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Capítulo 49

Volví ;)


Capítulo 49

And you keep coming back, coming back again / Keep running round, running round, running round my head.

Y sigues volviendo, volviendo de nuevo. Sigues rondando, rondando mi cabeza.

James Arthur ft. Chasing Grace – Certain things


RON

Se casaba en cuatro días.

Le tocaba asumirlo de una vez, ¿no?

Pero no podía hacerlo. Ronald Weasley se sentía más y más estúpido a cada día que pasaba, eso era un hecho.

Había perdido Astoria y ni siquiera entendía en qué momento la había tenido. Ni por qué eso le había tenido que suceder a él.

Era la hermana de Paul Greengrass, la persona que había destruido a su familia hacía unos años. Se había jurado odiar a los Greengrass, se había propuesto demostrarle al mundo que ellos eran mucho más culpables de lo que aparentaban ser y... de pronto... de pronto eso.

Astoria.

Astoria lo besaba en el baño de un bar y cambiaba los esquemas de su vida, lo trataba como nadie lo había tratado en su vida. De pronto esa mujer le mostraba que su venganza y sus prejuicios no tenían ningún sentido y que había pasado años aferrándose a una maldita idea que solamente existía en su mente.

Ron bebió un trago de su tercer whisky de fuego y dejó el vaso sobre la mesa de madera en la que se encontraba sentado en el Caldero Chorreante.

Tom se acercó a él desde la barra y lo observó con evidente lástima en los ojos.

—¿Quieres otro, Weasley? —le preguntó.

Sí, joder, sí. Quería otro. Quería diez más. Quería perder la consciencia y despertarse una semana más tarde cuando ella ya se hubiera casado. Una sola mirada al pasillo que conducía a los baños del bar fue suficiente para que los recuerdos regresaran a su mente. Gruñó por lo bajo.

—No —dijo—, gracias.

Se levantó de la silla, sintiendo que su cabeza estaba demasiado caliente. Al menos no estaba borracho, eso ya sería el colmo de la humillación.

Ron salió del Caldero Chorreante y caminó por el callejón Diagón durante varios minutos. Eran solo las once del mediodía y ya se había tomado tres whiskies. Una familia pasó por su lado y una niña de unos seis años soltó una pequeña exclamación al verlo.

—¡Señor Weasley! —lo llamó con un gritito de excitación—. ¡Mamá, es un Auror!

Ron se obligó a sonreír. Sabía que no estaba resultando un buen ejemplo para la juventud en ese momento, la verdad.

—Buenos días, señor Weasley —lo saludó la madre con una sonrisa ligeramente avergonzada después de la explosión ilusionada de su hija.

Él respondió con un asentimiento de cabeza y siguió caminando en línea recta. Ron pensaba que, si no abría la boca, nadie podría ver hasta qué punto estaba triste y confundido por dentro.

Entonces, como una broma macabra del destino, Ron Weasley miró a su derecha y la vio allí.

Por Merlín, ¿de verdad iba a sucederle eso?

Estaba en una tienda elegante. Podía ver a Astoria a través del cristal y era evidente que se estaba probando por última vez su vestido de novia. Joder, ¿por qué le hacía eso el destino?

Se quedó parado allí, como un idiota. Veía cómo una bruja de unos cincuenta años y con una peluca inmensa repleta de moños y trenzas le recogía el vestido blanco a su espalda. Astoria estaba preciosa, subida en una pequeña plataforma. Su cabello casi blanco estaba suelto, pero llevaba un velo largo enganchado a la parte alta de su cabeza. Sus ojos azules, entrecerrados en un gesto que casi parecía somnoliento, observaban el suelo sin mucho interés.

Ron recordó la suavidad de su piel, su boca redondeada y esa voz ligeramente grave y musical que él no sabía que necesitaba... hasta que la había necesitado.

No lo pensó dos veces. El pelirrojo entró a esa tienda de vestidos, sabiendo que no debería y que hacerlo era absurdo y ridículo. Pero... ¿y qué? Como si no hubiera superado ya todas las líneas de la ridiculez.

—Hola, señor Weasley —lo saludó una bruja morena desde un mostrador de madera—, ¿puedo ayudarle en algo?

Imaginó que Astoria había escuchado su apellido, pues ella alzó la cabeza y se quedó mirándolo fijamente. Un ligero temblor acusó sus manos, pero la joven bruja fue capaz de entrelazar los dedos para disimularlo.

—¿Weasley? —dijo alguien más.

La voz de Daphne sonó extrañada. La hermana de Astoria estaba sentada sobre un cómodo sofá de terciopelo rojo de estilo barroco. Vestía una capa verde y llevaba su cabello castaño recogido en una cola de caballo. Era curioso que ambas hermanas fueran tan diferentes, apenas compartían rasgos físicos.

—Hola —saludó él, avanzando hasta ellas.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Daphne con cierta curiosidad—, ¿también te casas?

Ron negó con la cabeza.

—No, no. Solo... —tomó aire antes de hablar, mirando de nuevo a esos ojos azules que tantas veces le habían acelerado el corazón ya—. Estaba... pasaba por aquí y he visto a Astoria. ¿Te casarás en cuatro días, verdad?

Como si no lo supiera. Como si no hubiera contado cada maldito minuto que faltaba para ese día.

Ella asintió con la cabeza, sin hablar. No apartó la mirada, al menos.

—Es muy amable por tu parte venir a saludar —respondió Daphne con educación—, Astoria está un poco nerviosa. Pero es normal, ¿no?

—Sí, imagino que sí —convino Ron. Apartó su cabello rojo de su rostro y apretó los labios un momento—. Espero que seas muy feliz, Astoria —le dijo en un susurro—. De verdad.

Ni siquiera supo cómo había sido capaz de pronunciar esas palabras, pero lo había hecho. Le dolía el pecho.

—Gracias, Ron —contestó ella en un susurro.

Daphne pareció no entender nada de lo que estaba viendo, como si no llegara a comprender por qué alguien como Ronald Weasley tenía esos buenos deseos hacia su hermana pequeña. Como si, en realidad, ni siquiera supiera qué demonios hacía Weasley ahí.

Al final en eso se resumía toda su historia con Astoria: nadie sabía nada. Nadie tenía ni puta idea de lo que había sucedido entre ellos, de lo que podría haber significado eso para ambos. Y todo era culpa suya. Ron era consciente.

—Lo siento —dijo él con un suspiro—, siento no... no haber sido justo contigo.

Se hizo el silencio en la sala. Incluso las brujas que trabajaban en esa tienda se miraron entre ellas, confundidas. Estaba claro lo que estaban entendiendo en esa conversación: todo el mundo sabía que los Weasley y los Greengrass no habían tenido buenas relaciones en los últimos años. Daban por hecho que Ron se estaba disculpando por eso.

Solamente ellos dos conocían la realidad: Ron se disculpaba por no haber sido lo suficientemente valiente para admitir lo que sentía. Se disculpaba por haber elegido su reputación y su rencor antes que las esperanzas y el amor que ella le prometía.

Astoria no respondió. Quizás se echaría a llorar si lo hacía. Ron se dio la vuelta sin esperar ninguna contestación y salió de esa tienda con rapidez. Su respiración estaba acelerada y el arrepentimiento le quemaba por dentro.

Se imaginó al idiota de Chay Nott acudiendo con ella a todas las reuniones de sociedad, tomándola del brazo sin siquiera apreciar lo que tenía. Sin siquiera saber cuán valiosa era Astoria y todo lo que ella significaba.

Fuera del establecimiento, por fin, Ron se permitió gruñir con fuerza mientras ese pensamiento se establecía profundamente en su mente. Al final, de todas formas, había una realidad dolorosa que también él tenía que reconocer:

Quizás Nott no sabría apreciar a Astoria Greengrass... pero él tampoco lo había hecho.


He vuelto, amores. Así que regresamos a las actualizaciones martes y viernes. ¡Gracias por esperarme estos días! He intentado descansar un poco, aunque me temo que no me puedo quedar quieta. ¡Soy horrible!

He publicado una novela nueva, original. Se llama "La calma para su tormenta" y podéis encontrarla en Amazon si os apetece leer alguna de mis cositas (fuera de los fanfics) y apoyarme como escritora :) Os dejaré el link directo y universal en el primer comentario aquí abajo.

Mil besos, nos vemos el martes :)

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