La última cosa que recuerdo fueron los gritos.

Estaba leyendo un libro cómodamente mientras esperaba el autobús cuando el mundo pareció detenerse, al menos mi mundo lo hizo. Me quede como un ciervo ante los faros cuando lo vi. No podía decir si tenía miedo. Estaba allí viendo como se aproximada sin poder hacer nada. Todo fue demasiado rápido, y sin embargo, en ese momento pareció durar una eternidad. No recuerdo el dolor, no siquiera el golpe o impacto, solo alguien que grita. Tal vez, era yo.

Mi siguiente memoria no es una imagen, no un sonido, sino un sentimiento. Lo mismo que esas mañanas de invierno cuando puedes quedarte en la cama bajo las sabanas sabiendo el frio que hace fuera, pero sintiendo una calidez y seguridad. No sé cuánto tiempo estuve suspendida en la oscuridad reconfortante. A veces mi mente se perdía en una cómoda somnolencia, a veces me sentía un poco mas despierta e inquieta. Yo vivía en un pequeño mundo de susurros, movimientos y vibraciones.

Salí de ella demasía rápido. Arrastrada y empujada fiera de mi refugio. Sentí el frio cuando fui levantada por algo o alguien que me agarro de mis tobillos. Estaba aterrada. No sabía que estaba ocurriendo. Era obvio que había tenido un accidente. El camión llego directamente a m, nada ni nadie podría haberlo detenido, Durante un tiempo, pensé que la calmante oscuridad era la muerte. En ese caso, no era tan malo, pensé. Sin embargo, el frio y el dolor eran una evidencia de que no era el caso. No estaba muerta. No, yo estaba muy viva, y la idea era aun más aterradora.

Solo podía ver una imagen borrosa. Incapaz de ver mas allá de sombras y formas difusas, sin poder dar sentido a la situación ante mí. Trate de hablar, pero mi garganta solo hizo sonidos inarticulados, que rápidamente se convirtieron en gritos de agonía y terror puro. Llore y gemí. Las sombras a mi alrededor parecían cambiar y moverse. Había voces. Alguien estaba hablando, pero yo no podía entender. ¿Qué estaba pasado? ¿Qué había ocurrido? ¿Qué estaba mal conmigo?

Alguien me recogió y trato de callarme con murmullos tranquilizadores. Pero era imposible callarme hasta que llegara a agotarme. Era demasiado extraño, demasiado diferente, demasía incontrolable. Me tomo un tiempo para entender que estaba pasando.

Nunca he sido una persona demasiado religiosa. Incluso cuando era una niña, mi razonamiento no me dejaba creer de todo. Para mí, después de la muerte no existía nada. La idea de la reencarnación era... simplemente algo ligado a otras creencias. Sé que existía en la religión egipcia, griega o romana y en la mayoría de las religiones orientales, como el hinduismo o el budismo, pero ciertamente no era algo real, al menos no para mí. La comprensión de que yo no era yo pero al mismo tiempo si, de que estaba en el cuerpo de un bebe de solo pocas semanas de edad en lugar de una adolescente era... impactante, por así decirlo.

Hubiera sido interesante si la vida como un bebé no era tan aburrida. El único contacto que tuve con el mundo eran dos adultos que se ocupaban de mí. Mi rutina era básicamente dormir, comer, ir de nuevo a la cuna, volver a comer, siesta, baño, sueño... y así sucesivamente. Dia tras día. Fue frustrante y molesto por decir lo menos.

No sabía el idioma, mi vista era peor que cuando estaba viva, no podía ir a ninguna parte por mí misma, y la mayor parte del tiempo me dedicaba a mirar el techo desde mi cuna. Estábamos en un constante invierno, a mí siempre me agrado el frio, pero al parecer mi nuevo cuerpo no lo aguantaba del todo bien, aunque siendo justos aquí hacia mucho mas frio que donde yo vivía antes.

Un día la monotonía en la que vivía se acabo esta vez uno de los adultos, la mujer (realmente no podía llamarla madre) estaba muy triste aunque no entendí el porqué. Más tarde esa noche me entere de que el hombre había muerto.