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Capítulo 35

¡Hola, amores! Allá vamos, bienvenidas a la Navidad en el Mundo Mágico, donde van a suceder MUCHAS cosas. Estoy demasiado emocionada :3


Capítulo 35

Kiss me goodnight 'cause I'll be gone in the morning light.

Dame un beso de buenas noches, porque me habré ido por la mañana.

Lee DeWyze - Oil & Water


DRACO

El 25 de diciembre, Hermione Granger acudió a la Residencia para recoger a Draco Malfoy y llevarlo al 28 de la calle Hollyhock. Draco, más pálido que de costumbre y sin mediar una sola palabra, bajó las escaleras desde su cuarto y se encontró con ella en la planta principal del edificio.

Tenía miedo de volver a ver a su tía Alcacia, no sabía bien cómo reaccionaría ella al verlo entrar en su casa, además extrañaba mucho a su madre. Al menos, mientras estaba en Azkaban, no tenía consciencia de qué fechas eran reseñables o no. Todos los días eran iguales.

Draco había dormido casi seis horas esa noche, un récord absoluto. De todas formas, una horrible pesadilla de la que no podía escapar lo había asolado. Las torturas de Azkaban se habían revivido una vez más en su mente, como si aún siguiera allí. El torturador que solía quemarle la piel hasta que Draco se desmayaba, había vuelto a su cabeza y su risa se le clavaba hasta lo más profundo de las entrañas.

«—Mentira...», decía el hombre. Y luego se reía. Se reía como un loco antes de lanzarle algún hechizo terrible.

Normalmente, Draco se despertaba de pronto. Pero ese día no, ese día había permanecido en la pesadilla horas y horas y horas. Muriendo en silencio sin morirse.

—¿Nervioso? —susurró Hermione.

—No.

Draco se despidió con un gesto de Miranda, que se encontraba trabajando tras el mostrador principal de la planta principal de la Residencia. Hermione y él subieron las escaleras de piedra con calma, aunque no hablaban.

Contaba los días para que ese maldito proyecto se acabara de una vez, no quería ver más a Hermione. Se sentía mal cuando ella estaba cerca. Draco estaba convencido de que, cuando por fin pudiera marcharse de allí, no volvería a verla nunca más. Y eso sería una bendición. Granger lo había vuelto loco, más aún.

Caminaron en silencio por las calles tranquilas. Nadie salía el día de Navidad, todo el mundo se quedaba junto a sus familiares en su casa y el transporte público se había suspendido hasta el día 27 de diciembre. Draco apretaba en su mano la bolsa que contenía la camisa de lana negra que le había comprado a su tía unos días antes y trató de no levantar la vista ni un segundo cuando atravesaron el callejón en el que se habían besado por primera —y única— vez. Ninguno de los dos quería enfrentarse a ese recuerdo, al parecer, pues Hermione aceleró el paso y él solo pudo contemplar la cabellera castaña cayendo a su espalda.

Cuando llegaron a la casa de Alcacia Williams, dejó que Hermione lo adelantara. Un enanito del jardín de su tía comenzó a llamar su nombre con voz extremadamente aguda. Draco, curioso, se detuvo a observarlo. Frente a él, el enanito de gorro rojo y rostro regordete, se dio la vuelta y se bajó los pantalones verdes, mostrándole un brillante culo de porcelana blanca. Draco se puso una mano en la boca, tratando de contener una carcajada.

—¿Has visto eso, Granger? —Tenía que decirlo. No podía ignorarla en un momento como ese.

Cuando Hermione se giró hacia él, contempló con los ojos muy abiertos el grosero gesto del gnomo de jardín. Se quedó sin palabras de un modo que Draco encontró... hechizante. Fue como si de pronto una extraña euforia amenazara con entrar en él mientras Granger se sonrojaba y miraba a otra parte. ¿Qué demonios le estaba provocando?

Ni siquiera habían subido las escaleras de la casa de Alcacia cuando la mujer abrió la puerta y los miró, sonriente. Parecía que se alegraba de verlos.

—Os estaba esperando —comentó Alcacia, animada.

Draco caminó hacia la casa y Alcacia no dudó en abrazarlo. No era un abrazo demasiado estrecho ni cercano, por lo que no resultaba del todo incómodo para él.

—Vendré a recogerte mañana, Malfoy —anunció Hermione, haciendo un gesto que indicaba que ya se marchaba de allí.

Alcacia, sorprendida, negó con la cabeza de forma enérgica.

—¡Por supuesto que no, Hermione! Quédate con nosotros, al menos tómate un té.

Tía Alcacia y su puto té. Draco le lanzó una mirada mortífera a su tía, pero ella la ignoró del todo, como si él no le estuviera clavando sus ojos grises con un claro gesto de negación.

—No, no se preocupe, señora Williams. Yo... tengo algunas cosas que hacer. Esta noche cenaré con mis padres y me queda algo de trabajo pendiente en el Ministerio.

—Insisto, Hermione. Estoy segura de que nadie espera que te pongas a trabajar el día de Navidad... ¿me equivoco? —Alcacia sonrió ampliamente, sus ojos grises plateados parecían más optimistas y animados que nunca—. Además, he preparado mi famoso pastel de jengibre y miel, no querrás perdértelo...

Draco cambió de táctica. Si mirar a su tía Alcacia no funcionaba, entonces miraría a Hermione. Negó con la cabeza de forma bastante perceptible cuando consiguió que los ojos castaños de ella se cruzaran con los suyos.

No quería que Granger se quedara con él y con su tía en Navidad. No soportaba tener que verla más tiempo del estrictamente necesario y, mucho menos, aguantaba esa mierda de sensaciones y sentimientos que se desbordaban en su cuerpo cuando estaba con ella. No, quería que Granger se largara a su puta casa y lo dejara en paz. Que, al menos, le permitiera disfrutar de ese día fuera de la Residencia sin tener que verla.

Rezó porque ella no quisiera arruinar su Navidad y volviera a rechazar la oferta de su tía. Pero quizás fue por la intensa mirada de negación que Draco acababa de dirigirle que Granger compuso una sonrisa educada.

—Si no molesto, entonces no puedo negarme a probar un poco de ese pastel.

Joooooooder. Ya estaba otra vez, Granger arruinándolo todo. ¿Recordáis el día en el que Draco había dicho que Hermione era peor que una maldición Imperdonable? Pues era más que cierto: al menos las Imperdonables terminaban en algún momento, ella no parecía tener fin.

Los tres entraron a la casa y un retortijón de ansiedad recorrió el abdomen de Draco cuando lo hizo. La casa olía a jengibre y a frutos secos. Su tía había colocado un sinfín de adornos navideños por toda la casa, incluido un árbol de Navidad en mitad del salón, allí donde Draco le había suplicado una vez a Granger que lo asesinara. Qué bonitos recuerdos.

—La casa está preciosa —elogió Hermione—, la decoración es muy bonita. Ha debido de pasar muchas horas colocándolo todo.

Y Draco distinguió la felicidad brillando en los ojos de Alcacia al recibir ese cumplido. Ojalá él pudiera conseguir algo así, hacer feliz a su tía de alguna manera.

—Muchas gracias, Hermione —contestó su tía—, la verdad es que no tenía ganas de preparar nada, después de todo lo que ha sucedido... las Navidades me traían malos recuerdos, pero ahora que Draco ha vuelto a casa...

Malfoy tiró con desgana la bolsa con sus regalos debajo del árbol de Navidad, asegurándose de que conseguía dar la espalda a las dos mujeres y que ninguna de las dos distinguía su rostro. Esas palabras por parte de su tía amenazaban con entrarle en la cabeza, con hacerle llorar. Y él no iba a llorar delante de la puta Granger, no, ni de coña. Antes prefería morirse... metafóricamente, claro, porque no podía hacerlo en realidad.

—Iré a pedirle a Milli que me ayude a servir la comida. Por favor, poneos cómodos.

Al otro lado de ese inmenso salón, una elegante mesa de cristal se encontraba rodeada de cinco sillas negras de terciopelo. Eran caras, el tipo de mobiliario que Draco recordaba en Malfoy Manor. Supuso que comerían allí.

—No tenías por qué aceptar —gruñó Draco, a solas con Hermione por fin—. Podrías haberte marchado.

Hermione se quitó el abrigo y lo dejó sobre un perchero de madera en la puerta del salón. Después desató el nudo de su bufanda roja de Gryffindor y se la quitó con aire distraído.

—No me parecía educado decirle que no: tu tía es muy agradable.

—Lo que no es educado es acoplarte a la comida navideña de alguien que no es de tu familia.

Y, para su condena, la castaña pareció disfrutar de su disgusto. Ya sin chaqueta, se acercó un poco a él.

—Di lo que quieras, Malfoy, no vas a arruinarme la comida con tu tía ni su pastel de jengibre y miel. Además, así tienes un poquito de tu propia medicina. ¿A que es desagradable?

—¿Mi propia medicina?

—Exactamente. Ahora sabes lo que se siente cuando alguien se propone hacer todo lo que está en su mano por sacarte de quicio tooooodo el tiempo.

Draco se desabrochó el abrigo negro y lo dejó sobre una de las sillas. ¿Estaba hablando en serio? Hermione Granger no dejaba de sorprenderlo, no podía negarlo. Ahora, como regalo navideño, se había propuesto tocarle los cojones. Qué bien.

—Creo que te das demasiada importancia. Yo no me propongo hacerlo, me sale de forma natural.

Hermione chasqueó la lengua y se sentó en una de las sillas de terciopelo que rodeaban la mesa. Durante un momento, pareció encajar en ella perfectamente, nada en ella desentonaba con ese decorado: su camisa blanca era elegante y llevaba el cabello suelto, rizado y despeinado. Estaba preciosa, para colmo eso.

—Malfoy. ¿Sabías que el sarcasmo es el recurso preferido de los débiles de mente?

Lo estaba haciendo otra vez. Intentaba molestarlo, sí. Pero, para su sorpresa, Granger dejó escapar una suave carcajada de entre sus labios después de decir eso.

—Relájate, ¿no? No tenemos que estar en guerra, estamos en Navidad —dictaminó ella.

Suspirando, Draco se acercó a la mesa y se sentó tan lejos de Hermione como pudo. Sabía que su tía le llamaría la atención, quizás incluso intentara que él se moviera de sitio, pero no pensaba hacerlo. Demostrarle a la Gryffindor que no era bienvenida a la comida familiar le parecía más importante.

—Puta arpía —le susurró.

Y, antes de que Hermione pudiera contestar, Alcacia Williams apareció de nuevo en el comedor, llevando una buena cantidad de platos repletos de comida.


AYY, contadme, ¿qué tal? ¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Qué queréis que pase próximamente? La cosa se va a poner intensa, ya os lo adelanto.

Os cuentoooo que a mí me encanta este método de escribir escenas separándolas por personajes y que mis favoritos son los capítulos de Draco. ADORO escribir desde su punto de vista porque me parece muy divertido poder escribir ese tipo de comentarios sarcásticos y sus pensamientos inconexos (si os fijáis, la mente de Draco viaja muchísimo de un lado a otro, en cambio, Hermione es mucho más estable y no tiene tantos pensamientos intrusivos). De todas formas he disfrutado muchísimo leyendo vuestros pensamientos e impresiones.

Nos vemos el martes, ¡mil besos!

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