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16 de DICIEMBRE

Casa de Los Jelingold

Morela se quedó dentro del auto esperando por Flower, si bien parecía que se repetía como los primeros días de diciembre, sentía que todo era hecho a propósito y no pudo evitar sentirse usada, porque en definitiva la novia era peor que Jereth y lo que él tenía había sido una mala influencia, en cambio a Flower le gustaba serlo y era su esencia así de arrogante, déspota y creyéndose superior a los demás.

La vio salir con un vestido ajustado y escote prominente para que se le notara bien la división de sus pechos artificiales, sin contar con que tenía anteojos de sol y sandalias de taco alto.

La joven por alguna razón supo que no iba a poder competir nunca con ella, ese cuerpo no tendría jamás y esa delantera no la podría conseguir nunca a menos que se la hiciera como esa mujer. Resignada, suspiró y volvió a la realidad y a la manera en cómo se vestía los fines de semana, shorts de jean, chatitas, remera y un blazer por si necesitaba taparse dentro del shopping. Su estilo era bastante básico a comparación de lo que usaba Flower, pero estaba conforme con su forma de vestir.

—Hola, ¿me abrirías la puerta?

—Hola, tiene el piquito levantado, podés abrir la puerta sin problemas.

—Prefiero que me abras tú, no quiero tocar la puerta.

—Entonces tampoco vas a querer subirte al auto.

—Pensé que tenías otro modelo más nuevo y de alta gama, pero parece que no es el caso, ¿me puedes abrir?

La argentina no quería abrirle la puerta, pero tampoco quería discutir con ella. Se bajó, bordeó el coche por detrás y le abrió la puerta del asiento trasero, pero Flower no le dio las gracias.

Jereth miró por la ventana la escena y Morela se dio cuenta de que la estaba mirando también, levantó la cabeza para observarlo, pero luego la agachó y caminó hacia el asiento del conductor.

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Patio Bullrich

Desde que habían llegado Flower arrastró a Morela de tienda en tienda, no solo para elegir miles de prendas, accesorios y calzados sino para probarse todo lo que le gustaba y comprar la mayoría, por lo que cada bolsa que era entregada en las manos de la americana iba directo a las manos de la argentina, quién ya estaba intentando hacer malabarismos para que ninguna bolsa se le cayera.

—Flower, ¿no quisieras que guarde estas bolsas en el auto y regreso?

—Señorita Flower para ti, por favor, y no me gusta que me trates con informalidad porque no somos nada. Y no, llevarás las bolsas y otras más si tengo intenciones de seguir comprando.

—Se recorrió todas las tiendas, no creo que haya algo más que le guste —le habló con formalidad.

—¿Tú me dirás lo que debo gastar? Tengo dinero suficiente para comprarme lo que se me antoje, así que, cierra esa puta boca —le respondió letal—, porque como no tienes el dinero suficiente, no sabes nada de lo que yo puedo gastar —se la remató con cinismo y burla.

Se había acordado de Jereth de la manera en cómo le había contestado aquella mujer y solo esperaba que él se diera cuenta de la clase de persona que era Flower, porque no se merecía a una mujer así en su vida. Ni siquiera le importaba que no saliera con ella, algo que estaba fuera de su alcance, prefería con cualquier otra menos con esa mujer.

Luego de varias horas en donde llegaron al estacionamiento y Morela fue metiendo las bolsas en el baúl, en el asiento trasero al lado de ella y en el asiento del copiloto, las dos se subieron al auto y mientras regresaban a la casa de los Jelingold, Flower le tiró una pequeña bolsa.

—Para que te lo pongas debajo de los brazos, un regalo de mi parte.

Morela no le respondió, si lo hacía iba a terminar dándole una piña de lo desubicada que se estaba portando con ella y quiso evitar confrontarla. No olía mal, pero su indirecta fue demasiado obvia y eso tenía relación con que era latina y que ella la considerara sudaca, que era un adjetivo calificativo despectivo.

🎄

Casa de Los Jelingold

Apenas entraron a la casa, la chica trajo todas las bolsas que había comprado Flower y una vez que las dejó en un rincón de la sala, quiso irse. Saludó a las dos mujeres que trabajaban en la casa y antes de salir de ahí, la encaró de nuevo la novia de Jereth.

—Me sorprende que tengas el tupé de saludar a la servidumbre en una casa ajena y en donde solo eres la empleada de la empresa.

—¿Por qué te sorprende?

—Porque a la servidumbre no se la saluda.

—En tu mundo de billetes verdes puede que no, pero en el mío sí. Vos podés no saludarlas, pero yo sí, soy una empleada, así lo dijiste, por lo tanto, yo puedo hacerlo. Buenas noches.

Morela salió de la casa y se encontró con Jereth que estaba llegando con su auto.

—Hola, ¿cómo estás? ¿Ya te vas?

—Hola, cansada, ¿y vos? Sí, acabamos de llegar, así que, ya me voy a casa.

—Bien, pero preocupado por ti.

—No tenés que estarlo.

—Vi lo que te hizo esta mañana.

—No quiero hablar de eso, en realidad, no quiero hablar de tu novia, paso de eso. Buenas noches.

—Entiendo —asintió con la cabeza y la miró a los ojos—. Buenas noches.

Antes de que la joven se metiera en el auto, él se bajó del suyo y se acercó a ella para hablarle de nuevo.

—Morela, ¿qué hago?

—¿Qué haces con qué?

—Sabes bien con qué —se lo dio a entender mejor con la forma en cómo les daba énfasis a ciertas palabras.

—Jereth, tenés 32 años, si no sabes vos lo que tenés que hacer, yo no puedo ayudarte.

El americano quiso tomarla de las manos, pero un grito femenino proveniente de la casa hizo bajar las manos de él.

—¡Jereth! ¿¡Qué tanto haces con ella!? —gritó Flower.

—¿Te puedes calmar? Estamos hablando de temas de la empresa, así que, cálmate.

—Va a ser mejor que te vayas, lo único que te podría decir es que tenés que pensar bien lo que vas a hacer, ¿querés esa vida controlada y que ni siquiera podés hablar con alguien del sexo opuesto porque a tu novia no le gusta? Sin contar con que, es una arpía.

Morela en un arrebato de enojo, abrió la puerta del conductor y sacó una bolsa.

—Tiralo —se la estampó contra el abdomen y él la tomó en sus manos—, yo no quiero ese regalo de mierda que me dio tu novia, ¿un desodorante para las axilas? —le cuestionó con ironía—. Es una pelotuda y desubicada. ¿Sabes lo que significa ese regalo? —le habló y él negó con la cabeza mas no le respondió—. Regalarle a alguien que no conoces un desodorante o perfume, más si es de un extranjero a un latino significa que nos considera sudacas, en este caso me considera una sudaca y es una palabra despectiva, a su criterio de superioridad huelo mal por ser latina —manifestó con sinceridad absoluta—. La verdad es que no quiero a alguien así en tu vida, pero esa es mi opinión y yo solo soy la asistente.

—Te agradezco que seas honesta conmigo. Puedes irte a tu casa, no te retengo más. Buenas noches.

—Buenas noches.

Morela se metió dentro del auto, encendió el motor y se alejó de la propiedad privada, Jereth por su parte, puso dentro del coche el desodorante y entró a la casa en donde lo esperaba una ardida Flower y consigo, una nueva y acalorada discusión.


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¡Hola, pronto subiré más capítulos de la historia! Espero que les siga gustando 💜🦋🍁✨

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