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Capítulo 6

Kneisha se despertó temprano a la mañana siguiente, con los primeros rayos del sol y un mortal dolor de cabeza. Los sucesos del día anterior daban vueltas en su mente. Incluso había pensado en ellos mientras dormía, alternándose con pesadillas. Miró el vaso de agua en su mesilla y se concentró. Intentó moverlo, pero nada ocurrió. Absolutamente nada. Ahora parecía que no tenía ningún tipo de poder mágico, nada fuera de lo normal, aparte de un descomunal dolor de cabeza.

Intentó recordar cada momento del día anterior. Después de que Ángel se llevara a Sarah a casa en coche de manera brusca, ella había caminado hasta su casa. Lo único que quería era estar sola en su habitación para poder pensar con claridad. Cuando llegó, le dio las buenas noches a Damon. No comentó nada sobre lo sucedido, a pesar de que estaba bastante segura de que él podría darle alguna respuesta, y subió directamente a su habitación.

Le extrañó que Damon no le dijera nada. Tal vez sabía menos de lo que ella pensaba. O tal vez las noticias no habían llegado a sus oídos todavía.

Así que se tumbó en su cama con sus nuevos auriculares puestos y conectados a su móvil. Seleccionó un álbum de un grupo que solía aislarla del mundo con sus letras y su sonido eléctrico. Casi sin quererlo, y sin tener tiempo para pensar en todo lo sucedido, se quedó profundamente dormida.

Y esa noche las pesadillas habían sido especialmente espantosas.

Después de su rutina diaria de ducha y peinado, finalmente pensó en todo lo que Sarah le había revelado. La verdad era que, aunque en un primer momento se sintió en estado de shock, ahora no estaba tan sorprendida, casi como si hubiera estado esperando que algo así sucediera. Era como si siempre hubiera sabido que estaba destinada a algo importante, por muy egocéntrico que eso pudiera sonar. Aunque era descabellado, tenía todo el sentido del mundo para ella, al menos para su mundo. Esa extraña conexión que sentía con el mar, quizás se debía a que podía controlar el agua. Sí, las palabras sonaban a locura, pero algo en su interior le hacía sentir que estaba en lo cierto, esa sensación que tienes cuando resuelves un problema muy complicado y sabes que esta vez has dado con la solución.

Ella controlaba el agua. Cada vez estaba más convencida. A pesar de que lo volvió a intentar, sin éxito, cuando estaba en la ducha. Pero, ¿Sarah también? Había hecho que aparecieran olas, pero recordó que había dicho que había hecho moverse el viento para que aparecieran las olas. Lo que quería decir que ella controlaba el aire. Y Michael había acabado con su torbellino moviendo la arena. Así que él podía mover la tierra. Intentó encontrar a alguien que pudiera mover el fuego, era lo único que faltaba. Quizás Ángel o Damon, pero no recordó nada sospechoso por parte de ninguno de los dos.

Se miró al espejo y seguía viendo algo raro en ella. Se vistió con un vestido azul que combinaba con el pañuelo que llevaba al cuello y bajó dispuesta a desayunar. Lo que no esperaba era lo que pasó cuando bajó.

Damon estaba de brazos cruzados apoyado en el marco de la cocina, con una expresión de preocupación. Habló con mucha cautela y lentamente, mientras la miraba fijamente.

—Ya estoy al tanto de lo que sucedió ayer. De lo que Sarah te mostró —su voz parecía sosegada, aunque su mirada lo traicionaba: sus ojos mostraban un nerviosismo que nunca le había visto antes—. Quizás deberíamos hablar sobre ello, ¿no crees?

Ahora sí que estaba aturdida, ¿Damon quería darle explicaciones? Eso sí que era una novedad, mucho más que el controlar el agua, pensó con ironía.

—Soy toda oídos, Damon —no sabía muy bien qué preguntar, así que decidió que era mejor que él se explicara.

—Puedes controlar el agua —sí, bueno, a esa conclusión había llegado ella solita. Así que se limitó a asentir con la cabeza—. Es una especie de don que se te ha concedido. No eres la única que puede hacerlo. Hay gente que usa trucos y puede conseguirlo, pero no se parecerá nunca a lo que tú puedes hacer. A Sarah le ocurre lo mismo con el aire, a Michael con la tierra y a Ángel con el fuego.

—Eso imaginaba, sí —de momento solo había confirmado sus sospechas sobre Ángel. El resto lo había tenido bastante claro desde hacía unos minutos—. Y, ¿tú qué puedes hacer? —Kneisha repasó algo que acababa de decir, ¿cuánta gente había que podía hacer eso?

Damon sonrió de manera enigmática.

—Realmente yo no tengo ningún poder sobre ningún elemento como lo tenéis vosotros. Yo... digamos que soy de la otra gente a la que me refería antes, de los que usan trucos, pero nada más.

—Y, ¿por qué nosotros podemos hacer esto? —estaba haciendo las preguntas de manera serena y sosegada. Damon parecía sorprendido y complacido al mismo tiempo.

Pero era pura fachada, no estaba tan tranquila como aparentaba. No todos los días descubres ese tipo de cosas.

—Si no te importa y viendo lo bien que estás llevando todo esto, voy a esperar un poco para responder a eso. No mucho, pero vamos a ir a ver a Ángel y a Sarah, nos están esperando en su casa. Allí, entre todos, responderemos a todas tus dudas. Ponte una chaqueta y no te quites el pañuelo, puede que haga un poco de frío.

Kneisha accedió a lo que Damon le pedía, había notado que era lo que quería desde el principio de esa conversación. Se puso una chaqueta de cuero corta, mientras observaba el atuendo de Damon. Llevaba una chaqueta de pana marrón oscuro sobre una camiseta blanca lisa. Su cuello estaba también adornado por un pañuelo de color beige.

En el camino hasta la casa de los hermanos, Kneisha no pudo evitar hacer más preguntas.

—Esta mañana he intentado mover el agua, pero no he podido —se notaba la decepción en su voz—. ¿Existe algún truco?

—No, solo práctica y aprender a canalizar tus sentimientos —la miró largamente—. Piensa en algo doloroso o algo que te haga muy feliz, por ejemplo. Dos sensaciones fuertes que harán que tu poder aumente —de nuevo puso su media sonrisa, empezaba a sentirse muy orgulloso de ella. Conducía muy deprisa, siempre lo hacía, pero intentó controlarse porque sabía que a Kneisha no le gustaba demasiado.

—¿Y por qué no lo hago desde pequeña? Sarah tiene mi edad. Michael creo que también, y, por lo que he visto, controlan muy bien lo que hacen. ¿Por qué yo no? —Kneisha se sentía un poco confusa. Hacía preguntas, pero realmente todo le daba vueltas en la cabeza y apenas alcanzaba a entender las respuestas.

—Por lo mismo, ellos llevan desde niños siendo conscientes de lo que pueden hacer, yo les he entrenado.

—Y, ¿por qué a mí no? —no entendía por qué entrenaba a dos niños desconocidos y no a su sobrina.

—Ellos no tenían a nadie que los cuidase aquí, pero tú tenías a tus padres y no te iba a alejar de ellos —eso era una versión muy censurada de la historia, pensó Damon, pero Kneisha ya había tenido unas cuantas sorpresas y le esperaban otras tantas, como para meterse en ese tema tan complicado.

Ya habían llegado, así que Kneisha se guardó el resto de sus preguntas para más tarde. Ángel y Sarah los estaban esperando sentados en las escaleras del porche de su bonita casa. Él vestía su habitual cazadora de cuero negro y unos vaqueros muy claros. Sarah, por el contrario, vestía unos vaqueros negros ajustados y una blusa blanca cubierta por una rebeca negra que resaltaba su cabello rubio.

Los dos se levantaron rápidamente cuando Damon y Kneisha salieron del coche. Sarah se acercó y la abrazó tímidamente a modo de saludo, mientras que Ángel se limitó a hacer un gesto con la cabeza. Parecía igual de preocupado que Damon esa mañana.

—Tranquilo, Ángel. Se lo ha tomado muy bien. Sarah tenía razón, está más que preparada para esto —dijo Damon.

Al momento, la cara de Ángel se relajó.

—Pongámonos en marcha entonces —dijo, sonriente Ángel.

—¿A dónde? —Kneisha miró a Ángel. No quería ir a ningún sitio hasta que alguien le explicase lo que estaba ocurriendo. Pero sabía que tampoco iba a conseguir nada si se enfadaba.

—Pronto lo verás —y una sonrisa abierta cubrió su rostro. Kneisha nunca lo había visto sonreír así.

Damon echó a andar por el bosque seguido de Sarah. Kneisha parecía dudar, no le gustaba mucho eso de adentrarse por el bosque. Ángel la miró aun sonriendo.

—No te asusta que estemos hechos para controlar el fuego, el agua y el aire, pero se te dice de entrar un poco en el bosque y te rajas, ¿eh?

Y, para sorpresa de Kneisha, la tomó de la mano, como si fuese la cosa más normal del mundo. Tiró de ella detrás de sus adelantados compañeros. Kneisha no pudo resistirse, claro.

Anduvieron durante lo que a Kneisha le pareció una eternidad, pero era porque deseaba llegar a donde sea que fuesen para tener respuestas, ya que en el fondo sabía que no llevaban mucho caminando. El bosque era bonito, nunca se había adentrado en él, pero era de una belleza impactante. Sus árboles, de un verde muy brillante, se movían ligeramente debido al viento que soplaba. Había todo tipo de plantas. Empezó a recordar todas las historias que se contaban sobre el bosque y se preguntó si alguna sería cierta. Si alguna tendría que ver con lo que le iban a desvelar. Intentó no pensar demasiado, centrándose en el tacto de Ángel sobre su mano, en su dedo trazando círculos en el dorso.

—Ya hemos llegado —anunció Damon.

Kneisha miró a su alrededor. Se encontraban en un pequeño claro del bosque. Por el lado norte se alzaba una cordillera pequeña, adornada en su mitad por una cascada que desembocaba en un río cuyo curso se perdía entre los árboles. Era un sitio precioso. El suelo estaba cubierto de hierba verde claro, casi amarillenta debido a la cercanía del otoño, y reflejaba los destellos del sol creando un ambiente y un escenario que Kneisha jamás hubiese imaginado.

Damon y Sarah tomaron asiento entre las rocas que bordeaban el río. Ángel y Kneisha hicieron lo propio.

—Es una pena que Michael no haya querido venir, sería la primera vez que estáis todos reunidos —suspiró Damon, con pesar—. Bueno, ya sé que la única que no ha escuchado la historia es Kneisha, pero la voy a contar desde el principio, ya que a todos nos viene bien recordar por qué estamos aquí.

Nota de la autora:

Toda la explicación a lo que pasa viene en el siguiente capítulo... estáis preparados?

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