Noche de Navidad

Jereth salió al jardín para sentarse al lado de Morela.

—¿Me quieres contar lo que te sucede? Desde que surgió este asunto en la cena que vi que cambiaste la cara.

—No me pasa nada, solo que mis papás al parecer lo toman todo normal.

—¿Y no es lo que quieres? ¿No te parece que si hubieras tenido unos padres que te prohibían viajar o sacarte la visa era peor?

—Supongo que sí, pero me sorprende que ellos estén tranquilos.

—No tienes porqué radicarte en mi país.

—Me dijiste que tenía que quedarme tres años allá con una visa laboral.

—Te he dicho también que podías viajar durante esos años para visitarlos y quedarte algunos días aquí.

—Pero no es lo mismo —negó con la cabeza y se angustió más.

—No lo es, pero tampoco es tan dramático como tú lo quieres ver.

Cameron salió de la puerta de vidrio corrediza para llamarlos.

—¿Vienen a comer algo dulce y a brindar de nuevo?

—Ahora iremos, papá —le avisó su hijo.

Pronto los dos se pusieron de pie y Jereth la abrazó por los hombros para luego darle un beso en los labios. Morela se abrazó a la cintura masculina y caminaron hacia el interior de la casa. Francisca se acercó a los dos y le preguntó si estaba bien.

—Sí, mamá, solo necesitaba tener la mente clara.

—¿Por qué tendrías que tenerla si ya aclaramos todo en la cena?

—Porque para mí no es tan normal que tomen todo a la ligera.

—Ya escuchaste bien a tu papá, More, nosotros tenemos nuestra vida hecha, es momento para que vos la vivas.

—Pero...

—Pero nada, así es la vida y no hay distancia que valga si la puede solucionar un avioncito, ¿o me equivoco? —Le sonrió para que se tranquilizara más.

La chica la miró con atención y luego de pensarlo quizás un poco mejor, le negó con la cabeza dándole la razón.

Enseguida fueron a la sala donde estaba el árbol de Navidad y se sentaron para comer pan dulce, frutos secos, budines, galletas y beber sidra, champaña y gaseosas mientras que cada uno entregó el regalo a quien le correspondía.

Morela abrió la caja y se sorprendió al ver un par de aros de brillantes, cerró la cajita y miró a los ojos a Jereth.

—¿Estabas loco cuando los compraste?

—¿No te gustan?

—Me encantan, pero, pero son muy caros.

—Para mi bolsillo no lo son, More.

La joven frunció el ceño, pero después se dio cuenta de lo que le estaba diciendo.

—Entiendo —le dijo—, viéndolo como lo ves, no son caros para vos. Me encantan, en serio, gracias —le sonrió y se acercó para besarlo.

Continuaron charlando, comiendo y bebiendo, y alrededor de las cuatro de la madrugada decidieron irse, pero fue Kimberly quien les ofreció hospedaje para evitar las calles en aquel horario.

—Te lo agradecemos, pero nos vamos, no trajimos otra muda para cambiarnos de ropa y no queremos molestar.

—No es ninguna molestia, cariño —admitió la mujer— y creo que es lo más seguro, tú y tus padres pueden ocupar los dos cuartos de huéspedes.

Morela giró la cabeza hacia sus padres y les hizo una señal de saber qué opinaban.

—Decidilo vos, More —le contestó su padre.

—Bueno, nos quedamos —le habló a Kim.

—Perfecto —le sonrió—, les daré algo para que puedan dormir con comodidad.

—No hace falta —respondió Francisca con vergüenza.

—Insisto, por favor. Acompáñame, More —le emitió y la señora de la casa se abrazó al brazo de la chica.

Las dos mujeres entraron al dormitorio y la suegra le pidió que abriera el cajón donde tenía guardado los camisones.

—Espero que a tu madre y a ti no les moleste que los usen, uno es más holgado que el otro, ya verás tú con cuál te quedas para dormir. Mañana vienes de nuevo a elegir ropa para tu madre y para ti mientras se quedan aquí.

—Ay no, Kimberly. Es demasiado ya. Nos pondremos la misma ropa, no pasa nada. Es más, tenemos ropa nueva de los regalos de Navidad, la podemos usar y listo.

—Bueno, de acuerdo —le dijo y ambas se sonrieron en complicidad.

Media hora después se fueron a dormir.

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Pasado el mediodía todos se levantaron y almorzaron en el jardín trasero mientras conversaban y disfrutaban del sol de verano.

—Ya está todo organizado para el 28, ¿verdad? —quiso saber Cameron.

—Sí, con Morela lo tenemos todo listo.

—Me parece perfecto —declaró el hombre.

—Ya fui a buscar las pelotitas del bolillero y solo falta la degustación de mañana.

—¿Le pasaron la lista de los invitados?

—Mañana mismo se la entregaré al jefe de cocineros —comentó Morela.

—Bien —asintió con la cabeza.

Posterior al almuerzo, Kimberly hizo una siesta junto con Cameron y los padres de la chica hicieron lo mismo, por lo que la joven pareja prefirió tomar un poco de sol en las reposeras y casi dos horas más tarde Jereth se metió a la pileta para refrescarse y ella sumergió los pies porque no tenía malla.

El americano comenzó a tirarle agua más arriba de las piernas mientras que la joven se quejaba diciéndole que no le gustaba eso y no tuvo mejor idea que sujetarla de la cintura y sumergirla con vestido en la pileta.

—Era ropa nueva —hizo puchero—, ahora no tengo nada más para cambiarme de ropa, me tendré que poner la de anoche.

—Te pondrás algo de mi madre entonces —la abrazó por los hombros y bajó la cabeza para besarla.

—No es el hecho, Jereth, es que me mojaste toda —le dijo entre quejas y besos—, la ropa interior la tengo empapada.

—No importa —sonrió contra su boca.

—Ay sí, lo dice quien no usa ropa interior con el short de baño —volvió a quejarse—. Para fin de año es mejor hacer la fiesta en mi casa.

—No, ya acordamos que pasarían las cuatro fiestas aquí.

—Bien podemos decidir otra cosa —alzó una ceja mirándolo con atención.

—No, ya no puedes —siguió riéndose y continuó besándola.

La pareja se besó por un rato más mientras estaban abrazados y después de una hora salieron de la pileta para acomodar las cosas y empezar a prepararse para regresar con sus padres a la casa. Llegaron alrededor de las seis de la tarde, le avisó con un mensaje que ya estaban adentro y se metió en la ducha para refrescarse del insoportable calor que hacía en el ambiente. 

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¡Hola, pronto subiré más capítulos de la historia! Espero que les siga gustando 💜🦋🍁✨