Capítulo 48
Hola, amores :) Sé que lo he dicho 10000 veces, pero este es uno de mis capítulos favoritos. ¡¡En serio, me encaaaaanta!! Espero que los disfrutéis, ¡¡contadme qué os parece!!
Capítulo 48
I found the Devil / I found him in a lover.
Encontré al Diablo / lo encontré en un amante.
Halsey – Coming down.
HERMIONE
Llamó a la puerta de su habitación, estaba nerviosa. Llevaba unos días sin pasar por la Residencia. Hermione se había sobrecargado a sí misma con todo el papeleo que había podido en el trabajo y durante los últimos tres o cuatro días solo había dormido las horas necesarias para lograr funcionar con normalidad.
Muchas cosas estaban pasando, demasiadas, de hecho. Ella no había previsto que algo como eso pudiera suceder, jamás, pero ahí estaba.
Draco abrió la puerta y se encontraron cara a cara. Hubo silencio durante unos segundos y él se apartó para que ella pudiera pasar dentro de la habitación. Llevaba unos documentos en una carpeta roja con el logotipo del Ministerio en la parte delantera.
—Hola.
—Hola —contestó él.
Draco parecía estar bien, eso la alegraba. Se encontraba vestido de negro, como siempre. Una pila de varios libros reposaba junto a la cama y Hermione observó, entre ellos, los dos comics que ella misma le había regalado. Él siguió su mirada y supo lo que estaba pensando.
—He tenido bastante tiempo en estos cuatro meses, he podido leer.
Ella le tendió la carpeta que llevaba.
—Necesito tu firma en algunos documentos para el Ministerio.
Draco asintió con la cabeza y abrió la carpeta. El joven se apoyó sobre el escritorio y tomó la pluma que reposaba sobre este. Ella se quedó allí, observándolo. Estaba tensa. ¿Algún día sería normal para ella estar frente a Draco Malfoy? Probablemente no. Le provocaba demasiadas cosas como para que ella pudiera estar allí tan tranquila.
—¿Qué harás después? —preguntó de pronto—, ¿vas a mudarte con tu tía Alcacia?
Él se encogió de hombros, sin dejar de mirar los documentos con atención. De vez en cuando garabateaba su firma en alguna de las páginas.
—No me queda otra opción, imagino —respondió con su voz ronca—, no creo que colarme en Malfoy Manor y vivir allí sea una buena idea, si alguien la comprara no querría encontrarme allí.
La mansión de sus padres, esa casa en la que él se había criado y había vivido toda su vida, ya no pertenecía a los Malfoy. Al igual que el resto de sus bienes, todo había sido confiscado. Malfoy Manor había permanecido en bajo subasta... hasta esa misma semana. Imaginó que Draco no lo sabía.
—Alguien la ha comprado —anunció.
El rasgar de la pluma se detuvo un instante. Draco se quedó quieto. Después siguió escribiendo.
—¿Quién? —preguntó.
—No lo sé. —En realidad no se habían dado muchos detalles al respecto—. Una compañía, creo.
Se sintió mal por decírselo así. Quizás debería haber sido más sensible al anunciarle la noticia. Hermione no se caracterizaba por actuar de forma muy lógica cuando se trataba de Draco Malfoy.
Suspirando, se adelantó unos cuantos pasos y posó su mano sobre el brazo del chico. Él no se dio la vuelta, tan solo dejó la pluma sobre el escritorio y se quedó así, sin mirarla.
—Lo siento —susurró Hermione.
Cuando Draco se dio la vuelta, por fin, sus ojos estaban tristes una vez más.
—Es solo una casa. No es importante.
Hermione contempló su mirada gris. Draco Malfoy era el rompecabezas más grande al que ella jamás se hubiera enfrentado y, aunque había avanzado, sentía que aún estaba a años luz de resolverlo.
—Draco, si necesitas hablar... yo estoy aquí.
Él sacudió su cabeza.
—No hay nada de lo que hablar, es solo una casa. Te lo he dicho —mentía, pero no había nada que ella pudiera hacer ante eso.
Era tan difícil conseguir que se abriera que, incluso en los momentos en los que él parecía estar más receptivo, ella no tenía ni idea de qué demonios estaría rondando su cabeza.
Cara a cara, una vez más, Hermione volvió a ser consciente del calor que desprendía el cuerpo de Draco y de la extraña conexión que había entre ellos. Recordó cómo, al principio de todo eso, a pesar de que su mente le hubiera recomendado que se alejara de él, su cuerpo siempre había querido sentirlo cerca. Su instinto había sido siempre mucho más sincero que ella.
—¿Has firmado los documentos? —preguntó en un hilo de voz.
—Sí.
—De acuerdo.
Hermione trastabilló cuando se dirigió al escritorio para recoger la carpeta, estuvo a punto de caerse, pero él la sujetó antes de que ella rozara el suelo. Su tacto quemaba como el fuego que era, se miraron de nuevo, mucho más cerca esta vez.
—¿Te vas? —preguntó Draco.
Debería irse, claro que sí. Cada segundo que pasaba junto a él significaba que su razón se perdía un poquito más... pero no quería marcharse. A decir verdad, lo que Hermione quería hacer en ese instante era besarlo, quitarle la ropa y recorrer cada uno de los rincones de Draco Malfoy con los labios y la lengua. ¿Estaba eso bien? No. Absolutamente no.
—Debería hacerlo.
Una sonrisa sarcástica se dibujó en los labios perfectos de Draco.
—Sí, bueno, porque nosotros solo hacemos lo que debemos.
—Draco, estamos en la Resi...
No llegó a terminar la frase. Él posó su mano derecha en la nuca de Hermione y la atrajo hasta su cuerpo con un gruñido ronco. Cuando sus labios chocaron, ella supo que la sentencia estaba firmada. No, no iba a marcharse. Iba a quitarse la ropa e iba a entregarse a Draco Malfoy otra vez, porque no sabía hacer otra maldita cosa con él, al parecer.
Hermione participó en el beso tanto como él, acariciando su lengua con la suya y mordiendo sus labios con pasión contenida. Era totalmente imparable, la química que existía entre Draco Malfoy y ella era tan explosiva que se preguntaba si algún día se acabaría... deseaba que sí, porque todo eso era un peligro.
Draco la deshizo de su abrigo sin ningún miramiento y agarró su jersey entre sus dedos, ayudándola a pasárselo por encima de su cabeza. Hermione, por su parte, desabotonó la camisa negra del chico y pasó su lengua por ese pecho pálido. Draco se estremeció y emitió un gemido.
No podían esperar. Ninguno de los dos podía. Ese fuego los estaba consumiendo por todas partes. Hermione se deshizo de sus pantalones tan rápido como pudo y Draco la tumbó sobre la cama, bocarriba. Él también se quitó los pantalones antes de tumbarse encima de ella, sus dedos buscaron la entrepierna de Hermione y ella ahogó un grito de placer cuando uno de sus dedos entró en ella. No pudo evitar moverse contra él, intentando profundizar el contacto. Draco besó sus labios y ella se sintió en el cielo con cada uno de sus movimientos.
—Voy a perder la puta cabeza por ti, Granger.
No supo si había escuchado bien. ¿De verdad Draco Malfoy acababa de decir eso? Como si se arrepintiera, él se apartó cuando ella buscó su mirada. Un momento más tarde, Draco ya no estaba en la cama y separaba sus dos piernas con ambas manos. Hermione notó que la penetraba con la lengua y tuvo que controlarse para no gritar de nuevo. La estaba torturando, lo hacía a cada instante. Su boca la devoraba y ella sentía que se dejaría ir en cualquier momento. Su respiración agitada parecía instarle a seguir haciéndole eso, a abrir sus labios y a no apartar su lengua de ella.
—Draco —gimió ella.
Iba correrse y lo único que quería era poder mirarlo a los ojos mientras lo hacía. Hermione alzó la cabeza y lo contempló: tan oscuro, tan hermoso... Draco mantuvo su mirada mientras depositaba un poco de saliva sobre su clítoris y lo lamía un instante más tarde. Ella se aferró a las sábanas, sintiendo que esos ojos grises estaban tan fijos en ella, tan concentrados en darle placer, que no había nada más que ella pudiera hacer.
El orgasmo llegó a ella como una tormenta. Sus gemidos se intensificaron y Draco solo se detuvo cuando ella cerró los ojos, exhausta. Sus piernas temblaban, incapaces de cerrarse y, por un instante, Hermione sintió vergüenza, como si acabara de compartir con él lo más privado que poseía. La había visto mejor que nunca, él mismo había provocado eso.
Draco se puso en pie, separándose de ella. Una evidente erección se acentuaba en sus boxers negros. Hermione se incorporó, mirándolo fijamente.
—Ven —le pidió.
Draco actuaba con cautela. ¿Le daba miedo? Quizás un poco. También para él era difícil abrirse a ella de ese modo, estaba segura.
Puede que no fuera la primera vez que se acostaban... pero sí era la más real, de eso no cabía duda. No podían excusarse por el fervor del momento o la excitación de haberse peleado. Esta vez lo estaban buscando, ambos lo hacían.
Hermione se deshizo de su ropa interior y se estremeció cuando el pene de Malfoy se mostró, imponente, bajo el abdomen del chico. Si había algo que a ella le gustara más que ser tocada por Draco era, con toda seguridad, verlo disfrutar cuando ella lo tocaba.
Malfoy se sentó junto a ella en la cama. Hermione se aproximó una vez más a él y besó sus labios. Una vez habían empezado con eso, no había nada que pudiera separarlos. Con su mano libre, Hermione lo acarició y él lanzó un gruñido de placer que la humedeció aún más al instante. Lo masturbó con cuidado, casi como si tuviera miedo de romperlo. Era suave y grueso: era perfecto. Draco cerró los ojos y Hermione pensó que nunca antes había visto algo más hermoso que él.
Quería lamerlo, tal y como él había hecho con ella, pero Draco se adelantó.
—El hechizo —le pidió.
Hermione se estiró para alcanzar su varita y conjuró el hechizo anticonceptivo. Antes de que ella tuviera tiempo de hacer nada, Draco la agarró de las caderas y la colocó sobre su erección. Hermione se sintió perdida. No sabía muy bien cómo actuar estando encima de él, ¿y si no sabía moverse? ¿Y si a él no le gustaba?
Pero, tan pronto como su miembro se posicionó en ella y él comenzó a entrar, supo que no había forma de hacerlo mal. Con él todo salía natural. Lo sentía entrar cada centímetro, abriéndola por dentro, acercándose aún más a ese punto que ella necesitaba que rozara.
Él apretó los dientes cuando se encontró dentro de ella, dentro por completo. Cualquier movimiento de Hermione se traducía en una tormenta eléctrica que los arrastraba a ambos. Se movió en movimientos circulares, sentía que estaba a punto de explotar gracias a él. Draco se incorporó con un quejido y enterró su mano en el cabello castaño y rizado de Hermione, sus labios se juntaron una vez más y la tormenta eléctrica se acrecentó. Nunca habían estado tan cerca, tan juntos... sus pieles se rozaban de un modo íntimo y perfecto.
—Estoy a punto —le susurró ella al oído.
Draco coló su mano entre ellos y acarició con un movimiento casi perezoso ese punto en el que sus cuerpos se unían. Como si solo hubiera esperado eso, ella explotó al instante, gimiendo de un modo que se escapaba a su control. Lo besó en los labios y él respondió a ese beso con más intensidad aún que antes, acelerando el ritmo de sus embestidas. Supo que él también estaba alcanzando el clímax por el modo en el que sus ojos grises se entrecerraron cuando ella se movió sobre él una vez más. Draco Malfoy teniendo un orgasmo a la vez que ella era una sensación verdaderamente mágica.
Las luces del techo parpadearon, encendiéndose y apagándose, y ella sonrió ligeramente: un pequeño brote de magia involuntario. Al parecer, él pensaba lo mismo que ella al respecto. La miró a los ojos, como si quisiera grabar ese momento en su cerebro.
Ninguno de los dos se movió cuando acabó. Solo se miraron. Hermione se levantó un poco, lo suficiente para que él saliera de su cuerpo, pero no se apartó ni se retiró de esa posición. Ella seguía sentada sobre las caderas de Draco, mirándolo.
Durante los siguientes minutos, Hermione observó cada una de las cicatrices que poblaban el cuerpo de Draco; todas.
Había una gruesa quemadura en su cuello. También cientos de cortes blanquecinos que se difuminaban en sus brazos y en sus piernas. Su pecho... su pecho contaba con una docena de manchas rojizas que habían sido quemaduras algún día. El cerdo que se las había hecho ni siquiera se había preocupado de curarlo después. Debía de ser un monstruo.
—¿Por qué las miras? —susurró él.
—Porque no mereces tenerlas. Voy a encontrar a quien te hizo esto, Draco. Te doy mi palabra.
Él se quedó en silencio. Como si no supiera qué decir ni qué hacer.
Hermione tomó aire. Después tomó el rostro de Draco con cuidado y dejó su cuello expuesto. La marca de esa zona tenía los bordes rugosos, como si esa quemadura hubiera sido tan profunda que la piel ni siquiera había conseguido regenerarse. Lentamente, Hermione se acercó y posó sus labios en esa marca. Los mantuvo ahí unos instantes.
Cuando se separó, Draco la observaba con los ojos muy abiertos. Hermione se inclinó y besó otra de las cicatrices, esta vez en su hombro. Draco se tensó.
—Para —ordenó con voz grave.
Ella no le hizo caso. Movió sus labios a la siguiente quemadura, una con forma alargada en el pecho. La besó con cuidado, con ternura.
—Para, Granger.
De nuevo desobedeció. Repitió ese procedimiento con todas las heridas que vio. Draco Malfoy parecía haberse convertido en piedra, sus ojos se habían cerrado. Al cabo de varios minutos, Hermione tomó el brazo izquierdo del chico. Era blanco, completamente blanco, con algunos vellos rubios y una visión horrible: decenas de cortes y quemaduras sí, pero también esa Marca Tenebrosa deforme y aterradora.
Draco negó con la cabeza en cuando se percató de lo que ella estaba haciendo.
—Detente —susurró profundamente.
Hermione posó sus labios en cada una de esas antiguas heridas una vez más, besándolo con suavidad, con todo el amor que era capaz de demostrar. Todo ese amor que tenía dentro, que sentía hacia él.
—Por favor, Hermione —sollozó Draco.
Pero ella lo ignoró una vez más y besó, con sumo cuidado, la Marca Tenebrosa y todas las horribles cicatrices que se encontraban a su alrededor. Todo en esa piel le pertenecía a Draco Malfoy, todo. Cada una de sus heridas, todo aquello que componía a ese muchacho solo y asustado a quien ella había decidido entregarse.
Cuando ella depositó un último beso en la Marca Tenebrosa, se percató de una leve sacudida por parte de Draco. Como un pequeño espasmo. Hermione lo estrechó entre sus brazos y, por último, besó su mejilla. Sus labios se humedecieron y fue entonces cuando Hermione se percató de que él estaba llorando.
—Te quiero, Draco —susurró Hermione.
Él no volvió a separarse de ella ni a pedirle que dejara de besarlo. Draco Malfoy enterró su cabeza en el pecho de Hermione y, por primera vez, lloró delante de ella.
—Todo va a ir bien —murmuró ella con voz suave—, te lo juro.
***
Cerró la puerta del cuarto de Draco al salir.
Hermione se había asegurado de presentar el mismo aspecto que un par de horas antes, cuando había llegado a la Residencia: su pelo estaba alborotado, pero no demasiado; su ropa, perfectamente colocada. Nadie podría pensar que algo raro había sucedido en esa habitación.
Pero apenas había caminado unos cuantos pasos cuando alguien apareció al final del pasillo.
—Granger —la llamó una chica a la que ella había visto alguna vez, pero a la que no conocía—, has sobrepasado con creces el límite horario de los tutores del PRASRO. Te recuerdo que no se permite a los aurores permanecer en las habitaciones privadas durante más de media hora.
La reconoció al instante. La misma chica que había acudido al Caldero Chorreante con Draco el día de Halloween.
Tenía razón, existía un límite de treinta minutos para acceder a las habitaciones privadas de los residentes. Pero... ¿quién demonios se dedicaba a asegurarse de que esa norma se cumplía? Nadie. Al menos no normalmente. Lo habitual era que los aurores solo entraran a esas habitaciones para llevar documentos o asegurarse de que sus protegidos cumplían con las normas.
—¿Ah, sí? —preguntó ella, fingiendo no haberse dado cuenta.
—¿Qué estabais haciendo ahí?
Hermione frunció el ceño.
—¿Quién eres?
—Miranda Ewing.
Miranda Ewing. Sí, le sonaba de Hogwarts su nombre, pero nunca había hablado con ella. No hasta ese momento. La simple osadía de hablarle así a un auror ya le parecía a Hermione increíble.
—No tengo por qué darte ningún tipo de explicación, Ewing —contestó Hermione.
Después siguió caminando, pasando por el lado de esa chica con la cabeza muy alta. Trató de tomar aire, no quería resultar sospechosa, tampoco quería mostrar que estaba nerviosa... porque ahora lo estaba.
¿Se olía algo esa chica? Eso parecía.
—Mi trabajo es ocuparme del bienestar de las personas que viven en la Residencia —respondió Miranda, sin achantarse ni un poco.
Hermione se giró hacia ella antes de llegar a las escaleras.
—Mi trabajo es ocuparme de Draco Malfoy.
No dijo nada más, no quería hacerlo. Pero mientras bajaba las escaleras, Hermione se dio cuenta de que le temblaban las piernas.
Bueeeeno, emociones por un tubo, ¿no? ¡¡Decidme qué pensáis!! Me muero de ganas de saber qué opináis, ¿os ha gustado el momento tierno? Creo que llevaba 48 capítulos esperando a ponerlo.
Estoy aprovechando esta semana para escribir 10000 cosas atrasadas que tengo, así que lo más probable es que el martes no haya capítulo nuevo. De todas formas retomaré la normalidad pronto, es solo que estoy algo estresada y tengo muchas cosas que hacer.
Gracias por vuestra paciencia y las palabras amables, sois un amor <3
Nos vemos en el próximo capítulo, no os olvidéis de seguir la página de fb "La estrella más oscura. Dramione", porque ahí pongo novedades, y también podéis seguirme en instagram (vmcameron213).
¡Mil besos!
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