Capítulo 34
Hoy he tenido un día francamente horrible, así que os dejo esto por aquí y me retiro a ver qué opináis.
Mil gracias a Angela-MG , que ha hecho este edit de Ron y Astoria y es precioso!
Capítulo 34
If you love me right / We f*** for life, on and on and on.
Si me amas bien, / f****mos toda la vida, una y otra vez.
Tove Lo - Talking body
ASTORIA
Necesitó alejarse unos centímetros para tomar aire, era como si Ron Weasley le estuviera robando cada pequeño resquicio de oxígeno que ella guardara aún. Notó las caderas de él juntándose contra las suyas de forma adictiva y Astoria ahogó un gemido en los labios del pelirrojo. Él la apretaba contra la pared, de pie. En realidad, siempre era así.
Ron coló uno de sus dedos por dentro de sus braguitas, apartando la tela. No era casualidad que Astoria hubiera decidido acudir esa noche al pub vestida con una falda. Jamás lo habría reconocido en voz alta, pero la llevaba porque así era más fácil que él pudiera tocarla si no podían desnudarse.
Seguramente Chay se estaría preguntando dónde se había metido, pero, por suerte, había otros magos de sociedad allí en esa noche. Chay habría encontrado a alguien con quien hablar mientras su prometida se ausentaba en el aseo durante demasiados minutos.
—Tenemos que parar —le dijo Astoria a Ron en un susurro.
Acto seguido, volvió a tomar los labios del pelirrojo entre los suyos y Ron gruñó, pasando su mano libre por el cabello rubio de la joven.
—Sí, es mejor que nos vayamos —opinó él, sin dejar de tocarla—. Cada uno por su lado.
Así era siempre. Siempre. Una locura: como una bomba que estaba a punto de estallar. Y casi se veía el momento en el que la mecha tocaba la pólvora, cada vez estaba más cerca.
Astoria gimió, sintiendo los dedos de Ron acariciándola de forma rítmica. Se acercó a su oído.
—Házmelo, por favor —le pidió.
Ron apretó los labios, debatiéndose entre el bien y el mal, aunque el bien no existía en eso que estaban haciendo, en realidad. Esa era la maldita quinta vez en ese mes que se encerraban en el baño de cualquier antro y se devoraban el uno al otro. No tenía ninguna explicación lógica más que... necesitaban hacerlo.
—Deberías irte —susurró Ron débilmente. En realidad no quería decir esas palabras, le costaba pronunciarlas.
—Por favor —suplicó Astoria, cegada por el deseo.
Con una palabrota entrecortada, Ron Weasley bajó la cremallera de la bragueta de su pantalón. Eso no estaba bien, no deberían hacerlo. El prometido de ella estaba en ese mismo edificio, ¡demonios! ¿En qué estaban pensando? Ron tomó la varita de su bolsillo y murmuró un hechizo anticonceptivo entre dientes. Después, sin tomarse ni un momento más, encajó la pierna de Astoria alrededor de sus caderas y se hundió en ella con cuidado.
Astoria gritó de placer y Ron tuvo que taparle la boca con la palma de su mano para que nadie la escuchara. Los ojos azules de ella se clavaron en él y Ron no se controló más: tenía que besarla. Los labios de Ron sabían bien, a cerveza de mantequilla y a chocolate. La miraba como si supiera que había algo imparable en lo que ellos dos tenían, como si nadie más pudiera entenderlo.
Se movió dentro de ella varias veces, despacio. Astoria sintió que su pierna dejaría de sostenerla de un momento a otro, pero él la sujetaba con fuerza, no iba a caerse. Astoria se dejó ir poco después, sintiendo la fricción de sus sexos uniéndose. Era demasiado intenso y, cuando ella alcanzó el orgasmo, un ronco sollozo abandonó la garganta del mago también.
Ron se apartó al cabo de un instante, tenía la respiración agitada y el cabello pelirrojo despeinado. Se colocó los pantalones en silencio y Astoria bajó su falda, sus piernas aún temblaban. Con lentitud, Astoria llegó al lavamanos, apoyándose en él para disimular que todavía no se sentía lo suficientemente estable sobre el suelo. Se miró en el espejo de ese aseo y el reflejo fue casi gracioso: se le había corrido el maquillaje de los ojos y de los labios. Con su varita, la joven recitó un par de hechizos para recuperar el aspecto que había tenido veinte minutos antes de entrar en ese baño.
Ron se quedó allí, en mitad del aseo, como si no supiera qué hacer. Ella lo miró a través del espejo.
—No puede suceder más —dijo el pelirrojo—, te casas en poco más de un mes.
Astoria asintió con la cabeza.
—Lo sé.
Ron llegó hasta la puerta y estuvo a punto de marcharse, pero no lo hizo al momento. Pareció arrepentirse en el último instante y volvió a mirar a la rubia.
—¿Se puede saber por qué le estás haciendo esto a Chay? ¿Es un mal tipo?
Astoria suspiró. Volvía a estar tan hermosa como siempre, como si nada hubiera pasado.
—Más bien, me lo estoy haciendo a mí misma —respondió con voz ronca.
—¿Pero tú quieres casarte? —preguntó él, confundido.
—No, no quiero.
—Pues entonces déjale. Dile que no le quieres y... no sé... haz algo, algo que no sea esto. —Señaló al baño con un gesto y la miró profundamente—. ¿Esta es tu forma de rebelarte porque tus padres te han organizado un matrimonio de conveniencia?
Astoria entendía perfectamente que Ronald Weasley no tuviera ni la más mínima idea de qué pasaba por su mente. Ellos dos no habían hablado mucho, precisamente, en las últimas semanas. Sin embargo cada vez que se veían, cada puñetera vez, acababan encerrados en algún cuchitril asqueroso, follando contra alguna pared de madera.
—No me estoy rebelando. Estoy aprovechando mis últimos momentos de libertad.
Ron chasqueó la lengua ante esa respuesta. Astoria imaginó lo que él estaba pensando: que para ella solo era un divertimiento. Eso no era verdad, en absoluto. Astoria estaba usando los últimos días que le quedaban, antes de tener que casarse con Chay, para poder entregarse a la única persona que había habitado su mente en los últimos años. Aunque Ron no supiera eso.
Weasley se quedó callado un momento, observándola en silencio. De pronto habló otra vez:
—¿Y si nos vamos a algún sitio?
—¿Cómo? —Astoria se quedó boquiabierta.
Él se pasó la mano por su cabello rojo.
—Eso. Ya sabes —pronunció Ron, bajando la voz—. No te cases con él. Podemos... no sé, marcharnos. Nos vamos a la India o a Australia. No quiero decir que nos casemos ni que empecemos a salir, ni nada de eso... Solo que nos escapemos.
Y, por un instante, Astoria se permitió a sí misma soñar con esa idea. Irse de allí con Weasley, aparecerse en una playa desierta y bañarse desnudos en el mar, o visitar lugares que quizás no vería nunca. Marchar a algún país en el que nadie supiera que ella era una Greengrass y que él era Weasley, donde nadie los mirara por la calle ni se riera si los veían juntos. Eso sería bonito, sí, pero no era real, esa expectativa solo podía existir en su imaginación.
—No lo dices en serio.
Una parte de ella deseó que él le dijera que sí, que lo decía de verdad. Que quería marcharse de allí con ella, hacerle un enorme corte de manga a toda la Sociedad Mágica que le decía que alguien como ella solo podía casarse con alguien como Chay.
Pero Ron no dijo nada.
—Hasta luego, Astoria.
El pelirrojo abrió la puerta y se marchó de allí.
Vaya, ¿qué esperaba? Nada. No tendría que esperar nada porque eso era lo único que iba a recibir: un montón de nada. La rubia tomó aire profundamente y esperó un par de minutos para salir del baño también. Apenas había cruzado la puerta cuando se chocó de bruces con Hermione Granger, que la observó, sorprendida. Hermione abrió mucho los ojos.
—¿Qué demonios hacíais ahí dentro tanto tiempo? —preguntó—. Llevo aquí un buen rato esperando para poder entrar al baño.
—Estoy indispuesta, me encuentro mal —contestó Astoria.
—¿Y Ron te estaba haciendo un reconocimiento médico? —preguntó Hermione, enarcando una ceja, después explicó—: Le he visto salir y... ahora tú... ¿se puede saber qué está pasando?
Astoria sacó a la Slytherin que llevaba dentro cuando creó una pequeña sonrisa sardónica en sus labios redondos y carnosos. Miró a su amiga a los ojos.
—¿De verdad quieres saberlo?
Hermione arrugó el rostro en un gesto de profundo disgusto. Después se llevó la mano al rostro.
—Ugh, por favor, Astoria. ¿Qué demonios os pasa?
Ella se encogió de hombros.
—Me caso dentro de un mes —confesó con cierta amargura—, lo mínimo que puedo hacer es pasármelo bien antes de caminar por el altar, ¿no?
Y, aunque lo decía con cierta picardía, casi con gracia, había una nota de amargura en su voz que resultaba más que evidente. Hermione la miró con pena y Astoria se sintió un tanto humillada por la reacción de la Gryffindor. No dijo nada durante un momento, hasta que decidió cambiar de tema.
—¿Y tú? —preguntó—, ¿otra vez has salido con Scholz?
—Sí... —le contestó Hermione con cierta timidez.
—¿Sabes? No creía que fuera tu tipo. Reconozco que siempre creí que nos sorprenderías a todos cuando comenzaras a salir con alguien. Como con Krum, eso sí que fue una sorpresa.
La castaña apartó la mirada. Estaba incómoda, se veía en cada poro de su piel. Pero Astoria prefería hacer que Hermione se sintiera incómoda hablando de Scholz antes que tener que volver a mencionar el desastre de «relación» que ella mantenía con Weasley.
—Scholz y yo no tenemos nada entre nosotros, solo somos amigos —explicó Hermione al fin—, pero siempre me invita a salir con él y yo... no sé cómo negarme. Es mi jefe.
—Dile que ya tienes planes —comentó Astoria—, dile... que tienes una sesión con Draco, o algo así. Que Malfoy es tan problemático que no puedes dejarlo solo ni un momento.
Hermione sacudió la cabeza.
—Si se me ocurre decir cualquier cosa negativa sobre Malfoy, él lo enviará a Azkaban. ¿Sabes? Me da la sensación de que quiere hacerlo, de que se muere de ganas.
—Así que es de esos...
Astoria tomó aire. No conocía bien a Scholz, pero no se fiaba de él, era lo único que sabía de él. Era demasiado bueno, demasiado brillante y simpático. No era posible que un auror fuera así de perfecto; los aurores tendían a estar un poco desequilibrados. El pensamiento de que Ron Weasley era auror no tardó en manifestarse en su mente cuando pensó en esto. Sí, la norma se confirmaba.
—Tengo que irme. —Tocó con suavidad el hombro de Hermione—. Chay debe de pensar que me he muerto en el baño, seguro que está a punto de venir a buscarme.
—De acuerdo. Astoria... si necesitas hablar, cuenta conmigo, ¿de acuerdo?
Miró a Hermione con agradecimiento. La verdad era que Granger era una buena amiga y, aunque ella no lo supiera, parecía tener más problemas que ella en ese momento. Y eso ya era decir mucho.
—Lo mismo digo, Hermione. Si Malfoy te da problemas... se las verá con esta Slytherin, ¿de acuerdo?
—Lo recordaré. Gracias.
¡Hola, mi secta Rostoria! Comienzan los lemons por aquí... De momento parece que la relación de Ron y Astoria tiene mucha pasión pero poco cerebro... ¿con qué nos encontraremos próximamente?
Nos vemos el viernes, mil gracias por leerme y no dudéis en animarme el día con un comentario o review contándome qué opináis de todo esto.
¡Besos!
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