Capítulo 58
El capítulo de hoy es MUY especial. En serio, estoy super contenta con cómo me quedó y es uno de mis favoritos sin duda.
DEBÉIS ver el vídeo que os dejo aquí arriba. Empty Space es una canción que descubrí cuando ya había escrito este fic entero, es de James Arthur (que ya sabéis que es una de mis obsesiones) y la letra es una auténtica maravilla, pero es que ADEMÁS el videoclip está protagonizado por Tom Felton, ¡DRAAACOOOO! La canción es absolutamente perfecta para este fic, así que espero que os guste tantísimo como me gusta a mí.
Nos vemos abajo, porque tengo cositas que contaros. ¡Disfrutad del capítulo!
Capítulo 58
I Couldn't make you love me.
No pude lograr que me amaras.
James Arthur – Empty space
DRACO
Nadie daba crédito a lo que estaba sucediendo allí. Era una auténtica locura.
¿Astoria Greengrass con Ronald Weasley? Draco era consciente de que solo Hermione y él lo sabían, eran los únicos invitados a esa boda que parecían encontrar que lo sucedido era de lo más divertido.
Draco se alegraba por Astoria. Ella solo necesitaba algo (o alguien) que la despertara y le hiciera ver que casarse con Chay Nott mediante un matrimonio concertado, con el único propósito de contentar a su familia, era un enorme error. Si Ron Weasley era el golpe de realidad que ella necesitaba, le parecía bien.
A su alrededor, el tumulto de la gente era más que evidente. Todos hablaban entre ellos, Chay Nott se había retirado de allí en cuanto Astoria se había marchado y los padres de Astoria se dedicaban a acercarse a todos los invitados para disculparse con ellos. Seguro que se enfadarían con Astoria durante un largo laaargo tiempo, pero se les acabaría pasando. Al fin y al cabo, ellos querían a su hija.
—¿Tú sabías algo? —le preguntó Pansy a Draco.
Él entrecerró los ojos un instante, como dándose cuenta de que sus amigos aún estaban junto a él. Tanto Pansy como Blaise y Theo.
—¿Eh? —dijo él, haciéndose el inocente—, claro que no. ¿Cómo iba a saberlo?
—Mi hermano es un imbécil —opinó Theo—, lo siento por él, pero Astoria ha sido lo suficientemente inteligente como para salir corriendo a tiempo.
—¿Cómo puedes decir eso? —preguntó Pansy, boquiabierta—. ¡Le ha dejado plantado en el altar y se ha ido con otro!
Y Theodore Nott se encogió de hombros.
—Se le pasará. A lo mejor Chay acaba encontrando a alguien que le aguante. —Theo se giró hacia Blaise—. Zabini, como terapeuta mágico y experto en gente que está mal de la cabeza, ¿crees que mi hermano superará la decepción y encontrará otra novia de familia respetable dentro de un mes?
Blaise se rio entre dientes.
—Eres un auténtico Slytherin, Theo —le dedicó a su amigo.
Draco no pudo evitar desviar la vista hacia Hermione. Se había controlado durante toda la ceremonia, lo había hecho muy bien, de hecho. No la había mirado ni una maldita vez... pero ahora necesitaba hacerlo. Hermione parecía preocupada, pues su ceño estaba fruncido. Llevaba un vestido de color azul verdoso que le sentaba como un guante, perfilaba su figura con una exactitud casi dolorosa; era preciosa. A su lado había un hombre, él ya lo reconocía como ese tal John Scholz. Mirarlo desde lejos le provocó un inmenso escalofrío. Se dijo a sí mismo que solo eran celos, debían serlo.
—¿Conoces a ese capullo, Blaise? —preguntó Draco, señalando a Scholz con disimulo—, el que está con Granger.
Su amigo se acercó a él. Asintió con la cabeza. Blaise estaba tan elegante como siempre, con un traje negro y una fina cadena de plata colgando de su bolsillo.
—Sí, es Scholz. ¿Por qué?
—Ven conmigo —le pidió.
Ambos caminaron hacia ellos. Hermione le había pedido que fuera discreto, que por favor no levantara sospechas... pues eso estaba haciendo. Se acercaría a ella junto a Zabini, no había nada de raro en eso, ¿no? Al fin y al cabo, él también trabajaba para el Ministerio. Nadie tendría por qué pensar que era extraño que se saludaran.
—Granger —dijo él cuando llegó hasta ella.
Y supo que Hermione estaba nerviosa, aunque lo disimulara más que bien. Al fin y al cabo, él la conocía mucho mejor que cualquiera de los otros invitados a esa boda. Draco sabía qué cara ponía cuando se enfadaba, cuando se frustraba, cuando él la besaba por sorpresa y también había grabado a conciencia en su mente la expresión de Hermione cada vez que tenía un orgasmo. Había conseguido conocer cada una de sus expresiones en esos meses y su nerviosismo en ese momento le resultó extraño. Había algo ahí que él se estaba perdiendo.
—Malfoy —susurró Hermione.
Zabini, tan abierto como siempre, le tendió la mano a Scholz y se la estrechó de forma correcta, después hizo lo mismo con Hermione.
—Menudo espectáculo más entretenido, ¿verdad? —se mofó Zabini.
Y ese fue el primer instante en el que Draco miró a John Scholz de cerca. Sus ojos castaños se clavaron en él de un modo frío que lo hizo estremecerse. Había algo oscuro ahí, algo que él no alcanzaba a descifrar. Por un instante, Draco quiso agarrar a Hermione y alejarla de él. Como si le hubiera visto las orejas al lobo, como si una voz incesante en su cabeza le dijera que ese Scholz era peligroso, pero... ¿por qué? Draco quiso tocar a Hermione, sentirla cerca porque ella era su droga tranquilizadora, pero ese pensamiento se deshizo como si fueran granitos de azúcar en un vaso de agua caliente; lo hizo en el instante en el que Scholz habló.
—Parece mentira, ¿verdad? —comentó el jefe de la Brigada.
Mentira.
Mentira.
«—¿Te arrepientes?
—Sí. Me arrepiento de todo.
—Mentira.»
Era él. Era el hombre que tanto daño le había hecho, que lo había torturado una y mil veces en Azkaban. ¿Podía saberlo solo con una palabra? Sí. Eso sería lo último que Draco olvidaría en toda su existencia, estaba convencido.
Draco dio un paso atrás. No terminaba de comprender el juego macabro que la vida acababa de poner frente a él. John Scholz, el jefe de la Brigada de la Aplicación Mágica, una persona que debía proteger a la sociedad, era quien lo había torturado. Quizás porque él no era parte de esa sociedad, solo era un puto mortífago.
Necesitaba salir de ahí o iba a desmayarse. Si no se marchaba cuanto antes, explotaría. Si él había sentido los ataques de pánico muy muy muy cerca antes, eso no había sido nada comparado con ese momento. Fue como si Draco acabara de encontrarse con la muerte cara a cara... y esta le hubiera sonreído con frialdad.
Salió corriendo, marchándose de ahí. Escuchó que Zabini lo llamaba e imaginó que también corría tras él... durante unos segundos. Pero no dejó que lo alcanzara.
Draco no podía aparecerse aún, tenía que esperar varios meses para poder hacerlo, así que se internó en los pasillos interminables de esa mansión para encontrar una chimenea que lo llevara de vuelta a Londres. Su corazón latía tan fuerte que se le saldría del pecho de un momento a otro y su cerebro le decía que Scholz lo perseguía, que Scholz estaba a punto de matarlo por la espalda... aunque sabía que no era verdad.
Estaba solo en los pasillos de la mansión Greengrass, justo como al principio. Tan solo como siempre había estado.
Draco ahogó un grito ronco y desesperado, colándose dentro de una enorme chimenea de piedra con acceso a la red flu. Tomó los polvos flu en su mano, pero no fue capaz de lanzarlos, no fue capaz de moverse durante varios minutos. Arañó la piel de su brazo izquierdo con fuerza, como si pudiera arrancarse él mismo la Marca Tenebrosa... pero no funcionaba. Ni siquiera un rasguño aparecía en su piel blanca. ¡Maldición! Maldito hechizo preventivo que no le dejaba hacerse algo a sí mismo de una puta vez... aunque había una manera, recordó, había un modo de hacerse daño.
El joven tomó aire y lanzó los polvos contra el suelo de la chimenea.
—28 de la calle Hollyhock.
Una explosión resonó por todo el pasillo y Draco se sintió en llamas de pronto, llamas verdes que lo poseyeron sin dolor ni calor. Un momento más tarde se encontró en el salón de su tía Alcacia y, por suerte, ella no estaba allí.
Draco subió las escaleras hasta su cuarto —bueno, el cuarto de su primo Tommy— con rapidez. Sentía las lágrimas rodando por sus mejillas y se las retiró con violencia. El pánico estaba dentro de él, tenía miedo de moverse, miedo de seguir andando. Los ojos castaños de John Scholz estaban grabados a fuego en su mente y se giró varias veces, en su propia casa, pensando que lo encontraría allí. Quizás aparecería y lo torturaría una vez más.
—No, no —dijo Draco en voz alta, tranquilizándose a sí mismo, de algún modo—. No está aquí.
En su cuarto, abrió uno de los cajones y, temblando, rebuscó en su interior. ¿Dónde estaba? ¿Dónde coño estaba? Trató de tomar aire, tan acelerado como estaba, y el llanto regresó una vez más. Quería morirse, quería que eso acabara. Su cerebro parecía funcionar a mil por hora, no entendía qué sucedía, pero sí era capaz de distinguir qué estaba haciendo: qué quería hacer.
Por fin halló lo que buscaba: el anillo de plata de su madre, ese que creyó que ya no usaría. Qué equivocado estaba.
Introdujo la joya en su bolsillo y, sin dejar de temblar, agarró con fuerza su varita. Era el momento, necesitaba actuar.
Lo último que pensó Draco Malfoy antes de lanzarse fuera de la puerta principal de la casa de su tía Alcacia, fue que Hermione Granger había parecido nerviosa junto a Scholz cuando él se había acercado.
Seguramente porque ella lo sabía todo.
***
Su tía era demasiado buena con él. Hasta le había dado algo de dinero. Un dinero que Draco había invertido más que bien en beberse media botella de whisky en un pub muggle y roñoso. Se encontraba en Harlesden, un barrio indeseable de Londres del que él ni siquiera había oído hablar antes. Pero le gustaba, se ajustaba perfectamente a lo que buscaba: un lugar deprimente y potencialmente peligroso.
Había anochecido hacía varias horas y Draco había bebido mucho. Llevaba años sin beber de ese modo, no le gustaba hacerlo, no le agradaba perder el poder de su propia mente, pero ese día... joder, lo agradecía.
Se giró hacia el muggle que se encontraba a su lado. Tenía aproximadamente su edad y se encontraba acompañado de cuatro amigos. Todos ellos con aspecto más bien agresivo. Estaban llenos de tatuajes y no parecían muy limpios, a decir verdad. Todos ellos bebían y reían a carcajadas, lo habían ignorado hasta ese momento, pero Draco decidió hablarle al hombre que estaba a su lado. Era rubio y tenía un par de piercings en el rostro, también alguna que otra cicatriz.
—Te voy a contar una historia —comenzó Draco—, ¿quieres oírla?
El muggle lo observó, como si se preguntara si de verdad le estaba hablando a él. Puesto que no había nadie junto a él, dio por hecho que sí y frunció el ceño.
—¿De qué hablas, amigo?
—Digooooo —Draco abrió mucho la boca, vocalizando para evitar que la borrachera fuera la causante de que ese muggle no lo entendiera al hablar—, que tengo una historia. Una historia muy buena. ¿Te gustaría escucharla?
El muggle se encogió de hombros y bebió un trago de su pinta de cerveza tostada. Los amigos de ese joven parecieron interesados en Draco también. No todos los días aparecía un tío como él en ese pub del barrio. El lugar era oscuro y pequeño, con el espacio suficiente para poder meter una barra llena de bebidas alcohólicas y una mesa de billar. Draco vestía un traje caro y unos zapatos brillantes, algo poco usual allí.
—Estaba en la puta cárcel y uno de los jefes de ese lugar venía cada vez que le apetecía, me daba una paliza y me dejaba... hundido.
No eran palizas, no lo eran. Pero ese sería el único modo de que ese muggle entendiera lo que él quería decir. El desconocido pareció interesado, pues se acercó unos centímetros a Draco.
—¿Tú estabas en la cárcel? —preguntó, algo dubitativo—. ¿Por qué?
Draco sabía que él nunca había perdido su aspecto de niño rico, era consciente de eso. Pero también creía que se le veía en la cara que había pasado por muchas cosas horribles y que todos esos sucesos se reflejaban en sus ojos, de algún modo. Decidió ignorar su pregunta y proseguir con la narración.
—Salí de la cárcel y me reencontré con una mujer a la que había conocido desde niño. Ella me dijo que me iba a ayudar a superar toda la mierda que llevaba encima. Me enamoré de ella como un imbécil, como un auténtico estúpido... —Draco bebió el último trago de whisky muggle y sus labios compusieron una sonrisa sarcástica, como si, a esas alturas, todo eso ya le resultara gracioso—. Y después me di cuenta de que ella estaba saliendo con el mismo tío que me tort... —Tosió un instante—, con el hijo de perra de la cárcel, el que me daba las palizas. ¿No es irónico?
El muggle alzó las cejas, sorprendido. Por un momento dio la impresión de sentir pena por Draco, o al menos compasión. O eso pareció, hasta que Draco dejó caer el vaso de vidrio en el suelo y alzó su mano, señalando al muggle de aspecto peligroso. El vaso se rompió y un sinfín de cristales quedaron regados por todo el suelo.
—Eso no es todo. Imagínate mi cara cuando me enteré de que esa zorra era... tu madre.
Y no solamente el muggle se quedó congelado ante esas palabras, sino que el resto de sus amigos también se giraron hacia él con gesto estupefacto. El mismo hombre que un instante antes sentía pena por él, ahora lo observó con gesto desafiante.
—¿Qué acabas de decir?
Draco se encogió de hombros.
—Que he estado todo este tiempo follándome a tu madre —escupió en voz alta— y tengo que decir que es bastante buena en...
El primer puñetazo lo sorprendió. Quizás porque estaba un poco despistado por culpa del alcohol. Draco se cayó al suelo a causa del golpe, pero se forzó a sí mismo a ponerse de pie de nuevo. No le había dolido tanto, podía aguantar algo más fuerte.
—Sí, tu madre ya me dijo que pegabas como una niña. Me lo dijo mientras me chupab...
El hombre le pegó una patada en las costillas y Draco gimió. No sabía si le había roto algo, quizás sí. Eso no le serviría para nada, no iba a sangrar por una costilla rota. Como pudo, Draco se puso en pie y escupió sangre en el suelo. Eso le hizo sonreír.
—¿No sabes hacer nada más? —volvió a provocarle.
El siguiente golpe fue más doloroso, le rompió el labio de inmediato y sintió su mandíbula desencajarse de algún modo. Draco cayó hacia atrás y quedó tendido sobre la mesa de billar. El aire le faltó en los pulmones por un instante; eso sí que había dolido de verdad. Pero el dolor físico daba igual, no servía para nada. Un círculo de gente se había formado a su alrededor, con el muggle que lo golpeaba casi echando humo por las orejas. Apretaba los puños sin apartar la mirada de él ni un centímetro.
Draco levantó su mano blanca y la pasó por sus labios. Sangre, sangre por todas partes. Comenzó a reírse como un desquiciado y el muggle lo observó, confundido. Seguro que no se esperaba esa reacción por su parte.
—¿Acaso estás pirado? —preguntó—, ¿por qué quieres que te pegue?
—Estoy... intentando hacer una cosa. —Draco se puso en pie con cierta dificultad, la verdad era que le dolía toda la cara. Se imaginó que, por cómo le punzaba, también su ceja se había roto con el primer golpe—, pero gracias. Muchas gracias.
El muggle, furioso, trató de lanzarse de nuevo hacia él, pero sus amigos fueron más rápidos esta vez y lo sujetaron. Draco no tuvo ninguna dificultad para abrirse paso entre esos hombres y dirigirse hacia la salida. Su boca sabía a sangre y él nunca se había alegrado tanto de eso.
Cuando por fin salió de ese pub, Draco caminó unos metros hasta internarse en un callejón completamente vacío. Estaba solo allí. Concentrándose y tratando de ver más allá del alcohol que corría por sus venas, Malfoy tomó su varita y apuntó con ella hacia su labio.
—Bulla sanguinis —susurró.
Al instante, la sangre salió de su labio y quedó encapsulada en una pequeña burbuja transparente. El líquido rojo y oscuro brillaba en su interior. Draco lo tomó entre sus dedos y observó la burbuja unos instantes. Después la introdujo, con cuidado, en el mismo bolsillo en el que ya reposaba el anillo de su madre.
Solo le quedaba una cosa más: la sangre de alguien a quien él amara.
Cada vez estaba más cerca de Narcissa.
¡¡¡POR MERLÍN!!! ¿Qué opináis? POR FAVOOOOOR contádmelo en los comentarios y reviews!! Sé que no estoy contestando mucho, pero os juro que lo leo todo y grito yo sola en mi casa al saber que os gusta la historia.
Por otra parte, tengo una cosa que comentaros (perdón por el discurso). He hablado con algunas de vosotras y sois un autéeeentico amor, así que espero que entendáis mi situación ahora mismo.
Me queda solo 1 mes para graduarme de la universidad y la verdad es que tengo 10000 cosas que hacer. Estoy subiendo capítulo 2 veces a la semana y me quedan solo 9 capítulos más de la historia. Sabéis que subo los capítulos muy tarde por las noches y a veces estoy tan dormida que ni siquiera puedo escribir bien las notas de autora. Apenas contesto comentarios porque tengo sueño tooodo el tiempo y solamente tengo tiempo de escribiros un poco cuando estoy en la universidad.
Esta historia es suuper importante para mí y quiero disfrutar de los capítulos que me quedan, porque me ENCANTAN muchísimo. Así que he pensado que durante este mes de mayo solamente subiré 1 capítulo a la semana (los martes). Eso quiere decir que en junio podré subir los que me queden y tomarme mi tiempo editándolos y subiéndolos todos. Ni siquiera estoy teniendo un momento para promocionar un poquito la historia y eso me desanima, la verdad, porque me gustaría dedicarme al 100% al final.
Espero que podáis entenderlo (sé que lo haréis) y muchísimas gracias por acompañarme y seguir aquí, me hacéis muy feliz y amo comentarlo TODOOO sobre la historia con vosotras.
Mil besos y me encontráis en redes sociales y en la página de facebook "La estrella más oscura. Dramione" ¡Pasad a saludarme! <3
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