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Capítulo 21

Pocos días después del cumpleaños de Subaru, todo parecía seguir estando normal. Yui había vuelto a sonreír como antes desde que llegaran sus amigas; Valeria seguía teniendo sus planes, que fracasaban constantemente, sin embargo, le iba de maravilla con Subaru; Celeste seguía molesta e incómoda con Ayato, y él con ella; los demás hermanos se comportaban de igual manera. Pareciera que no había pasado nada interesante en esos días.

Las horas transcurrían, y el tiempo de cenar había llegado.

La tensión era notoria en el aire, y se podía sentir como la piel se te hacía gallina con solamente sentir que alguien que se encontraba a tu lado suspiraba. A pesar de que Ayato y Celeste eran aquellos que se debían de sentir de una manera más incómoda, se había logrado hacer que todos estuviesen igual.

Todos menos dos.

Reiji y Shu, los mayores de la familia Sakamaki, e hijos de Beatrix, había permanecidos con el mismo porte de siempre, haciendo pensar que habían logrado heredar aquella cualidad de su madre.

—Parece que nadie tiene ganas de hablar ahora... —habló Laito, el cual se encontraba observando cada uno de los movimientos que hacían sus hermanos y las chicas.

Mientras observaba el cubierto que tenía en su mano, con la comida en éste, Valeria dijo:

—No hay nada interesante de qué hablar, Laito. —y se dirigió el tenedor a la boca.

Laito refunfuñó unos segundos.

—Pero claro que han pasado cosas interesantes, Bitch-chan 2... —asegura Laito.

—No me llames así, ya te lo he dicho.

Las otras dos chicas se encontraban con la cabeza gacha, observando sus platillos. Su sabor podría ser muy bueno, pero en estas condiciones se le quitaba el hambre a cualquier persona.

Una vez terminada la cena, Celeste y Valeria habían decidido ayudar a Reiji con recoger los platos.

Igual que la hora anterior, el silencio parecía querer reinar entre ellos.

Celeste quería iniciar una conversación, quería romper el silencio, lo que tanto guardó durante la cena, pero aún no podía; Reiji estaba con ellas todavía.

—¿Hay alguna razón por la cual ninguna quiso hablar durante la cena? —quiso saber Reiji.

Valeria observó un instante a Celeste, la cual se encontraba con la vista baja, gracias a la vergüenza que había decidido por apoderarse de ella.

—Motivos personales entre Ayato y Celeste, supongo. —Valeria se encogió de hombros.

—¿Eso qué tiene que ver con que tú y Yui estuvieran tan calladas?

—Yo he hablado algo...

—No se me apetecía en ése momento, lo siento —murmuró Celeste—. También lamento haber hecho que hayan pasado por tal seriedad durante la cena.

Valeria le dirigió una pequeña sonrisa de boca cerrada antes de guardar algunos platos.

—Necesito irme a descansar —habló—. Me gustaría dormir un poco...

—Buenas noches, Val —se despidió Celeste—. Yo me quedaré hasta que terminemos de recoger.

Valeria asintió en forma de agradecimiento, antes de dirigirse hacia su habitación.

El silencio cayó nuevamente, la respiración de la joven podía oírse por toda la habitación.

—Pero cuántos silencios hemos tenido ahora... —se dijo mientras se recostaba, viendo hacia el techo.

Su pecho subía y bajaba en cada respiración que daba.

—Pareciera que, al haber dejado a solas a Celeste, Ayato trajo ciertas emociones de incomodidad a cada uno de los integrantes que habitan en la mansión... contando a Celeste y a mí. —Pensó en voz alta.— Pareciera que le tiene miedo a este nuevo sentimiento...

Minutos más tarde, justo cuando Celeste decidió por entrar a la habitación, un relámpago iluminó el cielo. Parecía que quería decorar aquel azul marino con toques blancos y luminosos. Como si deseará marcar cierta diferencia en la luz y la oscuridad.

—¿Sigues despierta? —murmuró Celeste a un lado de su amiga.

Valeria daba la espalda, mostrando poco movimiento.

—¿Val?

No hubo respuesta. La muchacha sabía el por qué, pero quería hablar con alguien; hacer algo.

Notó el ritmo de las respiraciones de Valeria. Eran calmadas, como si fuese una niña adormilada por no haber descansado en toda la noche.

—Quisiera dormir tan profundamente como ahora lo haces —sonríe Celeste antes de sentarse en una orilla de la cama.

Un trueno acompañó al siguiente relámpago. Iba a llover.

Celeste giró un instante hacia el ventanal, al haber sentido por el rabillo del ojo el inicio de un relámpago, el cual fue acompañado por un estruendoso trueno. En ese momento, sintió cómo su corazón daba un vuelco en su pecho.

—Qué espanto... —murmuró antes de dirigirse hacia su respectiva cama.

Celeste quería seguir despierta; pero, si seguía, al día siguiente no podría levantarse temprano.

—Y pensar que solamente quiero hacer el desayuno... —se burló de sí misma.

—Hola, Rossie —murmuró mientras saludaba a su oso de peluche—. Es hora de dormir.

Después de haber besado la nariz de su peluche, quedó profundamente dormida. 

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