Capítulo 13
—¿Soy la única que está aburrida? —murmuró Celeste, la cual se encontraba sentada con sus amigas.
—La verdad, pensé que sería más divertido como la fiesta pasada... —admitió Yui—. ¡Y no he visto a los Mukami! Quería presentárselos... Créanme, se sentirán más cómodas con ellos, que con los Sakamaki.
—Hablando de ellos... ¿Dónde están Ayato, Shu y Subaru? —Cuestionó Valeria—. Se suponía que nos vigilarían...
—Bueno, la verdad, no lo sé... —dice Celeste mientras observaba toda la pista de baile, buscando a los hermanos mencionados—. No los veo a ellos, pero allá está Laito y más allá Kanato.
Valeria suspiró. Eso era una estupidez.
—Definitivamente, odio esto —admite Valeria—. He cruzado más palabras con invitados, y hasta con Reiji, que con Subaru.
—¿Para qué quieres hablar con él, sino te gusta? —preguntó Yui.
—No todo depende de eso, Yui... Reiji ha dicho que teníamos que estar con ellos, y no he hablado con ¨mi pareja¨ —hizo comillas en mi pareja.
Yui suspiró.
—¿Saben qué? —Saltó de su lugar—. Vamos.
—¿A dónde? —Quiso saber Celeste.
—¡Quiero seguir buscando a los Mukami! Me pregunto cómo estarán con su pareja —sonrió.
Haciendo caso a lo que decía Yui, Valeria y Celeste decidieron ayudarla a buscar a los hermanos Mukami. Eso era casi imposible para ellas dos, pues no sabían cómo eran.
—¿Cómo son? —preguntó Celeste, de hecho.
—Pues... Son cuatro hermanos —explica Yui—. El mayor es de cabello negro y ojos azules...
—Aja...
—Otro de los hermanos tiene casi la estatura de Kanato —informó—, uno es castaño y es el más alto...
—¿El que falta es rubio? —preguntó Valeria, la cual observaba a cierto grupo de chicos.
—¡Sí! —Dice Yui—. ¿Por qué? ¿Los viste?
Valeria, dudando que fueran los correctos, apuntó a un grupo de chicos.
—¡Son ellos! —sonríe la rubia.
—Tanta búsqueda y parecen ordinarios —murmura Celeste, la cual hizo reír a Valeria.
—¡Eh, M Neko-chan!
¨Más apodos... Genial¨ Pensó Valeria.
—Buenas noches, Kou –Yui saluda.
—¿Quiénes son tus amigas, M Neko-chan? —cuestionó el rubio.
—Ellas son Valeria y Celeste —apuntó a cada una de las chicas según su nombre.
—¡Hola! —Celeste es la primera en hablar.
—Buenas noches —Valeria dijo.
—Chicas, ellos son los hermanos Mukami —presentó a los chicos—. Él es Ruki Mukami, el castaño es Yuma Mukami; él es Azusa Mukami y, por último, el rubio es Kou Mukami.
—El idol —Valeria asiente, sonriendo.
—¿Lo ves, M Neko-chan? —Dice Kou—. Ellas sí están al tanto de las noticias... No como tú, que no sabías en qué trabajaba.
—Oh, no es que me gustes —ríe Valeria—. A una amiga del convento le fascinabas... Yo solamente veía las revistas donde aparecías por los conjuntos de ropa.
Kou, no del todo seguro, agradeció. Una ¨fan¨, era una ¨fan¨.
—Supongo que ustedes también son... —Celeste no terminó la oración.
—¿Vampiros? —Yuma completó por ella.
—No son de sangre pura —informa Yui.
—Pero lo son... —Valeria observó al mayor de los hermanos, el cual observaba con determinación las palabras que salían de las bocas de las tres chicas.
¨Perfecto... ¡Otro Reiji!¨ Valeria se dice ¨Mínimo, esté se ve mejor... En todos los sentidos¨
—Eva... —habló Azusa— las chicas... no vinieron...
—¿Eva? —cuestionaron ambas amigas.
—Larga historia... —suspiró Yui.
***
—¡Que linda está la noche! —dice Celeste.
La velada iba avanzando de manera lenta para Celeste. A pesar de haber estado tiempo con los Mukami, los cuales la hicieron sentir a gusto, la noche se le había hecho realmente aburrida.
En un intento de hacer su molestia a un lado, Celeste salió al jardín para contemplar la luna.
Se había quedado sola. Valeria y Subaru lograron cruzar algunas palabras y ella no quería interferir; Shu y Yui se encontraban bailando en la gran pista que se encontraba en el interior del salón.
Parecían una pareja de verdad, y a Celeste le causaba cierto enojo verlos. Nunca se enamoró de alguien; nunca tuvo la oportunidad.
—Es luna llena... —murmuró para sí.
Una duda había cruzado por su cabeza al instante.
¨Si los vampiros existen, ¿eso quiere decir que los hombres lobo también?¨ Negó al instante. ¨Valeria se volvería loca en ese momento...¨
—Eh, Chichinashi.
Celeste cerró los ojos con tal fuerza que parecía querer despertar de una pesadilla. Una pesadilla que la tentaba a hacer cosas que no debía.
—¿Pasa algo, Ayato? —preguntó al girarse y tratar de hacer una sonrisa.
—¿Qué haces aquí?
—Trataba de relajarme —Celeste soltó una risa nerviosa—. No era muy divertido estar allá...
Por primera vez, Celeste tenía una conversación de verdad con Ayato... O algo así.
—¿No estabas con Yui y Valeria?
—No —negó con la cabeza—. Después de haber hablado con los Mukami, ellas se fueron con su pareja, creo... Y, como no sabía en dónde estabas, decidí que...
La expresión molesta de Ayato era notoria, no pudo soportar oír el apellido ¨Mukami¨ producido por la boca de Celeste.
Demostrando su enfado, Ayato acorraló a Celeste contra la pared.
—¿Ayato?
—Cállate —el pelirrojo inició a trazar un camino de su mentón hacia su clavícula.
—¿Qué vas a hacer?
—¿Qué crees que haré? —murmuró antes de clavar sus colmillos con furia.
Celeste cerró con fuerza los ojos. El dolor que sentía era inimaginable; era más fuerte que las otras veces, incluso.
¨No se la entregaré a nadie¨.
—Detente, Ayato... —Por falta de energía, Celeste se aferró de él.
El corazón acelerado de Celeste la podía delatar en cualquier instante, pues no había espacio que los separase.
Mordida tras mordida, iban dejando una herida que, seguramente, tardarían en borrarse.
—Ayato... —replicó una vez más la chica.
Los fuertes y rápidos latidos cada vez eran más presentes en el cuerpo de Celeste.
De pronto, Ayato se separó. Celeste cerró sus ojos, tratando de concentrarse y recobrar la visión.
Sus pequeños y delicados labios, formados en una pequeña mueca de dolor, y sus ojos, perdidos y extraviados, provocaban que a Ayato le creciera más la necesidad de tener todo de ella.
La respiración entre cortada de Celeste la hacía parecer una chiquilla que tuvo alguna pesadilla.
—¡No hagas eso tan de repente! —Se quejó dándole un ligero empujón al vampiro.
—No pude evitarlo. Tu sangre es deliciosa, Chichinashi –Ayato admitió cerca del oído de Celeste.
Permaneciendo callada, Celeste intentó recobrar la visión que, gracias al mareo que provocó su falta de sangre, estaba borrosa.
—Y tus latidos apresurados solamente eran complemento... —Celeste sintió como su rostro se calentaba a causa de la vergüenza.— De verdad que eres masoquista, ¿no?
—No es por eso —murmuró.
Ayato rió sin separarse de su cuello.
—¿Ah, no? —la chica negó.
—Creo que siento algo por ti.
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