2.
Namjoon
Quiero estar solo.
La ciudad de Nueva York es bonita cuando no estoy en ella, cuando sus edificios no intentan aplastarme o intimidarme. Constantemente quiero escapar a casa y ver los rostros familiares de aquellos que desconozco. Esta ciudad es muy grande y ruidosa, aquí no puedo estar solo. Por eso odio Nueva York.
Cuatro guardias caminan en mi perímetro mientras intento pasar desapercibido y ver algo del Museo de Arte Moderno en mi único día libre en esta ciudad. Dos de ellos ya los conozco, los otros dos fueron contratados para mi estadía aquí.
Estos últimos meses he intentado enforcarme en la música. Me he reunido con diferentes productores en varias ocasiones, pero nada me gusta. Tengo la impresión de que ya pasé por esos sonidos pop, por los sintetizadores y por el autotune. Las melodías no me inspiran a escribir nada sobre ellas y ahora mi nuevo temor es perder el amor por la música. Cada vez que hago mis propias melodías, mis propias letras me encuentro perdido en un mar de dolor y turbulencia. Lo único que puedo escribir es cuan herido estoy por ella, pero no puedo ser tan crudo y honesto. Nadie quiere ver a un hombre magullado por el amor. Nadie quiere verme enojado por amor. Quizá tolerarían si escribo "me lastimaste, nena" "me heriste, nena" con una melodía bailable y una sola lágrima en mi rostro, pero no más.
No sabría decir con exactitud cuando cometí el error de ver la cuenta de Instagram de Hyunjae, pero me di cuenta de que hay alguien más en su vida. Alguien que no tiene que ocultarla y que puede presumir en todas las redes sociales. No diré que reaccioné bien, porque no lo hice. Tiré el celular al suelo y, en un impulso, hice que Minhyung me arreglara una cita con alguna chica. Noches más tarde me encontré con Monique en el Four Seasons, tiene mi edad. No es su amiga directamente, solo tienen amigos en común. Es bastante impresionante y hermosa, tiene grandes ojos oscuros, piel morena y cabello rizado. Su sonrisa es el rasgo facial que más resalta en ella.
Uno de mis guardias de seguridad me acompañó. Le pedí discreción ante Hybe, mi agencia. De inmediato noté el atisbo de duda en su rostro.
—No se me permite hacer eso, Señor Kim. Debo informar de todos los movimientos a la agencia o puedo ser despedido.
—Si no haces lo que digo te despediré yo.
Asintió y se disculpó con una reverencia.
Al llegar al hotel me registré bajo un nombre falso. Usé mascarilla y varias capas de ropa para proteger mi identidad. Subí a la suite en los últimos pisos donde Monique me esperaba.
Me saludó con su estilo francés, un poco más íntimo para mi gusto, pero ambos sabíamos perfectamente por lo que estábamos ahí. Me guio a una mesa al lado de la ventana donde tenía champaña, una tabla de quesos y algo de fruta.
Habló un poco de ella, me contó que estaba en Seúl de visita y que regresaría a París en un mes. Sonreí por toda la cita, era una persona realmente agradable, y estar con ella me hizo olvidarme del ruido exterior, por un momento, había silencio.
Probé suerte pasando mi pulgar por su mano posada en la pequeña mesa de la habitación. Su sonrisa se asomaba a la par de la mía en bromas internas que creamos al momento, como si fuéramos los más íntimos amigos. La luz tenue ayudó a crear un ambiente romántico, pero fue la espera la que selló el trato.
Fue cuestión de tiempo para que Monique estuviera encima de mí. Besando mi cuello y sacando mi camisa mientras acariciaba mi pecho. Sus manos jugaron con el borde de mi pantalón, intentaba provocarme. Mis manos se amoldaron a su cintura como si estuvieran echas para eso. El mundo se silenció por un momento. Como entrar en una línea paralela del universo donde no recuerdo mi dolor. El calor que emanaba su cuerpo cauterizaba las heridas, poco a poco. Solo necesité una probada para volverme adicto a la sensación.
Comencé a verme con Monique cada noche que estábamos disponible. La veía incluso si solo lo podía hacer durante una hora a las tres de la mañana. El Four Seasons se volvió mi casa temporal. Por lo menos las madrugadas oscuras. Cuando salía la luna no pensaba en ella. Intenté hablar con Monique de vez en cuando. Pero nunca pareció interesada en mí más allá de lo físico. Comencé a desesperarme las noches en las que Monique no podía estar conmigo. Así que comencé a hablar con más.
Nunca, en mi vida, había hecho algo como eso, o eso creo. Todo parecía estar tan mal. Pero no me quería detener...
En secundaria probé las fresas por primera vez en mi vida, mamá era alérgica a ellas, así que nunca había en casa. El día que las probé en el campamento, sentí que era lo mejor que mis papilas gustativas habían sentido alguna vez, así que comí tantas como pude, incluso un poco más. Las comía todos los días, alejado de casa, desde luego. Incluso gastaba mis ahorros en la frutilla en lugar de cómics o discos de música. Las comía hasta el punto de reventar. Incluso tenía que pasar varias horas estudiando con dolor de barriga provocado, pero no las quería dejar, porque el sabor que dejaban en mi boca era demasiado bueno. Hasta que un día, justo antes del atardecer, comí tantas el camino a casa que tuve que detenerme a vomitar. Tuve que dejar de comerlas, porque me provocaban asco y me causaba dolor con solo olerlas.
Y eso fue exactamente lo que me pasó. Quería hacerlo con alguien diferente todos los días, pero me dolía el pecho cuando el sol salía. Me sentí poderoso, pero la lujuria es efímera. Descubrí que la fiebre se esfuma al amanecer y me siento peor. Dejé de sentirme con poder y me comencé a sentirme culpable. En el momento que salía el sol y la pasión fugaz era liberada, su nombre me atacaba como un tifón e inundaba mi mente con culpabilidad.
Aunado a eso, solo fue cuestión de tiempo para que mi mánager se diera cuenta de lo cansado que llegaba al trabajo o que mi ruta cambió, o peor aún, de cada uno de los cargos del Four Seasons a mi tarjeta de crédito. Me justifiqué diciendo que me siento incómodo en mi casa, una verdad a medias. Aseguró que entrar y salir con frecuencia de hoteles podría desatar rumores de citas. Solo le di la razón y no dije nada más. Me avergonzaría que supiera que soy un bastardo deprimido y solitario que pasa sus noches usando a mujeres para no pensar en la que le rompió el corazón.
Traté de mantener comunicación con Chung Yijeon, una de las mujeres con las que salía. Mantenía una belleza clásica y aunque no dejaba mostrar mucho de su personalidad, era agradable. Pensé que si quizá dejaba de verla de forma sexual e intentaba entablar un vínculo emocional con ella no me sentiría de esta forma. Pero me topé con una pared de tres metros entre nosotros y no porque ella me evitara, como Monique que en el momento que hablaba de más con ella me detenía. Creo que tampoco tenía que ver con que Yijeon fuera tan seria o que nuestras ideas no se conectaran del todo. Pero cada que hablo con ella siento lo que sentía al amanecer. Quiero una conexión y creo arruiné lo que pude tener. Y todo esto, lo que he hecho estos últimos meses, es algo que no sé si me gustaría repetir una vez más.
Minhyung me llamó justo antes de aterrizar diciéndome que lo intentara una vez más, aparentemente tiene a la mujer perfecta para mí.
—Ya intenté suficiente, Minhyung y agradezco tu apoyo —Estaba siento honesto, aunque soné sarcástico.
—Solo conócela, por favor —Me dijo a través del teléfono mientras yo esperaba mi vuelo a Nueva York —Inténtalo una vez más y te dejo en paz para siempre.
—No —hablé firme.
Pero no se detiene, en verdad quiere dar su último intento de que salga con alguien.
—Min, no funcionó eso. Me terminé sintiendo peor.
—Solo esta vez, hermano —Empuja un poco más— ¿Cuándo regresas a casa?
—¿Con un día libre? —resoplé— En tres semanas, quizá. Tengo que preguntar el horario.
—En tres semanas te la presento. Nos juntaremos en grupo y la conoces, y vemos si se da de forma natural. Si no, te dejo ir.
Con un suspiro resignado le dije que estaba bien, pero me niego a pasar por lo mismo otra vez. Aseguró que no será igual y yo solo asentí para darle la razón porque no quiero molestarme con él.
Vago por los pasillos y las obras de arte contemporáneo del MoMA en busca de una exhibición de Nam June Paik que he querido ver hace tiempo. Me detengo a ver algunas pinturas y esculturas que atrapan mi ojo por un momento, pero la verdad, no les la atención que debería. Estoy un poco distraído, no dejo de pensar en lo que ha pasado últimamente. Llevo casi seis meses sin hablar con ella, me duele pensar que no es el mayor tiempo que he estado sin verla.
Nunca pensé que terminar una relación sería así de difícil. No pensé que dolería tanto.
Finalmente, llego a una habitación en uno de los pisos del MoMA, pierdo la cuenta de cuál es. Mi mánager, o el que en estos viajes se convierte en mi sombra, es el que lleva la guía.
—Bien, esta es la sala —dice y abre sus brazos dándome paso a ellas.
Esta obra en particular utiliza mucho las luces rápidas y los colores brillantes. El Sr. Lee es sensible antes estos cambios bruscos en las imágenes, comienza a sentirse mareado y con nausea. Así que me dejará solo, con cuatro guardias, dentro de la exhibición. Bueno, una persona menos invadiendo mi privacidad. Cuatro guardias me parecen excesivo. Más bien, creo que resulta contraproducente si lo que se busca es discreción. Veo la sala desde afuera, notando las luces cambiantes que logran salir cuando una pareja sale de la sala. No parece tan grande.
—No debería entrar con todos—lo digo de forma discreta—. Los cinco en ese lugar ocuparíamos demasiado espacio y ellos no están nada interesados en lo que están viendo.
La verdad no estoy totalmente seguro de lo último que digo, pero si me puedo deshacer de la mitad de mis vigilantes, lo consideraré una victoria rotunda y podré disfrutar del lugar un poco más.
—Bien —Se da media vuelta y llama a uno de ellos, a uno de los nuestros.
Intervengo llamando el nombre de Smith, uno de los guardias americanos. Es el más alto de todos y el único que no parece que lo están torturando por estar aquí. Lee me mira de reojo, pero no hay nada que él puede hacer.
Agradezco dentro de mí que haya enviado solo a uno, esto salió mejor de lo que pensaba. Entro con Smith a la sala y pierdo vista del resto. Me permito relajarme un poco. El lugar está en esencia oscuro, las únicas luces provenientes de los doscientos quince monitores que componen Megatron Matrix de Nam June Paik. Juntos tienen el tamaño de un panorámico cualquiera, como los que tienen mi cara en Times Square. Doy un vistazo rápido a mi alrededor, hay algunas quince personas, pero la sala no se siente saturada.
—No creo que nadie intente acosarme aquí —Miro a Smith y él solo asiente haciéndose a un lado, entendiendo que necesito un poco de espacio. Sé que me mantendrá vigilado, es su trabajo después de todo. Solo quiero sentirme un poco libre.
Me planto frente la escultura, lo suficientemente alejado para disfrutar de lo más que pueda de lo que está sucediendo, de los sonidos abruptos que atacan mis oídos sin detenerse por un momento y el bombardeo de imágenes y colores que cambia tan rápido como las tendencias. Me dejo sumergir, es un espectáculo del cual no puedo apartar mis ojos. Es como si estuviera siendo hipnotizado, pero a la vez, una incomodidad comienza a sentirse en la parte trasera de mi cerebro que no deja de recibir información. Al obligarme a apartar la mirada, alguien que no sabía estaba a mi lado, la aparta también y nuestros ojos se encuentran. Ella sonríe.
—Creo que nos pasó lo mismo —comenta y yo solo asiento reacio a hacer cualquier comentario extra—. Me cuesta trabajo creer que un trabajo tan actual haya sido creado hace casi 30 años.
—¿Por qué te cuesta trabajo? —No puedo evitar preguntar—. La visión de Paik fue precisamente lo que le trajo la popularidad que tiene y le dio su estatus.
—Desde luego, pero no es esa la discusión.
—¿Entonces? —No quería involucrarme, pero tampoco dejaba de hacer preguntas.
—A lo que me refiero es a que tienes una obra como esta, de 1995, una clara critica a la sobreestimulación de la tecnología y el bombardeo de información y 27 años después el tema estás más vigente que nunca. Tenemos un bombardeo de imágenes, videos, información, mentiras, sonidos, que nos ataca de todas partes y se nos es imposible. Nuestra capacidad de atención cada vez es menor debido a esto. Y la sobreestimulación no es un tema nuevo, frente a nosotros está la prueba, y seguimos cayendo en ello.
—No hay mucho que el consumidor promedio pueda hacer al respecto. El mundo va un ritmo rápido. Recibimos un bombardeo de información porque el capitalismo necesita vender su producto y sus ideas rápido. Hacer crecer el sentimiento de miseria en las personas y alimentarse de él.
Podía ver poco de su rostro que constantemente era iluminado por los cambios repentino de luz. Sus ojos estaban plasmados en mí y me sentí un poco nervioso.
Asintió y miró al frente. Cuando pensé que no iba a decir nada, habló.
—El consumidor es solo una víctima. Cae de nuevo a ello porque es lo único que ve, es de lo que se rodea e inevitablemente queda sumergido en ello —Coloca ambas manos en su rostro y aprieta sus mejillas haciendo que sus labios sobresalgan por la fuerza. Pareciera que le he causado una crisis existencial en este momento—. Y yo que pensé que solo éramos idiotas. Increíble... Pero claro, si es lo mismo que Paik critica, la sobreestimulación conlleva a la desconexión y es precisamente este bombardeo de información el que altera nuestra percepción del mundo... ¿o estoy equivocada? —La forma en que lo dice me hace pensar que está hablando consigo misma. No me doy cuenta de que tengo una sonrisa en mi rostro.
Suspira, como sacándose de su cabeza, voltea hacia mi y pone su mano frente a mí.
—Soy Nora.
—Kyle —Miento y estrecho su mano.
Ella entrecierra los ojos ligeramente y después sonríe.
—Claro, Kyle —parece decir mi nombre falso con escepticismo, pero tal vez soy yo y mis nervios por ser reconocido y por hablar con ella—. Con permiso. Tengo cosas que pensar —dice lo último en un susurro y se aleja de la sala.
Al fondo, mi guardaespaldas sigue viendo la obra, creo que no se dio cuenta que hablé con otra persona.
Nota: En nuestro mundo, la obra de Nam June Paik de la cual hablan ("Megatron/Matrix" (1995)) pertenece al Museo Smithsoniano de Arte Americano en Washington, DC, Estados Unidos. Pero no está siendo exhibida en la actualidad (marzo de 2023)
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