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Capítulo 51

¡¡Hola, amoressss! No sé por qué siempre actualizo tan tarde por la noche. ¡Soy lo peor!
Hoy os he dejado una canción que he escrito yo especialmente para este fic (escribí 2, así que hay otra que aparecerá en otro capítulo). La grabé para enseñárosla pero quedó HORRIBLE, así que bueno... si algún día me atrevo a enseñaros mis canciones Dramione, os lo diré por aquí :)


Capítulo 51


Nothing fits / Nothing feels real.

Nada encaja / Nada parece real.

V.M. Cameron - Alone


DRACO

Por primera vez en años, parecía que el mundo le sonreía. Bueno, puede que no fuera el mundo, solo sus circunstancias.

Draco entró en la casa siguiendo a su tía. Las decoraciones navideñas habían desaparecido desde la última vez que había estado allí, pero la casa seguía tan hermosa como siempre.

Milli los recibió en la puerta, parecía emocionada por tener una visita más bien permanente en la casa.

—Buenos días, señor Malfoy —lo saludó—, bienvenidos de nuevo.

Draco miró a la elfina doméstica. Era pequeña y feucha, pero lo observaba con una ilusión que él ni siquiera llegaba a entender aún.

—Hola, Milli —la saludó Alcacia, quitándose su abrigo y colgándolo sobre el perchero de la puerta—, ¿cómo estás?

Él no pudo evitar pensar cuán diferente era esa casa de Malfoy Manor. La mansión donde él se había criado era un auténtico laberinto, un hogar frío e inmenso para un niño como él. Había pasado toda su infancia paseando por esos pasillos interminables, escondiéndose de sus padres tras las pesadas cortinas de terciopelo, corriendo por los jardines imaginando que alguien lo perseguía... pero en realidad, siempre había estado solo: nadie con quien jugar, con quien charlar. Nadie con quien sentarse sobre la hierba en un día soleado.

Él también se quitó su chaqueta. Se preguntó cómo era posible que, después de la soledad que había sufrido en Malfoy Manor, extrañara tanto su casa. Quizás eso era porque ahora sabía que ya no era suya, que le pertenecía a otra persona y que él nunca recorrería esos pasillos o esos jardines de nuevo.

—¿Quieres un té? —le preguntó Alcacia.

Draco contuvo una sonrisa que pugnaba por salir. Le hacía gracia la filosofía de su tía: utilizar el té como respuesta para todo.

—Está bien, de acuerdo —contestó—, subiré al... cuarto de Tommy para dejar esto. —Draco señaló los dos comics y la caja de pasteles que llevaba bajo el brazo.

Su tía se acercó a él al escucharlo y alzó sus dos manos. Alcacia posó ambas palmas pálidas en sus mejillas con delicadeza.

—Draco, es tu cuarto ahora. ¿De acuerdo? Fue la habitación de tu primo Tommy durante muchos años, pero ahora esta es tu casa también. A él le gustaría, no te preocupes por eso.

Se preocupaba, sí, y lo haría durante toda su vida. Draco se había jurado no dormir nunca en la cama de su primo, Thomas Williams. Simplemente no lo haría. Quería respetar a su primo, en la medida de lo posible. Él ya no era un mortífago, eso era cierto, pero Tommy no resucitaría ya. Se había ido para siempre.

—Gracias —contestó.

No quería discutir con Alcacia, ella ya estaba haciendo suficiente por él. Estaba haciendo demasiado, de hecho.

—Sube y ponte cómodo. Te prepararé ese té.

Su tía se retiró a la cocina junto a Milli y Draco se deshizo de sus zapatos antes de subir las escaleras. Una vez en su nueva habitación, lo primero que hizo Draco fue mirar por la ventana. El cielo estaba gris y parecía que se pondría a llover en cualquier momento... él suspiró, aliviado. Estaba fuera. Fuera de verdad. Azkaban había quedado atrás, también la Residencia. Casi no podía creérselo.

Como si acabara de recordarlo, Draco sacó su varita de su bolsillo y la observó con cuidado. Era de madera oscura, con núcleo de pelo de unicornio. La había extrañado tanto...

Lumos —susurró.

Inmediatamente, la punta de su varita se iluminó de forma muy intensa. Un estremecimiento lo recorrió, como si su cuerpo se alegrara de hacer magia, por fin. Casi podía sentirla fluir por su cuerpo perezosamente, era una sensación magnífica.

Nox.

La luz desapareció y Draco no pudo evitar la tentación. Tomando aire, remangó su camisa negra y dejó su brazo al descubierto. La horrible Marca Tenebrosa apareció ante sus ojos una vez más. Él nunca se acostumbraba a ver su piel así, marcada y repugnante.

Colocó la punta de la varita en su antebrazo y se quedó en esa postura un momento. Solo necesitaba pronunciar una palabra para comprobar si ese encantamiento de la Residencia se había deshecho. Un hechizo y podría saber si ya podía sangrar...

Pero no lo hizo. Volvió a introducir su varita en el bolsillo de su pantalón y se dirigió a la puerta para bajar al piso de abajo. Se quedó parado justo antes de hacerlo, reparando de nuevo en la cajita de pasteles que Miranda Ewing le había dado.

En realidad, se había portado bastante mal con ella. Miranda siempre se había mostrado agradable con él y ahora se arrepentía de haberla tratado de ese modo. Agradecía sus pasteles, le parecía un bonito detalle.

Draco se arrodilló ante la cama de su primo y abrió la cajita con dos dedos. Al instante encontró ocho pastelitos de crema y canela, perfectamente colocados. Tenían muy buena pinta, en realidad. La caja era marrón y Miranda había colocado un papel de revista en el fondo para evitar que los pasteles arruinaran la cajita de cartón.

Estuvo a punto de cerrar la caja, reservar los pastelitos para compartirlos con su tía más tarde, cuando se percató de que la imagen de esa revista le resultaba familiar. Sacó uno de los pasteles con sus dedos y distinguió... ¿El rostro de Hermione? Con mucho cuidado, Draco tomó todos y cada uno de los pasteles, colocándolos sobre la tapa de la caja. Por fin, esa página de la revista Corazón de Bruja quedó a la vista. La agarró, observando ese artículo con los ojos entornados. En él se veía, claramente, una fotografía de Hermione Granger paseando en la calle junto a un hombre rubio que él no reconoció. Leyó en voz baja.


«¡La pareja de moda! Hermione Granger, antigua auror y actual parte de la B.A.L.M. pasea, muy acaramelada, con John Scholz, su actual superior y jefe de la Brigada. Es innegable que estos dos hacen una pareja ideal y fuentes nos revelan que ambos llevan meses viéndose. Parece que esta relación es más que oficial ya, a pesar de que la señorita Granger se caracteriza por llevar sus asuntos privados al margen de la opinión pública...»


¿Qué quería decir eso?

Miranda se lo había dicho ya, sí, pero no había querido darle importancia. Draco no era celoso, nunca lo había sido. Él pensaba: «si Granger quiere estar conmigo, bien, si no... es libre de marcharse cuando quiera».

¿Era posible que estuviera saliendo con ese tal John Scholz? Draco estudió su rostro un segundo, un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza. No le gustaba ese tipo y no era solo por Hermione.

No entendía nada. Ella le había dicho que era virgen cuando se acostaron la primera vez. ¿Podría estar mintiendo? No. Eso no era probable, no fingía.

Decidió darle un voto de confianza, aunque solo fuera por todo lo que Granger había hecho por él. Sabía que era peligroso y que él podría salir herido si todo lo que ellos tenían resultaba ser una farsa... pero, al menos hasta ese día, Hermione no le había dado ninguna razón para desconfiar de ella. Y esa puta revista no iba a cambiar la realidad: que Draco se sentía seguro con ella, que era lo único que parecía mantenerlo cuerdo.

—¡Draco! —escuchó que lo llamaba su tía desde el piso de abajo—. ¡Se enfría el té!

Con rapidez, el chico tomó el recorte de la revista y lo tiró a la papelera del cuarto. Volvió a meter todos los pastelitos dentro de la caja y la cerró.

Era evidente que Miranda lo había hecho a propósito y el antiguo Draco habría estampado esos pastelitos contra la pared por miedo a que contuvieran amortentia. El nuevo Draco sabía que eso era poco probable, Miranda era más inteligente de lo que parecía, lo acababa de demostrar. Y, además, la comida era comida. No volvería a olvidarlo nunca.

Con los pasteles en la mano, Draco salió de la habitación y bajó las escaleras.


Bueno, bueno... parece que Miranda no era tan inocente como parecía (no lo voy a negar, no confiáis en ella tampoco!!). De momento parece que la lealtad y la fe de Draco hacia Hermione son más fuertes que la desconfianza. Esperemos que esto siga así...

Nos vemos el martes en un capítulo super interesante, ¡muchos besos!

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