Nunca digas de esta botella no beberé.
-¿Qué narices...? -continuó con un grito ahogado Sofía- Madre mía.
Ella había ido hasta la fábrica para asegurarse de que la producción iba bien, ya que el lote estaba tardando demasiado tiempo en salir, lo que no se esperaba, era eso. Sus compañeros, bajaron del coche y llegaron corriendo para sujetarla, justo en el momento en el que ella comenzaba a caerse, presa del pánico, tras ver al hombre muerto.
-Oye, ¿te importa pasarme los apuntes de química?
-Chaval, ya es la quinta vez que me los pides en esta semana. Creo que igual deberías hacértelo mirar, ¿no? -propuso Miguel.
El muchacho de diecinueve años dejó sobre la silla el periódico que estaba hojeando y se levantó. Miró a su alrededor, buscando con la mirada su carpeta roja. Al fin, la encontró bajo unos libros y se la tendió a Fabián.
-Y aplícate un poquito más en clase, ¿eh?
-Lo prometo solemnemente, maestro -respondió el otro entre burlas mientras se llevaba la mano a la cabeza y hacía una reverencia. Más tarde, salió del salón y se metió en su cuarto. Puso la música al máximo volúmen y se dejó caer sobre la cama.
Cuando Enzo, el otro compañero, regresó a la casa, iba cargado con comestibles, entre los que se encontraban aquarius y snacks.
-Por favor, señora -pidió el joven oficial de policía-, tranquilícese, así no hay forma de entender nada de lo que me está diciendo.
-Le repito -respondió ella vocalizando de forma exagerada-, que entré y estaba muerto. Luego llegaron ustedes y ya no había nadie. Le he intentado explicar ya mil veces que se metió dentro de la botella esa.
-¿Está segura de que no se lo ha imaginado?
-¿Está poniéndome en duda?
-No, por supuesto que no -añadió rápidamente el policía mientras asentía para su interior-, sólo digo que es un poco raro. ¿Tengo que recordarle que si no hay cadáver, no puedo hacer nada?
-Pero usted es policía, -increpó Sofía mientras se levantaba y agarraba de las solapas al oficial-. ¡Le digo que estaba muerto!
-Señora, por favor -respondió alejándose-, tranquilícese -repitió.
Esa noche, mientras dormía, el joven policía recibió una visita inesperada.
-Señora, ¿qué hace ahora aquí? Ya le he dicho esta mañana que no podía hacer nada... -su frase quedó ahogada por un grito de terror: Sofía, con ojos rojos y un cuchillo en la mano, lo calló para siempre.
-El zombi se abalanzó sobre él gritando y dejándole perdido de babas. Armado con el cuchillo, lo abrió por la mitad y comenzó a sacarle las entrañas. El hombre no lo pudo soportar y cedió a la presión: se convirtió también en un zombi, dispuesto a acabar con toda la humanidad. Fue a la casa de su novia y llegó a su habitación trepando por la fachada. La vio dormida, tan bella, tan inocente...
-Enzo, corta el rollo -pidió Fabián-, que el pobre Miguel se está traumando.
-Tío, qué poco aguante tenéis -se quejó-. Bueno, os propongo una cosa para relajarnos.
-Miedo me dais -dijo Miguel con un tembloroso hilo de voz.
-¡Comer! -dijeron Enzo y Fabián al unísono, provocando un pequeño chillido de Miguel, quien se levantó de un salto. Ambos muchachos comenzaron a reír mientras empezaban a comer chucherías.
Enzo se levantó, sacó las botellas de aquarius y se las tendió a sus compañeros. Abrió la primera y la vació de un solo trago. Arrancó otra de las manos de Fabián, quien ni siquiera había tenido tiempo de quitarle el tapón. Observó cómo se la bebía y repetía el mismo proceso con Miguel.
-Oye, ¿esto es por algo o...?- dijo Fabián.
No pudo acabar la frase, Enzo se había quedado dormido. Se encogió de hombros y fue hasta la cocina, donde llenó dos vasos de agua.
-No os lo vais a creer -comenzó Enzo mientras se sentaba en la mesa, acompañado de un café-, esta noche he soñado con que volaba. Sí, sí, os lo juro. Cuando he abierto los ojos, me he encontrado flotando sobre la cama.
-¿Ah, sí? -preguntó Miguel mientras miraba de reojo a Fabián-. ¿Y tenías alas?
-No. Volar no es la palabra, era levitar... -se perdió en sus pensamientos y los otros se levantaron, dejándolo plantado y sin churros.
-Por favor, que estoy intentando concentrarme -se quejó por décima vez Miguel. Al ver que Enzo no le hacía caso y continuaba gritando, se levantó con un suspiro y cruzó el pasillo-. ¡Ah! -chilló. Corrió como si estuviera perseguido por el demonio y despertó a Fabián con violentos zarandeos.
El muchacho, que estaba repantigado en el sofá, abrió los ojos molesto y los cerró de nuevo con un gruñido.
-Shh, ven conmigo.
Tomó aire profundamente y comenzó a andar. Condujo a su amigo hasta el cuarto de Enzo y dejó que sacara sus propias conclusiones.
-Uau -dijo admirado-, ¿cómo lo hace?
-¿Perdona? -respondió el otro contrariado-. Estás viendo a Enzo levitar, gritar y moverse como si estuviera poseído por un demonio, ¿y lo único que se te ocurre es decir "uau"?
-Sí, ¿por qué no? -añadió entre risas-. No, ahora ya enserio, ¿no es un montaje?
-¿Tú qué crees? Anda, pregúntaselo -propuso.
Fabián así lo hizo, se adelantó y se puso frente a Enzo.
-¿Estás bien? -preguntó, intentando que el temblor de su voz no se notara.
No obtuvo respuesta, en cambio, su amigo se abalanzó sobre él, tirándolo al suelo y dejándolo sin respiración. Comenzó a arrancarle la ropa mientras Fabián intentaba escaparse a rastras. No era Enzo, físicamente sí, pero tenía ojos rojos y estaba completamente fuera de sí.
-Tenemos que investigar qué es lo que está pasando -dijo esa tarde Fabián mientras cerraba la puerta del cuarto en el que estaba encerrado Enzo-. Está claro que está poseído por un fantasma.
-Lo dices como si una persona poseída se viera todos los días -respondió con un hilo de voz Miguel mientras palidecía.
-Ay, chico, entiéndeme, si no hacemos nada, puede que Enzo se quede poseído el resto de la eternidad, y la verdad, no me haría mucha gracia levantarme todas las mañanas y saludar a un fantasma, ni que estuviéramos viendo la peli de Cásper.
-Qué gracioso -comentó con ironía-. Sinceramente, creo que es un tema lo suficientemente delicado como para que no hables así, y además, creo que deberíamos hablar con la policía o algo.
-¿Tú crees que nos creerían? -continuó escéptico Fabián-. Lógicamente nadie nos escucharía, así que, creo que debemos investigarlo nosotros mismos.
-¿Y cómo?
Fabián le guiñó el ojo y empezó a explicarle sus conclusiones.
-Perfecto, sabemos que es por el aquarius -dijo Miguel mientras miraba de reojo las botellas vacías-, pero no sabemos cómo curarle.
-No hay que curarle, simplemente, hay que sacarle el fantasma, y tengo una pequeña idea de cómo hacerlo.
-¿Cómo? -dijo Miguel arrepintiéndose de haber preguntado.
-Vamos a enseñarle cosas y con la que se ponga nervioso, es la indicada.
Miguel ladeó la cabeza y asintió.
Le enseñaron pelotas, libros, tijeras... pero nada lo enfadaba más de lo que ya estaba. Fabián se rindió apenas quince minutos después de haber empezado. Se sentó en el sofá y abrió una coca-cola. De ella salió gas y, alertado por el ruido, Enzo despertó de su sueño. Cuando Fabián se acercó a él, arrastrando los pies y con la lata en la mano, tuvo una idea. Vació la lata sobre su amigo y esperó a ver la reacción.
Enzo cayó al suelo mientras comenzaba a sufrir arcadas. De entre sus costillas, comenzó a salir un alma. Miguel y Fabián sufrían al verlo gritar y al ver cómo su cuerpo comenzaba a partirse. Sobrecogidos, observaron al alma que acababa de salir de su amigo agarrar una pequeña mano fantasmal de la que tiró y tiró. Acompañada de gritos, salió el alma de Enzo, quien acompañó a la otra alma, dejando a sus amigos con el cuerpo destrozado a los pies.
Tras unos minutos de silencio, Miguel cogió aire y comenzó a hipar. Con cada uno de los hipidos, salía una sustancia hecha de niebla de su boca.
-Dime que no has bebido de la botella -dijo Fabián con voz temblorosa.
-No lo he hecho -contestó el otro ladeando la cabeza-. Es lo que quieres que te diga, ¿no?
-FIN-
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro