Capítulo 46
Me imagino que vais a odiarme con este capítulo, pero la culpa es mía por haberme hecho escritora de Dramione. Así que supongo que me lo merezco...
Capítulo 46
You're the best I've ever had / You're the worst I've ever had.
Eres lo mejor que he tenido nunca / Eres lo peor que he tenido nunca.
Halsey, Yungblud – 11 Minutes
HERMIONE
Se sentía incómoda, pero sabía disimularlo muy bien. Scholz se traía algo entre manos y ella iba a averiguarlo.
Hermione bebió un sorbo de vino. No le gustaba el vino tinto, le resultaba demasiado amargo, pero tampoco había querido aceptar la invitación de Scholz a cenar y había tenido que resignarse y quedar con él en el Callejón Diagón, después de varios intentos por parte de Scholz. Insistía en que tenía algo que decirle.
—Tengo algo para ti —comentó el mago rubio.
Ella enarcó una ceja, sin saber a qué atenerse.
El pub estaba bastante concurrido y un sinfín de magos caminaban de un lado para otro. El suave murmullo se extendía por toda la sala, pero no era desagradable.
John Scholz sacó una pequeña cajita de su bolsillo y se la tendió. Ella trató de superar el recelo inicial y aceptó el paquetito. En la tapa, una pequeña placa dorada rezaba el mensaje:
Para Hermione G., de John S.
Cuando lo abrió, apretó los labios al encontrar un par de brillantes pendientes. Eran dorados con rubíes engarzados. Hermione la cerró de golpe.
—No, no... John, esto es...
Y el mago lo interpretó como un gesto de gratitud. Mostrándole su sonrisa perfecta, Scholz negó con la cabeza.
—No es nada, Hermione. Nunca te veo usando pendientes y el otro día los vi en una joyería muggle. Me parecieron perfectos para ti.
Si ese hombre no se había dado cuenta ya de que ella no tenía ningún interés en él, es que estaba ciego... o quizás solo cegado por su propio amor hacia sí mismo. ¿Podría ser que él creyera que le gustaba?
—Es demasiado, John, no puedo aceptarlos.
—¿De verdad? —Scholz no alteró su rostro un ápice y sus ojos castaños se clavaron en los de Hermione—, creo que te quedarán muy bien.
Hermione ni siquiera tenía las orejas agujereadas. ¿Cómo demonios iba a ponerse esos dichosos pendientes? Scholz era un estúpido, pero ella no podía demostrarle lo que pensaba aún. Primero debía averiguar qué estaba tramando.
Harry había sido muy claro cuando le había hablado de lo sucedido en Azkaban unos días antes: había algo oscuro en Scholz. Pero no tenían ninguna prueba al respecto, nada que lo acusara de... de nada. Hasta el momento, todo eran suposiciones.
Harry le había pedido, más bien le había rogado, que no cambiara su actitud o su comportamiento hacia él. Si Scholz se imaginaba que ellos sospechaban de él, todo podría ser peor aún; si él tenía algo que ver en las torturas de Azkaban, podría tomar represalias e incluso matar a alguno de los presos para que no hablara.
—Gracias —cedió ella al final.
Un Scholz contento sería mucho más fácil de investigar que uno receloso y desconfiado.
—Quería hacerte una pregunta, Hermione —comenzó él.
John Scholz tomó su copa de vino tinto y se la llevó a los labios. Bebió un poco y la depositó sobre la mesa del pub de nuevo. Era tan elegante que costaba imaginar algo turbio ocupara su mente. Su traje de chaleco, impecable, le sentaba como un guante. Hermione sabía que todas las mujeres de ese bar la envidiaban... y ella, mientras tanto, no sentía ni una pizca de simpatía hacia ese hombre, a pesar de que siempre la hubiera tratado de un modo tan cortés y caballeroso.
—Adelante —dijo ella.
—Sabes que dentro de un par de semanas se celebrara la boda de Astoria Greengrass y Chay Nott, ¿verdad?
—Claro, lo sé.
—Tengo entendido que Greengrass y tú sois amigas.
—Lo somos —confirmó Hermione.
Scholz se humedeció los labios con la lengua un instante.
—Me preguntaba si te gustaría acudir conmigo a la boda. Lo he estado pensando y... creo que no hay nadie con quien quiera ir a esa ceremonia más que contigo, Hermione. No esperaba que los Greengrass me invitaran al enlace, si te soy sincero, pero han decidido hacerlo como señal de buena fe hacia el Ministerio.
Fue como si le dieran un golpe. Hermione se mantuvo en el sitio, pensando en todas las excusas que podría dar, maquinando en su mente un millón de historias para negarse. Ni aunque la esposaran querría ir con Scholz a la boda de Astoria. Bastante difícil sería para ella acudir a ese enlace sabiendo la historia que la novia tenía con su mejor amigo.
—Yo, John, yo... —balbuceó.
—No me digas que no, Hermione. Por favor.
A veces era patético. Y otras, un perfecto déspota que la hacía sentir como una idiota. ¿Quién era el verdadero John Scholz?
—Verás, John... —susurró ella, después levantó la vista y la fijó en él—. Lo cierto es que yo estoy viendo a alguien.
Y ni siquiera eso pareció preocuparle. Scholz no dejó de observarla con calma.
—¿E irás con él a la boda?
No lo había pensado. ¿Ir con Malfoy a la boda? Era solo tres días después de que él fuera liberado del PRASRO, tres días no era suficiente. Si la gente la veía con Draco, sospecharían que algo había sucedido entre ellos mientras ella aún era su tutora. Pondría en riesgo su trabajo y sería un auténtico escándalo.
—No. Él no está... en el país —contestó.
Scholz no pareció darse por vencido. Quizás por eso era jefe de la Brigada.
—Entonces podríamos ir juntos... como amigos.
Era un experto en darle la vuelta a la situación para poder salirse con la suya, estaba claro. Al final, John Scholz siempre hacía lo que a él le daba la gana. Y eso le provocaba escalofríos a Hermione.
—No sé si eso...
—Hermione —dijo él, extendiendo su mano por encima de la mesa y colocándola sobre la suya—, por favor. Como amigos, de verdad. Solamente quiero ir contigo a esa boda, pasarlo bien juntos... no sucederá nada.
El tacto de su mano sobre la suya fue desagradable. Scholz estaba frío y sus ojos eran tan insistentes que Hermione no sabía cómo librarse de ellos. Recordó su plan de nuevo. Necesitaba tenerlo contento, tenerlo cerca. Y no quería arriesgarse a investigar a Scholz hasta que Draco no hubiera salido del PRASRO, pues lo último que quería era que su jefe tomara represalias contra él. Hasta donde ella sabía, Scholz no conocía a Malfoy, nunca lo había visto... pero parecía disgustarle bastante.
—Está bien —accedió por fin—, como amigos.
—Por supuesto Hermione.
Después, Scholz tomó su copa y bebió un trago de vino más, satisfecho por lo que acababa de conseguir.
***
Subió las escaleras lentamente, casi arrastraba su abrigo grueso por el suelo. Hermione sentía que pasar tiempo con Scholz le drenaba la vida de su interior. Ese hombre era una mezcla perfecta entre la persona más encantadora y agradable que hubiera conocido... y alguien oscuro con intenciones desconocidas. ¿Scholz era bueno o era malo? Eso estaba por verse.
Arrugó la nariz mientras buscaba su varita en el bolsillo para abrir la puerta de su apartamento. Fue entonces cuando reparó en que había alguien más allí: sentado en el suelo, a un par de metros de su puerta, Draco Malfoy parecía estar esperándola. Nunca se habría imaginado que Draco Malfoy fuera el tipo de chico que se sentaba en el suelo... pero ya era la segunda vez que lo veía hacerlo. Se quedó congelada al verlo, pero, un instante después, un extraño nerviosismo se coló por cada uno de sus poros y sintió su respiración pesada.
—Draco —susurró, y llamarlo por su nombre de pila resultaba un tanto extraño. Tragó saliva un instante—. Malfoy.
¿De verdad no sabía cómo llamarlo? Por una parte se debatía entre dos tierras: ¿Qué le daba derecho a llamarlo Draco? Y, después de todo lo que había sucedido... ¿cómo iba a referirse a él por su apellido?
Él se puso en pie al verla. Hermione se mordió el labio, pensando en la hora que era. Debían de ser las diez de la noche.
—Deberías estar en la Residencia, es muy tarde.
—Astoria me está cubriendo, me ha dejado salir... a cambio de un favor.
Claro que sí. Draco Malfoy tenía una lengua de oro a la hora de convencer a la gente de que hicieran lo que él quería, así que no le extrañaba que hubiera podido convencer a su amiga de nuevo de saltarse las reglas por él.
—¿Dónde le has dicho que irías? —preguntó ella, abriendo la puerta de su casa. Esperaba que él se hubiera inventado una mentira ingeniosa.
—Le dije que vendría a verte.
Hermione giró el pomo y la puerta se abrió. Se quedó parada, pensativa y dejó que él entrara primero. No entendía qué estaba haciendo ahí... pero no quería que se fuera. Después de todo lo sucedido, sería una estúpida si negara que tenía sentimientos hacia Malfoy. Quizás porque él había sido puesto bajo su cuidado, porque había tenido que ayudarlo y ahora parecía estar mejor... ¿gracias a ella? Puede.
Draco tenía ojeras, como siempre, pero no tenía mal aspecto en general. Más bien al contrario: había recuperado el físico que ella siempre asociaba a Draco Malfoy: un ser atractivo y frío, fascinante. De todas formas, no era su culpa que ella lo percibiera como frío: Draco era una mezcla perfecta entre la belleza y la elegancia de sus padres, no podía ser de otro modo.
—No deberías haberle dicho eso a Astoria. Podría sospechar.
—Ya sospecha. No es tonta —respondió Draco, para su sorpresa—, pero tiene cosas más importantes de las que preocuparse. Además, nada de lo que ella se imagine va a... ya sabes, a ir tan lejos como lo ha hecho la realidad.
En eso tenía razón. Hermione pensó que Astoria era, con toda seguridad, lo último de lo que debía preocuparse. Había cosas más urgentes en la vida, como por ejemplo, averiguar qué le había pasado a Draco en Azkaban. Quién era el culpable de que él ahora fuera... así.
—¿Quieres tomar algo? —preguntó Hermione.
—¿Miau? —maulló Crookshanks, enredándose entre las piernas de su dueña.
Draco miró al gato. Era como si Crookshanks estuviera marcándola como su propio territorio. El gato no solía ser así, pero actuaba como si estuviera celoso de Draco. Ella se agachó y le acarició la cabeza. Crooks clavó sus ojos verdosos en Malfoy mientras ella lo hacía.
—Miau —le dirigió a Draco.
—No creo que deba quedarme. Le prometí a Astoria que no iba a tardar mucho.
De pronto Hermione cayó en que, quizás, él llevaba mucho tiempo esperándola en la puerta de su casa. Y ella había sido tan tonta como para quedarse con Scholz cuando, en realidad, quería marcharse de allí desde el mismo momento en el que había llegado. Sintió en su bolsillo la cajita con los pendientes que él le había regalado y se sintió mal, se sintió... culpable.
—Si hubiera sabido que estarías aquí...
—No pasa nada —susurró él con voz grave—, no tendría que haber venido, en realidad.
Draco se dirigió a la puerta y ella caminó tras él. No sabía qué era, pero algo en él parecía un tanto asustado. Se arrepentía de estar allí, estaba claro... y estaba a punto de huir, como hacía siempre. Probablemente eso era lo que ella menos entendía de Draco Malfoy. ¿Por qué SIEMPRE salía corriendo?
—Espera —pidió.
Draco se giró. Su cabello rubio se despeinó sobre su frente, pero él no lo apartó. La observó con sus ojos grises entrecerrados. Ojalá hubiera podido saber en qué estaba pensando. Dando un par de pasos hasta la puerta, Hermione llegó a él y alzó la cabeza para poder mirarlo a la cara.
—Me gusta que estés aquí —dijo con voz suave—, te he echado de menos.
Quería tocarlo. Pero, ¿él se dejaría? Quizás no... pero quería probar. Alzó la mano y la posó en la pálida mejilla de Draco, él cerró los ojos, como si ese contacto significara más que un mero roce para él. Ella deseó que así fuera.
—Ha sido una mala idea —dejó escapar Draco.
—¿Por qué? He estado un poco preocupada por ti estos días...
Le dio vergüenza pronunciar esas palabras. ¿De verdad le estaba diciendo algo así a Draco Malfoy? Alguien que, años atrás, habría utilizado sus sentimientos para reírse de ella y maltratarla. Y ahora ella se los estaba exponiendo libremente, porque no soportaba la idea de que él creyera que no era importante para ella.
Draco apretó los labios, observándola en silencio un momento. El joven retiró su cabello rubio y despeinado de su rostro y la miró con los ojos entrecerrados.
—Quizás ese es el problema, Granger —dijo él con voz impersonal—, tú has estado un poco preocupada por mí, pero yo... —Draco le clavó sus ojos grises como si estuviera a punto de dedicarle el mayor insulto que ella hubiera escuchado, finalmente habló—. Eres lo único en lo que yo puedo pensar. Y me está matando por dentro, pero no puedo hacer nada para pararlo.
Después se fue. Corriendo, como siempre. Hermione se quedó parada delante de la puerta como una idiota. Pensó que Draco quizás volvería... pero no lo hizo.
Tras unos minutos, Hermione por fin comprendió que Draco Malfoy no tenía pensado regresar. Solo entonces cerró la puerta.
Hola amores :) ¿Cómo estáis? Lamento lo que está a punto de pasar... (bueno, en realidad no, me ENCANTA el drama!!!)
Mil gracias por seguir aquí, sois un amoooor!! Estoy en proceso de contestar a reviews y comentarios pendientes, ¡perdonad si tardo un poco o se me pasan! La verdad es que estoy muuuuy liada últimamente y estoy pensando en cambiar la agenda de actualizacione un poco. Os iré contando!!
Besos, ¡nos leemos!
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