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Capítulo 41

Allá vamos con el nuevo capítulo, espero que os guste ;)


Capítulo 41


In a perfect world / You'd still be here.

En un mundo perfecto / tú seguirías aquí.

Perfect world – Simple plan


DRACO

No la vio en toda la semana.

Le daba igual.

Que te jodan, Granger.

¿Para qué querría verla? Ya habían pasado demasiado tiempo juntos durante las Navidades y él había tenido suficiente con dos sesiones extras de terapia con Zabini en la misma semana.

Bueno, sí, se habían acostado. ¿Y qué? Malfoy se repitió a sí mismo que eso no tenía ningún tipo de importancia, que la gente se acostaba todos los días. Algunos se tiraban a un desconocido en el baño de un bar y luego ni reconocían su cara si volvían a verlo... ¿por qué iba a ser diferente entre él y Granger?

Y, cada vez que la voz de su conciencia le recordaba la sensación que había experimentado con ella, ese sentimiento de pertenencia, de estar a salvo... todas las excusas que se ponía a sí mismo se derrumbaban de pronto.

Se había sentido seguro en los brazos de Hermione Granger, como si ese fuera su lugar... Era una locura, era consciente de ello, ¿cómo iba a ser su lugar estar con esa sangre sucia?

No podía dejar que ella lo averiguara jamás, pero para Draco, que llevaba veintiún años buscando cuál era «su lugar en el mundo», tumbarse en una cama mientras ella lo besaba era bastante parecido a cómo él había imaginado que sería ese sitio.

Oyó unos pasos acercarse a la puerta de su habitación en la Residencia y Draco se puso tenso. Seguro que era ella, ¡tenía que ser ella, por Merlín! Los pasos se detuvieron justo al otro lado de la puerta de madera y él esperó que esa persona golpeara rítmicamente, tal y como ella hacía... pero no sucedió.

—¡Draco! —dijo la voz de Astoria.

Por una parte, Draco sintió alivio. Por otra... ¿decepción?

Dejó sobre su cama el libro Historia de la historia muggle, un tomo que había encontrado en la biblioteca de la Residencia y que, tal y como su nombre indicaba, contaba la historia del concepto de la historia muggle desde el principio de los tiempos. Draco no había leído nada más inverosímil en toda su vida, pero al menos esa lectura lo entretenía durante sus largas horas en la Residencia.

El mago se acercó a la puerta y la abrió. El familiar rostro de Astoria se asomó. La bruja llevaba un vestido elegante de color gris claro. Draco enarcó una ceja mientras se echaba atrás, dejando que su amiga entrara al cuarto.

—Pensé que aún te quedaba un mes más para casarte. Además, ¿ese vestido no es demasiado provocativo? —preguntó él, mofándose—. Weasley se te va a abalanzar en medio de la ceremonia como te vea así.

Ja. Ja. Ja. Draco. —Astoria puso los ojos en blanco—. Gracias por recordarme lo de la boda. Y gracias por recordarme a Weasley, eres un verdadero amigo.

Draco no era ninguna eminencia en cuanto a empatía se trataba, eso era cierto y él lo sabía. Había hablado con Astoria de esa extraña relación que mantenía con Weasley y él le había recomendado, sin ninguna duda, que cancelara la boda con Chay Nott. Ella había hecho oídos sordos, como si esa opción fuera poco menos que absurda.

—Hago lo posible —le dedicó él.

Astoria fijó los ojos en él y chasqueó la lengua con evidente desaprobación. Él bajó la vista: llevaba unos pantalones deportivos de color negro que había encontrado en la cómoda de esa habitación. Él nunca se había vestido de forma tan poco elegante antes, pero, ¿qué más daba? Nadie iba a verlo.

—¿Se puede saber qué haces vestido así aún? —cuestionó la rubia.

—¿Aún? ¿A qué te refieres con eso?

Ella lo miró como si fuera estúpido.

—Son las nueve de la noche, Draco. ¡Es Nochevieja!

—¿Y qué?

—Pues que tenemos que ir a la fiesta.

Draco negó con la cabeza, ni siquiera preguntó «¿qué fiesta?».

—Paso.

Y ella se dirigió a él como si fuera una niña pequeña a quien le acabaran de negar un juguete nuevo por Navidad. Agarró su brazo y tiró de él.

—¿Cómo que pasas? ¡Pero Draco! Es la fiesta de Fin de Año, ¡tienes que estar ahí!

—No me gustan las fiestas, demasiada gente.

Los ojos azules de Astoria lo observaron con una pena que él no entendía.

—No seas así, Draco. Pansy, Blaise y Theo estarán allí, tienen muchas ganas de verte, de pasar tiempo contigo... Antes tenías una buena excusa porque estabas en Azkaban, pero ahora no te queda otra opción...

Astoria era capaz de usar Azkaban como si fuera una puta broma... y, para colmo, eso le sonsacó una sonrisita irónica a él. En realidad tenía razón: él se había perdido muchas cosas en esos tres años y... seguiría perdiéndoselas cuando muriera. Esa sería su última oportunidad de pasar una noche con sus amigos.

En silencio se preguntó si se merecía el placer de algo así. No lo tenía claro. En su mente, su padre se negó a darle permiso: «Eres un traidor, no te mereces volver a disfrutar de nada en tu vida», su madre, por el contrario, sonrió y asintió con la cabeza: «Sal, Draco, pásalo bien con tus amigos»...

—Seguro que a Granger le parece muy positivo que vayas a la fiesta. Lo reflejará en tu expediente del PRASRO.

Granger. Granger estaría en la fiesta. Astoria lo acababa de convencer sin siquiera saber que lo había hecho.

—Está bien. Iré —aceptó por fin.

Astoria pegó un grito de alegría y se acercó a la cómoda de madera como una bala.

—Tenemos que ponerte muy guapo hoy —canturreó la rubia.

Él esperó en silencio a ver la decepción reflejada en su rostro cuando se percató de que, dentro de esos cajones, tan solo había camisas y pantalones negros. Diez pares de cada uno.

—Joder, menudo coñazo —comentó Astoria.

—A mí me gusta.

—Estás haciendo una labor excepcional intentando no parecer un mortífago —murmuró Astoria de forma sarcástica.

Draco bufó y se encaminó al baño.

—Voy a ducharme. Te dejo total libertad para elegir mi ropa de esta noche —le dijo, riéndose entre dientes.

Después cerró la puerta blanca del baño y se quedó apoyado en ella unos segundos. Vale, iría a la fiesta, solo por curiosidad. Una última vez. Le quedaban solo diecinueve días para acabar su estancia en el PRASRO y después de eso todo sería mucho más fácil.

Se agachó en el suelo y tanteó con los dedos la parte de debajo de su lavamanos. No tardó en encontrar lo que buscaba: un cuchillo pegado a la cerámica con un poco de cinta adhesiva. Había conseguido robar el cuchillo del comedor de la Residencia y nadie lo había visto tomarlo.

Lo agarró entre sus dedos, como hacía todos los días. Estaba afilado. Draco se quitó la camiseta blanca que le pertenecía a Granger y se quedó desnudo de cintura para arriba. Después tomó la punta del cuchillo entre sus dedos y buscó su muñeca. Clavó el filo del cuchillo en su piel conteniendo la respiración y, segundos después, ahogó un gemido de frustración.

Nada.

Aún no podía sangrar. Joder.

Decepcionado, pegó de nuevo el cuchillo bajo el lavabo y observó sus brazos blanquecinos. Su Marca Tenebrosa arrojaba una visión terrible y un recuerdo aún peor la acompañó de golpe.

El hombre lo había inmovilizado. Una luz lo cegaba, contrastando con la profunda oscuridad en la que Draco vivía el resto del tiempo en Azkaban.

Unas manos extrañas tomaron su antebrazo izquierdo, clavándole los dedos con fuerza.

—Esto te va a doler un poco, Malfoy —dijo la conocida voz de su torturador.

Él apretó los dientes con antelación. Estaba a punto de vomitar de miedo, pero llevaba sin comer más de seis días y no había nada en su cuerpo que pudiera expulsar.

—Scalpo.

El hechizo le cortó la piel de inmediato. La Marca Tenebrosa se levantó, uniéndose de nuevo al resto de su brazo un par de segundos después como por arte de magia, como si no quisiera ser despellejada. La sangre comenzó a brotar y el olor metálico lo mareó. Draco gritó y apartó la vista de la horrible carnicería que estaba teniendo lugar en su propio cuerpo.

Las lágrimas rodaron por sus mejillas y el dolor fue insoportable. El hecho de que la herida se curara al instante le obligaba a sentir el mismo calvario una y otra vez.

Su torturador se rio.

—No seas llorón, tú has hecho cosas peores, Malfoy.

Draco despertó del trance cuando Astoria lo llamó desde el otro lado de la puerta. Observó su propio reflejo en el espejo, estaba sudando, pero estaba ahí. No había pasado nada, solo era un recuerdo.

—Te estoy esperando, Draco.

—Voy —contestó. Su voz se rompió un poco y tuvo que aclararse la garganta.

Después, Draco Malfoy se metió en esa ducha blanca y trató de olvidarse de ese dolor. Lo había sentido tantas veces ya que no creía que fuera a desaparecer jamás.


¡Hola, chicas! Bueno, viendo que la última fiesta mágica fue un verdadero espectáculo, tengo muchas esperanzas puestas en esta nueva celebración navideña. ¡Qué ganas tengo de que vengáis a la fiesta con Draco y con Hermione! Como ya vemos, Draco sigue planeando morirse (para variar) y poco a poco me he ido dando cuenta de que esta historia no debería llamarse "Nunca le hagas cosquillas a un Dragón herido" sino "Vamos a hacerle terapia entre todas al Sr. Malfoy" JAJAJA. ¡Nos vemos pronto, chicas!

Mil besos :)

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