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5 de DICIEMBRE

Al día siguiente como el anterior, Morela le entregó varios papeles más para que los revisara y firmara.

—Tu papá todos los años realiza la fiesta de fin de año que se hace tres días antes de fin de mes.

—Eso no se tocará, solo estoy aquí para firmar papeles y ver que todo marche bien, sin contar con que aprovecho en estar en la empresa para que él descanse con su esposa.

—De acuerdo, la fiesta siempre se hizo en el salón de eventos del Four Seasons y está casi todo organizado.

—Bien —le dijo sin mirarla y luego giró su notebook para mostrarle una imagen—. Me gusta este restaurante, ¿haces las reservas? Diles que soy el hijo del dueño de «Sparkle».

—Es el restaurante del hotel donde se realiza la fiesta. ¿Vas a pagarlo vos?

—No, tú.

—Entonces no reservaré nada. Mira, me callé las anteriores veces en que me hiciste pagar las entradas al museo, la merienda y las dos salidas nocturnas, pero hasta acá llegué, las primeras veces te las dejé pasar porque sos el hijo del dueño y no conoces la ciudad, fue un gesto a pesar de que no quise pagarte al principio, pero ahora, no —declaró tajante y ya harta de su actitud arrogante—. Ya no puedo gastar más plata, no tengo casi nada de los ahorros que había juntado para mis vacaciones de verano —le expresó con congoja en su voz.

—Hasta que me vaya tienes que ser mi chofer y quien me acompañe y pague las cosas que pido en los lugares a los que se me antojen ir, no todos los empleados tienen vacaciones de verano, este año no irás entonces, ¿o quieres que le diga a tu jefe que te eche por no contentar a su hijo?

—No tenés 20 años como para comportarte así, tenés 32 años, bastante adulto para saber lo que tenés que hacer. El tema es que no ves más allá de tu vida millonaria, puto arrogante —apretó los labios con enojo—. Yo no puedo amortiguar más los gastos, me tomaste de punto por el simple hecho de ser argentina y que tus papás se hayan venido a vivir acá desde hace cinco años atrás porque crees que este país es una mierda y su gente más, así que te digo algo, gente hay a montones, mierdas también, en todo el mundo, no solo acá, en tu país también hay gente mala, en cada país hay gente así, pero las hay buenas, muy buenas también, y la gente muy buena no se mide por el bolsillo. Vos tenés plata y mucha, pero no te sirve de nada si renegas a cada rato por cosas que no están a tu altura. Te lo repito, no me queda casi nada de plata para pagar lo que a vos se te antoja y no pienso poner un peso más en lugares caros si no tengo un mínimo de respeto por la otra parte.

—Estás para contentar al jefe y hacer lo que él te diga.

—No cuando el jefe me hace gastar más de lo que gano, nunca te importó algo de mí y no te reprocho eso, no nos conocemos, pero no te caí bien desde que me viste en la casa de tus papás, mejor dicho, desde que te fui a buscar al aeropuerto porque tu papá se quedó a cuidar a su esposa, o sea, tu mamá. Anoche me hiciste sentir la peor basura con las cosas que me dijiste, no era la forma y tampoco tenías que decirme esas cosas, vos no sabes nada del porqué tus padres son así conmigo, pero no te va a importar mucho querer saberlo —sonrió de lado sin darle mucha importancia—. Nunca me sentí cómoda con lo que me estabas haciendo, me daba cuenta, pero me callaba porque tenía miedo de que en verdad le dijeras a tu papá para que me despidiera del trabajo —confesó y negó con la cabeza—, no puedo competir con la palabra de un hijo sabiendo que la otra persona es una empleada. No ves nada, te importa un carajo de los demás, crees que todos tienen que girar alrededor tuyo como si fueses un rey, solo falta que pidas que te reverencien cada vez que te vean, sin contar con que tus papás ya son gente grande que no pueden estar yendo y viniendo de viaje por tu antojo de no entender que no siempre es como vos querés, ingrato de mierda —casi le gritó en la cara—, así que, lo reservas vos, vas al restaurante y te lo pagas vos solito, yo me tengo que ocupar de otras cosas más importantes como por ejemplo, terminar de organizar la fiesta de fin de año.

Se dio media vuelta y caminó hacia la puerta, pero regresó para decirle algo más.

—Si querés mi renuncia solo tenés que decírmelo, porque no pienso aguantarme tus caprichos de Ricky Ricón, tu cara apretada como si estarías oliendo un sorete o tus gustos de «don perfecto», mucho menos que me trates como una fulana y trapo de piso.

Esta vez salió de la oficina y cerró la puerta. Apenas se sentó en la silla, echó la cabeza hacia atrás y suspiró sintiéndose liberada.

Cuando se relajó de la tensión que había sentido allí dentro, volvió al trabajo que había dejado a medias para darle los papeles.

Dentro del despacho, Jereth se acordó una y otra vez de lo que ella le había dicho.

»Caprichos de Ricky Ricón, la cara apretada como si estaba oliendo un sorete y los gustos de don perfecto.

Una carcajada sonó allí dentro, pero no la escuchó ella puesto que las paredes eran hipoacúsicas. Pero sí se echó su buena risa con lágrimas incluidas.

Durante el resto del día cada uno estuvo trabajado en sus cosas, pero cuando quedaban quince minutos para las siete de la tarde, él salió de la oficina para acercarse a su escritorio y plantarse frente a ella.

—¿Necesitas algo? —Levantó la cabeza para mirarlo con algo de miedo porque estaba pensando en que le pediría la renuncia—. No son las siete todavía, puedo hacer lo que necesites.

—Tienes razón en todo lo que me has dicho.

Morela se sorprendió bastante porque no creyó que le diera la razón.

—He hecho la reserva.

—De acuerdo, espero que te guste el restaurante —comentó y acomodó varias carpetas con papeles para ponerlas dentro del cajón del escritorio y lo cerró con llave para ponerla dentro de la cartera.

—¿Me acompañarás?

—Te dije que no iba a pagar, podemos ir a otro lugar más barato y bueno.

—Me acompañarás, pero yo pagaré por ti también.

—No, gracias, tampoco quiero eso, porque luego puede que me lo reproches o me dirás algo que no me gustará y sinceramente paso de tus estupideces.

—Por favor, quiero hacer las paces contigo, sé que fui un idiota cuando nos conocimos, quiero enmendar el error, por favor.

—¿Para cuándo hiciste la reserva?

—Para mañana, hoy ya no tenían disponibilidad.

—Está bien —comentó y miró el reloj de pulsera para ponerse de pie y juntar algunos papeles y meterlos en la carpeta que se llevaría a su casa.

—¿Qué te llevas?

—El itinerario de la fiesta de fin de año y otro papel con una lista de nombres y empresas a las que les debo depositar plata entre hoy y mañana para el evento del 28 de diciembre.

—Entiendo.

Los dos entraron al ascensor y salieron al estacionamiento.

Morela se metió en el auto, pero se asombró al ver a Jereth en el asiento del acompañante.

—¿No se supone que tenés que ir atrás? Soy tu chofer.

—Puedo ir adelante también.

—¿Y para qué?

—Me gusta más la vista —respondió, pero aquel comentario denotaba algo más que un simple comentario al azar.

—Bueno —contestó sin darle demasiada importancia y metió la llave en la cerradura para encenderlo.

Cuando salieron de la empresa y continuó el recorrido por las avenidas para acercar primero a su temporal jefe a su casa, este le habló de algo que para él había quedado en el tintero.

—Me interesa saber por qué mis padres son así conmigo, si puedo saberlo.

—Tu mamá me dijo por el vacío que les dejaste cuando decidiste quedarte en Estados Unidos y no acompañarlos acá para que vivieran los tres en el mismo país.

—Todos los años vengo a verlos.

—Sí, pero no creo que sea lo mismo, no tengo familia dispersa por otros países, así que no podría decirte mucho, pero se nota cuando alguien extraña a otra persona. Para tus papás, sobre todo, para tu mamá el primer año fue horrible, le costó adaptarse al hecho de saber que no te vería todos los días.

—Tres veces a la semana hacemos videollamadas.

—Pero no es lo mismo, ellos quieren sentirte también, tocarte, saber que estás cerca, los hijos son de la vida, pero entiendo que es feo también saber que la persona que querés está a miles de kilómetros de distancia.

—Yo les dije bien claro por qué no me mudaba. Tengo muchas cosas allí que no las podría tener aquí, nadie más podría manejar la empresa principal a menos que yo esté presente.

—Tenés mucha plata, sos millonario, eso ni siquiera se discute, podrías darles el gusto de vivir seis meses acá y seis meses allá. Cuando haya festividades o cumpleaños, podés venir y después volver. No es tan difícil si te lo planteas como un estilo de vida diferente. A no ser que tengas novia o esposa, en ese caso, sí cambiaría un poco la cosa.

—No tengo el anillo carcelero, así que, por ahora estoy solo.

Morela se rio ante la manera de hablar sobre el anillo de matrimonio.

—¿Por qué crees que es carcelero? Te da libertad para hacer lo que quieras, menos salir con otras.

—Por eso mismo, tengo que conocer bien a la mujer para decidirme si quiero formalizar o seguir conociendo más mujeres.

—En ese caso, yo estaría pesando casi igual, tengo que conocerlo bien como para decir que es mi novio formal.

—Exacto y volviendo al tema que te pregunté primero, ellos te consideran como una hija, ¿verdad?

—Sí. Conocí a tu mamá dos meses después de haber entrado a «Sparkle» cuando tuve que hacerle el favor a tu papá en pasarla a buscar por la casa y llevarla al médico. Él tenía una reunión con los nuevos empleados de diferentes áreas y me pidió si me podía hacer cargo. Tu mamá es una persona muy buena y si bien con los dos tengo muy buen trato, es con Kimberly con quien puedo hablar mejor.

—¿Y tus padres?

—Mis padres son muy buenos también y ellos se conocen entre sí —omitió la parte de cómo se habían conocido.

—¿Y cómo es que se conocen entre ellos? —Levantó una ceja con suma curiosidad.

—Tu papá es quien invita a las familias de los empleados a la fiesta de fin de año aparte de los clientes y empresarios que están afiliados a la marca para la distribución de los adornos.

—Eso no se hace en la empresa central, las fiestas son solamente para los empleados, los clientes y los empresarios.

—Acá es más familiar y sentimental todo, no solo se juntan los de plata sino también los que trabajan para la empresa y sus familias.

—Y supongo que este año conoceré a tus padres.

—Sí —afirmó sintiéndose un poco nerviosa.

—¿Y después de la fiesta qué hacen? En las fiestas empresariales de fin de año de allá el dueño suele regalarle una noche a varios empresarios y clientes, no a todos, son solo a los que durante el año tuvieron gestos con la marca.

—Acá tu papá lo hace un poco diferente, va por sorteos. Nadie compra nada, solamente les entrego números y va con un bolillero como si fuese un bingo o una lotería, como quieras llamarlo.

—¿Y cuántos sortea?

—Quince. Doy 100 números y luego se pasa a sortearlos.

—No es tan mala la idea, al fin y al cabo, todos quedarían conformes, sin necesidad de estar pensando a quien se los regalas.

—Eso es lo que no quería tu papá, tener que elegir, así que le dije si le parecía bien realizar un sorteo, a quien le tocara, le tocara sin estar pendiente de saber que a uno se lo daba y a la otra persona no.

—¿Fue tu idea? —Se sorprendió.

—Sí, cuando se la planteé, le gustó y la implementó. Desde hace cinco años que se lleva a cabo y tuvo buena aceptación. Como este año hay un poco más de invitados, tuve que mandar a hacer 150 números y bolillas extras también.

—¿La lista de invitados ya está confirmada?

—No, tengo que llamar uno por uno para que me confirmen o no su asistencia al evento.

—Mañana podemos revisar esa lista.

—Está bien.

—Y lo demás que está en el itinerario.

—¿Estás seguro?

—Sí.

—De acuerdo, dejaré la carpeta para mañana entonces.

Dejó a Jereth en su casa y se fue a la suya para llegar casi media hora después en donde la recibió su madre con un mate.

—¿Cómo te está yendo en el trabajo?

—Creo que un poco mejor, aunque hoy sí pensé que iba a ser mi último día en esa empresa.

—¿Por qué? —quiso saber su madre.

—Porque le canté las cuarenta al hijo del jefe y le dije que si quería me podía pedir la renuncia.

—Sabía que no se trataban tanto, pero no pensé que fuese tan mala la relación.

—Era o sigue siendo un arrogante de mierda y la cresta se le suele subir cada vez que me dice algo soberbio, en algún momento iba a explotar. Puede ser el hijo del jefe, pero no tiene porqué pasarse de la raya.

—¿Y ahora? ¿Qué pasó?

—Nada, la renuncia no me la pidió, pero sí me hizo gastar casi medio sueldo, la tarjeta ya es carbón, no es más roja, es carbón de lo que me hizo tarjetear.

Francisca, la madre de la chica, por alguna extraña razón le causó risa la manera en cómo dijo aquello.

—Pero ¿está todo bien entre ustedes?

—Creo que ahora sí, después del sermón que le di, parece que «don perfecto» achicó la cresta y me reconoció que tenía razón de todo lo que le dije.

—Don perfecto —se carcajeó y le cebó otro mate a su hija para acercárselo—. Decime algo, ¿vas a ir el ocho a la casa para ayudar a Kim con el árbol navideño?

—Espero que sí, me gustaría como todos los años, pero con el hijo metido que tiene... tengo mis dudas al respecto —comentó con dudas—. Creo que estamos teniendo una tregua, pero no sé si al punto de dejarme entrar de nuevo a su casa.

—Ojalá que te deje porque no estás haciendo nada malo, al contrario, estás ayudando a su madre, pero también está el hecho de que te diga que no vayas porque como su padre está descansando y él haciéndose cargo de la empresa de manera temporal, te dirá que su padre ayudará a su esposa.

—Sí y con eso, me cierra la boca —le devolvió el mate.

—Bueno, pero no tenés que pensar en eso, pensá que vas a poder ayudar a armar el árbol de Navidad —le sonrió y tomó su mate para darle otro a su hija.

Miguel, el padre de Morela, llegó a la casa y saludó a ambas con besos, y sonrisas. Se quedó con ellas tomando varios mates y luego subió al cuarto para darse una ducha.

Una hora y media después, los tres estaban sentados alrededor de la mesa redonda mientras cenaban y la joven les preguntó si asistirían a la fiesta de fin de año.

—¿Estás segura de que vamos a poder ir este año? —fue el turno de su padre preguntar por aquello—. Por lo que me contaste del hijo del dueño, no creo que le haga mucha gracia tener familiares de los empleados.

—Ya sabe bien que su papá no quiere que las fiestas de fin de año sean solamente para los clientes exclusivos, los empresarios y los empleados, sino para los familiares también, todos pueden convivir bien durante varias horas por una noche.

—Sí, pero es tu jefe temporal —acotó la madre.

—Pero él no me paga el sueldo, él me lo gasta para sus caprichos, así qué... va a tener que cerrar la boca. Es más... cuando lo estaba llevando a su casa dijo que la idea del sorteo de quince estadías en el hotel no era mala, por lo que me dio a entender que ya no le importa que estén ustedes también.

—No lo sé, Morela —negó un poco con la cabeza su madre—. Vas a tener que confirmar si podemos ir o no, es tu trabajo y sabemos que, si no podemos ir, no vamos. No es tan complicado de entenderlo.

—Lo sé, después les averiguo mejor.

A medida que la cena iba continuando, su charla también. Cuando ella se metió a su cuarto, agradeció poder dormir las horas que le correspondían sin estar pendiente de que saliera por la noche y regresara a su casa a altas horas de la madrugada para dormir prácticamente nada y tener que ir al trabajo con pocas horas de descanso para estar como una marmota durante todo el día porque a Ricky Ricón se le antojaba ir a romper la noche durante los días de semana. 


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¡Hola, pronto habrá más de la historia!

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