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Capítulo 44

¡Hola, amores! Bueno, bueno, ¡no sabéis lo contentísima que estoy porque os encantó el capítulo anterior! He estado releyendo varios capítulos hoy y me he dado cuenta de que TODOS los próximos capítulos están llenos de acción. ¡En todos pasa algo!

Os dejo el cap de hoy, primer POV del niño que vivió. ¡También os dejo una de mis canciones favoritas hoy!


Capítulo 44

And if we should die tonight / Then we should all die together.

Y si vamos a morir esta noche / entonces moriremos todos juntos.

Ed Sheeran – I see fire


HARRY

Ginny lo observó, confusa, cuando él se levantó de su silla.

—¿A dónde vas, Harry? —preguntó.

—Vuelvo ahora, me he olvidado algo.

—¿Dónde?

Harry no contestó, se inclinó y besó a Ginny en la mejilla. Después se alejó de la mesa en la que sus amigos tanto se estaban divirtiendo. Eran las doce y cinco de la noche, oficialmente estaban en el año 2002. A veces él se preguntaba cómo sería pasar esos días con sus padres o, al menos, con Sirius.

¿Les habría gustado la Navidad a Lily y a James Potter? Él no lo sabía. Tampoco podría preguntárselo ya a nadie, pues ni siquiera Remus estaba allí ya para poder responder.

La Navidad era feliz para Harry, ahora tenía a Ginny y los Weasley eran su familia desde mucho antes de que él empezara a salir con ella, pero siempre había una nota triste cuando él pensaba en los que ya no estaban.

—¡Feliz año, Harry! —Angelina Johnson se abalanzó hacia él, estaba un poco borracha, pero se llevaba muy bien con él porque también pertenecía a la Oficina de Aurores.

Harry le devolvió el abrazo, sonriendo.

—Feliz año.

También Seamus estaba allí y lo saludó con un gesto y una sonrisa. A su lado estaba Luna Lovegood, que le lanzó un beso en el aire a Harry.

—¡Potter! ¡Feliz año! —gritó Oliver Wood desde la otra punta del bar.

—Feliz año —respondió Harry, alzando su mano para saludar a quien había sido el capitán del equipo de quidditch de Gryffindor durante varios años.

Había mucha gente apiñada en el bar, pero todos parecían estar pasándoselo muy bien. Hermione había desaparecido hacía un rato y Harry se había fijado en que, al mismo tiempo, también Malfoy se había marchado. Prefería no meterse en ese asunto, en realidad. Si algo pasaba entre ellos prefería no enterarse, tanto si eran buenas noticias como si eran malas.

Chocó con Pansy Parkinson sin querer, en su camino a conseguir salir del Caldero Chorreante por la puerta que daba a la calle Charing Cross.

—Perdón —se disculpó.

Por un instante, Harry se encontró rodeado de Slytherins. No pudo evitar tragar grueso, aunque solo fuera como acto reflejo por los viejos tiempos. Blaise Zabini, Theodore Nott, Astoria Greengras, Pansy Parkinson... otros miembros de la casa de Slytherin, como Daphne Greengrass, Crabbe y Goyle también se encontraban alrededor. Pansy le hizo ver que no pasaba nada por haberse chocado con ella. Le dedicó una tenue sonrisa.

—Feliz año nuevo, Potter.

Y la felicitación se extendió por todo el grupo de Slytherins, que no hablaban con especial simpatía, pero sí con sinceridad. Ellos eran adultos y habían dejado atrás sus rencillas de la infancia.

—Feliz año nuevo —contestó Harry con un asentimiento de cabeza.

Eran correctos entre ellos. Quizás nunca serían amigos, de hecho, no creía que pudieran serlo. Pero esa era la forma de garantizar un buen futuro para las siguientes generaciones de magos. Sus hijos no se odiarían, como habían hecho ellos.

Harry salió por fin del Caldero Chorreante y se dirigió al Ministerio. Habría llevado a Ron consigo, pero el pobre Weasley parecía tener la cabeza en otra parte y hacía ya un buen rato que ni siquiera contestaba cuando Harry le hablaba. Así que eso tendría que hacerlo él solo.

El Ministerio de Magia estaba completamente vacío cuando Harry entró al inmenso edificio. Su acreditación como auror le permitió acceder sin ningún tipo de problema y recorrió los enormes pasillos negros en los que lo único que se escuchaba eran sus pasos. ¿Quién iba a estar allí, el día de Año Nuevo, de madrugada? Nadie. Por eso era un buen momento.

Se subió a uno de los ascensores y éste lo llevó al penúltimo piso del Ministerio: Comunicaciones con Azkaban.

Harry le había dado muchas vueltas a lo que Hermione les había contado unos días antes. Si su amiga tenía razón y en Azkaban se estaban realizando torturas, eso significaría que el Ministerio se estaba convirtiendo en justo aquello que tanto odiaba. Y Harry no podía vivir con eso.

Los Mortífagos que habían sobrevivido a la guerra —que no eran muchos— cumplirían su condena, sí, pero nada más. Azkaban en sí era una tortura suficientemente dura, él lo sabía muy bien pues había visto cómo ese lugar afectaba a las personas. Lo había observado por primera vez con solo trece años en Sirius Black.

El moreno cruzó ese pasillo con calma. Llevaba su varita guardada en el bolsillo de esos pantalones elegantes que Ginny le había obligado a ponerse ese día. Su cabello estaba tan despeinado como siempre, pero no había nada que pudiera hacerse al respecto. Esa batalla estaba perdida de antemano, pues el pelo negro de Harry era indomable.

Entró en la última puerta de ese pasillo. Estaba algo nervioso. Nunca había ido a Azkaban, esa sería la primera vez que lo haría. Se preguntaba qué sucedería y trataba de alejar de su mente la idea de que iba a encontrarse con algún dementor. Eso estaba claro, Azkaban estaba llena de dementores y Harry los temía, a pesar de que ya hubieran pasado varios años sin tener que enfrentarse a uno.

—Eres auror —se dijo a sí mismo—, tienes que ir.

Él tenía el control. Tenía su varita y era capaz de invocar el patronus más grande del mundo si se lo proponía; ningún dementor podría hacerle daño. Harry tomó aire profundamente y con un chasquido se desapareció del Ministerio.

Hacía frío, eso fue lo primero que notó al llegar a Azkaban. La habitación era bastante similar a la que servía como enlace a la prisión desde el Ministerio: era negra por completo pero el suelo estaba sucio. No había muebles, solo una puerta que, imaginó, conducía al resto de esa horrible cárcel.

No oía nada desde allí, quizás todos los presos estuvieran dormidos en ese momento. El frío se coló en los huesos de Harry poco a poco y, por primera vez, se dio cuenta de que los magos prisioneros allí vestían uniformes finos y rotos. Si él se sentía helado, vistiendo ropa gruesa y una chaqueta, ¿cómo se sentirían los presos?

Harry agarró su varita con fuerza y estuvo a punto de abrir la puerta negra y vieja... pero esta ya se abrió sola antes de que él llegara a tocarla. El mago retrocedió, asustado y abrió mucho sus ojos verdes detrás de esas gafas redondas. Estuvo a punto de lanzarle un hechizo a esa figura extraña para protegerse, pero lo reconoció a tiempo.

—¿Scholz? —susurró Harry.

John Scholz estaba allí. ¿Cómo y por qué? No tenía ni la menor idea. El mago alemán vestía su habitual traje de chaleco elegante, pero su cabello rubio parecía empapado de sudor y se pegaba a su frente. Como si Scholz hubiera estado haciendo ejercicio.

—Potter.

El jefe de la Brigada se mostró más que sorprendido al encontrarlo a él. Era evidente que la sorpresa era mutua. Era muy tarde, demasiado, para estar trabajando.

—¿A dónde vas? —preguntó Scholz, que se había recuperado de la sorpresa antes que Harry.

Potter tuvo que esperar varios segundos para poder procesar que él estuviera allí. Cuando por fin lo consiguió, guardó su varita en su bolsillo en evidente señal de paz, pero dejó que una parte de su arma asomara por el bolsillo de su pantalón. Pensaba usarla si era necesario.

—Quería comprobar que todo estuviera bien aquí. Es Año Nuevo, imaginaba que nadie habría pasado por Azkaban en un tiempo.

—¿Comprobar que todo estuviera bien en Azkaban? —el tono de voz de Scholz recuperó su tranquilidad y elegancia habitual—, no creía que eso fuera tarea de la Oficina de Aurores...

—No es una obligación —informó Harry—, pero me gusta hacer bien mi trabajo.

El modo en el que Scholz le hablaba le daban ganas de lanzarle un hechizo paralizador y dejarlo ahí tirado toda la semana. Harry no soportaba su actitud de superioridad.

—También he oído que... tienes poco apego por el cumplimiento de las normas, Potter. —Scholz soltó una pequeña risa y se peinó el cabello húmedo hacia atrás, el sudor parecía desvanecerse poco a poco y él volvía a la normalidad—. Lo lamento, eso no es asunto mío.

—No, creo que no.

—Pero sigo siendo tu superior.

Tenía razón. Scholz no era auror, pero era el jefe de la Brigada de aplicación de la Ley Mágica. Eso lo colocaba en un escalafón superior a Harry.

—Podría verse así, sí —contestó Harry, frunciendo los labios.

Scholz paseó por la sala en silencio unos segundos. Harry pensó que estaba intentando ponerlo nervioso, así que trató de aparentar estar mucho más calmado de lo que se sentía en realidad.

—¿Entonces cuál es tu plan de «comprobación», Potter? ¿Quieres hablar con los presos?

—Sí.

No quería darle demasiada información. Después de lo que Hermione le había dicho y de lo que acababa de ver, Harry no se fiaba ni un pelo de ese hombre. Estaba detrás de algo oscuro, se veía en sus ojos.

—¿Vas a desearles un Feliz Año Nuevo? —preguntó Scholz con tono sarcástico.

Harry suspiró. Intentaba aparentar confianza, pero sabía que se pondría a temblar si dejaba de centrar todos sus esfuerzos en eso.

—Quiero hacerles un par de preguntas. No sé si lo has oído, Scholz, pero se escucha por ahí que no estamos tratando muy bien a los presos de Azkaban.

Scholz bufó ante sus narices.

—Sabía que Granger y tú erais cercanos, pero no creía que tú fueras a darle credibilidad a esas historias... ¿Sabes cuál es la fuente de información de la señorita Granger?

Harry se quedó callado, molesto porque conocía de antemano el argumento de Scholz.

—El señor Malfoy —se respondió el propio Scholz—, esa es la fiable fuente en la que Hermione Granger parece confiar más que en el Ministerio de Magia. ¿Qué creéis que dirá un mortífago para intentar que no lo vuelvan a enviar a Azkaban?

—¿Y por qué iba a volver Malfoy a Azkaban? —preguntó Harry enarcando una ceja—. Parece estar recuperándose bien y te recuerdo que ya no es un mortífago, Scholz, por eso ha sido liberado de Azkaban.

Era una de las bases para conseguir ser auror: diferenciar entre un mortífago en activo y un antiguo mortífago retirado de las filas de Voldemort. Y Malfoy no había dado motivos para seguir siendo considerado parte del primer grupo. Fue extraño defenderlo, pero por alguna razón tenía la necesidad de contradecir cualquier cosa que Scholz afirmara.

—No me tomes por tonto, Potter. Yo también he escuchado cosas que se dicen por el Ministerio. He oído sobre unos supuestos «brotes de magia involuntarios» que le suceden al señor Malfoy con más frecuencia que de costumbre.

Harry se quedó callado de nuevo. No podía rebatirle que eso era extraño, muy extraño. Pero tanto Ron como él habían decidido fiarse de la palabra de Hermione y dejarlo correr. No era simpatía hacia Malfoy, sino lealtad hacia Hermione.

—No me mires así —le pidió Scholz con voz suave—, yo no soy ningún monstruo. Lo he dejado pasar. Entiendo que para Malfoy es complicado controlar su magia, ha estado encerrado mucho tiempo. Pero no puedo permitir que se empiece a dudar de la integridad del Ministerio. Los presos de Azkaban son tratados como se merecen, ni mejor ni peor.

Esas palabras lo estremecían. Scholz era muy estricto, eso era evidente. ¿Demasiado? Sí, quizás sí. Pero eso no era ningún delito. Harry se armó de valor y caminó un par de pasos en dirección al jefe de la Brigada.

—Quizás no lo sepas, pero también hay inocentes dentro de Azkaban. El sistema no es perfecto.

—¿Inocentes? —Scholz entornó los ojos.

—Mi padrino, Sirius Black, pasó doce años aquí. Lo acusaron de muchas cosas, de ser el culpable de la muerte de mis padres... cuando él no era el verdadero asesino.

Scholz mantuvo su mirada sin decir nada. El gesto de Harry se endureció.

—¿Sabes, Scholz? No me habría gustado saber que alguien estaba torturando a mi padrino aquí por un crimen que él no había cometido. Creo que, si las familias de los prisioneros se enteraran de los rumores que corren acerca del Ministerio ahora mismo, se alterarían mucho, ¿no te parece? Aquí tenemos encerrados a miembros de familias muy importantes —expuso Harry sin que su voz temblara ni un poco—, familias como los Greengrass que, si supieran que algo malo pasa con su hijo mayor, serían capaces de... —Harry sonrió, mirando al suelo con un gesto tranquilo—. Bueno, quién sabe. Pero me alegro de que eso no vaya a suceder. Si tú me aseguras que todo va bien en Azkaban, yo te creo. Al fin y al cabo, tú eres el jefe de la Brigada de aplicación de la Ley Mágica.

Harry dio un paso atrás. Sentía que acababa de tener un duelo con Scholz, un duelo que, al menos por el momento, había conseguido ganar. Pero él seguía llevándole la delantera.

—Me alegro de que comprendas la situación, Potter.

El joven Potter inclinó la cabeza.

—Será mejor que me vaya, entonces... —Antes de darse la vuelta, se detuvo de nuevo—. Una cosa más, Scholz. —Harry volvió a mirarlo a los ojos con intensidad—: ¿Qué hacías tú en Azkaban a estas horas en un día festivo?

Scholz compuso una sonrisa brillante.

—Justo lo mismo que querías hacer tú: comprobar que todo esté bien —respondió su educada voz—. Por cierto, Potter, he oído que no te gustan los dementores... —Se quedó en silencio un instante, después volvió a hablar—. No creo que Azkaban sea un sitio que tú debas frecuentar.

Harry asintió con la cabeza, después desapareció de esa habitación sin volver a contestar.


Bueno... sacad vuestras propias conclusiones sobre lo que acabáis de leer...

Hablemos de vuestros comentarios. Me ha gustado mucho que la mayoría de vosotras estáis divididas: creéis que Hermione se está arriesgando mucho al confiar en Draco y, a la vez, creéis que ya es hora de darle una oportunidad al pobre. ¿Nos va a traicionar Draco? Pues lo veremos próximamente...

No os imagináis lo MUCHÍSIMO que estoy disfrutando de leer vuestras conjeturas e impresiones. Estoy enamorada de este fic, enamorada de verdad. ¡Mil gracias por vivirlo conmigo!

Nos vemos el viernes ;)

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