaban para evitar que los prisioneros se escaparan, sí, pero no se les permitía ningún contacto con humanos.

La prisión, de todos modos, seguía siendo un agujero oscuro. Pequeñas bolas de fuego flotaban por las celdas para conseguir iluminarlas y era obligatorio que todos los prisioneros abandonaran su celda una vez al día para permanecer un par de horas al aire libre, para poder ver el cielo y no volverse locos. La mayoría de esas iniciativas habían sido implementadas por Draco. El Ministerio de Magia había aceptado sus propuestas tras reconocer que, durante muchos años, no habían puesto ningún tipo de esfuerzo en el mantenimiento de Azkaban. Una cárcel no tenía que ser un lugar festivo de diversión, Draco lo sabía, pero tampoco había de ser un abismo de castigo.

Draco recorrió las interminables escaleras con calma. Varias bolas de fuego lo perseguían, iluminando el camino de forma agradable. No había un solo día en el que Draco no acudiera a Azkaban y recordara el día en el que él mismo había salido de allí. Cada vez que pasaba por esas escaleras recordaba con claridad la sensación de desesperanza, el miedo horrible que lo había consumido. Incluso el deseo de lanzarse al vacío en las tinieblas de esa inmensa oscuridad que era el centro de Azkaban. Ahora prefería no mirarlo, no era un lugar agradable.

Draco pasó por delante de la celda de John Scholz, pero no se detuvo a mirarlo. Lo había hecho un par de veces, aunque solo fuera por curiosidad. John Scholz era la única persona que él habría deseado torturar en esa cárcel. Sí, algunas cosas nunca cambiaban... aun así, no lo había hecho nunca, ni lo haría, a pesar de que la locura dorada comenzada por Scholz se les hubiera ido de las manos en varias ocasiones en los últimos años. El mago sabía que las cosas habían ocupado su lugar natural al final: Draco Malfoy era libre y John Scholz vivía en una oscura celda de Azkaban, donde permanecería muchos años en soledad.

Ese día, Draco solo tenía un destino concreto. Quizás porque hacía exactamente tres años desde que hubiera salido de Azkaban y, por tanto, tres años desde la última vez que Draco hablara con él.

Se detuvo frente a una celda oscura. Con un chasquido de sus dedos, un par de bolas de fuego dentro de la celda se encendieron y el prisionero pareció despertarse. Él sabía bien que en Azkaban los horarios no eran los mismo que en el resto del mundo, así que no lo culpó en ningún momento por estar dormido a esas horas.

Lucius Malfoy vestía una chaqueta gruesa y negra sobre una túnica del mismo color. Su rostro estaba mucho mejor que la última vez que lo había visto, infinitamente mejor. Su padre había engordado gracias a la buena comida y, en cierto modo, había recuperado su estructura facial anterior. Regio y elegante, Lucius Malfoy no estaba guapo, pero tampoco estaba mal. Draco se quedó ahí, ante la puerta, hasta que él también acudió a ella y lo observó. Tenían los mismos ojos: fríos y plateados.

Draco sabía que estaba a punto de hacer algo ilegal, muy ilegal, de hecho, pero no lo dudó antes de abrir la celda de su padre. Estaba totalmente prohibido entrar a las celdas de los prisioneros, tan solo se podía hablar con ellos a través de las puertas. Estas, además, ya no quemaban. Ahora eran puertas normales.

Había pensado mil veces en qué diría cuando hablara con él, pero nunca había creído que fuera a hacerlo en serio, hasta ese momento. Draco tenía algo que decirle, su madre le había pedido que lo hiciera y él no podía negarse más a cumplir con ese compromiso.

Estaba seguro de que Lucius sabía que él era quien había mejorado la vida en la prisión de todos ellos. Era una noticia que los presos conocían más que de sobra: desde que Draco Malfoy había comenzado a trabajar para el Ministerio, Azkaban había dejado de ser un infierno.

Draco entró en la celda. Hacía tres años, exactamente tres, que él había vivido en un cubículo como ese. Parecía otro mundo, nada que ver con su realidad actual: ahora vivía junto a Hermione en Malfoy Manor. Alcacia pasaba largas temporadas con ellos, a veces también lo hacían Ron y Astoria o incluso el célebre Harry Potter. Esa casa, que una vez había sido una tumba silenciosa, ahora bullía llena de vida todos los días. Draco no dudaba de que Hermione fuera la razón de todas esas cosas buenas que le habían pasado en los últimos años.

Levantó la vista y la clavó en Lucius Malfoy. Recordaba las palabras que le había dicho su madre, Narcissa, como si hubiera sido ayer:

«Dile a tu padre que todo estará bien para él también. Os estoy esperando a ambos, pero tenéis que vivir antes de regresar a mí».

Era su deber decírselo, era el momento de hacerlo.

—Hola, padre —dijo Draco.

Y Lucius Malfoy no contestó nada.

El hombre solamente ahogó un pequeño sollozo. Después, abrazó a su único hijo.

FIN

18:49. 8/12/2020


Os juro que este final me hace llorar. Empecé esta historia con mucho odio contenido hacia Lucius y, poco a poco, con todo lo que he aprendido sobre recuperación y traumas, he sentido que este tenía que ser el epílogo de la historia.

Como ya os he dicho arriba, han sido unos meses maravillosos para mí, compartiendo esta historia con vosotras. Sabéis que soy una pesada y que me encaaaanta hablar en las notas de autora, así que me voy a explayar un poquito. Creo que os he comentado alguna vez que, para mí, los fanfics funcionan como un "entrenamiento" como escritora. Yo empecé a escribir romance escribiendo Dramione y así decidí que esto es lo que quiero hacer durante el resto de mi vida.

Con 14 años escribí "Vacaciones mágicas en Bahikki" (muchas ya lo habéis leído jaja), con 18 años comencé "La estrella más oscura" (sigo trabajando en ese fic) y ahora, con 24, empecé "Nunca le hagas cosquillas a un Dragón herido". Para mí, son 3 fanfics que representan muy bien mi evolución como escritora y me hace muchísima ilusión saber que los estoy compartiendo con todas vosotras. Con este final, anuncio mi retirada del fandom durante un tiempo. Quiero centrarme en escribir mis novelas originales, pues también les tengo muchísimo cariño. Podéis encontrarlas todas (hasta el momento) en Amazon Kindle y publico bajo el pseudónimo V.M. Cameron.

Tengo que terminar "La estrella más oscura", desde luego, así que espero hacerlo pronto y también tengo algunos one-shots en el ordenador que no he compartido aún con vosotras. (Y habrá capítulos extra de Nunca le hagas cosquillas, como ya os había dicho!!). Seguiré activa en mis redes sociales y podéis leerme y estar en contacto conmigo mediante Instagram (vmcameron213), Facebook (VM Cameron), o correo por lechuza.

Además, AguePinkFloyd y yo estamos preparando un sorteo Dramione para este verano. ¡Así que no os lo perdáis, os mantendré informadas!

Una vez más, (y por última vez), por favor, contadme qué os ha parecido el fic, ¡¡¡no me seáis fantasmas hoy!!! Me muero de ganas de saber qué opináis de esta historia, cómo os ha hecho sentir y todas esas cositas. Así que leeré ansiosa vuestros comentarios y reviews.

Un beso y un abrazo.

V.M. Cameron / Lizze213 - 15-06-2021

ϟ Until The Very End ϟ

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