Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 31

Sentados en el césped mojado de un parque cercano, los cinco pensaban cuál era el siguiente paso que debían tomar. Ninguno había tenido ninguna respuesta a la pregunta de Damon, quizás porque tenían demasiado miedo de Elisabeth y Evan para pensar.

Kneisha arrancaba metódicamente los hierbajos de su alrededor y, a continuación, se los colocaba en las palmas de las manos. Acercándoselos a los labios, soplaba. La hierba recorría unos metros impulsada por el aliento de Kneisha, para después quedarse flotando en el aire. Era desconcertante.

Le había causado una gran impresión aquel mundo. Cuando salieron del callejón, Kneisha se encontró cara a cara con la ciudad de Sarah. Edificios enormes que tocaban el cielo se alzaban por todas partes, bloqueando el sol que Kneisha sabía que empezaba a asomar entre las lluviosas nubes. Había vías de tren construidas en el aire, rodeando los rascacielos. La suciedad volaba por los aires, mientras una especie de barrendero luchaba por capturarla haciendo uso de un pincho. Había humo por todos lados, dando el aspecto de un mundo gris, oscuro, sin luz. Había robots sueltos por la calle, parecían robots de vigilancia, porque en todo momento trataron de esquivarlos. La gente era tal y como se la habían descrito: iban desde aquellos que parecían estrellas del rock hasta el pueblo tirado en los rincones de las calles, mendigando.

El mismo parque en el que se encontraban parecía maltratado y descuidado, como si en esa ciudad futurista, ya no quedase nadie a quien le importase la naturaleza.

—Rob, cariño vamos —dijo una madre, vestida con tristes harapos a su no mejor vestido hijo—. Pronto vendrán los sirvientes de los Señores, tienen que preparar el parque para la gala de mañana.

Ese comentario llamó la atención de Damon, el cual le hizo un gesto a Ángel para que investigase él, ya que se manejaría mejor con la gente de la ciudad.

—Perdone —la mujer pareció sorprendida de que se dirigiese a ella—. No he podido evitar escuchar lo que decía. ¿De qué gala habla?

—¿En qué mundo vive, jovencito? —Ángel sonrió ante la pregunta—. Mañana los Señores de la Ciudad van a dar una gala en este parque, para presentar a lo mejor de la sociedad su nuevo avance tecnológico.

—¿Qué avance?

—No quiero saberlo —rió la mujer por primera vez, y al hacerlo, Kneisha se dio cuenta de que no tendría más de treinta años—. Tengo que cuidar de mi hijo, ya que los Señores acabaron con mi marido. No quiero saber qué nueva maldad ha pasado por sus mentes para tener que presentarla en sociedad.

Ángel asintió con la cabeza y se alejó sin despedirse.

Tenían que ir a esa gala, quizás allí averiguasen algo de la llave, o quizás no, pero podrían investigar sobre Evan y Elisabeth. Necesitaban un sitio donde pasar la noche, así que se encaminaron hacia un hotel que Sarah y Ángel conocían. Cogieron un par de habitaciones, eran bastante caras, y el dinero que llevaban por precaución no podía cubrir mucho más. Pero también tenían que hacerse con unos buenos trajes y vestidos para la celebración. Ahora que prestaban más atención, había muchísimos carteles publicitarios patrocinando el evento. Así, Sarah informó de dónde se encontraba la calle principal de tiendas de la ciudad.

A pesar de la libertad de movimientos de ese mundo, la mayor parte de la gente caminaba con los pies pegados al suelo. A Kneisha aún le costaba suyo, así que Ángel rodeó sus hombros con su brazo, para evitar que Kneisha saliese volando.

Sarah, por su parte, no cabía en sí de gozo caminando por esas calles llenas de las tiendas de su infancia. Se perdía entre los escaparates y los ojos le brillaban con fervor. Michael se escabulló alegando que había visto el traje perfecto. Al poco tiempo volvió con una sonrisa de oreja a oreja y una bolsa en mano.

—¿Qué te has comprado? —dijo Sarah extendiendo la mano hacia la bolsa, pero Michael la apartó—. Déjame verlo. Quiero que vayamos conjuntados —pero Michael no cedió.

Al cabo de una hora, ya se habían comprado todo lo que necesitaban. Kneisha sintió como unas cálidas manos le arrebataban la bolsa.

—Sarah, lleva la bolsa de Kneisha —dijo Ángel.

—¿Por? Puede llevarla ella solita.

Ángel la miró con irritación, y le dio tanto su bolsa como la de Kneisha a Damon.

—Volveremos al hotel en unas horas —dijo arrastrando a Kneisha de la mano—. No esperéis para cenar.

En unos pocos pasos, se habían perdido entre la glamurosa multitud que los rodeaba; y en unos pocos pasos más, habían salido de la calle de comercios.

—No es que me queje, pero... ¿A dónde vamos? —preguntó Kneisha, entre extrañada y temerosa recordando la última vez que eso había pasado.

—Siempre haces lo mismo, siempre me preguntas eso. Déjate llevar. ¿Cuántas veces te lo he dicho? Conmigo estarás siempre a salvo, Knei, ya lo sabes —dijo atrayéndola entre sus brazos, y posando suavemente sus labios entre el cabello de Kneisha. Después se alejó y dijo—. ¿Preparada?

—No. ¿Para qué?

Pero Ángel no respondió. Aún con una mano entre las suyas, tomó impulso y saltó, con todas sus fuerzas, arrastrando a Kneisha unos metros arriba. Ella no pudo evitar estallar en carcajadas de emoción, y él, cautivado por su risa, hizo lo mismo; y su risa cantarina invadió el aire de esa ciudad sin alma.

Y avanzaron hacia el cielo, donde el sol había ganado a las nubes, nadaron a través del aire, volaron, habiendo dejado los miedos en el suelo. Se besaron en el aire. Y después, Ángel posó los pies de nuevo, pero a unos cien metros sobre el suelo, en una estación flotante.

—¡Vamos a coger el tren! —anunció Ángel—. Me encantaba hacerlo de pequeño. Y, a esta hora, cuando el sol se pone, muestra la belleza escondida de esta ciudad —sus ojos brillaban cautivados por el recuerdo de otra vida.

En unos minutos subieron al tren más extraño que Kneisha había usado jamás. Flotando en el aire y asomada a la ventanilla, podía observar casi toda la ciudad. El tren comenzó su marcha y Ángel comenzó sus historias. Le contaba el origen de los edificios, las historias de los monumentos, le señalaba el sol escondiéndose entre dos edificios que parecían tocar el cielo. Se maravillaba con los destellos dorados en las ventanas y en la superficie metálica de algunos rascacielos. Se indignaba con lo mal cuidada que estaba la ciudad, y conseguía que Kneisha casi olvidase todo.

—Bajamos aquí —dijo Ángel.

Desde lo alto de la estación se divisaba una calle en muy mal estado, peor incluso que el resto. Ángel ayudó a Kneisha a descender hasta el suelo.

Se acercó a un bloque de edificios, viejo y medio derruido, probablemente habitado por mendigos únicamente.

—Aquí vivíamos —dijo él—. Aquí fue donde vinieron tus padres, los Señores de la Ciudad, a salvarnos. Aquí fue donde murieron nuestros padres.

—Aquí es donde mataron mis padres a los tuyos —corrigió ella.

Él no respondió.

—Vamos, no te he traído aquí para esto. Sé que te gustan las pizzas, de hecho, he podido ver cómo te zampas una tú solita, y apuesto a que podrías con más.

—Eso fue una competición con Michael —alegó ella, recordando cuando comprobaron quien era capaz de comerse una pizza entera antes.

—Ya —se rió Ángel—. El caso es que en la calle de al lado hacen las mejores —y tomándola de la mano de nuevo, la alejó de aquel lugar de sombras y malos recuerdos.

Nota de la autora:

¡Feliz semana a todos! Espero que os haya gustado esta nueva incursión en el mundo de Sarah. ¿Os imagináis lo que tiene que ser vivir en un sitio así?

Crispy World

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro