Ya en el instituto, Yui, Ayato y Kanato se dirigieron hacia su salón de clases. 

El lugar de Ayato era junto al de Yui, pues él lo había decidido cuando estaba encaprichado con su sangre. Ahora, la joven dibujaba de forma despistada en unas hojas traseras de su cuaderno, llenando de curiosidad a Ayato... ¿Qué dibujaba? 

—Fuiste un completo idiota al haberla dejado sola —murmuró Yui sin girarse. Sabía que se dirigía a él.

Aunque al pelirrojo le costaba aceptar tal acción, era verdad. Había sido un completo idiota, o hasta imbécil, al haber dejado a Celeste sin respuesta. Sabía que le había hecho daño; pues ella no le hablaba ya. ¿Qué podía hacer? ¿Pedir perdón? ¡Eso nunca! Su orgullo lo detenía, siempre.

—No es mi culpa que se haya enamorado de mí —Ayato se reclinó sobre su asiento.

—Tampoco es suya por haberse enamorado de alguien como tú —la rubia murmuró.

—¿Qué?

—Nada —Yui cerró de golpe el cuaderno, molesta.

Ayato dirigió su vista hacia la pizarra. Tocaba matemáticas, odiaba esa clase.

—¿Crees que debería hablar con ella? —cuestionó sin verla.

—No lo sé.

A Yui le había dado por dar respuestas vagas.

—Nunca he salido con alguien; por lo tanto, no sé. —quiso hacer entender Yui.

¨Creí que salía con Shu¨ pensó Ayato.

—Entonces, ¿por qué me dices idiota si nunca has vivido esta situación? —Ayato preguntó.

—Porque ella se encuentra muy mal, ¿sabes? —Yui no se había atrevido a girarse para verlo—. Y creo que tú también lo estás.

Él estaba completamente bien, él no había sufrido. ¿Cómo se atrevía a decirle eso?

—Bien, digamos que es cierto, aunque no lo es, ¿qué debería hacer? —quiso saber el pelirrojo.

Yui observó hacia los lugares cercanos a la ventana, hacia Kanato. Él chico de cabello lila jugaba indiferente con Teddy, sin darse cuenta de que la muchacha lo observaba.

—No lo sé.

Ayato frunció el ceño, molesto.

—¿Me estas tomando el pelo, Chichinashi?

—Creo haberte dicho que ya no me llames así —Yui suspiró—. Y no, no te estoy tomando el pelo.

El vampiro refunfuñó antes de voltearse a observar la ventana que daba hacia al pasillo. Chicos y chicas pasaban, sonriendo y saludándose entre sí.

—Eres una completa inútil, ¿sabes? —Ayato dijo.

¿Cómo pudo haberle dicho tal insulto, si a la final no le aconsejaría nada?

—Como digas —el tono de voz de Yui era bajo, como si quisiera que nadie más la oyera.

El inmortal esperó unos momentos para ver si continuaba, y lo hizo.

—Tal vez, solamente deberías cuestionarte a ti... Y a tu corazón.

¨¿Ahora de qué cursilerías hablaba?¨ Pensó Ayato.

—Después hablarás con ella.