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Capítulo 13

A ver, chicas, ¿cómo llamamos a esta pareja? ¿Rostoria?


Capítulo 13

Always missing people that I shouldn't be missing.

Siempre extraño a gente a la que no debería extrañar.

Gnash, Olivia O'Brien - I hate u, I love u


RON


Odiaba ir a la Residencia, pero era parte de su trabajo. Como auror, de vez en cuando tenía que acudir a asegurarse de que no había ningún problema con los antiguos mortífagos o, incluso, debía encargarse él mismo de la rehabilitación de alguno de los ex prisioneros de Azkaban en el Programa de Rehabilitación de Antiguos Simpatizantes del Régimen Oscuro.

Hasta ahora, los únicos mortífagos que habían salido de la cárcel eran aquellos que no habían cometidos crímenes muy atroces. Él lo agradecía: ¿cómo podría quedarse quieto si veía a algún asesino suelto por la calle?

No, algunos mortífagos no cambiarían nunca y, si lo hacían, no había ninguna forma, en su opinión, de que pudieran ganarse un sitio en la Sociedad Mágica de nuevo.

Paul Greengrass, por ejemplo, el asesino de su hermano Fred. Si algún día veía a Paul Greengrass cara a cara, le lanzaría un Avada Kedavra sin ningún tipo de remordimiento. Aunque tuviera que pasarse los siguientes veinte años encerrado en Azkaban, lo haría con una sonrisa.

El pelirrojo se apareció en el familiar suelo de moqueta marrón. A Ron siempre le había provocado cierta ansiedad la falta de ventanas en la Residencia, aunque entendía que se encontraban bajo tierra, las únicas ventanas que podrían crearse serían falsas y con ayuda de la magia. No merecía la pena tanto esfuerzo, ese edificio era solo un hogar temporal para ex mortífagos que, hasta el momento, sí parecían adaptarse bien a la vida real, fuera de prisión.

Eran casi las once de la mañana, según marcaba un enorme reloj de pared, tras un pequeño mostrador de madera oscura. Trabajando en una máquina de escribir y un poco oculta por la madera, distinguió el cabello rubio platino de Astoria Greengrass.

—Mierda —susurró Weasley.

No le gustaba un pelo esa chica y no era solo por ser la hermana de Paul, no. Era por mil razones más: Astoria se había alzado como firme defensora de los derechos humanos después de la guerra y, para colmo, parecía caerle bien a los miembros de ambos bandos: la consideraban un puente entre el mundo de la luz y el mundo oscuro. Los mortífagos la apreciaban y el Ministerio de Magia confiaba en ella. Ron no lo hacía, ¿acaso se habían vuelto locos todos? Astoria Greengrass no era de fiar y se lo había demostrado apenas un par de días antes, cuando se habían chocado en el Callejón Knockturn. A saber qué estaba buscando allí.

Ron había visto su foto en el periódico solo un par de semanas antes y reconocía que se había quedado mirándola un segundo o dos. Astoria Greengrass anunciaba su boda con Chay Nott, el heredero de la familia Nott, uno de esos apellidos que Ron conocía muy bien, pues los había investigado en infinidad de ocasiones después de la guerra para asegurarse de que no tenían ninguna conexión con magos tenebrosos.

Se acercó a ella con desgana. No tenía ninguna ilusión por ver a Astoria y se preguntaba por qué demonios tenía que trabajar ahí. Los Greengrass no necesitaban dinero y, ciertamente, si Astoria estaba ahí debía de ser por esa enfermiza necesidad que tenía de quedar bien ante todo el mundo.

—Vengo a ver a Lillian Parkinson —dijo, aclarándose la garganta al verla.

Lillian Parkinson era la madre de Pansy Parkinson, había sido liberada de Azkaban dos meses atrás tras una sentencia de solo seis meses en prisión. En realidad Lillian tan solo había ocultado algunos objetos oscuros en su casa y se había juntado con compañías poco recomendables, pero nunca había participado de forma activa en la organización de los mortífagos. Aun así, las normas eran claras y la mujer había tenido que cumplir condena.

Astoria alzó la cabeza y, cuando lo vio, enrojeció visiblemente.

—Oh... hola, Weasley.

Su voz era dulce, como siempre. Ron tuvo que controlarse para no poner los ojos en blanco. Se creía que él era imbécil, que podía convencerle a él también de que era una joven intachable y bondadosa.

—He venido a ver a Lillian Parkinson —repitió Ron.

No pretendía ser grosero pero... bueno, no. ¡Por supuesto que pretendía serlo!

—Sí, claro. La mandaré llamar —dijo ella, eficientemente, aunque volvió a mirarlo, algo dubitativa—. Ronald, quería disculparme por lo sucedido el otro día en el callejón Knockturn. No esperaba chocarme contigo y por eso...

—¿Por eso decidiste hablarle de ese modo a un auror? —dijo con cierto narcisismo.

De verdad, Ronald Weasley no era así con nadie. Pero ella... ella le obligaba, de algún modo, a demostrar que era una autoridad. Quizás porque sabía que Astoria Greengrass era sospechosa.

—No, quería decir... —Astoria bajó la voz—. Que por eso me asusté, me asustaste. Solo quería pedirte perdón por mi reacción y mi comportamiento.

Genial. Parecía sincera. Era muy buena actriz.

Ron apretó los labios, sin responder nada al respecto. No le caía bien Astoria Greengrass y punto final, no había nada que hacer al respecto.

—Esperaré a Parkinson en la puerta —contestó.

Y caminó hasta allí, furioso consigo mismo y furioso con Astoria. ¿Qué demonios pretendía? Quizás quería algo de él y por eso intentaba parecer tan agradable de pronto, porque estaba más que seguro de que la verdadera Astoria era la que él se había cruzado en el Callejón, esa imagen le cuadraba muchísimo más con la hermana de un mortífago.

Apenas llevaba unos segundos pensando en eso cuando, de las escaleras que conducían a las habitaciones, vio bajar a Hermione. Contento por tener una excusa que lo distrajera un poco, alzó la mano para saludar a su amiga.

—¡Herms! —dijo.

Ella, que miraba al suelo con gesto apagado, consiguió esbozar una sonrisa cuando lo reconoció. Llegó hasta él en unos segundos y entonces Ron se percató de que su amiga parecía cansada: tenía ojeras, aunque no muy pronunciadas. Enarcó una ceja pelirroja,

—¿Estás bien?

—Sí, sí. Solo es... trabajo.

—No deberías haber dejado la Oficina de Aurores —comentó él.

Hermione chasqueó la lengua, molesta. Parecía que eso no era lo que necesitaba escuchar en esos momentos.

—Como si eso pudiera haber cambiado algo... ahora mismo me vería en el mismo problema.

—¿Qué problema? —preguntó él, confundido.

—Draco Malfoy.

Y, esta vez, Ron se mostró confundido. Tardó un instante en componer un gesto de comprensión.

—¡Lo había olvidado! Leí que lo liberarían hace días —dijo—, pero... ¿por qué Malfoy es tu problema?

—Oh, por una razón maravillosa: el PRASRO le asignó su caso a Harry, pero el señor Potter ha decidido que él está por encima de su propio trabajo y el caso ha recaído en mí.

Ron pareció estupefacto al escuchar esta información de la que no tenía ni idea. Harry no había mencionado en ningún momento que se le hubiera ofrecido trabajar en el caso de Malfoy y era algo demasiado importante como para haberlo olvidado. Se lo había ocultado a propósito.

—Vaya... —susurró al cabo de un momento—, menuda mierda. Malfoy. —En su mente recordó el cabello rubio de ese niño insoportable que había sido un abusón tanto con él como con sus amigos durante sus años en Hogwarts—. Qué ironía de la vida. Seguro que ahora te trata muy bien porque sabe que su libertad depende de ti.

Ante sus ojos, Hermione soltó una carcajada sarcástica que sorprendió a Ron.

—Solo te diré que, si lo comparamos con el Malfoy de Hogwarts, el Draco Malfoy de tercer curso estaba enamorado de mí.

—¿Draco Malfoy estaba enamorado de ti? —Ron abrió mucho los ojos.

—¡No! ¡Ron! —Hermione gruñó—. Quiero decir que ahora es más horrible aún que antes, mucho más. Eso quiero decir, ¿entiendes?

Para su sorpresa, Ron se rio con suavidad y posó una mano en su hombro de forma tranquilizadora. La miró a los ojos:

—Hermione, si alguien puede con Draco Malfoy... esa eres tú. Piensa que por eso Harry rechazó el caso y yo también lo habría hecho. Es inaguantable y es un bastardo, pero tú has arreglado cosas peores.

—¿Cuándo?

Ron se encogió de hombros.

—No sé. Conseguiste que Harry y yo fuéramos a Hogwarts seis años, casi siete, sin que nadie nos matara. Eso tiene que contar.

A pesar de que trató de animarla, ella no pareció muy convencida. Ron lanzó una última mirada hacia Astoria Greengrass y se percató de que ella lo estaba mirando desde su mostrador.

No sabía qué era, pero seguro que tramaba algo.


Nos vemos mañana, muchas gracias por los comentarios, ¡qué ilusión me hace que os haya gustado la idea del maratón!

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