Capítulo 25
La canción de este capítulo es del grupo Fletwood Mac, que me encaaaanta, pero os recomiendo escuchar la versión que hizo Harry Styles porque fue la versión que escuché mientras escribía el capítulo :)
Capítulo 25
And if, you don't love me now / You will never love me again.
Y si no me quieres ahora / ya no vas a quererme otra vez.
Fletwood Mac – The Chain
HERMIONE
La fiesta había quedado muy bonita. Era evidente que Astoria había puesto toda su ilusión en prepararla.
El lugar, normalmente bastante sencillo, ahora contaba con una decoración de lo más llamativa: por todas partes se veían telas de araña falsas, velas flotantes y calabazas naranjas con caras siniestras talladas en ellas. La música se escuchaba en el ambiente, aunque no había una banda tocando allí. Hermione se quedó sorprendida.
—Has hecho un trabajo estupendo —le dijo a Astoria en cuanto la encontró en la barra del bar, hablando con Tom, el propietario del Caldero Chorreante y Hannah Abbott, que se había ofrecido a ayudar ese día como camarera—. El bar está precioso.
Astoria le dirigió una sonrisa agradecida. Ese día Astoria se había maquillado los ojos de color negro, lo cual le daba un efecto misterioso que combinaba muy bien con Halloween. Normalmente, ella nunca se maquillaba, así que sus ojos parecían más azules y profundos en ese momento.
También Hermione se había arreglado de forma más concienzuda ese día: llevaba el espeso cabello castaño recogido en una cola alta y se había vestido de negro. Recordaba los años en los que, cuando era niña, se disfrazaba de bruja para ir por las casas de su calle a pedir golosinas. Ella siempre había sentido una cierta atracción por la magia y los magos, mucho antes incluso de saber que era una. Ahora, con veintidós años, no necesitaba disfrazarse de bruja para Halloween.
—Sophie también me ha ayudado —comentó Astoria, señalando a la mujer robusta de enormes gafas negras, que en ese momento se comía un sándwich de queso y mermelada—, me ha ayudado comiéndose toda la comida de la fiesta antes de que empezara, quiero decir.
Hermione se rio ante la broma de su antigua compañera. Astoria era graciosa y también era simpática y guapa. La miró y su mente no pudo evitar pensar que era una auténtica salvajada que sus padres la fueran a obligar a casarse con Nott con apenas diecinueve años.
—Tom, ponnos dos cervezas de mantequilla, por favor —pidió Astoria.
—¿En serio? —preguntó Hermione—, Astoria, no deberíamos beber. Estamos trabajando.
—Es cerveza de mantequilla, Granger. ¿Qué mal puede hacernos?
Tom tardó unos instantes más en servirles dos pintas de dos espumosas cervezas de mantequilla. Astoria alzó su jarra y, sin esperar un segundo, comenzó a beber de golpe. Hermione, tomando un sorbo, se quedó mirándola con los ojos entornados. Algo le decía que Greengrass estaba buscando, aunque fuera de forma inconsciente, un modo de escapar de su realidad. Y eso podía ser un problema.
La gente comenzó a entrar al Caldero Chorreante apenas unos momentos más tarde. Poco a poco hubo unas cuarenta personas dentro del local, riendo y bebiendo entre ellos. Los ojos de Hermione se pasearon por todas las personas mientras seguía bebiendo su cerveza de mantequilla, que estaba demasiado dulce para su gusto.
Vio a personas que conocía bien, muchos de ellos eran sus compañeros en Hogwarts. Sabía que Harry no iría a la fiesta ese día, pues prefería pasar la noche de Halloween con Ginny, que había regresado a Londres por un par de días.
La vida en el Mundo Mágico estaba bien, tenía que reconocerlo. Todos parecían felices, se llevaban bien entre ellos. Reconoció a algunos antiguos mortífagos que habían sido liberados de Azkaban y que, además, también habían formado parte del PRASRO. También ellos parecían contentos de estar allí, aunque guardaban cierta distancia a la hora de acercarse a otros de los asistentes y parecían sentirse más cómodos hablando entre ellos. Alcanzó a ver a Pansy Parkinson acompañando a su madre, Lillian Parkinson. Pansy había pasado seis meses en Azkaban, pero hacía ya bastante tiempo que había sido puesta en libertad y su estancia en el PRASRO había sido muy corta, supervisada por el propio Kingsley Shackelbolt, quien ahora era Ministro de Magia.
Hermione no podía evitar recordar, de vez en cuando, a toda la gente que habían perdido por el camino, de todos modos: Dumbledore, Tonks, Sirius, Lupin, Fred... la lista se alargaba y se alargaba. Ella se preguntaba si de verdad la vida podría seguir de forma normal después de que tantas personas hubieran muerto durante la guerra. Esa fiesta era un ejemplo de que, al menos, lo estaban intentando.
—Ay... —gruñó Astoria, derramando un poco de su cerveza de mantequilla en el suelo.
—¿Qué pasa?
—Weasley.
Astoria comenzó a toser, como si se hubiera atragantado con su cerveza. La posó en el mostrador un momento y tosió tres veces más. Hermione siguió la mirada de su amiga, que se dirigía inevitablemente a Ron y George Weasley, que acababan de entrar en el Caldero Chorreante. Hermione le hizo un gesto a sus amigos para que se acercaran, pero Astoria agarró su mano antes de que los pelirrojos la vieran.
—¿Qué pasa? —preguntó Hermione, extrañada.
—¡Nos van a ver!
—Esa era la intención, Astoria.
Astoria chasqueó la lengua y agarró de nuevo su jarra de cerveza de mantequilla. Se la terminó de un trago.
—Tom, ponme un chupito de whisky de fuego, por favor.
El chupito apareció mágicamente sobre el mostrador del bar y Astoria lo vació de un solo trago.
—¡Otro! —pidió.
—Pero, ¿qué haces, Astoria? —preguntó Hermione, abriendo mucho los ojos y agarrando el segundo vaso de entre los dedos de la rubia, antes de que ella pudiera tomárselo—. ¿Se puede saber qué te pasa?
—Te lo he dicho. ¡Los Weasley!
—No entiendo. ¿Qué pasa con ellos?
Astoria le hizo un nuevo gesto a Tom y, al instante, otro chupito de whisky de fuego se materializó frente a ella. Se lo bebió sin pensarlo.
—Ronald Weasley me odia. Imagino que George también lo hace, pero no me lo demuestra.
—¡Claro que no...! —comenzó Hermione.
La realidad la golpeó tan fuerte como un expelliarmus inesperado. Claro, la odiaban por ser la hermana de Paul Greengrass. De pronto, Hermione recordó que, desde que Fred había muerto, George no había vuelto a ser el mismo.
—Bueno, quizás...
—Me odia, Hermione. —Astoria pareció triste al susurrar esas palabras y sus ojos se pasearon por Ron, ellos no habían reparado en su presencia en esa fiesta—. Y te juro que... ya no sé qué hacer al respecto.
A Hermione no se le escapó el hecho de que su amiga había cambiado la oración al singular, de repente, y sus ojos azules expresaban una terrible pena al observar al pelirrojo desde allí. No cuadraba, ¿por qué iba a importarle tanto no caerle bien a Ron? Ni que eso la afectara de algún modo: ellos no trabajaban juntos, apenas coincidían y tampoco tenían amigos en común. Era un desprecio que debía serle totalmente indiferente.
—¿Te gusta Ron? —preguntó Hermione de pronto.
Astoria la miró a los ojos con intensidad. Después se giró de nuevo hacia Tom.
—Otra cerveza, por favor.
—A este ritmo te vas a desmayar en menos de tres minutos, Astoria. —Hermione la miró con desaprobación—. ¿Entonces te gusta? Yo podría hablar con él, si quieres.
—¡No! Ni se te ocurra, Hermione, por favor. —exclamó ella, escandalizada—. No sabes lo que es esto.
—No es para tanto, Astoria. Sois... dos personas adultas y...
—Y mi hermano asesinó al suyo. No te olvides de los detalles importantes. Es... no sé, como si ahora tú te enamoraras de Draco, por ejemplo.
Hermione se tensó y Astoria lo interpretó como un gesto de desaprobación total.
—Perdona —se corrigió—, sé que sugerir eso es muy poco profesional por mi parte. Eres su tutora en el PRASRO, eso estaría muy mal.
Hermione apartó la mirada de Astoria, incómoda. ¿Enamorarse de Draco Malfoy? Por Merlín y todos sus astros, esa idea era tan absurda que ni siquiera sabía por dónde podía comenzar a rebatirla. Que hubiera descubierto que Draco Malfoy era un ser sexual no quería decir que eso la acercara más a él sentimentalmente.
—¿No te da pena? —preguntó Astoria ante su silencio.
—¿Quién?
—Draco —contestó—. Quiero decir... lo ha pasado muy mal.
A Hermione le habían enseñado algo en la academia de aurores: que todos y cada uno de los mortífagos se habían puesto a sí mismos en esa posición en la guerra. Existían personas como Snape que, a pesar de fingir pertenecer al bando de Voldemort, nunca habían dejado de luchar por el bien. Era evidente que, cuando uno quería tomar una decisión tan importante como esa, lo hacía. Y Draco Malfoy nunca había dejado el bando de los mortífagos.
—Él no sentiría pena por mí —contestó.
Sabía que con Astoria podía ser muy sincera. Evidentemente, como parte de la Brigada, ella no podría dar esa clase de respuestas ante cualquier otra persona.
—Hablando del Rey de Roma... —Astoria señaló a la puerta.
Draco Malfoy, libre por fin, acababa de entrar en el Caldero Chorreante. Vestía su habitual conjunto de pantalones y camisa negra y tenía las mejillas un tanto enrojecidas a causa del frío que hacía en la calle. No llevaba chaqueta. A su lado había una chica que se giró hacia él y le susurró algo al oído con una sonrisa.
Hermione Granger apretó los labios al verlo y supo que él la estaba buscando con la mirada. Los ojos de Malfoy se pararon justamente al llegar a ella y durante unos segundos, ninguno de los dos se movió.
Fue ella quien rompió el contacto. Hermione se giró hacia la barra y tomó entre sus dedos el chupito de whisky que le había quitado a Astoria hacía unos minutos.
—Salud —susurró.
Se lo bebió sin pensarlo dos veces.
¿Os parece si nos vemos el sábado? Así no se hace tan larga la espera hasta el próximo martes jaja.
Apuestas: ¿Con quién ha ido Draco a la fiesta? ¿Y lo ha hecho para ponernos celosas? Mientras tanto, Astoria se va a emborrachar y yo creo que esa no es la mejor idea en una fiesta en la que está Ron...
Espero que mañana tengáis una noche fantástica, aunque no salgamos de casa, y os deseo un feliz feliz año a todas. ¡Mil besos!
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