Capítulo 7
Capítulo 7
Sometimes it's so crazy that nothing can save me, / but it's the only thing that I have.
A veces esto es tan demente que nada puede salvarme, / pero es lo único que tengo.
Sum 41 - Pieces
DRACO
Imaginó que amanecía a eso de las siete y media de la mañana, pero no había ventanas en su cuarto que pudieran confirmar que ya era de día, tan solo una molesta luz artificial que se encendía temprano. Draco no había dormido nada. Ni un solo minuto.
Joder.
Esperaba, por lo menos, poder descansar al salir de Azkaban. ¿Acaso ni siquiera eso iba a ser posible?
La culpa era de Granger. Siempre metiendo sus narices donde nadie la llamaba, donde no se la necesitaba. ¿Por qué no podía meterse en su propia vida por una vez? No. Había tenido que acudir tras él como un perrito detrás de su dueño... o más bien, como un león tras su presa. Porque eso era él: una simple presa que ella no dejaría en paz hasta haber devorado.
Para colmo, no había podido leer el libro. Había acudido a la librería Berrycloth con una imagen muy clara de qué estaba buscando y había perdido demasiado tiempo antes de encontrarlo. Sí, ese libro era importante, había escuchado hablar de él en multitud de ocasiones antes de necesitarlo: . Necesitaba un hechizo muy particular, uno que solamente se encontraba en entre esas páginas
Pero ahora le era imposible conocerlo, porque Granger se había ocupado de arruinarlo todo. Gracias, Gryffindor, una vez más.
Draco se puso en pie con dificultad. Se sentía hecho una auténtica mierda, si tenía que ser sincero. Habría querido dormir, aunque solo fuera una hora. Cerrar los ojos y desconectar su mente de esa realidad que, a cada segundo, parecía más una pesadilla. Cuando caminó hasta el baño y se observó en el espejo, reparó en que sus ojos estaban de lo más enrojecidos. Los sentía secos, le escocían por la falta de sueño. Cada vez que intentaba dormir recordaba todos los horrores que había vivido: las torturas, su torturador, el dolor...
Draco tomó una ducha rápida y se vistió de un modo similar al día anterior: pantalones y camisa negra. Se alegraba de, al menos, haber podido quitarse el uniforme de Azkaban. Le gustaba sentirse como una persona de nuevo. Se estaba abrochando la camisa cuando su estómago rugió con fuerza y no fue hasta entonces que reparó en que llevaba muchas horas sin comer nada, probablemente días. Su cuerpo se había acostumbrado al hambre extrema gracias a Azkaban... pero ya no tenía por qué sufrir eso.
Salió de su habitación y, siguiendo unas indicaciones colocadas en las propias paredes de la Residencia, Draco llegó a un pequeño comedor con unas diez sillas repartidas en distintas mesas en el segundo piso. Encontró una especie de mostrador con varias opciones de comida: bollos, fruta, cereales... además, también podía elegir entre café y té. Su estómago rugió de nuevo y su primer instinto fue casi ponerse a llorar.
Comida.
Montones y montones de comida.
No tener que volver a preocuparse por morir de hambre.
Casi había olvidado cómo era desayunar, en realidad. No lo había hecho desde Hogwarts. Azkaban no era precisamente una prisión famosa por su gastronomía. Suspiró mientras pensaba en cuánto había adelgazado, casi le daba vergüenza mirarse en el espejo... no era más que un saco de huesos ahora.
Tomó un pequeño croissant en un plato y se sirvió una taza de café con solo un par de gotas de leche fría. Se quedó observando ese pequeño desayuno, como si aún no pudiera creerse que estaba a punto de comer.
—El primer día es el más raro —dijo una voz a su espalda—, te preguntas si es un sueño.
A pesar de que la voz era grave, se trataba de una chica, una mujer. Draco la observó unos instantes, algo receloso. Por su ropa blanca, se veía que era una de las brujas que trabajaban en la Residencia, tal y como hacía Astoria. Ella aparentaba su edad, más o menos, y era guapa, o eso le pareció a él. Tenía el cabello castaño y corto y los ojos verdes.
—Soy Miranda Ewing —se presentó.
Draco no contestó. Al contrario, tomó su comida y se dirigió a una mesa.
—¡No muerdo, Malfoy! —exclamó Miranda.
Y las manos de Draco temblaron al escuchar eso, pero consiguió depositar la taza y el plato en el mantel rojo de una mesa individual. No estaba acostumbrado a hablar con gente; ya no, mucho menos a hacerlo con naturalidad. ¿Quién demonios era esa Miranda y por qué lo trataba con familiaridad? Estaba bien, entendía que la gente lo conocía, que era «famoso». Y había sabido que recibiría acoso al salir de Azkaban... pero, aunque las palabras de Miranda no habían sido desagradables, había algo en ella que él no terminaba de entender, que no gestionaba bien... ¿era interés?
No quiso levantar la cabeza de nuevo hacia ella. No lo admitiría, pero Draco Malfoy tenía miedo de que volviera a acercársele. Quería estar solo, completamente solo. Solo para siempre. Porque la soledad dolía, pero al menos era algo que ya conocía.
Probó un bocado de ese croissant y tuvo que cerrar los ojos para disfrutarlo. Sabía a paraíso. Después bebió un trago de café y sintió casi un orgasmo. Cuánto había echado de menos algo como eso...
—¡Draco!
La voz lo sobresaltó y él no pudo evitar pensar que le iba a resultar imposible disfrutar de su desayuno tranquilo, sin tener que lidiar con nadie. Entrecerró los ojos cuando observó a Astoria, molesto.
—Me has asustado —murmuró con fastidio.
Y, cualquier persona no lo entendería, pero él... él ya no podía soportar un susto por la espalda, una voz que lo sorprendiera o la sensación de tener a alguien detrás. En Azkaban había permanecido en estado de alerta de forma constante, con miedo a que algún dementor se acercara demasiado, miedo a que alguna tortura se fuera de las manos, miedo a... todo. A absolutamente todo.
Para su sorpresa, Astoria respondió a sus palabras ofendiéndose.
—¿Que yo te he asustado? —preguntó ella, sentándose en la silla frente a la suya—. ¿Y qué hay de lo que tú me hiciste anoche? —Astoria bajó la voz—. Draco, estuviste a punto de buscarme la ruina. ¡Habría perdido mi trabajo!
—Llamaste a Granger, sé que fuiste tú —fue la respuesta de él, bebiendo otro trago de café con indiferencia.
—Por supuesto que fui yo. ¡Dijimos una hora, Draco! Y pasaron tres. Me tenías muy preocupada, creía que te había pasado algo.
Él se mantuvo en silencio. Después levantó la cabeza con lentitud y la fijó en los ojos azules de Astoria.
—Necesito un favor —le dijo a su amiga.
Y Astoria negó con la cabeza de forma efusiva.
—Piérdete, Malfoy. Por supuesto que no.
—Ayer me dejé una cosa que necesito en una librería. Es un libro, se me cayó y olvidé traerlo.
—Pues entonces espera a que Granger autorice tus salidas al exterior y recupéralo.
Draco chasqueó la lengua, negando con la cabeza.
—No, no. No lo entiendes, Astoria. Necesito ese libro, lo necesito ya.
Astoria no pensaba dejarse convencer tan fácilmente. Se encogió de hombros, tomando aire.
—No veo por qué debería ser mi problema. Draco, ayer estuviste muy cerca de meterme en un lío... de meternos a ambos. Si Granger hubiera llamado a los aurores, ahora mismo estarías de vuelta en Azkaban. —Apretó los labios en un mohín incómodo—. Lo siento, pero no creo que un libro sea tan importante como para arriesgar eso.
—No arriesgaríamos nada. Solamente necesito que vayas a esa librería y lo cojas. Nadie te verá, no sucederá nada. Por favor, Astoria, te lo pido como amiga.
—Draco, no...
—Me comportaré, te lo garantizo.
La súplica en la voz de Draco amenazaba con convencerla. Maldición, le daba demasiada pena ese Draco Malfoy acabado. Era su amigo, sí, y había pasado tres años en una horrible cárcel mágica. Draco había tenido una vida de lo más dura y ahora... solo le estaba pidiendo un libro. Solo un libro.
—No me manipules —susurró ella, alzando su dedo índice en señal de advertencia—. Ayer caí como una estúpida, Draco, pero no creas que vas a poder tomarme el pelo con tanta facilidad.
—Te doy mi palabra, Astoria. Te lo juro —dijo él. Sus ojos grises brillaron con pena y miedo—. Si vuelvo a fallarte, llama a los aurores tú misma, ¿de acuerdo? Pero necesito ese favor. No tengo a nadie más, Astoria, a nadie.
Astoria suspiró, poniéndose en pie de nuevo. Sabía que podía irse, dejarlo ahí y no volver a dirigirle nunca más la palabra. Podía hacer eso... pero también podía confiar una vez más en él. Draco era arrogante y tramposo, siempre lo había sido, pero también era leal con la gente a la que quería. La persona más leal que había conocido nunca, a veces lo molestaba durante los años del colegio diciéndole que podría haber sido parte de Hufflepuff y no de Slytherin. Él solía responder con un maleficio o con un insulto a media voz.
—De acuerdo —aceptó al final—. ¿Qué libro?
Draco suspiró de alivio y procedió a sincerarse por primera vez, aunque solo fuera a medias. Ella nunca aceptaría ayudarlo si supiera lo que él planeaba. Ahorrándose algunos detalles, le confesó a Astoria la verdad de qué era lo que quería llevar a cabo.
Habrá actualizaciones extra esta semana, ¡¡me muero por ver qué opináis de cómo sigue el fic!!
Muchas gracias por los votos y comentarios, ¡me hacéis muy muy feliz!
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